Mafia: Guerra entre Familias
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Capítulo 10 10

Un recuerdo:

«Caminaba en una calle conglomerada, era feria de invierno, y el desfile había terminado hace una hora. Ella vestía de una chaquetilla negra, jeans grises y zapatillas rojas. Su acompañante tenia puesto un vestido negro y de tirantes, tacones negros, a pesar del frio no usaba abrigo ni pantalón, andaba cómoda; una rubia despampanante de ojos azules, de rostro perfilado muy femenino y familiar. Elizabeth.

-Veo que te gusta mucho mi hermano, Marianne. -Elizabeth sonrió. Una sonrisa amigable, reconfortante, había cierto agrado en su porte, exquisita, divina, una sensualidad envidiable-. También le gustas mucho. Me doy cuenta cuando se miran.

-¿Cuándo nos miramos? -inquirió Marianne, con una sonrisa de oreja a oreja. Apenas tenía diecisiete años, y demostraba una belleza innegable a pesar de eso. Aun así, se sentía intimidada delante de Elizabeth-. Me mira como un niño hambriento.

-Igual que tu mirada, Marianne. Sé de esas cosas. Conozco el deseo cuando lo veo. No te cohíbas conmigo, por favor. Sé que apenas nos conocemos, pero te considero como una amiga. -Elizabeth tenía una voz sensual, una mirada sensual, incluso sus gestos corporales eran muy sensuales-. Puede que te parezca raro escuchar de esto de mí. Pero, si. Mi hermano es muy sexy.

-Sí que lo es... -Marianne se le escapó, no pudo aguantarse el comentario, se sonrojó-. Pero.

-No hay peros cuando de deseo se trata, Marianne.

-Tengo diecisiete años. -Marianne bajó la mirada tímidamente-. Y él...

-Siete años más. -le recordó Elizabeth. Se acercó a ella. Olía tan bien, tan femenina. Entrelazó su brazo derecho con el brazo izquierdo de Marianne, como si la acompañara a altar-. En Eslandia la edad de consentimiento comienza a los dieciséis. Si ambas partes están de acuerdo, obviamente. Y, viendo como miras a mi hermano de manera muy hambrienta, estoy más que segura que tú estás muy ansiosa de darle ese consentimiento. -miró que Marianne se sonrojó-. No te cohíbas conmigo, Marianne. Ambas somos mujeres. Tarde o temprano hablaremos de este tipo de cosas. -hizo una pausa. Sonrió-. Y sé que le gustas mucho a mi hermano.

-¿Cómo lo sabes? -Marianne entornó los ojos, curiosa.

-Lo sé, querida. -Elizabeth se detuvo, haciendo que Marianne también se detuviera de caminar. Ambas se miraron a los ojos. Marianne se intimidó nuevamente, sonrojada. Elizabeth era muy despampanante. Demasiado hermosa, irreal. Elizabeth tomó de las manos a Marianne, se las acarició dulcemente-. De lo contrario, no estarías hablando conmigo. -Marianne frunció el ceño, como si estuviera tratando de descifrar esas palabras. Elizabeth sonrió, mirándole el rostro, con cierta lujuria».

                         

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