La Espera
Narrador
Michell está en espera de su padre, al igual que todos los días, preocupada por la situación, lleva días que no llega a casa, y lastimosamente se están terminando los víveres, no sabe que será de sus días, si su papá no aparece.
[...]
En uno de los casinos más conocidos de la ciudad, se encuentra Ismael Claus, apostando hasta lo que no tiene, para que lo dejen seguir en el juego, ya ha terminado el poco dinero que le quedaba del seguro de vida de su fallecida esposa, no tenía nada de suerte, pero según él aún podía probar si ganaba, su contrincante un hombre que no se dejaba amilanar por nadie, lo observaba tranquilo desde su asiento.
- ¿Se rinde Ismael? - pregunto el joven hombre.
- ¿Por qué la pregunta? claro que no, yo sé que puedo ganar - Contestó el Señor Ismael Claus.
-Le pregunto, pues ya no tiene nada para apostar, y pues en ese caso, debe retirarse del juego - habló el joven.
-Apuesto a mi hija, ella será mi pago – exclamo el mayor.
-¿Qué le hace pensar que aceptare? – pregunto Edain
-Pues ella le puede servir para lo que usted desee, además es virgen – dijo angustiado el señor Claus.
-¿De verdad? Una sirvienta más una menos, no pierdo nada, te acepto el pago – dijo el joven CEO.
En algunas ocasiones se había comentado en el casino que Ismael Claus tenía una hija muy hermosa, el vivo retrato de su fallecida esposa, y quizás eso despertó la curiosidad del joven magnate.
[...]
Como era de esperarse, Ismael Claus volvió a perder, y sin más dio la dirección en donde se encontraba el pago del hombre con el que había apostado, sin un ápice de arrepentimiento, por haber metido a su hija en este lio tremendo, por haberla dado como pago de sus apuestas.
Lastimosamente, Ismael Claus odiaba a su hija, pues como esta se parecía mucho a su madre, y él decía que su difunta mujer no lucho por no dejarlo solo, algo completamente estúpido, pues contra muchas enfermedades no se puede luchar, y este hombre solo hacia eso para justificar sus vicios. Se podría decir que sentía un inmenso alivio al entregar a su hija al joven desconocido.
Al llegar a casa de Ismael, este bajo apresurado del vehículo en el que se transportaba, luego abrió la puerta de su casa lo más rápido que le fue posible.
-Que alegría verte al fin papá – dijo Michelle emocionada, pero inmediatamente cambio el semblante al ver a más personas junto a su padre. – Papá ¿Quiénes son los señores? – pregunto un poco asustada.
-Llévensela – dijo sin siquiera mirarla.
- ¿Perdón? Papá ¿Qué acabas de decir? – una asustada Michelle preguntaba.
Inmediatamente, unos brazos la agarraron fuertemente, y la empezaron a llevar fuera de la casa.
-Por favor, no, papáaaa – gritaba angustiada y con lágrimas en los ojos Michelle.
-Eres sorda o algo parecido, tu papá mismo ordeno que te lleváramos, pues tu querido padre te aposto en un juego y como perdió tu eres su pago – exclamo Edain un poco furioso.
-Mi papá nunca me haría eso – dijo Michelle con una cascada saliendo por sus ojos.
-Y si no fuera así, ¿Por qué crees que él mismo nos trajo a tu casa? – respondió el joven
Fue en ese momento que Michelle cayó en cuenta que era verdad, que su padre hizo eso, pues él no mostraba ningún indicio de lágrimas o preocupación cuando ella gritaba que no se lleven. Michelle solo podía llorar y llorar, como nunca antes lo había hecho, sacar todo eso que se estaba alojando en su pecho. No entendía que había hecho de malo, siempre fue obediente, siempre lo ayudaba en todo lo que podía, nunca pedía nada, ella lo quería mucho, pues era el único familiar que le quedaba, pero ese ser que ella quería la había regalado como si de un objeto se tratara, como cualquier cosa, ahora ella estaba muerta de miedo, no sabría que seria de su vida, que sería lo que este hombre deseaba hacer con ella, llego a pensar que quizá una buena idea era dejar de existir, para no sufrir como lo estaba haciendo ahora mismo.
Edain, la observaba por momentos, confirmo con sus propios ojos los rumores que había en algunas ocasiones en el casino, y realmente Michelle Claus era una mujer verdaderamente hermosa, con unas curvas sin igual, muy bien definidas y todo en buena proporción, los comentarios no le hacían justicia, en definitiva, tenía además de todo un aura pura y serena. Su mente maquinaba un sinnúmero de cosas que planeaba hacerle a Michelle, y después se alejaría de ella, sin más, pues el tenía como costumbre solo usar a las mujeres para obtener placer.
Se preguntaba, porque su padre le pudo hacer eso a la pobre joven, que mal le había causado ella a él, para que sin ningún atisbo de dolor la entregara como si de mercancía se tratara.
Paso el tiempo de viaje, y ya se encontraban en la vivienda del joven magnate, era un lugar impresionante, como todo lo que un CEO suele tener, y justamente en un territorio de clase alta.
-Bájate, hemos llegado – dijo el joven
Michelle se encontraba vagando en pensamientos, que no presto atención a lo que le dijo el joven hombre, pero para su mala suerte, este no era muy paciente que digamos, y la saco del vehículo de la misma forma que la sacaron de la casa, casi a rastras.
-Duele, por favor no me hale – dijo Michelle tristemente
Al hombre no le importo para nada la queja de la chica, solo se limito a entrar a la casa, no se podía apreciar la bonita decoración, pues ya era de noche y las luces estaban apagadas, él joven quien conocía el camino a la habitación lo hizo con presteza, pero en el caso de Michelle tropezó en algunas ocasiones pues no conocía el camino, lo único que sintió que caía en algo suave, y el sonido de una puerta que se cerraba.