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Dilangel:
Aquella famosa canción estaba en lo cierto, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.
Y es que aquella vez que esa mujer fue a verme a la cárcel y me hizo esa semejante propuesta pensé que solo era una broma o tal vez que esa mujer estaría loca pero no. No era como yo pensaba.
Tal vez hubiera preferido quedarme en esa prisión y pagar por ese accidente. Pero me fuera ahorrado tanto dolor y sufrimiento en el camino.
Prepárate estás en libertad, fue lo que escuche cuando veo que el guardia se acerca a las rejas.
Verdaderamente aquella mujer hablaba enserio, esa era una probabilidad aunque también podría ser que se halla demostrado que yo no tuve la culpa en el accidente.
Pero en el fondo yo sabía que esa segunda y anhelada opción no podría ser, vivimos en un país donde las reglas la rigen los ricos y eso era un secreto a voces.
Ya estaba más que listo para salir de esta prisión. Y las puertas se habría y un hombre de traje se me acerca.
- ¡Señor! Podría tener la gentileza de acompañarme al auto.
-Ni siquiera pregunté, la ventanilla de aquel auto negro se abría dejando ver a esa mujer que aunque era mucho mayor que yo aún se conserva muy bien.
No sabía que hacer o que decir solo estaba apenado.
Tu silencio me excita. Fue lo que oí y me hizo templar todo mi cuerpo.
Sentía una sensación subiendo por mi pierna suavemente.
- Tranquilo, no muerdo, conmigo puedes estar tranquilo, en confianza.
- Estaba atento a lo que me decía pero eso no quitaba las tantas preguntas que pasaba por mi mente.
Subía y bajaba su tacón por mi miembro erecto pero sin embargo no paso de eso.
Ya el auto se detenía y yo sentía que sudaba frío. No sabía exactamente qué me sucedía, me estaba comportando como un idiota.
Tal y como me lo imaginé, está mansión era enorme, mi vista daba vueltas por toda la casa.
- Ven, sígueme para que te bañes.
Mi esposo tiene que estar siempre impecable.
- ¿Un ascensor? Pregunté asombrado.
- No, el no funciona. Ven por las escaleras.
Esto parecía sacado de Disney solo que este caso yo soy el plebeyo.
Ya terminaba de bañarme, para luego alistarme, me siento en la cama y noto que en la mesa está un periódico, pero esa no es mi sorpresa.
Lo que me desconcierta es la nota.
† fallece el esposo de Mónica Montiel. Convirtiéndola por 5ta vez en viuda.
Será verdaderamente un accidente quien acaba con la vida de sus esposos†
No podía creer lo que estaba en esta nota. ¿Será esto verdad?
Pensaba mientras me alistaba, pero fuera lo que fuera no me quedaría a comprobarlo.
Ya me encontraba en el pasillo, sin saber a dónde dirigirme está casa tenía demasiadas puertas.
Oía a los ecos de unos tacos firmemente escalón tras escalón, tengo que escapar.
No sabía ni que hacer, veía por las ventanas y se desplegaban hombres de trajes por el jardín. ¡Carajo!
Cuando finalmente me propuse entrar a una habitación. Escucho un mi amor a lo lejos.
Ya había Sido descubierto y ahora no se que me esperaba, yo era un hombre ante ella, pero ella tenía a una docena de hombres allá afuera.
Pero fuera lo que fuera ya era un intento fallido el querer escapar.
Mónica:
Hola Nani, ya estoy de regreso.
-¿El está aquí?
-Si Nani, ya se está acomodando en la habitación, le digo mientras agarrón un cuchillo.
De verdad tu obsesión no tiene límites. Me decía Nani.
No es obsesión, el me gusta y se que yo le puedo gustar. Porque siempre es lo mismo contigo, porque nunca me puedes apoyar en mis decisiones.
Tomo el cuchillo y lo clavo directamente a la manzana que tenía al frente.
Mientras mi teléfono suena, lo tomo y veo de dónde provenía.
-¿Esta escapando?
-¡Si!
-pero ya el se calmara cuando lo enseñe a jugar, todo hombre es así por naturaleza y el también se calmara.
Me dirijo a escalera arriba mientras a la vez dejó intencionalmente el sonido de mis tacones.
Y dándole tiempo a el para que crea que puede liberarse de mi.
Activo la alarma de los custodios e inmediatamente se despliegan por el jardín.
Pero mi asombro fue cuando lo vi a punto de entrar a esa habitación.
Mi amor, le grite para detenerlo.