¡Teatro!, esa hubiera estado fantástica que hiciera.
Llevó sus manos al rostro, no quería saber cómo acabaría ni siquiera aquella historia. Con pesadez levantó su anatomía para acercarse a tomar un vaso de agua y asomarse por la ventana. Ahí estaba Adam, esperando el semáforo para poder cruzar, tampoco estaba segura de cómo alguien tan simple como él era dueño de una multimillonaria, al menos los que conocía tenían la pinta de malcriados. Llevaba un pantalón formal de color azul, chaleco de este mismo color y camisa blanca. ¿Cómo es que se veía tan perfecto? Los pocos cabellos que no alcanzaron el gel revoloteaban en su frente. Y la manera en que comenzó a caminar entre las personas, era un sueño.
Se llevó una uña a los labios imaginando el por qué tenía interés hacia ella. No negaría el buen cuerpo que traía ese hombre, encanto, carisma y aparte, dinero. ¿Y ella? A pesar de seguir presumiendo sus kilos deseados, seguía teniendo los chamorros y muslos regordetes, lo cual le frustraba.
Dos golpes se escucharon en la puerta, dejó el vaso que sostenía en la mesita auxiliar y caminó con lentitud hacia la puerta, realmente no deseaba lidiar con alguien ese día.
-Buen día -dijo Adam entrando con un ramo de flores amarillas-. Te traje flores y un café.
- ¿Un café tan tarde?
-El café siempre cae bien, pero, si no lo deseas, que bueno que en realidad traje chocolate caliente.
-Me da dolor de cabeza tomar tanta azúcar y ya me acabo de tomar uno.
-Por eso dije que era té de manzanilla con miel.
La chica rio tomando el vaso desechable, efectivamente era té, frunció el ceño por unos momentos. -Está delicioso, muchas gracias -este se sentó en el sofá de la oficina-. ¿Cómo evitó a los empleados chismosos mientras llevaba un ramo de flores?
-Tengo mis métodos, en realidad subí por la escalera de emergencias -revisó su celular y luego lo lanzó hacia la mesa, hizo su cuerpo hacia adelante colocando los codos en sus rodillas-. Pero, debido a que me estuviste espiando por la ventana mientras entraba, no me vas a creer mucho que subí por ahí.
Ahogó un leve chillido, no era posible que supiera que lo estaba viendo. Sus mejillas enrojecieron y lo único que pudo hacer fue sentarse frente a él a admirar las flores.
- ¿Cómo supo que me gustan los tulipanes? -se encogió de hombros-. No aceptaré un: "Lo adiviné".
-Es precisamente lo que hice, además eran las más hermosas en la florería, debían parecerse a su futura dueña.
- ¿Qué hace aquí? -comentó ignorando lo que acababa de decir, no era porque le molestaba, sino que, ya no quería relacionarse con alguien de la oficina-. Mañana es el juicio, no hoy.
-Lo sé, estoy consciente de ello...
La puerta de la oficina se abrió de pronto de par en par, la chica de cabello corto entró con unos cuantos papeles y su agenda en las manos, Anne nunca era consciente de la privacidad.
-Olly, necesito que firmes esto para el lanzamiento del... -detuvo sus palabras al pie del escritorio-. ¿Cómo entraste? No se te permitió la entrada.
-Anne, no, tranquila -detuvo a su amiga antes de que se lanzara encima del hombre a atacar-. Debes conocer a...
-Adam, es un placer -tomó la mano de la chica saludándola-. Olympia me ha contado muchas cosas acerca de ti.
- ¿Lo ha hecho? -preguntó incrédula.
-Por supuesto, son mejores amigas, ¿no?
-Lo soy sí. Olly, ¿de dónde sacaste a tu nuevo guapo amigo?
-Oh vaya, es una larga historia, él es mi...
-Podría decirse que somos amantes -comentó divertido al ver la expresión de respuesta de la chica-. Sólo que Olly aún no lo sabe.
-Llevo apenas unos días conociéndote, ni siquiera podría decirse que somos amigos.
-Golpe bajo -replicó-. Somos amantes, pero, ella aún no lo sabe.
Repitió dirigiéndose sólo a Anne.
-Comprendo -confirmó con una enorme sonrisa en el rostro-. Y te trajo flores, que dedicado, y tan lindo. Y tan sexy, ¿haces pesas?
-Anne, no es buena idea que sigas aquí, firmaré tus papeles.
-Oh cariño, los papeles pueden esperar, quiero seguir platicando con Adam.
La mirada asesina de la chica sólo pasó desapercibida en cuanto los dos comenzaron a platicar. Estuvo escuchando las adulaciones de su mejor amiga por unos minutos más cuando decidió volver a su trabajo, no era posible que a ella sí le aceptaba adularlo, cuando a ella le comentó mil y unas veces que no le gustaba que hiciesen eso frente a él.
Tomó su pluma y siguió leyendo. Adam la observó de reojo, era realmente una mujer muy interesante, a pesar de su largo tiempo en la Tierra conociendo mujeres, ella era distinta. Lo sentía. Y lo único que pudo seguir pensando era en ella, para su mala suerte no era muy afortunado con el "multitasking" y su mente sólo se concentró en descifrar lo que estaba haciendo, o pensando. Su aroma a lavanda le encantaba, desde que la conoció era un sabor que no podía quitarse de la boca y que deseaba con ansías probar él mismo. Seguía maldiciéndose por el hecho de que su encanto no era suficiente para atraerla, aunque también le agradaba eso, nadie entraba a su espacio personal, le hacía sentir especial. Nadie más, además de su exesposo, de pronto quiso saber por qué lo había dejado, de por qué el idiota no sabía cómo valorar a una mujer tan independiente y hermosa.
-Creo que es momento de que me retire, ha sido un día muy largo y veo que Olympia se encuentra cansada. Deberías tomar un descanso, estoy seguro de que el jefe lo permitiría.
-Estoy seguro de que al jefe no le interesa si estoy cansada o no -replicó.
-Créeme que sí -guiñó un ojo que no pasó desapercibido por su amiga, quien no pescaba aún la insistencia de los mensajes-. Fue agradable conocerte Anne, un placer haber estado con tan hermosas mujeres. Nos vemos.
Se levantó dejando un vacío en la habitación.
-Es un Dios, me encanta.
-Te lo regalo.
- ¿Él te trajo las flores?
-Y un té con miel.
-Realmente es un Dios, ¿por qué no sales con él?
-La verdad es que deseo primero salir del problema del divorcio, y entonces veremos si me interesa tener otra relación.
-No tienes que quedarte sola porque un idiota no supo quererte -comentó agarrando la pluma de las manos de su amiga-. Además, necesitas mantenimiento, y se nota que ese hombre sabe dónde meter mano.
Olympia soltó una carcajada y enseguida hizo una cara de indignación.
-Por ahora no quiero mantenimiento -respondió entre risas-. Pero, sí se nota que debe ser un buen técnico, si lo necesito en un futuro le llamo.
Dijo finalmente volviendo a sus asuntos. Daba un brazo por ese comentario, se veía que no recibía un "no" por respuesta, y aunque algo muy dentro de ella deseaba tirarse a sus brazos durante toda la noche, no quería salirse de su objetivo. Tenía que terminar por lo menos el manuscrito ese día, y otros dos la siguiente semana, además de revisar los que llevaba pendientes desde hacía dos semanas. No debía detenerse por un par de ojos que la miraban muy dentro de su alma.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo completo al imaginárselo. Se quedó por lo menos hasta las 2 de la mañana revisando, leyó la portada del libro que tenía frente a ella, "Te deseo", que buena reseña le daría en un futuro.
Era la buena redacción del autor o la manera en la que se había imaginado a Adam en todas las escenas candentes, vaya que odiaba su imaginación en esos momentos. Levantándose de su silla revisó el celular: "Te espero mañana en la entrada del juzgado a las 10 am".
Asintió regresando a su realidad. Tomó su abrigo y se dirigió al ascensor, no era más que otro día en su vida cotidiana, lo único diferente era Adam. Se maldijo una vez más por volver a pensar en él. Llegó a su departamento pasadas las 3 de la mañana. Giró el pomo de la puerta y dejó escapar un suspiro. El departamento no era muy grande, con una sola habitación, el baño, sala/cocina y claro, una pequeña terraza que daba al esplendor de una vista magnífica era lo que más le fascinaba de ello. Dejó los zapatos en la entrada y se fue desvistiendo en el camino, entró en su cama con un abominable cansancio encima. Dormir caería muy bien. De pronto, soñó con él.
-Olympia -murmuró acercándose a ella-. Te he estado esperando.
Vestía con un traje y corbata de color negro, camisa blanca. Sus zapatos perfectamente limpios, y él tan pulcro, incluso podía oler la colonia que usaba, suave y atrayente.
-Adam -respondió tomando la mano que le tendía.
Despertó minutos después con una extraña sensación de calidez, tuvo que parpadear rápidamente para acostumbrarse a los rayos de luz que entraban por su ventana, maldijo por no cerrar las cortinas la noche anterior.
8:35 decía su reloj.
Enseguida se escucharon dos golpes en la puerta. Con pesadez se levantó y observó por la mirilla. Abrió enseguida.
- ¿Cómo sabes dónde vivo?
- ¿Cómo sabes que iba a venir? -replicó Adam lanzándole una mirada furtiva, no sabía a lo que se refería cuando bajó la mirada hacia ella misma, tuvo que cerrar la puerta de inmediato-. No me malinterpretes, te queda muy bien ese color en tu ropa interior. Me gusta.
-No debe gustarte -gritó entrando a su habitación otra vez. Se dio una ducha rápida, ni siquiera pensó en qué momento se levantó para abrir la puerta en esa condición, y aun así se ruborizó por completo al pensar que él la había visto.
¿Le habrá gustado su cuerpo?
¿Acaso vio sus regordetes muslos?
¿Habrá visto sus vellos a medio depilar?
Salió con unos pantalones de mezclilla y una blusa blanca de rayas azules. Él estaba ahí, sentado en una de las sillas de la cocina, vestía igual, de traje gris, le frustraba que siempre estuviera tan impecable, y apenas llevaba pocos días conociéndolo.
-Te mandé mensaje, íbamos a ir juntos al juicio, ¿recuerdas? -Olympia no tenía palabras para hablar-. Tranquila, Anne me proporcionó todo, incluso qué te gusta para desayunar. ¿Vamos?