Sabía de sobra que con ese maldito no se podía confiar y él también estaba al tanto de que yo no me fiaría con facilidad. Por ello tuve que acceder al método que armo Iván.
La idea era enviar tres grupos, en el último irían Leo y Alan e Iván estaba convencido de que quería ir primero pero le ordene que no fuera ya que lo necesitaba a mi lado.
Antes de bajar del vehículo, Enzo me entrego un puto radio que le regrese de inmediato.
―Lo necesitaras, jefe ―vuelve a insistir, Enzo.
Le lanzo una mirada fulminante antes de responderle.
―Esa jodida mierda no va conmigo.
―Tan quisquilloso como siempre ―Bufa Iván, a mi lado ―Tan difícil es agarrar el jodido radio y guardártelo en los bolsillos. Si te disparan no lo sabremos.
―Si me disparan en algún momento llegare hasta ti, sabes que una puta bala no me detendrá ―digo en un tono arrogante.
―Se me olvidaba que hablaba con el señor inmortal. ¡Maldita sea Diablo! Estuviste a punto de morir una vez, por una puta vez en tu jodida vida has algo bien ―dice Iván, embravecido.
Gruño en respuesta pero aun así tomo el objeto que todavía estaba ofreciéndome Enzo. Serán tan necios estos jodidos idiotas.
―Bien, ¿feliz? ―finjo una sonrisa mostrando todos mis dientes e Iván solo gira los ojos con frustración ― ¿Qué hay de Leo? ―pregunto mientras guardo el puto radio en mi bolsillo.
―Todo esta listo, ya podemos asaltar el lugar.
El sitio era un club, que para su ver era más un burdel. Se de sobra que hay muchas personas allí y lo más seguro era que muchos morirían esta misma madrugada. No puedo decir que lo lamento, porque la verdad no me importaba nadie de los que estuvieran en ese lugar, mi punto era conseguir lo que quería, no proteger a unas putas.
Al llegar al sitio bajamos enfilados sin dejar de vigilar el lugar. Enzo haría la tarea de guiarnos por los radios desde las camionetas, a él nunca lo metía en los operativos y menos cuando se trataba de algún rescate, siempre solía quedarse a un margen adecuado ya que él no tenía la experiencia como nosotros.
La entrada ya había quedado libre cuando pasamos, al parecer Leo ya se había adelantado. No entraríamos por la parte frontal del club, sino por atrás donde se albergaba una bodega.
En cuanto ponemos un pie en lo que parecía un almacén, los disparos comenzaron.
― ¡Cúbranse, joder! ―grito cuando roza la primera bala por mi cuerpo. Sin llegar a tocarme.
En cuanto di la orden Iván, Franco y el equipo que nos acompañaba se colocaron en varios puntos diferentes, para así cubrirse. Y es entonces cuando comenzó la ráfaga de balas. Sin perder el tiempo saque ambas armas y comencé a disparar a diestra siniestra, sin parar.
―Ve, yo te cubro ―me dijo Iván, se encontraba del otro lado contrario al mío.
No espere más y me lance para ir al punto exacto, Iván los ataco con su arma de alto calibre. Se me olvidaba que este hijo de puta era un maldito asesino de primera categoría. Salí de allí dirigiéndome al burdel, la bodega tenía un corredor que lo unía con el club. Pase por ahí vigilando el sitio, sabíamos de esto porque Leo ya había arribado el lugar antes que nosotros.
Al llegar al final del corredor me encuentre con Leo y Alan.
―El maldito está allí ―dijo Leo, en voz baja señalando con su cabeza unas escaleras que te llevan a la habitación donde se reúne la organización de Bruno ―Solo estábamos esperando la orden para atacar.
Di un asentimiento con la cabeza para que me siguieran. Sigilosamente nos acercamos a la entrada, en ella había dos gorilas cuestionando la habitación. Le indique a Leo y Alan que no dispararan, yo me encargaría.
Con movimientos agiles me moví rápidamente y en menos de un segundo ya tenía a uno de ellos rodeando su cuello con el filo de mi cuchilla, mientras que con mi otra mano ya había sacado mi otro cuchillo para encajárselo al otro mastodonte.
Cayeron muertos en ese mismo instante, uno decapitado y el otro con la hoja de mi cuchilla incrustada en su pecho. Antes de alejarme de ellos saque el filo de mi arma del puto cadáver que hacía en el piso desangrándose. Los limpie con la parte baja de mi pantalón y los volví a guardar para sacar mis pistolas, preparando el siguiente ataque.
Les di indicaciones a mis hombres de que me siguieran en silencio, y con una patada derribe la puerta que daba a la habitación y sin esperar a nada apuntamos al objetivo. Mis ojos se encontraron con los del maldito que tenía tiempo persiguiendo. El malnacido de Carlo. Por fin estaba en mis garras y a mi disposición. Era así como deseaba agarrarlo, como una puta rata de cantarilla.
El idiota estaba desarmado porque estaba ocupado con una puta, y sus compañeros estaban hasta la puta madre cargados de cocaína. No tuvieron tiempo de reaccionar, cuando alzaron las caras ya cada uno tenía un cañon apuntando sus jodidas cabezas.
―Es un placer volverte a ver ―dije, sonriendo con malicia ―Tu y yo tenemos algo pendiente ―la puta ya estaba del otro lado, pues había brincado del susto, dejándolo libre para mí ― Pero antes de que acabe contigo, me divertiré un poco ―mi sonrisa se ensancho plácidamente.
Con los pantalones aun abajo, me valió mierda y así lo agarre al maldito del cuello y lo levante del lugar donde estaba sentado, sin dejar de apuntarle con el arma que tenía en mi otra mano. Leo y Alan me respaldaron por detrás sin bajar sus armas que seguían en las cabezas de los otros individuos.
Sin previo aviso antes de llegar a las escaleras un grupo de cuatro hombres nos emboscaron y sin darme tiempo a moverme y buscar algún sitio en donde cubrirme, no alcance a esquivar una bala que impacto en mi hombro derecho. No le tome importancia pues no deje de sujetar a mi prisionero al cual todavía tenía sujetado con mucha fuerza del cuello usando mi otro brazo.
Iván y el equipo llegaron segundos después y acabaron con los enemigos que quedaban. Para entonces yo ya había matado dos de ellos.
―Te lo dije ―comenzó sermonear Iván ―Sin mí no puedes vivir ―agrego el maldito, sonriendo orgullosamente.
―Si, como sea... ―respondí tajantemente ―Llévense a esta porquería ―les lance la puta rata a mis hombres.
―Señor, su hombro ―se acercó Alan con una expresión de preocupación ―Esta sangrando mucho.
Ni cuenta me había dado que estaba goteando demasiado, creí que solo había sido un rozón, pues no sentía casi dolor.
― ¡Mierda! ―dije, cuando fijo mis ojos en la herida, la bala había entrado en la clavícula ―Lo que me faltaba, ahora no podre torturarlo con mi mano derecha.
― ¿Es en serio? No puede ser que solo te importe eso ―respondió Iván, para después irse por donde había venido.
― Pues qué más da, solo es una puta bala encajada en mi piel. Como si fuera la primera o la última vez que pase esto ―dije, siguiéndolo. El solo resoplo y giro sus ojos cansado de oír siempre lo mismo.
Y es que así era para mí, en esta mierda de mundo la vida siempre estaba en juego, tal vez hoy podrías sobrevivir a un ataque, pero mañana quizás te podrías encontrar con una bala atravesada en tu jodido cuerpo, y eso yo lo sabía de sobra. Lo que lamentaba, era que a mi pequeña Fiera la había arrastrado a este oscuro infierno, y eso nunca me lo iba a perdonar si le pasara algo malo, a ella y a mis hijos. Primero me daría un puto balazo yo mismo.