Mafia: Guerra entre Familias
img img Mafia: Guerra entre Familias img Capítulo 7 7
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Capítulo 7 7

Marianne cerró los ojos con fuerza. Sus pensamientos se convirtieron en recuerdos. Recuerdos que la transportaron seis años atrás. Cuando solo tenía veinte años:

«En el pasillo largo de aquel club, caminaba. Tenía puesto un vestido negro con tirantes, su cabello recogido, tacones altos. Tan hermosa. Tenía en sus manos una llave, que había escondido momentos antes al entrar en el club. Mientras caminaba, sus manos temblaban, dudaba. Cuando introdujo la llave en aquellas puertas dobles de madera roja, con el tallado de un arcángel que cubría cada parte de ambas puertas. Cuando abrió las puertas, comenzó la pesadilla».

De vuelta en el presente. Marianne abrió los ojos, encontrándose con los ojos fríos de Edward, llenos de odio.

-Te haré una pregunta, Marianne. -Edward le soltó la barbilla, dando un paso atrás, con la mirada fija en sus ojos-. ¿Le contaste a alguien sobre lo que viste aquella noche?

-No, Edward.

-No me mientas, Marianne. Sé cuándo lo haces. ¿A quién le hablaste sobre mí?

-¿Sobre el verdadero tú? -Marianne frunció el ceño-. A nadie.

-¿Qué hay de Ben? -preguntó Edward con malicia. Torciendo el gesto en una sonrisa maliciosa.

-Ben está muerto, Edward. -dijo Marianne con un nudo en la garganta y el corazón encogido.

-Pero él lo sabía obviamente.

-Lo sospechaba.

-Esas sospechas llegaron a ti y querías asegurarte que fueran mentiras. ¿No es cierto? ¿Tan poca confianza me tenías entonces?

-En algún momento iba a pasar, Edward.

-No si podía evitarlo. ¿Quién más lo sabe?

-Nadie más. -dijo Marianne, decidida.

-¡No me mientas! -Edward gritó, furioso. Dio un paso al frente, pero retrocedió inmediatamente en cuanto vio el cuchillo en la mano de Marianne, a un costado de su cuerpo, con la punta filosa apuntándole. Ladeó una sonrisa.

Un estallido incontrolable de ira brotó dentro de Marianne. Las brasas de ira eran evidentes en sus ojos. El cuchillo estaba tenso, la hoja centellaba al reflejarse la luz de la bombilla de la habitación. -¿Por qué no me dijiste?

-¿Sobre mí? -Edward miró el cuchillo, luego miró a Marianne-. Te espantaría.

-Eso es absurdo. -Marianne apretó los dientes-. ¿Estabas dispuesto a ocultarme tus secretos toda una vida?

Edward se encogió de hombros. -Vivía una doble vida incluso antes de conocerte, Marianne. ¿Por qué no seguiría con eso?

-¿Habría cambiado algo al decírmelo? -preguntó Marianne, no sabía si esperaría una respuesta convincente.

-Al principio pensarías que era un loco, o que estuviera tomándote el pelo. Pero si te lo demostraba. Te marcharías, Marianne. Y no quería perderte.

-Me perdiste de todas maneras.

Edward frunció el ceño, su mandíbula se tensó, su cuerpo se tensó, su mirada se llenó de odio. -Perdí más que tu amor. Perdí mucho, más de lo que te imaginas.

-Elizabeth....

-¡Cállate, maldita sea! -Edward rugió. Marianne retrocedió, levantando el cuchillo, como si estuviera defendiéndose ante un ataque de ira-. ¡No vuelvas a decir su nombre!

            
            

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