La última Luna
img img La última Luna img Capítulo 2 : La nueva vida
2
Capítulo 9 : Blade img
Capítulo 10 : Identidad confundida img
Capítulo 11 : Lindo img
Capítulo 12 : Conversación img
Capítulo 13 : Reflexión img
Capítulo 14 : Cena img
Capítulo 15 : Paseo con un amigo img
Capítulo 16 : Celos img
Capítulo 17 : Comienza el torneo img
Capítulo 18 : Lanzamiento img
Capítulo 19 : Tirar img
Capítulo 20 : Conversación en el bosque img
Capítulo 21 : Otra sorpresa img
Capítulo 22 : Corazón robado img
Capítulo 23 : Giro img
Capítulo 24 : Mío img
Capítulo 25 : Perfecto img
Capítulo 26 : Café con papá img
Capítulo 27 : Listo para correr img
Capítulo 28 : Animándolos img
Capítulo 29 : Correr para ganar img
Capítulo 30 : Los tramposos nunca ganan... ¿o sí img
Capítulo 31 : Victoria img
Capítulo 32 : Un momento a solas img
Capítulo 33 : Paseando a caballo img
Capítulo 34 : Laceando y conversando img
Capítulo 35 : Hablando con el papá img
Capítulo 36 : Las acusaciones vuelan img
Capítulo 37 : Buena suerte img
Capítulo 38 : Rodillas inestables img
Capítulo 39 : Listo para pelear img
Capítulo 40 : Observando desde un costado img
Capítulo 41 : La ronda final img
Capítulo 42 : Ganador, ganador img
Capítulo 43 : Premios img
Capítulo 44 : Hasta el fondo img
Capítulo 45 : Bailando con un extraño img
Capítulo 46 : Novia ruborizada img
Capítulo 47 : La duda se instala img
Capítulo 48 : Nerviosismo de última hora img
Capítulo 49 : Huída img
Capítulo 50 : Dejada atrás img
Capítulo 51 : Un hombro sobre el cual llorar img
Capítulo 52 : Subcampeón img
Capítulo 53 : Conversación con el Beta img
Capítulo 54 : Siendo cuidadosa img
Capítulo 55 : Ataque img
Capítulo 56 : El consejo de mamá img
Capítulo 57 : Dolor img
Capítulo 58 : Comodidad img
Capítulo 59 : Ver para creer img
Capítulo 60 : Shelby al rescate img
Capítulo 61 : Llamada telefónica inesperada img
Capítulo 62 : Una pista img
Capítulo 63 : Resolviéndolo img
Capítulo 64 : Ella siempre sabe img
Capítulo 65 : Viaje img
Capítulo 66 : Cierre img
Capítulo 67 : Conducción temeraria img
Capítulo 68 : Té con mamá img
Capítulo 69 : Sin escape img
Capítulo 70 : Presentimiento img
Capítulo 71 : Arrastrada por el agua img
Capítulo 72 : Intuición img
Capítulo 73 : Deprisa a casa img
Capítulo 74 : Despierta img
Capítulo 75 : Despertar img
Capítulo 76 : Disculpa img
Capítulo 77 : Llamada de un amigo img
Capítulo 78 : Un intento img
Capítulo 79 : Los hermanitos al rescate img
Capítulo 80 : Dar y recibir img
Capítulo 81 : Sobre sus propios pies img
Capítulo 82 : En el jardín img
Capítulo 83 : Yoga img
Capítulo 84 : Herido y preocupado img
Capítulo 85 : Conversación con café img
Capítulo 86 : Malas noticias img
Capítulo 87 : Reunión de Alfas img
Capítulo 88 : Acechando a la presa img
Capítulo 89 : A la vista img
Capítulo 90 : El que toma las decisiones img
Capítulo 91 : Olor a perdedor img
Capítulo 92 : Superados en número img
Capítulo 93 : Ventaja de tamaño img
Capítulo 94 : Trampa img
Capítulo 95 : Salto de fe img
Capítulo 96 : Las consecuencias img
Capítulo 97 : Atando los cabos sueltos img
Capítulo 98 : Dirigiéndose a la Manada img
Capítulo 99 : Insatisfechos img
Capítulo 100 : Miedos y arrepentimientos img
img
  /  2
img

Capítulo 2 : La nueva vida

River

-¡Puja! ¡Solo unos cuantos empujones más y él estará aquí!

El sonido de la voz de su madre, procedente del interior de la sala de partos del Centro de Curación de la Manada de la Luna Aullante, ayudó a calmar al Alfa River Granite mientras esperaba junto a su Beta, Allen Stead, que se paseaba de un lado a otro por el pequeño pasillo situado frente a la puerta.

-Puedes entrar, sabes -sugirió River a su amigo-. Samantha es tu mujer. No hay nada ahí dentro que no hayas visto antes.

-¡Ja! -dijo Allen, deteniéndose a unos metros con las manos en las caderas-. Hay mucho ahí dentro que no he visto antes. Además, tu madre está haciendo un gran trabajo para mantener a Sam tranquilo. Si entro ahí, solo lo estropearé.

-Allen, es tu esposa. Está dando a luz a tu hijo -declaró River poniéndose de pie y dio los pocos pasos hacia su amigo-. ¡Entra ahí! -exclamó abriendo la puerta y empujando a Allen al mismo tiempo, justo cuando Sam soltó un grito de dolor.

River se apartó de la puerta sin mirar hacia dentro, más que feliz de dejar que su madre, Patricia, Luna en funciones, se encargara de esto, junto con la matrona, Nancy. Aquellas dos mujeres estaban más que calificadas para atender partos. River no estaría allí si el futuro padre no fuera su mejor amigo y Beta. Este era el tipo de responsabilidad que no le importaba ceder a su madre. Cuando se trataba de proteger a la manada, de entrenar, de resolver disputas sobre la tierra, ese tipo de cosas, se ocupaba de todo. Pero no esto. Esto era la definición de un trabajo para la Luna.

Era una pena que no tuviera una. Excepto por su madre. Ella era genial... pero estaba preparada para pasar los deberes y simplemente no había nadie a quien pasárselos.

La mente de River se dirigió automáticamente a la supuesta maldición que se había lanzado sobre todas las manadas de su territorio hacía unos veinte años, una que decía que no nacerían más mujeres fuertes de Alfa o Beta hasta que los hombres empezaran a reconocer el valor de las mujeres. No tenía ni idea de si realmente existía una maldición de los magos o simplemente era mala suerte, pero hasta ahora no había nacido ni una sola hembra en dos décadas. La única mujer apta para liderar por derecho de nacimiento era Ellie Knight y no estaba interesada en casarse. Se lo había dejado claro a todos.

Unos minutos después de que River obligara a Allen a entrar en la habitación, un tipo diferente de gritos llenó el aire, los llantos de un bebé recién nacido. Una sonrisa apareció en el rostro de River al imaginar al pequeño bebé envuelto en una manta y recostado sobre el pecho de la madre. Pudo imaginar a Sam, sudorosa y sin aliento, pero radiante de amor, con Allen a su lado. Se alegró de que su amigo no se hubiera perdido eso. Algún día, River esperaba tener sus propios hijos. Pero primero tenía que encontrar a una mujer digna, y como eso no era fácil, había alejado toda posibilidad de su mente, al menos por ahora.

Poco después de que el bebé comenzara a llorar, su madre salió, con aspecto cansado pero irradiando alegría.

-¡Es un niño! -dijo Patricia, juntando las manos-. Mamá y el bebé Simpson están bien.

River sonrió al darse cuenta de que Allen había llamado a su hijo como su difunto padre. Allen había estado muy unido a su padre. Fue una tragedia horrible cuando tanto Simpson Stead como el propio padre de River, Lake, habían muerto en un ataque cuando ambos chicos eran jóvenes adolescentes. Ambos habían ocupado inmediatamente el lugar de sus padres, pero no pasaba un día sin que hablaran de los grandes hombres que se habían llevado demasiado pronto.

-¿Camina conmigo? -pidió Patricia, haciendo un gesto hacia la puerta, señalando la puerta que conducía a la salida del Centro de Curación. River se alegró de acompañar a su madre de vuelta a su casa, sobre todo porque estaba de camino a su despacho, al que se dirigía a continuación.

-Lo has hecho muy bien ahí, mamá. Seguro que sabes cómo mantener a las mujeres tranquilas -comentó sonriendo y los ojos verdes de su madre, casi del mismo tono que los suyos, centellearon. El pelo rubio lo había heredado de su padre, pero el castaño claro de su madre no estaba muy lejos de su tono. Tenía los pómulos altos de ella, pero el resto de su cara era toda de su padre. Mandíbula esculpida, nariz fuerte, mirada decidida. Casi todos los que conocían a Lake le decían a River que se parecía mucho a él, lo que siempre lo enorgullecía.

-Gracias, hijo -dijo Patricia, pasando su brazo por el de su único hijo-. Disfruto sirviendo a las mujeres cuando se encuentran en situaciones tan difíciles y estresantes. Pero... como sabes... no me estoy haciendo más joven.

-Ah, aquí viene -declaró River, soltando una ligera risa, aunque en realidad no le parecía gracioso. No necesitaba que su madre volviera a sacar el tema, sobre todo porque las circunstancias del nacimiento del bebé le habían recordado bastante.

-Solo digo que... ya es hora, ¿no crees? Tenemos que celebrar un Baile de la Diosa Luna y encontrarte a la Luna que necesitas para ayudar a continuar con las tradiciones de la manada cuando yo no esté.

-Madre, sabes tan bien como yo que simplemente no hay una Luna que se pueda encontrar -mencionó River recordándole, mientras pasaban por delante de una manada de cachorros que jugaban con una pelota. Estaban demasiado ocupados para darse cuenta de que sus líderes pasaban por ahí mientras gritaban y se pateaban la pelota roja unos a otros. River sonrió, recordando una época en la que era tan despreocupado.

-No lo sabrás si no lo intentas -añadió Patricia cuando llegaron a la pequeña casa que tenía no muy lejos de la suya ni del Centro de Salud. Quería estar preparada por si alguien la necesitaba y siempre lo estaba.

-Lo pensaré, mamá -prometió él, no por primera vez. River se inclinó para besar su mejilla y Patricia dejó escapar un pequeño suspiro de derrota.

-Está bien -dijo ella-. Pero si se presenta la oportunidad, ¿me prometes que la explorarás, hijo? Creo que tu mujer, tu Luna, está ahí fuera, esperándote. Y... tú tampoco te estás haciendo más joven.

-¡Tengo veintiséis años! -declaró.

Patricia se encogió de hombros.

-Yo tenía un niño de tres años cuando tenía tu edad. Solo lo digo.

River le sacudió la cabeza y se pasó una mano por el pelo.

-Si se presenta la oportunidad, la aprovecharé -prometió, sin preocuparse realmente por eso, porque no podía haber una oportunidad de conocer a una mujer que no existiera.

-Es todo lo que puedo pedir -afirmó Patricia con un suspiro soñador antes de darse la vuelta y subir los escalones de su pequeña casa.

River se rió de ella y sacudió la cabeza, sabiendo que trataría al cachorro de Allen como si fuera su propio nieto porque deseaba desesperadamente tener bebés en la familia.

River se dirigió a su oficina para ocuparse del resto de los asuntos del día, apartando de su cabeza los pensamientos sobre las oportunidades de conocer a Luna, mientras se concentraba en las amenazas de las otras manadas de la zona y en lo que podía hacer para asegurarse de que las alianzas que tenía con cada una de ellas fueran lo más fuertes posible. Tenía suerte de tener a su madre para que se encargara de los asuntos de Luna, porque se necesitaba todo su tiempo y esfuerzo para encargarse de ser el Alfa y eso era lo que mejor sabía hacer.

Le había dado a Allen unos días libres para que se quedara con su esposa y su bebé, y le había pedido a uno de los Omegas, un tipo más joven llamado Brett, que lo sustituyera. Cuando abrió la puerta de su despacho, Brett estaba ahí, de pie cerca del escritorio de River, con los brazos cruzados y una expresión seria en el rostro.

-¿Qué está pasando? -preguntó River.

Brett sacudió la cabeza.

-Acabo de recibir noticias de los lobos que patrullan en nuestra frontera norte. Tenemos un problema.

River intentó que su rostro no revelara sus emociones, pero eso no era bueno. La frontera norte la compartían con una manada conocida como Lobo Gritón y no recibieron ese nombre por ser unos cobardes. Eran un grupo de locos aullantes cuando querían serlo. Respirando profundamente, se dirigió detrás de su escritorio, tomó asiento y dijo: -Cuéntamelo todo.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022