Recojo mi cabello mojado en un moño en lo alto de la cabeza y me incorporo para decirle.
- Querrás decir cuando sea actriz - le corrijo con total afirmación, dejando claro que ese día llegará.
- Exacto, cuando seas actriz - se sonrió, mientras reafirmaba lo que yo acaba de declarar.- Pero continúa, ¿qué más quieres? - me pregunta nuevamente como si mi vida, mis gustos y mis anhelos fueran de total interés para él.
- Visitar Las Cataratas del Niagara, ir a Paris, y Las Vegas. O sea nunca antes he estado en ninguno de los tres sitios, y no sé por qué tengo la sensación de que me va a encantar - le digo.
- A ver si escuché bien, Las Cataratas del Niagara, Paris, Las Vegas, y ser actriz. Bueno, pues tú tranquila, que todos los vas a cumplir - me afirmó como si pudiera leer el destino o tuviera algún tipo de clarividencia.
- ¿Cómo es que estás tan seguro? - le pregunto suspicaz.
- Porque lo sé, ya verás - eso es todo lo que responde a mi pregunta.
Me esperaba que fuera un poco más concreto, pero respondió cortante y sin darme un hilo del que tirar, por lo que alzo una ceja preguntándome por qué hablaba con tanta seguridad.
- Bueno, creo que es hora de que me lleves a casa - le sugiero unos segundos después de dejar mi incertidumbre atrás.
- Mañana ven a mi casa, ¿ok? - mantiene una cara seria y un tono de voz firme, como si de repente la dulzura de hace un momento se hubiese esfumado.
- Okey, como usted diga, señor Harper - le contesto obedientemente y de forma exagerada, para intentar disipar la expresión tensa de su rostro, aunque sobre todo para apaciguar los nervios que arribaron a mi cuerpo al inspeccionar su cara.
- Perfecto, pues suba señorita Howard - bromea siguiéndome el juego y me siento mucho más relajada.
Salto sobre su espalda con ayuda de él y echa a andar rumbo a casa.
Una vez llegamos me dejó en la puerta, después de darme un beso de despedida.
Quizás estoy siendo un poco paranoica igual que Paula y comienzo a ver cosas donde no las hay, pero siento que ese beso estuvo muy cerca de mis labios, y me atrevería a jurar que no fue un tonto despiste.
Me quedo en la puerta hasta que subió en su coche y se perdió a través de la carretera.
Llamo a la puerta, ya que no llevaba llaves.
Paula me abre y discierno una seriedad en su rostro poco creíble.
Nada más entrar ella se echa a reír y comienza a pegar chillidos de alegría mientras se me tira a los brazos, así que me doy cuenta de que tal y como imaginé, su supuesta seriedad no era más que una fachada para despistarme.
No puedo evitar que me transmita su desenfrenada emoción y mis amigas y yo comenzamos a gritar y a dar saltos de alegría.
- Vaya, parece que alguien nos debe una disculpa, ¿verdad Paula? - interviene Raquel con una sonrisa chantajista.
- Es cierto, esperamos por ti Natasha - dijo Paula siguiendo su juego.
- No, todavía no hay nada claro - me niego.
Por orgullo, cierto, pero más que nada porque por más señales que nosotras viéramos, no significaba que Joseph estuviese enamorado de mí.
- Bueno, ya tendrás que dejar tu inmenso orgullo de lado. Te lo advierto - dijo Raquel meneando un dedo delante de mi cara en señal de aviso.
Que más me gustaría a mí que terminar pidiéndoles disculpas. Pues eso significaría que sus sospechas eran ciertas, y Joseph está enamorado de mí.
Al día siguiente, tal y como Joseph me pidió, fui a su casa.
Al llegar llamé al timbre, Rosie, la sirvienta venía a abrirme, pero el bajaba las escaleras volando y se le adelantó.
- Gracias Rosie, ya abro yo - le dijo.
Me invitó a pasar. Antes de que pudiera abrir la boca para decir hola me vendó los ojos con un pañuelo y me sentó en un sillón.
- ¿Estás lista? - me pregunta.
- Sí, eso creo - contesté dubitativa, pues no tenía idea de qué se trataba todo esto.
- Pues quítate la venda - me permite.
Descubrí mis ojos y vi que lo tenía delante sonriendo mientras me mostraba tres billetes de viaje para el Niagara, con hotel, y gastos pagados.
No me lo podía creer, ese hombre, que había conocido hacía apenas dos días, me había comprado tres billetes para hacer el viaje de mis sueños, sólo para que cumpliera un deseo, que ni yo misma me había tomado el gran interés de realizar.
Fue tan fuerte la emoción y lo impresionada que me quedé que sólo se me ocurrió abrazarlo, mientras mis ojos querían estallar en lágrimas.
Él, sorprendentemente también me abrazó. - ¿Cómo puede ser que me conozcas tan sólo hace dos días y hagas todo esto por mí? - le suelto sin aguantarme un instante más la curiosidad.
- Porque a una persona tan maravillosa como tú se le toma cariño sólo con dos minutos - contesta directamente sin contemplaciones.
- Joseph, no sé cómo darte las gracias, de verdad, pero no lo puedo aceptar, esto es demasiado. Tú no tienes porqué tomarte estas molestias conmigo.
Realmente me encantaría hacer ese viaje, pero no podía permitir que, sin más, se portara tan bien conmigo.
- No, no es demasiado, y sí lo vas a aceptar. Es que Natasha, entiéndelo, para mí no es ninguna molestia hacerte feliz. Yo te pedí que no dejaras de sonreír nunca, y por eso quiero contribuir con ello. Así que no se diga más, te vas a Canadá - dice llevándome la contraria.
- Estás increíblemente loco - me río meneando la cabeza, pues este hombre es un caso perdido.- Pero lo siento, ya he dicho que no. No insistas, no los voy a aceptar - le repliqué.
- No eres más testaruda que yo, sí los vas a tomar, y vas a pasar una increíble semana en Canadá con tus amigas, y cuando vuelvas me contarás todo lo que hagas, y me mostrarás las mil fotos que te tomes, además ya los he pagado, no los voy a tirar a la basura - continúa insistiendo obstinadamente.
- Está bien - me rindo.- Voy a ir, pero no se te ocurra volver a hacer una tontería de estas, ¿entendido? - levantó mi índice a la altura de su cara con postura amenazante.
- De acuerdo - se ríe mientras asiente con la cabeza. - Bueno, me voy a casa a avisarle a mis amigas.
Luego de tanto resistirme, ahora estaba incluso eufórica.
Llegué a casa, y les dije a Paula y Raquel.
- Chicas, no se van a creer lo que me acaba de pasar.
- Joseph te besó - irrumpe Paula alocadamente.
- No - pongo los ojos en blanco.- Ha comprado tres billetes, para que mañana nosotras, nos vayamos al Niagara - les dije.
- ¡¿Qué?! - gritaron las dos asombradas.
- Sí - repito.
- ¡No! ¿De verdad? - volvió a preguntar Paula sin poder creérselo.
- Que sí, chicas, nos vamos al Niagara.
Unos minutos después yo me fui a mi cuarto a recoger mi inmenso equipaje, ellas por otra parte estaban platicando en el salón.
- Paula, no debemos ir al Niagara - sugiere Raquel.
- ¿Estás bromeando? - pregunta esta retóricamente.
- No, Paula sabes muy bien que ese es el sueño de Natasha, le encantaría ir con nosotras, pero sobre todo con el amor de su vida, y lo sabes. Nosotras mejor nos quedamos aquí, y ella que vaya con Joseph - destaca Raquel.
Yo siempre he adorado a ambas, son mis mejores amigas y las quiero por igual, pero a pesar de esto, lo he dicho siempre, mejor amiga que Raquel, no se podría encontrar ni mandada a hacer.
- Tienes razón - accede Paula manteniendo la misma actitud compresiva.
Ellas entraron a mi habitación, y muy serias me dijeron.
- Natasha, lo sentimos mucho, pero no podemos ir contigo al Niagara.
Raquel se sienta en la cama y me ayuda con el equipaje.
Me río haciéndome a la idea que estaban bromeando, y todo lo que pretendían hacer era tomarme el pelo.
- No es broma - me advierte Raquel.- Nosotras nos tenemos que quedar para hacer unas gestiones aquí, lo sentimos, y no insistas - se niegan indiscutiblemente.
- Pero yo quiero ir con ustedes más que con nadie en el mundo - protesto mientras les ruego.
- ¿Estás segura? Yo creo que hay alguien con quien si te gustaría ir - dice Paula mientras me guiña un ojo y me quedé algo desconcertada.
- Con Joseph - continuó diciendo Raquel, sacándome de mi incertidumbre.
- Así que ve a su casa, y díselo - vuelve a intervenir Paula.
Justo como ellas me dijeron, fui a la casa de Joseph, y al llegar le dije.
- Joseph, lo siento, pero no puedo ir a Canadá, mis amigas tienen unos asuntos pendientes y no me pueden acompañar, y sola no iré.
Quizás no lo hice a través de una expresión facial, pero me sentía abrumada.
- Pues, ven conmigo - me respondió dando solución a mi problema y ofreciéndome justo la respuesta que con tanto afán esperaba.
- ¿De verdad? - le pregunto animada y cerciorándome de que me lo ha dicho en serio.
- Sí, solo que... - emite una pequeña pausa y comienzo a preocuparme.- Entonces tendrías que dormir hoy aquí - me avisa luego de continuar la frase.
- ¡¿Qué?! - suelto sorprendida, y con los nervios a flor de piel.
- Sí, porque el avión sale a las diez, y no me puedo arriesgar a que te quedes dormida, ya que no tienes muy buena fama con lo de la puntualidad - justifica.
- Claro, bueno entonces voy y traigo mis cosas - me doy la vuelta para marcharme y lo escucho detrás de mí.
- Espera, yo te llevo, te vas a dejar la vida en taxis.
Me llevó a casa tomé mis cosas, y me despedí de mis amigas.
Una vez lista regresamos a su casa.
- Y, ¿cuál será mi habitación? - averiguo cuando llegamos.
- Perdona, ¿tu habitación? - frunce el ceño y mantiene una expresión despistada como si no supiera lo que estaba hablando.- Querida los invitados en esta casa duermen en el sofá - me rectifica.
Abro los ojos como platos con intenciones de decirle un disparate, pero antes de que pudiera abrir la boca y hablar, me interrumpió diciendo.
- Es broma, no vayas a soltarme algún improperio. Ven sígueme - al parecer descifró bien la expresión de mi rostro, eso, o puede leer la mente.
Lo seguí, y me llevó a una habitación muy bonita y lujosa, la cual me encantó. Tenía una decoración femenina bastante peculiar.
Dejé mis cosas, me di una ducha y me acosté a dormir.
Ya estaba despierta, más temprano que de costumbre, y unos minutos después Joseph entró en la habitación con mi desayuno en una bandeja, la cual colocó encima de la cama.
Se supone que esto lo hace la empleada de servicio, pero al parecer esta tarea le resultaba amena.
Desayuné.
- Voy a ducharme - le aviso.
- Yo también - respondió.
Salió de la habitación y yo me metí al baño.
Al salir de la ducha en albornoz, comencé a hidratar mi piel con un aromático aceite de almendras, que dejaba a la misma una superficie suave y brillante.
Joseph.
Ya me había arreglado e iba hacia la habitación de Natasha para ver si ya estaba lista, pero noto la leve apertura de la puerta, intento cerrarla, pero al acercarme a ella, no puedo evitar quedarme perplejo. Natasha está de espaldas a la puerta y aplica crema hidratante sobre su piel.
Trato de hacer un esfuerzo y dejar de mirar, pero supongo que mi mirada es demasiado imprudente, así que me cuesta contenerme.
Finalmente logro volver en mí y cierro cuidadosamente la puerta.
Varios minutos después llamo, ella me invita a pasar luego de estar vestida.
Una vez me establezco en la habitación, me detengo a contemplarla. Lleva unos pantalones de mezclilla ajustados con una camiseta de tirantes ceñida por debajo del pantalón de color negro y una chaqueta de cuero de igual color, acompañados por unos tacones negros puntiagudos.
Me siento en la cama mientras ella lo hace en frente del espejo para arreglarse.
Luego de un buen tiempo maquillándose, toma un bolso y se dirige a mí.
- Bueno, mereció la pena un año frente al espejo - bromeo.
- Gracias, me alegra que lo reconozcas - se auto halaga.
Al salir de la casa, estaba toda la prensa fuera, por suerte subimos al taxi rápido, media hora después, ya estábamos en el aeropuerto. Gracias a Dios allí no habían periodistas.
Natasha.
Subimos al avión, fueron una hora y quince minutos de viaje. Tiempo repartido en sueño, charlando y tomándome fotos con Joseph.
Debía aprovechar el momento, pues ni siquiera me creía que fuera real.
Al bajar del avión, le esperaba un tumulto de periodistas, hacían preguntas absurdas, aunque me hubiese gustado que fueran ciertas.
- "¿Son pareja, se van a casar, va a ser por la iglesia o por lo civil?" - gritaban esperando alguna respuesta por nuestra parte.
Ya estaba tan agobiada que paré de caminar, pues ellos entorpecían mi paso. Y al parecer no iban a parar hasta tener algo.
- ¿Quieren una exclusiva? - dije en voz alta y todos respondieron sincronizados.
- ¡Sí!
- ¡Pues aquí tienen!
Agarré a Joseph de la nuca y lo acerqué contra mí, impetuosamente lo besé y pude sentir los flashes de las cámaras alborotados.
Probablemente esto me traería problemas, o a él, pero no tuve alternativa... bueno, tal vez sí, pero digamos que abusé un poco de las circunstancias.