Tuya Hasta El Infierno
img img Tuya Hasta El Infierno img Capítulo 4 Narkissa
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Capítulo 6 Uno menos img
Capítulo 7 Atrapada img
Capítulo 8 Huyendo img
Capítulo 9 Busqueda img
Capítulo 10 Nacimiento - Parte 1 img
Capítulo 11 Nacimiento - Parte 2 img
Capítulo 12 Rescate img
Capítulo 13 ¿A salvó img
Capítulo 14 Promesa img
Capítulo 15 Mensaje de miedo img
Capítulo 16 Fue un error img
Capítulo 17 Engaño img
Capítulo 18 Infiel img
Capítulo 19 Familia img
Capítulo 20 Ruso img
Capítulo 21 ¿Alcohol para olvidar img
Capítulo 22 Mensajes img
Capítulo 23 Amenaza img
Capítulo 24 Fiesta img
Capítulo 25 Celoso img
Capítulo 26 Desobedecer img
Capítulo 27 A salvo img
Capítulo 28 Trabajo pendiente img
Capítulo 29 Tuya img
Capítulo 30 Sentimientos - Parte 1 img
Capítulo 31 Sentimientos - Parte 2 img
Capítulo 32 Orfanato img
Capítulo 33 Protegidos img
Capítulo 34 Mis pequeños - Parte 1 img
Capítulo 35 Mis pequeños - Parte 2 img
Capítulo 36 ¿Completa img
Capítulo 37 Secreto, pasado y partida - Parte 1 img
Capítulo 38 Secreto, pasado y partida - Parte 2 img
Capítulo 39 Solteria img
Capítulo 40 Broma - Parte 1 img
Capítulo 41 Broma - Parte 2 img
Capítulo 42 Primer añito - Parte 1 img
Capítulo 43 Primer añito - Parte 2 img
Capítulo 44 Epilogo img
Capítulo 45 Extra 1 img
Capítulo 46 Extra 2 img
Capítulo 47 Extra 3 img
Capítulo 48 Extra 4 img
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Capítulo 4 Narkissa

DANTE

Había ciertas cosas que siempre me había prometido que nunca haría. Estaba rompiendo esa promesa, no es que yo siguiera las reglas pero jamás me entregaría al enemigo con facilidad. Yo nunca pensé flaquear en ese sentido, debía mantener mi reputación y no mostrar ningún punto débil. Pero hoy había llegado el día que conocerían mi puta debilidad, una que ni yo mismo creí que llegaría a tener.

Por ella era capaz de hasta arráncame la piel si era necesario de hacerlo, que importaba si me torturaban para después matarme. Pero primero que nada me aseguraría de que ella estuviera a salvo y protegida.

Tome el par de armas que se encontraban encima de la mesa que esta junto a la cama. Las encaje en la funda que suelo traer en mis hombros y pecho, después de instalar la otra en mi pierna donde irían mis cuchillos. Ya con el equipo colocado, me instale frente al espejo y me mire por unos segundos.

Cuanto había cambiado en tan poco tiempo. Ella, mi Fiera de ojos esmeralda me había hecho cambiar, nunca creí que llegaría hacer tal locura por una mujer, nunca pensé que podría arriesgar mi vida por alguien y mucho menos sentir esas mierdas que sienten las personas cuando se enamoran.

Maldita sea, estaba completamente jodido por esa pequeña rubia, algo en mi me lo había dicho desde el primer día que tropezó conmigo. Su cuerpo pequeño, pero exuberante me volvió loco, sin contar su hermoso rostro y el brillo verde en sus ojos, ella era perfecta, ardiente, una diosa hecha realidad, hecha solo para mí. Era mi mujer.

Mi móvil comenzó a sonar, una voz familiar atendió al otro lado del teléfono, con voz terminante y segura respondí.

― ¿Qué demonios, quieres Narkissa? ―solte un gruñido frustrado por su insistencia, sabía porque llamaba.

― ¡Umm! ¿Nos levantamos de malas? ―dijo en un tono juguetón.

La conocía perfectamente, tenía años de tratarla y no había dejado de llamar después de la boda. Lleve años sin saber de ella, y la verdad hubiera preferido que así siguiera, pero Narkissa era muy obstinada. Por más que le deje dicho que no quería nada con ella e ignoro mis palabras e insistió con lo mismo. Sabia que estaba casado, ella misma lo vio con sus propios ojos, pero aun asi no se daba por vencida.

La apreciaba, a ella y a su hermano. Durante años nuestras familias estuvieron aliadas, tanto que me vi en la necesidad de ser su prometido cuando éramos muy jóvenes, eran las jodidas reglas tradicionales de nuestra organización. Con la muerte de sus padres y de los míos todo eso se fue a la mierda, por un momento eso fue lo único que agradecí, lo único bueno que dejo sus muertes, si no ahora estuviera metido en un matrimonio sin mi consentimiento.

Y no es que ella sea de mi desagrado, hubo momentos donde la pasamos muy bien por cierta temporada, pero ya nada de eso se iba a repetir, no después de mi Fiera. No podía pensar en nadie más, mi mente siempre estaba con ella, era la única mujer que deseaba y la que me volvía loco cada vez que la escuchaba gemir de placer. Con ella disfrutaba y tenía todo, no había necesidad de buscarlo en otro lado.

―No tengo tiempo para tontería ―intente controlarme, no podía desquitarme con ella, mi frustración era principalmente por Bruno.

―Lo sé, y se lo que estas apunto de hacer. Y no permitiré que vayas a ese lugar a entregarte, no vale la pena que te arriesgues.

― ¡Y tú que mierda sabes si vale la pena o no! ―bramo furioso en la bocina del teléfono ―Ella es mi mujer, la madre de mis hijos. Que no se te ocurra repetir algo así, porque no seré considerado la próxima vez. Me conoces y sabes bien quien me lleve la contra lo paga caro. ―le advertí con un ligero gruñido.

No porque la aprecie y pueda llegar a tenerle algo de respeto, eso vaya a significar que la deje inmiscuyese en mis asuntos y mucho menos me va a venir a decir si mi mujer vale la pena o no. Sabía que estaba celosa, me lo había dicho, pero me valía mierda su opinión o lo que sintiera.

― ¿Me estas amenazando? ―hizo la pregunta muy segura, pero podía escuchar el timbre de su voz temblar -¿Ella esta embarazada? -escuche como se quebraba su voz, se que quería llorar. Pero me valió una jodida.

Nunca llegue a pensar hacerle daño, en esta ocasión las cosas marchaban distinto. Para mí el mundo solo giraba alrededor de Lillie y pronto también seria con mis hijos, cualquiera que los tocara o se refirieran a ellos de mala manera, solo por el simple hecho haría rodar cabezas.

―Es una advertencia, pero pues tomarlo como te plazca ―determine tranquilo -No es de tu inconveniencia -agregué secamente.

No le iba a dar explicaciones de mi vida y de lo que había hecho en este tiempo, como haber dejado embarazada a mi Fiera.

―No te hablaba para que discutieramos ―su tono volvió a sonar dulzón ―Solo me preocupo por ti, sabes que eres el hombre que amo y no quisiera volver a sentir ese dolor de perderte.

Resople contra la bocina, estaba cansado de escuchar esa mierda millones de veces, no quería ser duro con ella pero no me dejaba otra opción.

― No me hagas perder más el puto tiempo ―ignore su confesión melosa. Y colgué dejándola con la palabra en la boca.

Sé que iba a seguir con lo mismo y por ello tuve que terminar con esa conversación que para ella nunca tenia fin. Me frustraba tenerla siempre detrás de mí, ya no era tan divertido como antes. Jamás fue de otro interés que no fuera follarla, pero hasta eso se había acabado.

            
            

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