LA CASA AL FINAL DEL EMPEDRADO
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Capítulo 5 Parte Cinco

Capítulo 5

Ante el silencio en la habitación después de que J. Arizmendi lanzara la pregunta sobre la identidad de la joven, Vidal quiso responder.

- Ella es la señorita Alameda Gómez es mi... es... - dijo dando un suspiro.

- Yo soy la... - intentó también la joven decir la verdad cuando...

- ...es mi prima - sentenció finalmente Vidal ante la mirada de asombro y vergüenza de la joven; a quien ninguno de los dos hombres podían dejar de observar.

- Le ruego me disculpe por mis saludos anteriores señorita Gómez. Y pues en-can-tado - dijo J. Arizmendi besando la mano de la joven incrédula.

Alameda no supo que responder, sólo comprendió que debía seguirle el juego a su patrón.

- Soy Juvenal Arizmendi amigo aquí de Vidal... Aun no comprendo por qué nunca me hablaste de la presencia en el pueblo de tu prima.

Vidal se vio sorprendido al ver la cortesía y amabilidad con la que su amigo trataba a la joven. Se sintió molesto ya que el hombre a nadie -incluyéndolo- le permitía llamarlo Juvenal. Para Vidal era más que evidente que a J. Arizmendi le había surgido un espontáneo gusto por ella.

- Es que acaba de llegar - respondió Vidal algo seco - ...pero tomemos asiento. Ordenaré que nos traigan algo de beber.

-Si gusta yo puedo... - dijo Alameda poniéndose de pie. Su instinto parecía haberla traicionado.

- Por favor prima... - dijo Vidal sujetándola del brazo - ... Eres muy amable pero para eso existe la ser-vi-dum-bre.

Fue en ese momento que de los ojos de la joven incrédula, un par de lágrimas parecían asomarse.

- Vamos. Tal vez ella está cansada por el viaje y no desea hacernos compañía y no la culpo Vidal - dijo J. Arizmendi.

Alameda tuvo que sonreír un tanto apenada, mientras Vidal la invitaba a tomar asiento de nuevo.

-Y dígame... - preguntó J. Arizmendi-... ¿se hospeda aquí mismo?

- Si. Esta es su habitación - se apresuró Vidal a responder.

De nuevo la joven se sorprendió. Toda esa mentira estaba escalando más grandes proporciones cada vez, y todo debido al vestido que inapropiadamente decidió probarse.

- Pues se me hace una descortesía tenerla viviendo aquí si tú tienes una propiedad en este pueblo Vidal.

- Ella... llegó de improviso y no se quedará mucho tiempo. Luego habrá de regresar al lugar que le corresponde - dijo Vidal cuando fue interrumpido por J. Arizmendi.

- Oh es ¿verdad eso? ...¡Pero qué lástima...!

La joven sólo se apretó las manos conteniendo su desesperación.

Después que se les sirvieron las bebidas, ambos hombres comenzaron a hablar de la recepción que daría Vidal.

-¿Y cuando llega nuestro invitado el señor presidente? - preguntó Vidal.

- En 20 días - respondió J. Arizmendi -. Espero usted nos honre con su presencia el día de la recepción señorita Alameda. Me encantaría que fuera de mi brazo si aquí a Vidal no le molesta.

Luego Vidal montando en cólera al oír esas palabras trató de serenarse.

-Lo que creo es que sería más prudente dejar descansar a mi prima por hoy - e hizo por marcharse a la casona junto con su invitado.

Al ponerse de pie, J. Arizmendi se despidió de la joven quien no sabía como corresponder a tantas atenciones, y sin llegar a caer en alguna indiscreción que terminara afectando a Vidal. Pero fue cuando a los ojos de J. Arizmendi, Vidal hizo por despedirse de su supuesta prima que algo se reveló al estar tan cerca uno del otro. Vidal se acercó a la mejilla de la joven mientras le susurró unas palabras.

- Regreso de madrugada. No se retire de aquí - dijo mientras la estrechaba contra su pecho.

Ella pudo oler perfectamente su exquisita loción de maderas quemadas, así como pudo escuchar su cálida respiración.

Por su parte, él sintió la fragilidad de la joven, así como su delicadeza y el enervante olor a lavanda de su cabello.

Para ambos una experiencia que a partir de ese momento ninguno olvidaría, y que se convertiría en el más adorable tormento.

Ya de madrugada la joven esperaba a Vidal. Había guardado el vestido, e intentaba buscar las palabras para disculparse por su atrevimiento.

Al dar las dos de la madrugada Vidal llegó.

- Quiero disculparme por... - intentó la joven hablar apenada al verlo entrar.

- ¿Ya cenó? -dijo Vidal interrumpiéndola, tomando asiento y dejando un maletín de cuero sobre la mesilla de centro.

-No - respondió tímida -. Hoy tengo más pena que apetito y...

-Yo tampoco he probado bocado - dijo muy animado poniéndose de pie, sacando del pequeño maletín algo de comida que traía de la casona y misma que hurtó de la cocina con la ayuda de Ramira.

Alameda secó un par de lágrimas al ver lo que el hombre hacía.

- Pues vamos a cenar como dios manda - dijo. - Pero...

- Es pollo frito y ensalada de papa. Todo está aún caliente así que debemos aprovechar... Ah y algo de vino - dijo poniendo dos platos y cubiertos sobre la mesa, para luego abrirle una silla a la apenada mujer.

- Yo... - exclamó ella.

- ¿Me va a decir que no tiene hambre?

Ella enmudeció. Él le extendió su mano para que tomara asiento.

- Debemos hablar -dijo ella rehusándose.

-Esta situación ha sido extraña tanto para usted como para mi señorita... Si quiere hablar lo haremos pero mientras cenamos.

Ella permaneció inmóvil. Entonces el hombre ya malhumorado, sujetó la silla del respaldo y la levantó un poco para luego dejar caer las patas contra el suelo.

- ¡Si no desea comer siéntese y acompáñeme! - gritó.

Ella temerosa accedió tomando asiento.

- ¿Sabe qué? - dijo Vidal poniendo una servilleta de tela sobre el regazo de la joven -. Pensándolo bien usted también va a cenar... Se lo ordeno.

- ¿Como? - exclamó la joven mientras el hombre se sentaba frente a ella.

- Salí de mi casa en la madrugada... -dijo mientras le servía un poco de pollo y ensalada-... Me robé comida a mí mismo. Evite hacer ruido para no despertar a J. Arizmendi ni a nadie. Crucé medio pueblo a caballo para venir aquí y cenar con usted. Porque pensaba que no había probado alimento, y por lo mismo yo no lo hice en mi casa. Porque pude hacerlo cuando mi amigo cenaba... Pero no lo hice y ¿sabe por qué? Porque me sentía un maldito al tenerla aquí a usted sin siquiera una rebanada de pan... Y ahora resulta que usted en lugar de comer quiere charlar.

- Yo...

-¡Va a comer! - gritó de nuevo Vidal pero ahora golpeando la mesa con la palma de su mano.

Ella con lágrimas en sus ojos tomó un trozo de pan. Mientras un silencio se hizo en la habitación, Vidal comenzó a comer para luego servirle un poco de vino.

- ¿Qué pensará de mí? - preguntó Vidal mirando a la mujer -. Que soy una maldita bestia ¿no?

- He visto peores modos - dijo ella probando algo de ensalada.

-Perdone que la haya arrastrado a mis mentiras - dijo él.

- Pues yo me puse ese vestido que no era mío... Así que estamos a mano.

Vidal sonrió.

-Es solo que J. Arizmendi es una pieza clave en un negocio que no puedo permitir que se me vaya de las manos... Y menos por un detalle con un vestido. Como verá no podía decirle la verdad así que...

- Comprendo.

- A parte él es un tipo peligroso.

- No me lo pareció.

- ¡Pues lo es...! Y de cierta manera él la respetará si sabe que es mi familiar... Por eso mentí.

Después que terminaron de cenar Vidal comenzó a guardar los platos y cubiertos en el maletín.

Con la llegada de J. Arizmendi todo había cambiado. Ahora Alameda no iba a poder dejar el hotel y ocuparía esa habitación; sin contar con que a partir de ese día debían aparentar ser familia, sólo hasta que el plan de Vidal se consumara.

                         

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