Capítulo 7 Nada ha cambiado

Registrada en SAFE CREATIVE

Bajo el código: 2011045801413

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©

―Fernando, ¿qué haces aquí? ― Preguntó Paula cuándo mientras él la recorría con su mirada de pies a cabeza con los ojos brillantes y sonriendo sin poder evitarlo.

―Bueno, ¿qué no puede un amigo visitar a una amiga?― Preguntó.

Paula se quedó en silencio mientras jugaba con la pluma que traía entre los dos, de pronto no supo que decir ni como reaccionar, era raro tener a Fernando ahí, hablándole, cumpliendo así un sueño que ella tenía desde que eran joven, que su amigo regresara a visitarla.

―Soy Salma, ¿te acuerdas de mí? ― Habló ella al ver que Paula no reaccionaba.

―Sí, ¿cómo olvidarlo?, ¿sigues regañando niños para que no salten de los acantilados hacia el mar? ― Preguntó Fernando simpático.

―No, porque afortunadamente sólo ustedes lo hacían.― Respondió y ambos se rieron.

Paula seguía en silencio, moviendo la pluma y tratando de encontrar las palabras para continuar ya que de pronto una timidez se había apoderado de ella. Fernando se dio cuenta y dejó de reír con Salma para verla de nuevo a ella.

―¿Crees que podamos hablar?― Preguntó.

―¿Sobre qué? ― Respondió ella ignorándolo y fijando sus papales en los recibos que estaba a punto de enseñarle a Salma.

―Pues, creo que tenemos mucho que conversar, ¿qué no?, han pasado muchos años.

―Sí, eso si― respondió Paula―pero tengo que trabajar así que no creo que pueda ahora.

―Claro que puede― interrumpió Salma y le quitó los recibos de la mano― ya estaba por salir, cinco minutos antes no hace daño.

Fernando sonrío y levantó su tupida ceja negra en señal de victoria.― Perfecto, entonces puedo...

―Sólo un momento― le pidió Paula mientras tomó a Salma del brazo y la llevó más adentro del almacén― ¿qué es lo que estás haciendo?

―Nada, simplemente te estoy dando permiso para que te vayas con tu amigo.

―Fernando ya no es mi amigo.― Murmuró ella en un tono de no prestarle importancia.

―Claro que ya no es tu amigo,¿qué no lo ves? ― Pregunta Salma.

―¿Ver qué?

―¡Es guapísimo!, definitivamente no es el Fernando que se fue hace años atrás, ahora es otro y te está buscando a ti. Si él viniera a buscarme a mí, ya me hubiese ido.

―No lo entiendo, hace unos minutos me estabas diciendo que le hiciera caso a tu hermano y ahora me dices que le haga caso a Fernando.

―Yo no dije que le hicieras caso a Fernando, sólo te dije que es guapo y que fueras con él, lo que al final se dé no es mi culpa.― Responde Salma astuta con una sonrisa en sus labios.

―No se dará nada― habló Paula firme mientras se soltaba el cabello rubio que traía recogido en una cola de cabello, jugó con él por uno momento y se lo acomodó sobre los hombros― si recuerdas de quién es hijo Fernando ¿cierto? Y si recuerdas mi estatus en este lugar.

―Sólo recuerdo que eran mejores amigos y que él es un buen hombre y tú una buena mujer, no sé más―Salma acomodó el cabello de Paula y alzó su rostro un poco colocando sus dedos por debajo del mentón para alzar su rostro― disfruta Paula, deja de pensar tanto cada acción que haces, cada cosa que dices, sólo disfruta, que los que te conocemos sabemos que lo que dicen no es cierto y los que lo creen es porque no tienen nada que hacer.

Paula sonrío levemente ante las palabras de su amiga, tomó su bolso entre sus manos y después de respirar profundo salió de la trastienda. Fernando se encontraba viendo los productos y hundiendo las manos en las semillas que estaban dentro de los costales, cuando Paula salió él sacó la mano de inmediato como si lo fuese a regañar y se la limpió.

―Nos vemos mañana Salma.― Comentó Paula mientras salía del lugar seguida de Fernando.

Ambos se quedaron de pie sobre la acera y se miraron a los ojos. Era como volver dieciséis años atrás cuando ambos estuvieron encerrados en esa habitación tratando de sobre llevar todo lo que sentían, ahora pasaba lo mismo. Fernando sentía una ternura indescriptible por su amiga y una enorme curiosidad, mientras Paula trataba de disimular su emoción, después de tanto tiempo, el amigo que tanto había extrañado estaba frente a ella, era como si sus ruegos de adolescente se hubiesen vuelto realidad.

Fernando suspiró― dime algo Paula que me estás poniendo nervioso.

Paula esbozó una mueca que estuvo a punto de convertirse en sonrisa― ¿Qué quieres que te diga?

―No sé, un "Hola Fernando".

―Hola Fernando.― Repitió ella haciéndolo reír.

―¿Quieres ir a tomar un café? O ¿algo?― le invitó y Paula volteó a los lados para asegurarse de que nadie se encontraba a su lado.

―No, la verdad es que estoy un poco cansada porque ayer no dormí bien y hoy me levanté muy temprano, así que...si quieres puedes acompañarme a mi casa.

―Me basta.― Respondió el hombre― la verdad es que me hará bien caminar después de todo lo que comí y bebí en el bar de Iván.

―¿Ya te llevaron allá?, si que fue rápido.― Bromeó Paula.

―Bueno, no me quejaré, las cervezas me quitaron el calor, uno que no recordaba tan intenso, y la plática estuvo amena, él fue quién me dijo donde encontrarte.

―Cierto.― Respondió ella.

Ambos comenzaron a caminar por la acera con dirección a la casa de Paula que levemente Fernando recordaba. Iban en silencio, tratando de encontrar las palabras exactas para iniciar una conversación que les hiciera mas ameno el camino. Paula y Fernando veían el paisaje, como el hermoso sol que se reflejaba en el mar se encontraba rojo del calor que hacía y se iba escondiendo poco a poco atrás del cerro que se encontraba a lo lejos. Él la veía de reojo, le despertaba una curiosidad incesante que no entendía y ella se fijaba a su alrededor, tratando de evitar miradas o personas que en algún punto pudiesen decir algo.

Lo que Fernando no sabía es qué, lo que él pensaba era un paseo de amigos y un reencuentro casual, para Paula podría resultar en grandes problemas y despertar al siguiente día con un chisme más que se apilara en el peso que ya traía. Era exhaustivo vivir en una constante paranoia, de no poder disfrutar de un simple reencuentro como éste, pero era normal que la gente hablara, ellos eran los hijos de las personas que había hecho el mayor escándalo que este lugar hubiese conocido jamás, uno que después de dieciséis años seguía tan vivo como su hubiese sido ayer, pero eso Fernando no lo entendía.

Fernando se paró de inmediato y le tomó el brazo a Paula para que ella volteara. Al sentir su fuerte mano se puso nerviosa pero lo disimuló bien. Él Hablo para romper el hielo.―Quiero pedirte perdón por lo que pasó ayer por la noche.

―Está bien, sólo fíjate en los semáforos y no matarás a nadie, recuerda que aquí es una ciudad pero principalmente es un puerto, la vida es más lenta.― Respondió ella viéndolo fijamente a los ojos y después volteó a ver el horizonte.

―No hablo de lo del auto― respondió él― bueno, también te pido perdón por eso ― agregó― pero yo hablo del punto de no haberte reconocido, la verdad es que llevaba muchas horas de vuelo y luego se me ocurrió manejar hasta acá y la lluvia... pero debí haberte reconocido.― Murmuró y haciendo que Paula voltea de nuevo a verle― debía haberlo hecho.― Finalizó.

Paula trató de no sonrojarse y mejor prefirió por acomodarse el cabello largo y rubio que tenía provocando en Fernando una fijación en ese tic que ella tenía que le duraría el resto de la noche y posiblemente la semana.

―¿Qué es lo que haces aquí? ― Preguntó Paula un poco molesta porque sabía que este reencuentro iba a empeorar su situación, sobre todo porque sabía que seguía habiendo algo entre los dos.

―Vine a visitar a mi madre, me quedaré el resto del verano aquí.

―¡Ah! Qué bien.― Respondió.

―Sí, tenía mucho tiempo que no la veía y dije ¿por qué no?, así me entero de lo que pasa en el puerto― sonrió simpático.

―Y, ¿te has enterado de mucho?― Inquirió Paula nerviosa.

―Llevo un día aquí Paula y si te soy honesto estoy tan desubicado que ni siquiera sé qué hora es― voltea a ver a su alrededor― parece que aquí el tiempo no pasó, las mismas fachadas, las mismas calles, tú ― murmuró ese pronombre personal de una forma que a ella le hizo estremecer.

Paula volvió a jugarse el cabello, se acomodó la bolsa y continuó caminando, le ponía un poco nerviosa que las personas los vieran ahí de pie platicando.

―Las cosas han cambiado mucho por aquí Fernando, no tienes idea cuánto, incluso yo.

―Claro que no, sigues igual de simpática y linda como siempre, ¿qué fue de tu vida?, ¿aún sueñas con la idea de descubrir un nuevo planeta?

―Fernando...― Murmuró ella cuando de pronto una señora pasó a su lado y con un tono despectivo pronunció "Ya se me hacía raro que no lo buscara" y se alejó de ellos.

―¿Qué fue eso? ― Preguntó Fernando.

―Nada, sólo continuemos, ¿quieres? ― Le pidió y esta vez ella comenzó a caminar un poco más rápido provocando que Fernando acelerara el paso―¿a tí como te fue?, ¿qué estudiaste al final de cuentas?, recuerdo que tenías como decenas de oficios en puerta.

―Arquitectura, en Barcelona, incluso tengo un trabajo allá que me espera, un proyecto para construir un edificio importante.

―¡Qué bien!, felicidades.

―Gracias, si te confieso estoy que me muero de nervios, no sé si lo vaya a hacer bien, si a la gente le vaya a gustar, hace unas noches soñé que el edificio se caía.

Paula se río junto con él y ahí fue cuando Fernando describió que seguía teniendo esa risa contagiosa y esa facilidad para comunicarse con ella como siempre había sido.

Por fin ambos llegaron a la puerta de la casa de los de la O, y Paula volvió la mirada hacia la de él, se acomodó el cabello y estiró la mano ―pues, te deseo una buena estancia en el puerto y que te diviertas.―Habló.

―A caso, ¿te estás despidiendo de mí? ― Preguntó él arqueando una de las cejas―¿qué ya no piensas volver a verme?

«Es que tú no entiendes», pensó Paula hacia sus adentros mientras la intensa mirada de Fernando se clavaba con la suya.

―Bueno, es que seguro tu madre te mantendrá ocupado y yo tengo trabajo por hacer que a veces me toma todo el día, por eso lo digo.― Mintió.

―¿Eso es? ,no te preocupes, no tengo absolutamente nada planeado que hacer, así qué puedo verte cuando tú puedas, tú sólo dime y yo estaré aquí.

―Fernando...― trató de decirle pero él en lugar de tomar su mano le dio un beso en la mejilla para despedirse de ella, siendo éste el primer contacto que cambiaría todo.

―Soy tan feliz de verte Paula de la O, te busco mañana ¿de acuerdo?― le murmuró. Paula sonrió tímida mientras sentía como el color rojo le subía al rostro― buenas noches, sueña bonito.

―Buenas noches, Fernando.― Contestó ella y abriendo la cerradura de su casa entró lentamente para después cerrar la puerta y dejarlo afuera con una sonrisa y con una sensación rara en el estómago. Lo que él no sabía es que su amiga se encontraba del otro lado con una sonrisa tan grande que nada ni nadie se la quitaría durante el resto de la noche.

                         

COPYRIGHT(©) 2022