Mi Historia Atada A Un Sueño
img img Mi Historia Atada A Un Sueño img Capítulo 3 "Sin control"
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Capítulo 6 Entre la vida y la muerte img
Capítulo 7 "Acostumbrada a ti" img
Capítulo 8 ¿Quién es Daphne img
Capítulo 9 "Una llamada destroza corazones" img
Capítulo 10 "El comienzo de mi felicidad" img
Capítulo 11 "Atada a un sueño" img
Capítulo 12 "Manhattan beach" img
Capítulo 13 "Soy virgen" img
Capítulo 14 "Soy virgen II" img
Capítulo 15 "Colosal" img
Capítulo 16 "Reencuentro" img
Capítulo 17 "La amiga de mi novio" img
Capítulo 18 "En exceso" img
Capítulo 19 "En exceso II" img
Capítulo 20 "Crema de chocolate" img
Capítulo 21 "Por miedo a perderte" img
Capítulo 22 "Aprendí a quererte" img
Capítulo 23 "Adversarios" img
Capítulo 24 "Sublime" img
Capítulo 25 "Te amo sin límite alguno" img
Capítulo 26 "Natasha" img
Capítulo 27 "Ellas o él" img
Capítulo 28 "Amigas" img
Capítulo 29 "Reconciliémonos" img
Capítulo 30 "Comenzando mi éxito I" img
Capítulo 31 "Comenzando mi éxito II" img
Capítulo 32 "Voy a ser modelo" img
Capítulo 33 ¿Mamá img
Capítulo 34 "Voy a ser mamá" img
Capítulo 35 "Aborto inesperado" img
Capítulo 36 "Me perdiste" img
Capítulo 37 "Después de ti" img
Capítulo 38 Vendida img
Capítulo 39 Te sigo queriendo img
Capítulo 40 Mi adorado Joseph Harper img
Capítulo 41 Puedo resistirme a ti img
Capítulo 42 Tentación img
Capítulo 43 Tentación II img
Capítulo 44 ¿Dónde está Natasha img
Capítulo 45 Tengo frío img
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Capítulo 3 "Sin control"

Casi no podía mantenerme en pie de lo nerviosa que estaba.

Respiré hondo.

- Sí se puede - me dije a mí misma.

Caminé hacia la puerta y toqué el timbre, esta era una enorme puerta de cristal de cerradura digitalizada y se podía ver hacia dentro, vi como una chica con uniforme, al parecer de servidumbre se dirigía hacia la entrada para abrir, cada que estaba más cerca el cosquilleo sobre mi espina dorsal aumentaba. La empleada presionó el pomo hacia adentro, dio un giro de muñeca y abrió.

- ¿Si? ¿Qué desea? - me preguntó muy amable.

- Deseo ver Joseph Harper. ¿Se encuentra? - le pregunté en temblores.

- Sí, enseguida le aviso.

La chica se retiró, y yo no me lo podía creer, subió las escaleras y desapareció a través de un corredor.

Yo me encontraba fuera con Paula. La verdad era todo un palacio, o por lo menos para lo que yo estaba acostumbrada a ver.

La entrada estaba rodeada por muros no muy altos, perfectamente confeccionados, y con un diseño bastante peculiar, cerrando la entrada había una verja de gran tamaño, con moldaduras bastante llamativas y diseño con aspecto muy elegante, que como cerradura sólo tenía un picaporte, próxima a esta habían unos escalones bastante amplios de mármol, que una vez rebasados abrían paso a la puerta.

Era una casa muy amplia, las puertas y ventanas eran de vidrio color ámbar y pulidamente inmaculados, por excepción de unas ventanas en el piso de arriba, que estaba justo encima de la sala de estar, éste daba salida a un balcón de tamaño mediano, las ventanas eran de vidrio blanco, no transparente como las demás, esta, supuse que era la habitación de Ian, ya que a simple vista parecía ser la más lujosa.

A los costados de la puerta y frente a las ventanas habían pequeñas porciones de tierra adornados por siembras con plantas diversas y sofisticadas de gran elegancia, pequeños arbustos moldeados a gusto propio que a simple vista parecían tener un cuidado exquisito, entre este par de pequeños jardines estaba situada la puerta principal antes mencionada, que daba vista a una gran escalinata, la cual conducía al piso de arriba, ubicada en el lado derecho de lo que al parecer era la sala de estar, otra que no se quedaba atrás en cuanto a modernidad y elegancia, con sofás de piel y terciopelo muy grandes y sofisticados, que al frente tenían una enorme televisión de plasma en la pared, y si no me equivoco encima de uno de los sofás había un gato. Que tierno, siempre me han gustado mucho los animales, pero prefiero los perros.

Logré ver como una empleada lo agarró con dulzura y se lo llevó.

Mientras, yo me quedaba deslumbrada con semejante mansión.

De repente sentí como si mi corazón dejara de latir, mi piel se puso de gallina, me quedé en estado de shock, sentí como si mi vida estuviera pasando en cámara lenta.

De las escaleras bajaba una figura masculina, con gran apariencia varonil, era un hombre alto de pelo negro y lacio, blanco, casi pálido, de cara muy apuesta y ojos profundamente azules, en los que me perdí.

Sus labios parecían tan suaves y deliciosos como para enternecerse solo mirándolos, brazos musculosos, el pecho que se podía apreciar a simple vista, fuerte y robusto, llevaba puesta una camisa negra de cuello, remangada hasta los codos, y los dos primeros botones de arriba desabrochados. Unos jeans de mezclilla ceñidos al cuerpo, y unos zapatos italianos perefectamente limpios, sólo mirándolo podría pasarme meses.

Repentinamente sentí alguien llamándome, pero no por mi nombre, escuchaba una voz dulce y masculina.

- ¡Eh! ¿Te encuentras bien? - agita una mano delante de mi cara y me saca de mi ilusa película romántica.

Salí de mi pequeño lapsus, y me di cuenta de que él me estaba hablando. A mí, por más increíble que me pareciera, pero sí, me estaba hablando a mí.

Las ganas de abrazarle y besarle eran tan fuertes, que tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para contenerme, pero aún así no podía abrir ni siquiera la boca para decir hola.

- Hola, soy Paula Tyler, perdona el estado de idiotez de mi amiga, es una persona muy normal, esto nunca antes le había pasado - intervino Paula como grito de ayuda.

- Bueno, a mí no me molesta, pero, ¿tardará mucho en hablar? Es que hace rato me pregunto quienes son - repone él.

De pronto volví a la realidad.

- Disculpa, eh... eh... soy Natasha Howard - le dije.

- Menos mal que has reaccionado, estaba por llamar a urgencias... pero, ¿quién es Natasha Howard? - dijo. Supongo que bromeando y con curiosidad por saber quién era la loca que tenía delante.

Me reí atacada de nervios.

- Digamos que es una historia larga, pero para resumir te diré que soy la persona que más te idolatra en este mundo - le contesté no sé con qué valor.

- Ajá - contesta cortante.

Y no sé por qué creo que a punto de tomar el teléfono para llamar a la policía, pues su expresión me dio a entender que le parecía una loca a la que estaba a punto de echar a la calle, además de sus guardias de seguridad por haber dejado entrar a una maníaca a su casa, pero sorprendentemente no lo hizo, o no hasta el momento.

- En cuanto me digas lo que necesitas veo como puedo ayudarte - me dijo.- ¡Oh, por Dios! Ni siquiera me he dado cuenta; pasen y siéntense - nos invita señalando hacia el salón.

Paula y yo pasamos, ella tomó asiento, yo me quedé deslumbrada mirando su inmensa y lujosa mansión.

Estaba tan distraída que a la hora de sentarme, lo hice encima de él. Juro que fue por error.

- ¡Ups! Perdona, discúlpame. De verdad, lo siento mucho - me disculpo una y otra vez, sin cansancio, y siento que me van a explotar las mejillas de la vergüenza.

- No, tranquila, no pasa nada - dijo sin darle importancia.

- Oh, Dios mío, lo estoy arruinando todo - musité.

De pronto la emoción y el latido desenfrenado de mi corazón hicieron que las lágrimas inundaran mis ojos, inevitablemente todas las sensaciones acumuladas estallaron. Se apoderó de mí la situación y el millón de sentimientos encontrados, por lo que no pude controlarme y comencé a llorar.

- ¿Estás llorando? - me preguntó.

No se lo podía creer, y la verdad es que yo tampoco.

- Lo siento, es que no lo puedo evitar. No me puedo creer que esto me esté pasando, es que yo... yo.... simplemente no lo puedo evitar, perdóname. Lo he arruinado. Es que me lo imaginaba totalmente distinto - me llevo las manos a la cara y estrujo mis ojos para secar las lágrimas.

- Bueno, tranquila. No pasa nada. ¿Crees que un abrazo te tranquilice? Pues puedo regalarte uno - apenas termina la frase y aparece nuevamente ese vuelco al corazón que me había dejado sin habla.

- No... bueno, si quieres... no lo sé - y vuelven los balbuceos que me hacen parecer tonta.

- Me voy a tomar esos balbuceos como un sí - se aproxima a mí y se dispara mi corazón detrás de mi pecho.

Me acogió entre sus brazos calentitos y fuertes, era la mejor sensación del mundo, sentir su pecho contra el mío, y sus brazos envolviéndome mientras su respiración se ponía en contacto con mi cuello, en ese momento quería gritar, correr, saltar, en fin, expulsar esa adrenalina tan fuerte que se metía en mi cuerpo al estar tan cerca de él.

Luego de seis años esperando por el increíblemente maravilloso momento, y que minutos después de conocerme lo primero que haga sea abrazarme, es lo mejor que me puede haber pasado en la vida.

Entonces el momento de gloria acabó, sus brazos me soltaron, y poco a poco se fue alejando de mí.

- ¿Ya estás mejor? - me pregunta con una sonrisa.

- No sabes cuánto - le respondí aliviada, pero con ganas de que ese abrazo nunca hubiese terminado

- Okey. Espero por ti - dice y me quedo despistada.

- ¿Por mí? - pregunté dubitativa y nerviosa.

- Sí, por ti - respondió.

- Ah, claro, eh... como ya te dije me llamo Howard Natasha; perdón, perdón... al revés, o sea, Natasha Howard quise decir.

- ¡Eres muy graciosa! - esboza una preciosa sonrisa.

- Perdona que te corrija, pero sustituiría lo de graciosa por ridícula - le rectifico auto atacándome.

- Sinceramente no imagino una persona ridícula con semejante estilo y belleza - replicó y me reí con timidez.

- Gracias - me mordí el labio y escondí detrás de mi oreja un travieso mechón de pelo que estaba cubriendo mis ojos.

Por unos segundos se me quedó mirando enternecido, con una mirada curiosa, seguramente preguntándose, ¿pero y esta loca de dónde ha salido?

- Bueno, en realidad tú no tienes idea de quién soy, pero yo sí - comienzo a explicarle.- Hace seis años sé de tu existencia, fue en TV. Anunciabas tu nueva película, y te juro, desde el primer momento que te vi me quedé completamente loca contigo - intento remodelar mi comentario de inmediato y mostrar una imagen de mí menos acosadora.- A ver, eso no significa que esté enamorada de ti... eh... para nada <> Gritó mi subconsciente.- Es sólo que, pues... te admiro mucho, nada más - miré hacia arriba, hacia abajo, desvié la mirada a mis uñas.

Sí, tenía los nervios de punta. Ya habían pasado veinte minutos desde que lo conocí, y aún no me lo podía creer, luego de seis años imaginándome el momento, y por fin se está haciendo realidad.

- Ok, entiendo. Entonces me dices que hace seis años esperas por mí - se cerciora.

- Algo así, bueno, no exactamente esperé por ti, sino por la vida, esperé el momento, aunque la verdad mis planes no eran estos, pero no me pude aguantar más tiempo sin conocerte - le corregí.

- Me alegra significar tanto para alguien - me respondió con una sonrisa.

- Pues sí, y créeme, no tienes ni idea de lo que significas para mí - repongo ruborizada. - Pues me gustaría tener una idea más clara - me dice y abro los ojos como platos.

¿Qué se supone que significa eso? Me removió los sentidos aquello y resonaba en mi cabeza sin parar.

Vuelvo a situarme en la conversación e intento olvidar aquellas palabras.

- Oye, espero que no te parezca un atrevimiento, pero, ¿qué te parece si intercambiamos teléfonos?, y no sé... quizás un día que no estés muy ocupado podríamos vernos... claro, sí quieres - una vez sale por mi boca me arrepiento de haber dejado salir semejante elocuencia.

- Sí, por supuesto. Me parece una muy buena idea - acepta.

Y lo más increíble de todo es que lo hizo con una sonrisa, la misma que no había desaparecido de su rostro desde que cruzamos palabra. Y sinceramente no entiendo porqué.

Sacó su móvil del bolsillo de sus jeans, un móvil muy moderno y sofisticado, o sea totalmente de acuerdo con su dueño. Saqué mi teléfono de mi bolso de mano, y se cayó al suelo. Nada raro, pues durante el último tiempo no había dejado de estropearlo todo debido a mi torpeza, la cual ha sido provocada por los nervios.

Lo recogí y me fijé en un peculiar detalle, Paula puso los ojos en blanco producto a mi ilimitable nerviosismo, que para ella comenzaba a ser irritante.

Intercambiamos números de teléfono, e-mail, Whatsapp, en fin, ya estábamos en línea.

- Bueno, y ¿desde cuándo estás en Nueva York? - preguntó él cambiando de tema.

- Desde ayer, es que este viaje sólo era para conocerte - respondo colocándolo aún más en mi altar de gloria.

- Bien y, ¿qué te parece si me das tu dirección y mañana paso a recogerte para dar una vuelta por la ciudad? Digo mañana porque si llegaste ayer supongo que debes estar muy cansada, los viajes en avión son muy exhaustivos - me sugirió con una sonrisa.

Si, como no, en avión, más me hubiese gustado.

- ¡¿En serio?! ¿Me vas a recoger? - pregunté emocionada y extrañada.

- Sí. ¿Por qué no?

- ¡Wow! ¿De verdad quedaremos mañana? - le pregunté de nuevo como si tuviera alguna dificultad auditiva.

Necesitaba cerciorarme de lo que había dicho, pues aún así me lo repitiera cien veces más no podría creérmelo.

- Ya te he dicho que sí, a las 10:00 a. m. - me respondió.

- Perfecto, increíble. Eh, nos vemos - me despido.

Pero si soy sincera, deseaba quedarme todo el día embobada mirándole.

Me dio dos besos y nos fuimos a casa. Después de haber caminado unos cuantos metros lejos de su casa, era tan fuerte la emoción, que Paula y yo comenzamos a dar saltos y a gritar alegres mientras escandalizábamos las calles.

- Quién me iba a decir a mí que el gran Joseph Harper me iba a halagar tanto y me pediría una cita. Es de locos - dije abriendo una conversación después de un rato caminando sin ánimo de tomar un taxi.

- Pues ya ves, así es la vida de loca, pero en verdad Natasha, no sabes cuánto me alegro por ti - me dijo Paula rodeándome con el brazo.

Nuevamente el asombro apoderó de mí y la algarabía se escapaba a través del destello de mis ojos. La mezcla de emociones era una montaña rusa deslizándose mediante mi cuerpecito tembloroso.

- No lo puedo creer... lo hice, no es posible, ¡lo hice, lo hice! ¡Lo he logrado! - gritaba como loca en medio de la ciudad.

Dejé escapar un chillido de alegría.

- Conocí a Joseph Harper. ¡Lo conseguí! - volví a gritar meneando la cabeza de un lado a otro cual niña pequeña entrando a un parque de atracciones.

Llegamos a casa y abracé a Raquel, ya ella se imaginaba lo que había sucedido, pero yo quería darme el gustazo de contárselo.

- ¡Adivina qué! Mañana me pasa a recoger para salir - le dije a Raquel.

Ella tan emocionada como yo comenzó a reírse emocionada y entre las tres chillábamos sin intención de parar.

- Natasha, yo creo que se ha enamorado de ti - comentó Paula.- Raquel, si ves como la miraba, y la cortejaba, te quedarías tan loca como yo - continuó diciéndole.

- Seguro Natasha, cualquiera se enamoraría de ti - dijo Raquel apoyando a Paula.

- Sí, ya lo has dicho Raquel, cualquiera, por desgracia para mí él no es cualquiera - asumo una actitud pesimista.- Y es que no quiero que me digan estas cosas, no quiero crearme ilusiones para luego decepcionarme. Para mí conocerlo supone todo un logro, es suficiente. No puedo montarme toda una película romántica en la cabeza y luego llevarme la peor decepción de mi vida. Ahora bien, no lo vuelvan a decir ¿De acuerdo? - las señalaba a ambas con el dedo índice como actitud amenazante esperando un sí.

- De acuerdo - contestaron las dos a coro.

Ya eran las nueve y treinta de la mañana, yo estaba nerviosa esperando a Joseph.

Inesperadamente sentí un estrepitoso sonido en el techo, salí al porche para ver que pasaba, aunque era obvio, había comenzado a llover, una lluvia insoportablemente fuerte que me aseguraba que Joseph no iba a venir.

Me había vuelto un mar de delirios respecto a mi anhelado señor Harper, y precisamente por esto detestaba que Paula y Raquel me metieran ideas absurdas y ñoñas en la cabeza; es tarea del destino decidir si la meta llegaría a su límite al conocerlo y por lo visto ya me lo había dejado claro.

            
            

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