Capítulo 5 Todo ha cambiado

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Era evidente que la presencia del regreso del hijo de Fernando Saramago sería la sensación de la ciudad, y que no pasaría desapercibida para nada, sobre todo cuando el joven decidió dar la vuelta por el centro manejando su precioso auto último modelo que pertenecía a la colección de su difunto padre. Todos hablaban, decían que el hijo de la señora Minerva era un famoso arquitecto que había diseñado varios rascacielos en Nueva York y que había ganado varios premios, además de que alababan su increíble parecido con su padre e incluso decían que era más guapo que él, ya que Fernando había madurado tan bien que era difícil que pasara desapercibido.

Fernando era alto, de pelo negro azabache, mirada soñadora y de muy buen cuerpo resultado de las múltiples actividades deportivas que le gustaban hacer, unas bastante elegantes como era la equitación u otras tan extremas como era escalar montañas usando manos y pies, lo que le daba ese aire rebelde y a la vez culto que en seguida llamó la atención de muchas, menos de Paula de la O, que después del encuentro tan desafortunado que tuvieron decidió pasarlo de largo y concentrarse en su trabajo. Tanto fue su decepción al saber que su ex mejor amigo de la infancia no la reconocía que ni siquiera le dijo a Iván que lo había visto, por lo que, al momento que Fernando se apareció en uno de sus almacenas, no pudo contener su sorpresa.

Él se encontraba dando instrucciones a uno de sus trabajadores cuando el chico de 1 metro ochenta y cinco se apareció en el mostrador tocando la campana como cualquier cliente habitual, cuando Iván volteó a atenderlo se quedó de una sola pieza .

―¿Fernando?― Preguntó y él asintió con la cabeza.

― Dios Iván, de verdad estás completamente cambiado, pero sigues siendo igual de mandón, ya te vi.― Comentó entre sonrisas e Iván salió detrás del mostrador para abrazarlo. Tenía tanto tiempo de no ver a su amigo pero éste seguía igual.

― ¿Qué haces aquí? ― Preguntó― los rumores decían que te encontrabas en España.

― Sí, allá vivo, pero vengo a visitar a mi madre este verano, me quedaré tres meses aproximadamente.

― Pues bueno... ¡bienvenido! ― Expresó feliz para luego voltear atrás del mostrador y gritar― ¡Ey! ¿Te encargo? Iré al bar a tomar una cerveza con mi amigo― ¿tomas cerveza? ― Preguntó volteando hacia Fer.

― ¡Claro!― Respondió y con la mano de Iván por encima de sus hombros los dos salieron del almacén para dirigirse al bar que se encontraba a dos cuadras.

― Por lo que veo ahora eres el jefe de todo, ¿eh? ― Pregunto Fernando mientras caminaban por la calle.

― Entre mi hermana y yo, mi padre decidió dejarnos el manejo de los almacenes, locales y los bares, no es por presumir pero hemos crecido muchísimo, ahora él quiere expandirse hacia otro lugar, pero todavía no es seguro.

Iván abrió la puerta del bar que apenas se estaba llenando de comensales y después de pedir desde una de las mesas una promoción especial y botana. Fernando se sentó cómodo y observo atento el lugar, jamás había entrado a uno de los bares de la familia Gómez- Fernández, así que prácticamente estaba viviendo un sueño de la infancia.

―Y, ¿entones qué?, ¿cuándo llegaste? ― Le preguntó con una sonrisa.

― Ayer por la noche, en plena tormenta.― Respondió el hombre con una sonrisa

―Entonces estás recién llegado, brindemos por eso.

Iván levantó la botella con cerveza a la par que Fernando y entre los dos brindaron por el reencuentro después de años, uno que ninguno de los dos esperaba pero que justo en este momento se estaba dando. Le dieron un sorbo al líquido dorado y después de sentir cómo refrescaba sus gargantas y aminoraba el calor que en el verano hacia en el puerto, Fernando habló.

― No puedo creer lo mucho que haz cambiado Iván, ¿dónde quedó ese niño de cabello negro y delgaducho que tenía que defender?

―Desapareció― y mostró el trabajado brazo y echó para afuera un poco los pectorales― se llama cargar cajas y costales― Fernando se río, al parecer el buen humor de Iván seguía en él― tu sigues igualito, sólo que más alto.

― Al parecer sí, lo comprobé ayer que casi atropello a Paula con el auto.― Confesó haciendo que Iván subiera la ceja un poco sorprendido.

Así es, Fernando Saramago, después de un buen desayuno y ducha, había recordado a Paula de la O, su amiga de hace años y ahora le debía una disculpa, ya que no había reconocido y casi atropellado.

― ¿Casi la atropellas?, qué raro, vi a Paula esta mañana y no me dijo que te había visto.

― Tal vez se enojó por eso, no la culpo, pudo haber resultado herida ayer y todavía le dije que no la conocía― toma un sorbo de cerveza Fernando― pero es que no lo pude evitar, Paula es otra, cuando me fui de aquí era una niña y ahora... ― y por un momento la recordó, a ella, bajo la lluvia, con ese cuerpo curvado que llamó su atención enseguida y su mirada profunda ― es otra.

― Claro que es otra, todos hemos cambiado, hasta tú, este lugar, te puedo asegurar que no es el mismo que dejaste hace tantos años atrás.

― Sí, bueno, ni siquiera recuerdo las calles.― Comentó Fernando.

Iván abrió otra cerveza que apenas acababa de sacar del balde lleno de hielos y se la puso en frente― Paula no sólo ha cambiado fisicamente, si no también en otros aspectos. Tuvo que madurar muy rápido y dejar sus estudios para poder mantener a su familia, tiene años trabajando conmigo y con mi padre en los almacenes, es muy inteligente y astuta, ha llegado alto pero su vida es de verdad un drama.

―¿Qué quieres decir con que tuvo que dejar estudios? ― Preguntó Fernando interesado.

― Después del accidente de su madre y tu padre, su familia cayó en desgracia, su padre se bebió la empresa pesquera que tenía y ahora está enfermo de cirrosis y escondido en la casa que tienen. Paula mantiene todo en orden, tiene ahora dos trabajos, ambos con mi familia, además de otras cosas que no la dejan en paz.

― ¿Otras cosas como qué?

Iván se quedó un momento en silencio pensando como le diría a Fernando que su madre era la principal causante de los rumores y habladurías que rodeaban a Paula y a la familia de la O, después reflexionó ― sólo te puedo decir que no creas lo que escuchas.

―No te entiendo.― Respondió Fernando para tomar otro sorbo de cerveza.

― Sólo hazme caso, Paula es una mujer maravillosa, trabajadora, honesta, inocente, tiene una vida bastante complicada así que no se la compliques más.

― ¿Cómo se la complicaría más?, ni siquiera la he vuelto a ver.

Iván ya no respondió, con esas respuestas Fernando le dio a entender que no tenía ni idea de lo que pasaba en esta ciudad y que su madre ni siquiera se había encargado de decirle al menos un cincuenta por ciento de la verdad.

― ¿Crees que pueda verla? ― Preguntó casi dudando si la pregunta era válida o no.

― Claro que sí, sólo te daré un consejo, que si no te cuidas Paula te dará la vuelta de una forma increíble, sigue igual que antes.

―No ha cambiado tanto entonces.― Se atreve a decir Fernando.

―Lo ha hecho, y mucho, no se quedó como la niña de trece años que jugaba con nosotros, la vida la cambió― habló Iván en un tono melancólico. Él vio su reloj de pulsera― Paula está en almacén del centro hasta las cinco con mi hermana, ahí la puedes encontrar o en su casa después, aunque yo te aconsejo que no vayas ahí, Santiago de la O es bastante volátil y no quieres encontrarte con un golpe en el rostro.

―¿De verdad? ― Preguntó Fernando incrédulo, ya que se sentía que estaba en una dimensión completamente desconocida.

Iván se desabrochó un poco la camisa y le mostró la cicatriz de una cortada― entré una tarde por algo que me pidió Paula, me confundió con un ladrón y me hizo esto con un abre cartas, si a mí que me ve diario, imagínate a ti, sobre todo si eres la viva imagen de tu padre.

Fernando al escuchar eso guardó silencio, al parecer el tener el mismo rostro de su padre sería un incentivo para que Santiago de la O pensara que los fantasmas del pasado habían regresado a atorméntalo.

―Pero no te deprimas, es más, puedes venir al bar cuando desees y la casa invita, pero solo en este que es mi favorito.― Comentó Iván para cortar la tensión que había causado entre los dos.

―Gracias, creo que te tomaré la palabra, el calor en este lugar es insoportable.

―Y el verano apenas comienza, así que mejor prepárate.― Y sacó una cerveza para abrirla y dársela.

Y sí, el verano apenas comenzaba y Fernando ya había despertado cierta curiosidad por Paula de la O, no sólo por su mal afortunado encuentro, si no por el pequeño resumen que Iván le había dado, por lo que saliendo de ahí decidió caminar hacia el almacén del centro donde ella se encontraba trabajando.

Ahí, Paula daba las últimas instrucciones al personal, mientras le explicaba la lista de insumos y le daba los recibos a la hermana mayor de Iván, Salma quién la escuchaba atenta y también sorprendida. A parte de su hermano, Salma era la única amiga que Paula tenía en el lugar, incluso, toda la familia Gómez -Fernández le tenía cariño, por lo que ella se sentía muy asusto trabajando con ellos.

―Le pedí al proveedor de harina que mandara unos costales extra para resarcir el error del mes pasado, si no te llegan me avisas para ir a reclamarle.

―No cabe duda que eres increíblemente buena en esto Paula, naciste con alma de negociante― bromea Salma mientras firma de recibido los recibos―no sé si te comentó mi papá, pero quiere expandir el negocio a otra ciudad y quiere que Jorge y yo nos encarguemos.

―¿De verdad?, sería genial, te lo mereces.

―Así como tu te mereces el puesto que te quiere dar. Mi padre quiere que tu te encargues de todo aquí, bueno tú e Iván.

―¿Yo?, ¿encargarme de todo? ― Preguntó ella entre sonrisas ― ¿es una forma para incentivar que me case con Iván?

Salma se ríe ― no, pero aún no entiendo por qué no quieres, él te quiere mucho.

―Y yo lo quiero también pero no como un prospecto si no como un hermano y si te soy honesta, no quiero arruinarle la vida.

―¡Venga Paula! Ya sabes que mi familia sabe que las habladurías no son ciertas nada nos daría más gusto que saber que tú e Iván formaran una pareja.

―Gracias, pero ni siquiera tengo en mente eso, jamás lo he considerado y no lo haré. Iván es un buen hombre pero a parte de él, ¿quién de esta ciudad se fijaría en mí?, no tengo ningún prospecto, excepto que venga de Marte y no sepa nada de lo que pasa aquí.― Habló entre risas.

―Y, ¿qué piensas de ese prospecto?― Le señaló Salma con la mirada y Paula al voltear ve la figura de Fernando entrando por la puerta sonriéndole.

―¿Fernando?, ¿qué haces aquí?

            
            

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