Recordé pronto la belleza que se ocultaba dentro del castillo del rey Javier, cuadros de marcos dorados, candelabros de oro que permanecían tan brillosos sobre los techos, telares cubriendo los ventanales, adornos de porcelana intocables para cualquier individuo y aquel aroma que se impregnaba entre las paredes.
Flores volando entre los susurros.
Alguna vez camine curiosa entre aquellos pasillos escuchando las risas del exterior, mis dedos rozaron los adornos sintiendo la frialdad de sus estructuras y como risitas nerviosas brotaban de mis labios.
Alejarme por largos segundos de ellos traía calma a mi corazón.
Conocí entre esa calma a un ser de mirada perdida, el príncipe Apolo tocaba el piano con plenitud como si supiera que tecla escondía la melodía perfecta. Sonreía en medio de su soledad y suspiraba con tristeza.
El nombre de Apolo corría entre los murmullos, sus ojos apagados eran despreciados y su silencio agradecido. Se sumía en la soledad tocando las teclas del piano con lentitud y ahogándose en melodías entristecidas. Pocas veces caminaba entre los silenciosos pasillos frenando de repente y girando su rostro hacia el bullicio, una débil sonrisa adornaba sus labios.
¿Cómo estaría aquel hombre ahora?
Su vida llena de riquezas era opacada por la soledad.
-Muchacha -gire mi rostro lentamente ante aquel llamado, Patricia se adentraba con una sonrisa en sus labios - ¿cómo te encuentras?
-Bien -respondí con timidez antes de añadir -. Gracias por permitirme permanecer aquí durante esta noche, señora Patricia
Ella me observo con ternura.
-No digas eso, no podría dejarte morir bajo la fría noche
-De igual forma debo agradecerle, no traigo monedas o algo que pueda recompensar su apoyo -ella rio con delicadeza y sobriedad
-Muchacha, las monedas se gastan en cosas triviales, pero un "Gracias" vale más ¿no lo crees? -tímidamente asentí
-Sí, señora Patricia
-Entonces, ¿qué te ocurrió? -cuestiono
-Hui y termine aquí, es vergonzoso -murmure avergonzada bajo sus ojos cansados
-Salvaste tu vida, que valentía, muchacha -guarde silencio observando como su sonrisa se apagaba para entristecer sus labios -. ¿Cómo es tu vida por aquellas tierras?
-Triste es la mejor palabra -respondí en un audible murmullo
Mis palabras querían quedarse estancadas en mi garganta para dejar que lágrimas gruesas surquen mis mejillas mientras sollozaba desahogando cada lágrima que retenía en lo más profundo de mi ser temiendo que algún día mi propio padre apague la poca vida que me quedaba, como lo acababa de hacer.
Me envió lejos dispuesto a obtener poder y riquezas, no cuestiono si deseaba esa vida, simplemente acepto.
Estaba claro que mi decisión no valía nada frente a sus ojos temidos.
Amargamente retuve aquel dolor mostrándome fuerte como la costumbre dictaba en mi cuerpo.
-¿Por qué callaste tan de repente? -comentó curiosa ante mi silencio
-Pensaba
-¿En tu prometido? -negué
-En mi vida, no sé qué hare apenas llegue nuevamente a mi hogar
-Hacer la tuya bajo tu decisión, muchacha
-Es difícil
-¿Qué es difícil? -cuestiono con amargura y molestia ante mis débiles respuesta
Esa misma pregunta sigue rondando mi mente.
Parecía una muñeca que respondía palabras aprendidas, me sentí nuevamente presa de asentir en silencio y dejar que las decisiones fueran escritas por mi padre. Que sus halagos y besos fugaces en la frente se conviertan en mentiras.
-Yo... -titubee callando mis palabras
-¿Seguirás callando? -cuestiono ella, sus pasos resonaron en un elegante retumbar. Vi sus manos rozar las mías que yacían colocadas sobre las cobijas, dejo caricias mientras buscaba consolar mi silencio - ¿Por qué lo retienes?
-Ni siquiera lo sé -esa caricia derrumbo mis paredes, supe sintiendo como en mis mejillas un cosquilleo suave y lento bajaba entre mi pálida piel que desahogaba cada lágrima retenida -. Siempre guardé silencio incluso cuando quise gritar con todas mis fuerzas
-¿Eres hija de algún rey?
-No, mi padre solo es alguien envidiable en reino. Es amigo cercano del rey
Tragando saliva con fuerza ella cuestiono: ¿Por qué decidió casarte?
No dije nada, aparte mis ojos de los suyos sintiéndome tímida bajo sus orbes tristes. Ella elevo sus manos sosteniendo mi rostro tímido, caricias fueron dejadas en mis mejillas mientras lágrimas seguían brotando.
Relamí mis labios inquieta con el corazón acelerado.
Nuevamente en mi mente el resonar de aquella voz provoco un temblor en mi cuerpo, aquel príncipe sonreía satisfecho de mi temor mientras caminaba con elegancia intimidando mi cuerpo tembloroso. Reía y reía naciendo de sus labios una melodía perturbadora.
¿Por qué matarme?
¿Acaso mi vida fue un breve intercambio?
Mis decisiones no tenían valor.
-Deja que aquellas lágrimas caían -murmuro la mujer de cabellos gastados
Su maternal amor se zambullía en mi interior calmándome con lentitud y aquellos segundos desee tener a mi madre, acurrucarme entre sus cálidos brazos sintiendo sus dedos desenredar mis cabellos enmarañados.
Su voz parecía desaparecer de mi mente.
-Temo volver -entre sollozos susurre
-No te agobies, hallaras una salida -con firmeza pronuncio, buscaba con sus palabras tal vez hallar la calma en mi interior -. Posees unos cabellos curiosos, pero hermosos -halago sonriente
-Gracias, señora Patricia
Fui inevitable no elevar mi rostro y mirar fijamente sus ojos, aquellos que brillaron cristalizándose como si sintiera mi dolor traspasar su corazón. Culpable me sentía ante sus ojos tristes.
-No pienses ahora en nada sobre tu hogar, debes reponerte -Patricia alejo sus manos con lentitud
-No deseo incomodar, su rey tal vez se muestre descontento con mi presencia -de pronto ella carraspeo ante mis palabras mostrando incomodidad
Entrelazo sus manos sobre su regazo antes de colocarse nuevamente de pie y alejarse hacia los ventanales. Ella miraba el paisaje exterior donde la luna magnifica brillaba, mis ojos se sintieron plenos ante la vista. Siempre amaba mirar desde mi balcón la noche fría, pero bella tarareando desconocidas melodías.
Escuchando las voces apagadas y suspiros que surgían con el viento.
-Nuestro rey no se enterará ni sentirá incomodidad, solo cálmate, Amaia -pronuncio mostrando duda en su voz
-Gracias, pero desearía agradecerle si es que logra enterarse de mi presencia
Ella giro sobre sus talones mirándome con atención, forzó en sus labios una pequeña sonrisa mostrando sus sonrojadas mejillas y pequeños lunares que surgían en su piel.
-No te preocupes, suele estar ocupado. Yo misma entregare tu mensaje, por ahora solo descansa. Falta mucho para tu partida
-Gracias -murmure secando con rapidez mis mejillas
-Descansa, muchacha -susurro alejándose, pero mi voz freno sus pasos
-¿Cómo se llama este reino? -cuestione
Ella sonriendo débilmente me observo, parecía melancólica y entristecida cuando contesto: Luquersy
Sin dejarme responder giro nuevamente para desaparecer por aquella puerta, sus cabellos fueron lo último que vi antes de yacer sola en aquella habitación.
Nuevamente me sumí en silencio y la oscuridad, sus tacones dejaron de resonar cuando yacía a la lejanía y solo escuché el palpitar desenfrenado de mi corazón curioso ante el nombre que susurro.
Suspire muchas veces sintiendo como parte de mi agobiado dolor desaparecía con aquellas lágrimas secas sobre mis mejillas, pero entonces algo surgió en medio de mis pensamientos.
¿Por qué aquel castillo lejano se mostraba melancólico y maravilloso ante mis ojos?
Buscando respuesta alguna tararee melodías desconocidas mirando el vacío de aquella alcoba antes de sumirme en los sueños y murmurar entre sueños el nombre de este reino.