Capítulo 6 ¡Aléjala!

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Mientras Fernando exploraba la ciudad y se familiarizaba con todo lo que había rodeado su infancia. Su madre, se encargaba de que el regreso momentáneo de su hijo no se viese afectado por nada y mucho menos por Paula de la O, quién ya había tenido un fortuito encuentro y que ella haría todo para que no se repitiera.

Así que, tan solo su hijo abandonó la casa, Minerva Saramago se dirigió a la casa de los de la O, una que por fuera parecía que estaba bien, pero que por dentro se caía a pedazos debido a los grandes descuidos que tanto Santiago como Francisca, la tía de Paula, le habían dado. La grandeza de la casa de los de la O había quedado atrás, cuando el padre perdió la compañía pesquera y convirtió los únicos ahorros que tenía en alcohol para ahogar así el dolor de la perdida de su mujer y de la manera en que lo hizo.

Francisca, quién se supone que había venido a cuidar a la hija de su hermana, no hizo más que alentar el alcoholismo de Santiago, diciéndole que el alcohol era una forma de aliviar el dolor e incitándolo a que tomara más y más. La tía de Paula, era una mujer guapísima igual que las mujeres de la familia, había sido dos veces viuda, primero casándose en la adolescencia con un hombre que la sacó del pequeño lugar de donde eran originarias ambas hermanas y después con un empresario que la había llevado a viajar por todo el mundo e incluso había vivido en Paris hasta la muerte de él, por lo que la actitud de la tía era altiva, se daba aires de ser mujer de sociedad y Paula, al no ser así, sufría las humillaciones que constantemente le decía. Así que el infierno de Paula no estaba solamente afuera en la calle, si no dentro de su propia casa, donde su tía altiva y sin ni un centavo se paseaba con sus mejores ropas, amarillentas y deslavadas por toda la casa.

Vestía una bata de seda japonesa cuando Francisca abrió la puerta de la casa de los de la O y vio a Minerva Saramago en frente de ella.

―¿Dónde está Paula?― Preguntó seria viéndola a los ojos.

―Buenas tardes― respondió Francisca haciendo notar su educación― ¿gustas pasar?

―¿Dónde está Paula? ― Insistió y camino a paso firme hacia la sala de la casa, cuyas ventanas se encontraban completamente abiertas para que el aire corriera y tranquilizara el calor infernal.

―Paula no está, se encuentra trabajando, ¿quieres un poco de limonada?, Eugenia prepara una "que te mueres".― Hablo Francisca ignorando la pregunta de Minerva.

―No te hagas la amable conmigo, yo no vine aquí para socializar, vine a hablar con Paula, es urgente, o al menos con Santiago para que le ponga un alto.

―¿Pero Minerva?, ¿qué es lo que está pasando?― preguntó Francisca sentándose en el sofá― no vienes a visitarnos hace años y ahora estás aquí utilizando ese tono de emergencia, como si hubiese pasado una catástrofe.

―Para eso estoy aquí, para evitar una, por eso es necesario que hable con tu sobrina.

Francisca levantó la ceja, puso un rostro de cinismo y luego sonrío― ¿y ahora que pasó con Paula?, ¿qué dice la gente de ella? O más bien, ¿qué dijiste de ella que la gente lo dice ahora?

―No dije nada, no sé de que hablas.― Respondió Minerva viendo por la ventana hacia la calle.

―Venga, mira, tú y yo sabemos que Paula es rebelde, posiblemente indomable pero esa no es nuestra culpa, Santiago no la supo controlar y la abandonó muy pequeña, ahora hace lo que quiere, pero últimamente no he escuchado que haya hecho algo que te afecte.

―Mi hijo regresó.― La calló Minerva con esa frase provocando una gran sonrisa que Francisca.

―Fernando, ¡pero qué alegría!, debes estar feliz de que por fin tu hijo pudo regresar después de 16 años de ausencia.

―Lo estoy, pero su paso por esta ciudad es pasajero, porque terminando el verano se regresará a Barcelona.

Francisca se puso de pie de inmediato y echándose un poco de aire con el abanico que traía colgado en la muñeca se acercó a ella.

―¡Ah Barcelona!, el sueño ¿no es así?, tienes razón ¿qué persona viviendo allá quisiese pasar tiempo en este horrible lugar?

―A ti no te importa, Francisca.

―Claro que me importa, porque si no fuera algo que nos concerniera no te hubieses tomado la molestia de haber venido hasta acá, dime, en qué te puedo ayudar.

―Ayer Paula y Fernando tuvieron un pequeño encuentro en la calle, él no la reconoció pero no pasará mucho tiempo para que tu sobrina lo busque.

―¿Mí sobrina lo busque?, ¿estás segura de eso?, ¿no crees que Fernando busque a Paula?, digo, al final de cuentas eran amigos.

―Eran, lo acabas de decir, eran amigos, y no, no creo que la busque porque Fernando tiene mejores cosas que hacer que buscar a amigos de la infancia, él tiene planes, sueños, es de un mundo diferente al de tu sobrina.

―Lo sé, tal vez Paula no tiene la mejor educación y tal vez su mundo sea tan pequeño que no tiene ni idea de lo que hay afuera, pero debo decirte una cosa... es guapa.― Comentó entre sonrisas.

―Y, ¿eso que tiene que ver? ― Preguntó Minerva.

―Que tarde o temprano Fernando lo notará y eso no podrás evitarlo. Además con la reputación que le has hecho eso llama la atención y tú mas que nadie sabes que la tentación sobrepasa todas las reglas ¿no querida?

―¡Cállate! ― Murmuró Minerva entre dientes.

―Sólo estoy diciendo la verdad, Paula puede ser que no tenga el mundo que Fernando tiene, pero es hermosa, guapísima y siempre, pero siempre los instintos del hombre pasarán por alto lo demás.

Minerva se volteo de repente y en un ataque de furia tomó a Francisca del cuello y la puso contra la pared apretando fuerte y cortando su respiración.

―¡Fernando no es como su padre!― Gritó, mientras veía a Francisca tratando de zafarse de su mano― él es diferente y por eso lo envíe lejos de este maldito lugar para que no le pasara lo mismo y tu sobrina y nadie de esta maldita familia va a interrumpir mis planes, los que por años he llevado a cabo alejando a Fernando de este lugar, ¡está claro!

―Sí.― Murmuró ella en una voz entre cortada.

Minerva liberó a Francisca de inmediato y ella empezó a toser como loca tratando de tomar aire. Se sentó de nuevo en el sofá y comenzó a mover el abanico de mano intensamente para refrescarla.

―Estás loca.― Logró murmurar.

―No, no estoy loca, solo defiendo lo que es mío y créeme Francisca, mi hijo no caerá en las faldas de Paula de la O como lo hizo su padre cuando se revolcó con tu hermana.

―Tal vez se revolcó con ella porque se dio cuenta que estabas loca, a nadie le gustan las locas.

―¿Hablas por experiencia?― Preguntó mientras se arreglaba la manga de la blusa de lino que traía― te recuerdo que eres una pobre mujer viuda, sin hijos y con ropas amarillentas y mohosas paseándote por una ciudad que parece más pueblo que nada.

―Dice la que se casó con un empresario de España increíblemente rico para poder salvar su casa, su empresa y su negocio ― respondió Francisca ya más recuperada― yo no sé porqué te das esos aires de diva y de señora del lugar, si todo el mundo sabe que, a pesar de los rumores que te haz encargado de hacer sobre mi hermana y ahora sobre Paula, que tu marido tuvo la culpa por igual.

―¡Cállate!― Dice firme.

―No, todos saben que tu marido también es un cornudo, que él prefirió a la esposa De Santiago de la O y te dejó como una pobre viuda, fracasada y casi en banca rota por irse a revolcar con ella.

―¡Cállate te dijo!

―Así que sigo sin comprender tu actitud Minerva, si eres como yo, una pobre mujer amargada viviendo a expensas de otras personas, engañada por tu marido y con un hijo que alejaste y prácticamente no te conoce, eres igual de patética que esta familia y puede que tu casa no se esté cayendo a pedazos pero tu vida familiar sí. Fernando, escúchame bien, él no te conoce ni un poquito, no sabe que por tu culpa su amiga sufre de acoso y bulling en toda la ciudad y que tú eres su principal abusadora, y cuando lo descubra te perderá el poco respeto que aún te tiene. Porque te diré una cosa, querida Minerva de Saramago, tu hijo hará lo que se le pegue la gana en este lugar y si quiere meterse bajo las faldas de Paula de la O, lo hará sin pedirte permiso, porque tú solita provocarás eso, recuerda "lo prohibido es más divertido".

―¡No quiero a Paula cerca de Fernando! ― Exclama enojada― ¿Entendido?, pásale ese mensaje a tu sobrina y dile que se lo prohibo,¡no la quiero ver!

Minerva toma sus cosas y camina lo más rápido que puede hacia la puerta para abrirla.

―Se lo diré, pero como bien sabes Minerva, Paula hace lo que quiere, así que te recomiendo que vayas enviando tu hijo a Marte antes de que se fije que su mejor amiga es todo lo que él buscó.― Habla en broma aunque Minerva sabía que eso se podría volver realidad.

―Prefiero mil veces ver a mi hijo muerto que al lado de Paula de la O.

―¡Uy!, cuidado con lo que deseas ¿eh?, lo mismo dijiste de tu marido, ¿recuerdas? Y se hizo realidad, a mi no se me quita de la cabeza que tú lo mandaste matar.― Dice Francisca segura.

―¡Aleja a Paula! ― Le gritó y sin decir una palabra más salió de la casa.

Sin embargo, Minerva, ni nadie de la familia de la O, se habían percatado que el reencuentro de Fernando y Paula ya se había hecho y que Francisca por primera vez tenía razón "lo prohibido, siempre es más divertido".

            
            

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