Capítulo 3 ¿Estás bien

El cielo empieza a pintarse azul de nuevo y la vida me está llamando una vez más. Las nubes se están moviendo en la dirección correcta y está vez creo que iré con ellas, creo que te iré a buscar. Estoy un poco cansado y no puedo levantarme de mi catre, estoy atado al olvido.

Fue una noche fría y sola aquella vez que te vi llorando, cuando después de días te volví a ver. Seguías tan hermosa como todos los días y como siempre puse el tono de voz más elegante y dulce para hablarte.

- Fernanda, ¿Estás bien? - te pregunté.

Te encogiste de hombros, derrotada y cansada me miraste una vez más.

- Si, todo bien... - contestaste sin ganas.

Note que tú corazón se había fracturado de nuevo, y que aquel novio no fue lo que tú esperabas. Días antes estuve detrás de ti mirando como se besaban y se perdían mutuamente en sus besos y caricias.

Sentí que debía decirte algo más, darte las mejores palabras de aliento o decirte que todo estaría bien, no pude hacerlo mejor.

- Escuché que terminaste con tu novio, lo siento mucho.

- No era mi novio, pero estoy bien, no te preocupes.

- bueno, tranquila.

Con una sonrisa débil te despediste de mi y nos perdimos entre la multitud, de nuevo.

Verte llorar y no poder abrazarte fue la sensación más cruda e irritante de mi vida. No pude hacer nada y solamente me quedé esperando que tus lagrimas dejarán de caer y que tu alma dejara de llorar.

Ese día me propuse hacerte feliz, no sabía cómo lo iba hacer y tampoco si me dejarías acercarme. Yo solo era el extraño amigo de tu amiga, que noches atrás te había besado en la mejilla arbitrariamente.

Los recuerdos me hablan todas las noches Fernanda, puedo escucharlos y puedo vernos a ambos aquí, juntos y felices. Algunas veces puedo oír tu voz antes de dormir, y por unos segundos solo te escucho a ti y no a los locos que gritan desde sus celdas.

Mañana se cumplen 8 meses desde que terminamos y sigo sin entender que está pasando. Te pido que si estás ahí no dejes de cuidarme, estoy asustado y estar aquí me da miedo; quiero volver a sentir tus brazos alrededor de mi cuerpo y que no me sueltes.

- Hora de la comida, todos fuera. - anuncio una voz al final del pasillo.

Tengo que irme, pero seguiré escribiendo para ti. Cumpliré la promesa que siempre me pediste...«Nunca me dejes, nunca me sueltes», nunca amor.

Te amo, para siempre y por siempre.

Carlos Marín

            
            

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