Después de casi una hora sentí el sonido del timbre, me preguntaba quién sería con la fuerte lluvia que estaba cayendo, me sequé las lágrimas, y me dirigí a abrir la puerta.
No me lo podía creer, empapado en agua, pero estaba allí, Joseph Harper estaba parado en mi porche y había cumplido su palabra de venir a recogerme, a riesgo de coger un resfriado.
Ha venido a mi casa, estaba tan asombrada que no pude siquiera hablar.
- ¡Eh! ¿Te importa dejarme pasar? Es que no sé si te has dado cuenta, pero tengo un poco de frío - me dice mientras se escurría en el umbral de la puerta.
- Sí, sí, claro, perdona - le dije después de volver en sí - le invité a pasar y le di una camiseta luego de prestarle una toalla para que se secara.
Él se quedó en el baño cambiándose, yo me dirigí al salón, donde estaban Paula y Raquel.
- Natasha, ayer tenía dudas, pero hoy te puedo asegurar que está completamente enamorado de ti. ¿A quién se le ocurre?... - continúa Paula impertinentemente.
De inmediato le impido seguir con cualquiera que fuera su comentario.
- ¡No! No entiendes que no quiero oír más del tema. Basta de eso - mi intervención comenzaba a cargarse de furia.
Salí al porche muy molesta, y me senté en la entrada observando la lluvia caer. Mientras, Paula sin ahorrarse detalle se encargó de contarle a Joseph toda la historia que tuvimos que pasar para llegar hasta aquí y poder conocerle. Supongo que saber todos mis esfuerzos y mi loca obsesión por él lo habrá halagado y a la vez dejado atónito, pues no cualquier persona sin siquiera conocerte se deja la piel por llegar hasta a ti.
- ¿Qué tienes, estás bien? - me pregunta mientras se sienta a mi lado en el escalón de la entrada.
- La verdad no, no estoy nada bien, porque las que se supone que son mis amigas son quienes más daño me hacen - contesto con cierto tono de exaltación y braveza.
- ¿Qué te han hecho?, si puedo saber, claro - vuelve a preguntar sumergiéndose en el tema y profundizando acerca de mi estado de ánimo.
- Tal vez no debería suponer un problema, en el fondo sé que lo que intentan es apoyarme; pero me están creando ilusiones absurdas, intentan que me proponga un sueño totalmente desproporcionado - hago una pausa y emito un suspiro de frustración.- Mira, sé que no saldrá bien, así que, ¿para qué anhelar un sueño inalcanzable? - dije respondiendo a su pregunta.
- Me sorprende que precisamente tú digas eso. Nunca creí que te escucharía hablar de sueños inalcanzables y desproporcionados - mantiene su posición; los codos sobre las rodillas y las manos entrelazando los dedos de cada una.- Eres la prueba humana del querer es poder; el significado viviente de perseverancia - me pregunto si tiene claro que la persona que tiene delante soy yo, una chica tan corriente como insignificante, al menos lo soy en su mundo.- Si no, mírate, ¿acaso no estás hablando conmigo? - pregunta retóricamente.
¿Es que es posible que toda una celebridad encuentre interesante semejante simpleza?
No quería abrir la boca, deseaba que continuara hablando. Y es que las últimas noches de los últimos seis años me quedaba dormida viéndole, escuchándole, la sencilla diferencia es que hoy no existe ninguna pantalla capaz de impedirme contemplar en tercera dimensión ese rostro esculpido por ángeles.
- ¿Quieres un consejo? - me regresa de golpe a la realidad con su pregunta, logrando así que emerja de mis pensamientos.
Esperaba con el ceño fruncido posiblemente a que dijera sí, que era justo la respuesta que le iba a dar.
- Sí, viniendo de ti, sí - le digo examinando su rostro, intentado descifrar su mirada penetrante.
- ¿Realmente anhelas alcanzar ese sueño desproporcionado? - sinceramente no considero necesaria semejante furtividad en su mirada para emitir una simple pregunta.
Por ende continúa invadiendo mis sentidos con aquellos ojos azules que me dejaban en jaque.
- Sí - afirmo sin apartar un instante la mirada de la suya.
En el fondo me gustan los escalofríos provocados por sus pupilas dilatadas.
- Pero, ¿de verdad lo quieres? - insiste.
- Sí - reafirmo pensando "Pero como no lo voy a querer si no debe existir en el mundo cosa más exquisita".
- Entonces, ¿a qué esperas? Ve por ello, ve tras eso que quieres - me dice contundentemente.- ¿ O es que no te acabas de dar cuenta que nada es imposible? Ningún sueño es desmedido, al menos nunca debes considerarlo así. Hoy estás aquí conmigo, y estoy seguro que hace par de días también se te hacía imposible - concluye.
Aquellas palabras eran como un libro de autoayuda, pero realmente me colmaron de poder. Sentía que no había nada en el mundo que se me resistiera.
Pero, un momento. ¿Por qué habla como si supiera todo el maldito trabajo por el que pasé?
- ¿Por qué lo dices? - le pregunté un poco desconcertada.
- Tus amigas me acaban de contar todo lo que pasaste para llegar hasta mí y conocerme, y seguro que en algún momento pensaste que era imposible, pero ya ves, ahora estás aquí, hablando conmigo, y te digo más, nunca imaginé que alguien llegaría a hacer tantas locuras por mí, porque no sólo me contaron del viaje. Y realmente estoy agradecido por eso, y por haberme brindado el inmenso placer de conocerte.
¡Por Dios! Soy incapaz de creer que me ha dicho eso.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, las cuales comenzaron a correr por mis mejillas. La emoción me pudo.
Él me miró intensamente y se sonrió, de manera delicada secó mis lágrimas.
No sé porqué, pero podía ver en sus ojos una luz que nunca había visto hasta ahora. Un brillo que me hacía despegar del planeta.
Me tomó por la mano.
- ¿Sabes una cosa que me identifica como persona? - me pregunta como si yo fuera capaz de responder.
- ¿El qué? - le devolví la pregunta.
- La locura - dijo a la vez que tiró de mi mano y me sacó a mojarme bajo el aguacero.
- ¡Estás loco! - le grité obviando su anterior comentario.
No podía parar de reír.
- Ya te lo he advertido - destaca.- Bueno, ¿vamos a dar esa vuelta que te prometí ayer? - me dijo con una sonrisa que resplandecía aún bajo la lluvia y el cielo gris.
- Ya estoy toda mojada, qué más da - me encojo de hombros.
Me quité los zapatos y los lancé al porche.
- Pero, ¿iremos andando? - le cuestiono.
- Por supuesto, así es mucho más divertido, pero si te da pereza... - deja la frase a medias, me coge de los muslos y me sube en su espalda a horcajadas.
Si se preguntan qué sentí en ese momento, pues me quedaría corta por más explícita que intentara ser, sólo podría decir que desde entonces, él y felicidad se volvieron sinónimos.
Tal y como me había dicho me llevó a dar un paseo por toda la ciudad. Para nada fue como yo lo imaginaba, pues mis expectativas carecieron de originalidad, respecto a eso he de decir que Joseph, a pesar de que caminaba con una extraña se portó de lujo.
Se esmeró minuciosamente conmigo, tanto como para crear un caos de sentimientos y emociones en mi interior que vociferaban con rebeldía te amo a través de mis ojos cristalinos y contentos.
Después de un rato deambulando por las calles de Nueva York bajo la lluvia, nos sentamos en un banco luego de que escampara para tomar unos helados.
- A que ahora estás más contenta - inquiere.
Lame el helado y su expresión facial me contagia una sonrisa.
- Sí, muchísimo más. Muchas gracias, necesitaba esto - contesto con la sonrisa más real de mi vida.
Me contempla atento, me atrevería a decir que enternecido.
- Pues ya lo sabes, cada vez que necesites una sonrisa me llamas y allí estaré. No me importará ser tu payaso con tal de sacarte una hermosa sonrisa, porque eso sí Natasha, es hermosa. Nunca antes había visto algo tan maravilloso - Dios santo.
¿Pero él qué intenta? Que en lugar de risa, termine hecha un mar de lágrimas, porque todo esto me supera.
- ¡Ay! Para ya, que me voy a poner roja - le doy una palmada en el hombro.
Su rostro se torna serio y me mira fijamente a los ojos. Aquella mirada intensa despierta mis nervios, así que escabullo mi mirada y comienzo a observar el suelo, pues no podía sostener aquellos penetrantes ojos azules.
- Natasha, ¿te puedo pedir un favor? - me pregunta seriamente mientras levanta mi barbilla para obligarme a mirarle.
- Sí, lo que quieras - le respondo un tanto preocupada.
- Nunca dejes de hacer eso por favor - me desconcierta con su petición, ya que no ha sido del todo concreto.
- ¿Qué cosa? No entiendo - contesto buscando que sea más exacto.
- Sonreír - respondió.- Nunca pierdas tu sonrisa, por favor. No sabes cómo me encanta verte sonreír.
Me lo pidió como si mi sonrisa fuera para él algún tipo de necesidad.
Mi preocupación se alivianó. Y es que lo curioso era tanto su petición, como su actitud conmigo.
¿Por qué me trataba como si nos conociéramos de años atrás? Como si realmente yo le importara.
Por más que lo intentara no podía evitar mantenerme escéptica.
- De acuerdo. Trato hecho - le respondo inconscientemente, sin saber el enrevesado camino que me tendría preparado la vida.
- Gracias - contesta.
Su intensa mirada hacia mis ojos era tan furtiva que por más que trataba de evitarla siempre me encontraba, y aunque no quisiera, mi cuerpo estaba en temblores, y mi corazón palpitaba extrañamente desenfrenado mientras en mi interior se formaba un inmenso vapor incontrolable.
No tenía ni idea de lo que me estaba pasando, pero sin ser consciente de ello, me estaba enamorando perdidamente de Joseph Harper, desde que lo vi por primera vez pensé que estaba enamorada de él, pero lo que estaba sintiendo ahora no tenía absoluta comparación con lo que creía sentir.