Mis ojos recorrieron el lugar, anonadada por la vejez que se mostraba en cada ventanal, el exterior seguía siendo hermoso y aquel castillo de estructuras misteriosas seguía a la lejanía invitándome a mirarla por largos minutos. Desvié mis ojos para mirar mis manos que levemente temblaban, algunos raspones deslumbraban sobre mi piel que ahora lucia magullada y pálida.
Suspire elevando mis manos hacia mis cabellos, un pequeño mechón fue captado por mis ojos, la blancura y suavidad seguían presentes.
Por este color mi vida fue teñida de mentiras, era una bendición privada de su felicidad y criada para guardar silencio bajo los ojos de mi padre.
Una sumisa más en su vida.
Mi mente se llenó de los recuerdos, casi podía sentir ramas rozar mi piel arañándome ante su paso, las gotas de lluvia cayendo sobre mí con ferocidad y la tierra húmeda cubriendo mis pies. Esos gritos fríos seguían resonando en mi mente como si pudiera escucharlos ahora mismo y mi cuerpo quisiera ocultarse bajo las mantas cálidas.
Sin duda necesita despejar mi mente.
-Amaia -un leve temblor me invadió cuando mi nombre fue pronunciado por aquella mujer de cabellos gastados, Patricia era su nombre y quedaba grabado aún aquella discusión que surgió entre las calles de este desconocido reino-. ¿Tienes sed?
Asentí apresurada.
-Espera -pronuncio con una pequeña sonrisa sobre sus labios
Observe avergonzada sus movimientos, ella vertía sobre un pequeño tazón marrón aquel líquido blanquecino que añoraban sentir mis labios. Sostuvo entre sus manos aquel tazón para caminar hacia mí lentamente.
Sus ojos y los míos fugazmente se observaron.
-Toma, refréscate -mis manos temblorosas sostuvieron el tazón antes de beber el contenido satisfaciendo mi sed
Cerré mis ojos gustosa de su paso sintiendo todavía en mi cuerpo aquella debilidad que dejo mi huida.
-¿Cómo te encuentras ahora? -cuestiona a la vez que alejo de mis labios aquel recipiente
-Bien, gracias por cuidarme -tímidamente pronuncio recordando las lecciones de mi madre
"Respeto y moderación te harán ver ante el mundo como una delicada muchacha."
Una delicada muchacha privada de su felicidad y obligada a seguir los mandatos de su propio padre.
-No debes agradecer, Amaia -respondió ella sonriente-. ¿Deseas comer algo?
-Sí, por favor
Patricia asintió con delicadeza antes de girar sobre sus talones y alejarse.
Aparte mis ojos mirando el recipiente vacío que reposaba entre mis manos.
Me sentía avergonzada temiendo que en cualquier momento algún ruido resuene en el exterior provocando que aquel príncipe se adentre para acabar conmigo como pronuncio en el bosque. Él deseaba matarme, pero desconocía sus motivos.
¿Por qué deseaba acabar conmigo?
¿Órdenes de mi padre?
Cuestionarme aquello provoco un escalofrío lento en mi cuerpo, no quería saber la respuesta porque algo dentro de mí temía.
No era un temor a la muerte, era el temor a saber que pude ser solo una ficha más para mi padre. Un juguete de bellos ojos, cabellos blancos y vestidos pulcros quien al caminar sacaba suspiros y anhelos de tenerme entre sus brazos.
No quería saber la respuesta.
-Piensas mucho -murmuro Patricia mirándome fijamente
-No es nada -con nerviosismo respondí antes de apartar nuevamente mis ojos de su rostro
-Conozco esos ojos, niña. Tú temes ¿no es así?
Sí. Era aquella respuesta que deseaba pronunciar, pero he estado tan acostumbrada a ocultarme bajo el silencio que reprimo lo que siento. Así fui criada, con las palabras y órdenes de mi padre siendo los constantes tormentos que me volvían alguien fácil de controlar.
Alguna vez mire a las muchachas del reino Werty caminar por las calles con libertad y felicidad en sus ojos, vestían sencillamente deslumbrando inocencia bajo sus cabellos. Eran como aves coloridas que recorrían los cielos celestes observando los bellos paisajes que se escondían a la lejanía.
Reinos únicos, con belleza y horrores, pero curiosos de ver.
Yo desee ser una de ellas y poder caminar por las calles sin recibir miradas penosas o murmullos que solían sacar de mis ojos lágrimas silenciosas.
-Muchacha -alce mi rostro para observar a la mujer de cabellos gastados, sus ojos deslumbraban preocupación mientras sostenía entre sus manos un tazón repleto de frutales-. ¿Por qué lloras?
Confundida guarde silencio unos segundos antes de alzar mi mano hacia mis mejillas donde podía sentir la humedad ante el camino de lágrimas silenciosas.
Estaba llorando.
-Yo... -mi voz fue callada cuando abruptamente cerré mis labios
-Dilo, muchacha -agache mi cabeza apartando mis ojos de la mujer, escuche sus pasos acercándose a mi presencia y luego una delicada caricia sobre mis cabellos-. No calles
-He reprimido mucho -murmure con más lágrimas surcando mis mejillas en un desfile triste-. Llore en silencio y ahora puedo hacerlo en voz alta
-¿Por qué en silencio?
No fui capaz de contestar, ella entendió mi silencio mientras arrebataba de mis manos aquel recipiente vacío y colocaba sobre mi regazo el recipiente lleno de frutales. Mis ojos brillaron cuando mi estómago rugió ante el hambre, pudiendo sentir todavía presente cada centímetro de mi cuerpo ansioso por recobrar energías.
El primer bocado fue bajo la mirada de la mujer, sus ojos no se apartaban de mis movimientos y callaba mirando de reojo muchas veces el exterior como si temiera que algún rostro se asomara.
-Dijiste que tu prometido intento matarte. ¿Por qué haría aquello, muchacha? -cuestiono tras los breves minutos en silencio
Relamí mis labios apartando el rastro de manzanas frescas.
-No lo sé, sigo cuestionándome aquello
Patricia asintió levemente.
-¿De qué reino eres muchacha?
-El reino Werty -sus ojos reflejaron algo indescriptible para mí, podría ser curiosidad, pero se sentía tan lejano y confuso
-Mi hija prepara ahora mismo sopa, ¿deseas probar? -alegremente cuestiono omitiendo mi respuesta
-Sí -murmuré con timidez agachando la cabeza nuevamente, mis manos pálidas sostuvieron con fuerza una fresca manzana de color rojizo y aroma pleno, entonces añadí-. Gracias por cuidarme, espero no haber sido una molestia
-¿Lo dices por lo de ayer?
-¿Entonces me mantuvo aquí desde ayer? -alce mi rostro para cuestionar aquello sorprendida por sus palabras, ella rio llenando aquel lugar de su risa jovial y delicada
-Sí, es un nuevo día, muchacha
Mis mejillas quemaron dejando un sonrojo sobre mi piel.
-Eres inocente, es algo bueno hoy en día
-¿Por qué lo dice? -cuestione confundida ante su pronunciamiento
Sus ojos fijos se mantuvieron perdidos unos segundos en el exterior, la melancolía se reflejó en ellos antes de cerrarlos con fuerza y apartar aquel sentimiento. Cuando nuevamente yacían abiertos sonrió forzadamente mirándome desde su lugar.
-Veo en tus ojos inocencia, pero tristeza. ¿Acaso amabas a tu prometido?
-No, fue un matrimonio forzado -en un murmullo pronuncie
Ella exclamo en un leve susurro sorprendida por mi confesión entristecida, jugueteando con aquella manzana entre mis manos escuche pasos y refunfuños acercándose al lugar.
-¡Madre! -las puertas fueron abiertas dejando a la vista a la muchacha de cabellos negros que se había negado a mi presencia cuando todas esas miradas curiosas recorrían mis ropajes sucios- Aquí esta -pronuncio mirándome con desprecio y molestia
-Gracias, Doromila -sonriente comento Patricia, la nombrada asintió encaminándose hacia mí
-Con gusto -comento con ironía
Sus ojos penetrantes seguían atentos a los míos intimidándome ante su paso, tan solo basto aquellos segundos para darme cuenta de las similitudes entre Doromila y la mujer de cabellos gastados. Ambas poseían los ojos entristecidos y melancólicos como si estuvieran perdidas en los recuerdos, los cabellos negros de Doromila eran largos y bellos podrían ser la viva imagen de aquellos cabellos gastados que poseía Patricia.
Y luego llegaba su rostro donde sus bellos rasgos resaltaban sobre sus ojos tristes.
-Gracias -murmure avergonzada e intimidada cuando una vieja bandeja plateada fue colocada sobre mi regazo
La joven muchacha frunció el ceño acercándose hacia su madre.
-¿Cuándo se irá? -cuestiono con brusquedad estremeciendo mi cuerpo
-Doromila se respetuosa -advirtió Patricia irritada
-No, madre. Debe irse pronto, si se da cuenta estará muy enojado. ¿Acaso no lo entiendes? Ella es una desconocida
-O solo una invitada -una nueva voz se unió al acalorado momento, bajo el umbral una mujer de cabellos grisáceos observaba a la joven muchacha con atención
Pude ver sus ropajes pulcros, pero opacos. Sus cabellos yacían sueltos, algo cortos y maltratados, pero dándole un toque cálido. Su piel mostraba aquella vejez y sus ojos castaños buscaron los míos con premura antes de añadir tras el silencio.
-¿Amaia? -asentí con lentitud- Bello nombre, muchacha
Mis mejillas vibraron tomando un color rojizo ante sus palabras.
La mujer sonrió antes de posar sus ojos castaños en la joven muchacha quien cruzando sus brazos evito a toda costa sus ojos melancólicos. Ella apretaba sus labios rosados mentiras Patricia parecía avergonzada por la feroz respuesta de su hija.
-Doromila, Patricia, acompáñenme -pronuncio firmemente la mujer-. Dejen que descanse y se reponga
La mujer de cabellos gastados me observo cálidamente ante de sonreír y alejarse. Doromila siguió los pasos de su madre sin alejar de su rostro aquella molestia.
Antes de quedarme sola en aquellos aposentos pude ver como los ojos castaños de la vieja mujer me observaron fijamente y luego en silencio se alejó con sus pasos lentos, pero firmes.
Un suspiro broto de mis labios cuando sus presencias yacían lejanas, mire unos breves segundos aquel castillo melancólico que deslumbraba bajo la luz del día dejando en mi ser un cosquilleo curioso por saber que se ocultaba entre esas paredes grisáceas.