Adam... El heredero de la dimensión
img img Adam... El heredero de la dimensión img Capítulo 6 Estamos perdidos
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Capítulo 8 Es el momento img
Capítulo 9 Clávamela img
Capítulo 10 ¿A que no img
Capítulo 11 Inténtalo img
Capítulo 12 ¿No me esperabas img
Capítulo 13 Déjalo estar img
Capítulo 14 Romper el trato img
Capítulo 15 Ambiente hostil img
Capítulo 16 Errores inviables img
Capítulo 17 Cenando con otro img
Capítulo 18 ¡Sé mía! img
Capítulo 19 Fóllame img
Capítulo 20 Ni lo sueñes img
Capítulo 21 Rota img
Capítulo 22 Será un placer img
Capítulo 23 Situaciones inconexas img
Capítulo 24 Amaia y Aidan img
Capítulo 25 Déjame amarte img
Capítulo 26 Enamorado img
Capítulo 27 La historia de la dimensión img
Capítulo 28 El jefe img
Capítulo 29 No me casaré img
Capítulo 30 Ríndete img
Capítulo 31 Silencio y más silencio img
Capítulo 32 Abrumadoras noticias img
Capítulo 33 Destrozada y algo más img
Capítulo 34 Trámite complejo img
Capítulo 35 Ruptura img
Capítulo 36 Sin palabras img
Capítulo 37 Trampas y tramposas img
Capítulo 38 Confidencias img
Capítulo 39 A prueba de todo img
Capítulo 40 Prioridades y miedos img
Capítulo 41 Rumbo al caos img
Capítulo 42 Reorganización img
Capítulo 43 Visualizando el objetivo img
Capítulo 44 Plan en marcha img
Capítulo 45 Sorprendente img
Capítulo 46 La abuela img
Capítulo 47 La estrategia img
Capítulo 48 ¿Quién eres img
Capítulo 49 Misterios de fondo img
Capítulo 50 La bienvenida img
Capítulo 51 Las normas img
Capítulo 52 La fiesta img
Capítulo 53 El consejo img
Capítulo 54 La élite img
Capítulo 55 El caos final img
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Capítulo 6 Estamos perdidos

Estaba desayunando con Vicky y April. Las tres solas, más silenciosas de la cuenta. Supongo que cada una, nadando en sus propias aguas.

No sé las chicas porqué mundos andarían, pero yo, sin lugar a dudas estaba en la madrugada y con Adam dentro de mí, rememorando todo en mi caótica mente.

Él me había preguntado si había algo que tuviese que contarle y había dicho también, que podía confiar en él, que prefería que yo hablara a que tuviera que obligarme.

Pero es que lo que Adam no sabía, es que ni obligada, hablaría. Hablar no era una opción para mí. Y confiar tampoco. Ya no era ese tipo de chica. Había aprendido a no serlo, a golpe de cruda realidad.

No podía confiar en un tío, que no conocía de nada, que no sabía si estaba al tanto de la mencionada dimensión y desde luego no sabía el por qué de su interés en saber que era lo que supuestamente escondía.

Me había acostado con él, porque no pude resistirlo. Porque sabe muy bien como seducir a una mujer interesada en él, y también porque me había dado la gana. Básicamente.

Tenía veinticinco años, era soltera y no precisamente virgen como para pensármelo tanto a la hora de echar un polvo con un tío bueno.

El problema estaba en lo que vendría a partir de ahora.

Él, se había ido nada más descubrir que no pensaba hablar y la verdad, lucía molesto. Se había enfadado más de lo que ya lo había estado cuando me hizo suya.

Y ¡Joder si me hizo suya!... Aún me temblaban las piernas.

Y eso era justamente, lo que más ostigaba mis recuerdos, la manera en la que lo hicimos y como se sintió hacerlo. Y peor aún, las ganas latentes de seguir haciéndolo.

- ¿Quieres hacer el favor de regresar aquí? - me exigía April chasqueando los dedos en mi cara.

- Perdón chicas, es que debo irme - dije torpemente- Necesito descansar, pasado mañana tengo que empezar a trabajar y no puedo seguir de fiesta - mentí, bebiendo mi zumo.

- Esta noche iré a verte. Quiero hablar contigo - decía Vicki y me parecía muy bien. El tema" Riley" seguía inconcluso.

- Hola guapas - dijo Evans, el hermano de April sentándose a la mesa y robando la magdalena de su hermana. Estaba sin camisa, torso potente y depilado, cero tatuajes y muy trabajado para ser un chico jóven.

En esta familia, todos eran muy cercanos entre ellos. Muy cálidos y protectores.

Habían pasado muchas cosas en el pasado, sobre todo la madre de victoria y las mellizas. Las mamás de April y Adam. Aquellas mujeres idénticas, se habían casado con dos hermanos de caracteres completamente opuestos y habían sufrido muchísimo para tener la familia que hoy tenían y que yo de una forma u otra, estaba colaborando en contrariar.

Mientras los hermanos discutían por la magdalena, los otros cuatro guapos hombres llegaron al desayuno colectivo. Una mesa grande que podía albergarnos a todos sin problemas.

Los dos hijos de la tía marginada de Adam... Alicia, eran parecidos entre sí, a pesar de la escasa pero existente diferencia de edad. Y por otro lado, estaba el hermano de Vicki, Maxim que se veía un buen muchacho y tremendamente guapo, eran hermanos de crianza porque él era adoptado, pero se adoraban. Otra triste parte de la historia que envolvía a esta familia. Y por último y no menos importante, sino todo lo contrario, entraba Adam, al lado de una pelirroja tetona que me parecía un verdadero putón. Sus tetas casi afuera de su ropa, los labios rojos a tempranas horas y su medio culo afuera, en medio de una casa llena de hombres, de varias edades así lo evidenciaba.

Nuestras miradas colisionaron en el mismo momento en que ella le dijo algo cerca del oído y yo desvíe mi vista. Él sonrió seductor ante lo que ella dijo, aunque, si era honesta, todo lo que aquel hombre hacia se le veía seductor.

¡Menudo cabrón!

Culpa mía, por haberme dejado liar por él, y con él.. Pero dicho lo de antes, tengo veinticinco años y no tengo problemas para echar un buen polvo y seguir con mi vida.

Es lo que me repetía para sentirme menos miserable. Y menos idiota también.

- No le hagas caso. Quiere darte celos y eso es bueno - susurraba Vicki para mí, como adivinando mis estúpidos pensamientos - si está haciendo algo así de infantil, viniendo de Adam que no deja que nadie lo toque, sobre todo ella que es la que varios usan en el barrio, es que le gustas más de lo que pensaba y por tu gesto se ve que a ti te pasa igual. Ambos están perdidos nena, me encanta.

Yo resoplaba y la rubia hermosa aplaudía disimuladamente. Ella celebraba como si hubiera algo festejable y sus primos la miraban intrigados.

- Déjate de aplausos Vicki- le reclamé levantándome y hablándole al oído, apoyando mi mano en el respaldo de su silla - que esa conducta no me da celos, más bien me da risa, aquí nadie está perdido porque ni siquiera nos conocemos y si es así de inmaduro no me interesa conocerlo y por otro lado - ella me miraba sin creerse una sola palabra - tenemos una conversación bien importante, así que deja la alegría y piensa bien lo que estás haciendo tú, guapa.

Ella me sacó la lengua con inmaduro gesto y yo me terminé de beber mi zumo de pie, a sabiendas de que el rubio ojos azules me observaba y cuando puse el vaso sobre la mesa, con más fuerza de la que debía, me despedí de todos con un gesto de mi mano y un beso lanzado al aire hacia April y salí de allí, dejando a la familia y algún que otro invitado, desayunar en paz.

Ya en la habitación, recogí mis pocas cosas. Cuando tuve todo listo, guardé mi móvil en mi bolso y me quité la ropa que había usado para desayunar y con la que pensaba pasar el día, pero que ahora había desistido dejando a todos con los planes a medias y sin mí.

Sí, me había sentado mal verlo con otra. No era ingenua y no esperaba que tuviéramos una exclusividad por el simple hecho de haber echado un polvo, pero tampoco esperaba que el tío amaneciera con otra comiéndole el oído.

Me deshice de mi ropa y me disponía a tomar un baño, cuando algo me lo impidió.

El tono de mi móvil, indicando llamada entrante.

Desnuda, me asomé a ver cómo Riley me llamaba y respondí al instante...

- ¿Cómo está James?

-¿Alguna vez vas a preguntar otra cosa? - dijo con hastío.

- Responde - ignoré su pregunta y exigí mi respuesta cruzando mis manos bajo mis pechos, esperando que saliera algo productivo de su llamada.

- Te dejaré en mensaje con la dirección a la que debes venir, es ahora o pierdes tu regalo. Tengo un bono para tí por haberte portado bien anoche.

Y colgó. Ignoré el hecho de que supiera que me había acostado con Adam y me concentré en la pantalla de mi smartphone esperando el bendito mensaje con el sitio al que tendría que ir sin saber qué encontrarme allí.

Me puse un jean y una camiseta holgada, tenis y una coleta en mi abundante pelo castaño. Y salí de allí, con mis cosas directo a mi coche. Desistiendo así de darme ningún baño.

En el jardín dónde estaban los demás vehículos pude ver a la pelirroja subirse a una motocicleta negra japonesa, que pasó por delante de mí con Adam como conductor y haciendo un potente sonido del motor de la monstruosa máquina.

Sin prestar demasiada atención, me subí al auto y salí de allí, cagando leches hasta el sitio donde debía encontrarme con Riley.

Conduje hacia la zona de mi apartamento, pues era relativamente cerca la dirección que me dieron y por el camino ignoré varias llamadas de las chicas. De seguro querían convencerme de que saliera con ellas pero yo no podía, ya tenía plan, aunque fuera incierto.

Cuando llegué a la esplanada dónde me había citado, había un coche que no era el suyo esperándome.

Me bajé del mío, apagando el motor y la primera imagen que ví, me llenó los ojos de lágrimas.

¡James!...

Mi hermanito de cinco años estaba allí, de la mano de un hombre fuerte y moreno,con el pelo por los hombros y con una complexión gigantesca.

- ¡ Naniiii!- me gritó el niño, cuando me vió y trató de soltarse para venir corriendo hasta mí, pero aquel hombre lo levantó por su bracito y lo mantuvo contra él.

Me desprendí a correr hacia mi niño y verlo revolviéndose entre los brazos del gigante me partió el alma.

- Tienes veinte minutos y cuida tus movimientos - me dijo el moreno y me mostró de costado su arma. Estaba enganchada a su cinturón y la camisa que la cubría, no lograba ocultarla del todo.

No respondí, solo extendí las manos hacia mi hermanito, agachándome en el suelo esperando que viniera a mis brazos y cuando me lo dió, lo abracé con fuerza,girando con el en círculos, levantandolo del suelo con frenesí.

- ¡ Hey bebé, no llores! - él se aferraba a mi cuello y yo daba vueltas con su cuerpecito entre mis brazos y mis manos en su cabeza mientras besaba su hermoso rostro. Sus piernitas trataban de prenderse a mi cintura, pero no conseguían mucho de tan pequeño que era.

Él solo me decía que me extrañaba. Me llamaba Nani, desde siempre y yo le decía Jamie, era como si fuera mi propio hijo y solo me dejaban verlo cada algún tiempo, como ahora, que si me habían dado este corto momento, sabía que algo más querrían a cambio. Y ese algo no sería poca cosa. Podía jurarlo desde ya.

Me senté sobre el suelo de gravilla y con él encima, revisé que no tuviera ninguna señal de maltrato y estaba perfecto.

Le pregunté si lo trataban bien y me dijo que jugaba mucho y lo llevaban al parque y había aprendido a nadar con Riley, pero a pesar de eso, no me sentía feliz. Yo lo quería conmigo. Quería ser yo, quien le enseñara a nadar, a montar bicicleta y a tantas cosas, que me correspondía a mí, como su única familia hacer. Quería que mis brazos fueran los que lo abrazaran en las noches y lo despertaran en las mañanas. Quería tenerlo conmigo. Y lo quería ya.

El escaso tiempo pasó enseguida y me lo volvieron a arrebatar de las manos. Escosían mis ojos del llanto en punta y casi no conseguí controlarlo mientras aún James me veía.

Tuve que soportar mirar como se llevaban a mi niño, gritando y llorando sin poder hacer nada más que prometerle que lo sacaría de allí, con la voz más rota que la suya, de ver su manito extendida hasta mí, esperando que pudiera tomarla y llevarlo conmigo.

Pasó un rato hasta que conseguí levantarme del suelo en el que me había dejado caer de rodillas cuando se lo llevaron, y me subí al coche para irme.

Aquel momento, en el que yo me encontraba en mi coche sola, aparcando en el garaje de mi edificio y disponiéndome a subir a mi departamento para llorar hasta perder las fuerzas, supe que haría lo que fuera por recuperar a mi hermano.

Estaba perdida y no había forma de encontrarme sin James. Necesitaba hacer lo que fuera por tenerlo de vuelta a mí, y luchar como una leona para conservarlo.

Lo que fuera no terminaba de definir lo que sería capaz de hacer por él, por volver a tenerlo conmigo.

Arrastré mi miserable existencia por las escaleras hasta mi piso. Odiaba los ascensores, me daban claustrofobia.

Entré a mi casa y no lograba sentirme en ella. No sentía que tuviera una casa, porque James no estaba. Aquello sabía a soledad y melancolía. Tiré la puerta, dejé las llaves en el boll de la mesa de al lado de la puerta y me dispuse a ir a mi habitación a sentirme miserable a gusto. Pero no pude conseguir nada de eso.

Ni siquiera llegué a mi cuarto cuando ya estaban llamando al timbre. Resoplé y miré hacia atrás por el pasillo, conectando mía ojos con la puerta de la calle.

Por supuesto no esperaba a nadie y en mi aturdimiento llegué hasta ella a paso cansado y lento y abrí sin mirar quien era. Me daba igual todo. No tenía ánimos de ser precavida.

Poco sorpresivamente si soy sincera, recibí a Adam. Sus azules ojos devoraron los míos.

En algún punto esperaba que algo así pasara pero no ahora y desde luego no por las razones por las que él estaba aquí.

- No estoy de humor Adam. Lárgate...

Traté de cerrar con poco esfuerzo la puerta y él, con el mismo poco esfuerzo logró entrar y cerró con una sola mano sin dejar de verme.

Agotada, pasé mis palmas por mi rostro y le dije...

- En serio Adam, necesito que ahora me dejes en paz. No es un buen momento - él no decía nada. Su seriedad empezaba a ser agresiva.

Por alguna razón que no comprendí, me tiró de los brazos, haciendo que tropezara con su pecho y me encerró entre los suyos que fue justo el empuje que no necesitaba para echarme a llorar nuevamente.

Me cargó sobre su cuerpo, metiendo sus manos bajo mis axilas y levantándome sin esfuerzo alguno. Era demasiado fuerte y poderoso para mi debilidad. Me abracé a su cintura y me dejé sentar sobre sus muslos en mi sofá. Se recostó en el respaldo y me llevó con él en aquel movimiento.

- ¡Mírame! - exigió tomando mi barbilla que temblaba por el llanto - cuéntamelo. Deja que te ayude. Cuéntamelo...

Quería hacerlo. En serio quería pero la amenaza sobre mi hermano era más fuerte que mis deseos. No podía dejar que nada arriesgara su vida, más de lo que ya lo hacía.

Cuando el notó que no diría nada. Pasó sus dedos por mis mejillas secando mis lágrimas y terminó el recorrido en mis labios. Sus dedos tan cerca de mi lengua nos daban una intimidad que no sabía si debíamos tener.

- No hay nada que contar Adam. Me sentó mal verte con esa chica y por eso estoy así - mentí claramente a medias.

Se sonrió y me besó los labios con una confianza, que pensé otra vez que no teníamos y que sabía bien sentir que sí la teníamos.

Sacó su teléfono móvil y me mostró una foto que me desarmó y me dejó sin recursos... Éramos James y yo, hacía uno minutos en el descampado donde me lo quitaron otra vez.

- ¡Estás perdida Eiza! - dijo mirando mis labios. Deslizó sus pulgares por mis pómulos con una ternura que nunca había recibido. Cuando los llevó hasta mis labios no pudo más y tiró de mi rostro para juntar nuestras bocas. Me dió un beso lento y distinto a los del día anterior y cuando su lengua rozó la mía, gimió y gruñó mi nombre... ¡ Eiza!

- ¡ Estamos perdidos!...

            
            

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