Capítulo 3 Empleado nuevo

Eliza estaba acostada en la sala de su casa, a Dara y a ella les gustaba ver un programa de televisión que trataba de crímenes sin resolver, crímenes fallidos y crímenes perfectos. De pronto comenzó a llover, el sonido de la lluvia era tan palpable al igual que la sangre entre sus manos, pudo ver nuevamente a toda esas personas morir por esa lluvia bestial. Su respiración se volvió agitada, el miedo le recorría la columna vertebral.

«No, no, no» , se repetía mentalmente, imaginó a Zara salir de la tienda con las compras, se transportó a su vehículo y comenzó a gritar haciendo señas, pero su hermana no entendía ... Todo se repitió en su mente, de nuevo no logró salvarla.

-¡Zara, no! -un grito desgarrador salió de su garganta, Dara la abrazó fuerte para tratar de calmarla.

Comenzó a contar mentalmente tratando de relajarse, miró el techo de la sala que brillaba con pequeñas estrellas falsas que habían puesto Zara y ella. Se acurrucó para llorar y maldecir por todo lo que estaba pasando, Dara se quedó dormida en la sala sosteniéndole la mano, observó la hora en su celular, cinco treinta de la mañana, otra noche sin lograr conciliar el sueño, tomó sus audífonos y se puso a ver videos de YouTube sobre como superar pérdidas, también intentó distraerse mirando videos de bromas, pero nada de eso lograba parar el llanto. Sus entrañas dolían de tanto llorar, su estómago rugió provocándole una arqueada, corrió apresuradamente hacia el váter soltando lo poco que tenía dentro...

¿Alguna vez has vomitado después de tanto llorar?

Dicen que cuando estamos realmente tristes vomitamos porque nuestro cuerpo siente un dolor tan profundo junto a nuestra alma y también quiere expresarlo.

Con un trapo seco limpió sus labios mientras moqueaba. Necesitaba salir de casa, era como si estuviera en un bucle interminable en el cual despertaba asustada durante la madrugada, se marchaba al trabajo para olvidar su casa y todos los recuerdos junto a Zara.

Eliza salió apresuradamente para irse a la cafetería, su turno empezaba hasta las siete de la mañana, pero llegar media hora antes no molestará a nadie. Además Moni ya le había dado permiso de estar en la cafetería el tiempo que quisiera para ayudar con la terapia.

El cielo estaba nublado al igual que su corazón y las calles estaban solas, al igual que su alma. Vasgach era una ciudad segura donde todos se conocían, era por eso que no le daba miedo ir sola en la calle.

Cuando entró a la cafetería hizo la misma rutina de siempre, se preparó un expreso bien cargado en su vasito entrenador color lila.

Mientras tomaba café salió a dejar las bolsas de basura al contenedor de afuera y fue ahí cuando se arrepintió de haber ido a trabajar aquel día.

Comenzó a llover.

Dejó caer su vaso de café en el pavimento, pronto relacionó el café tirado con la sangre de aquella noche y las gotas de lluvia con el vidrio estrellado.

Volvió a revivir aquel momento, volvió a revivir la muerte de su hermana.

Abrió los ojos aterrada y comenzó a llorar paralizada en medio de la calle, tocó su estómago sintiendo que vomitaría el café que había bebido, su garganta tenía un nudo, le estaba costando respirar, el tórax se movía de arriba hacia abajo bruscamente. Un auto pasó a su lado sonando el claxon, gritando que se moviera, pero ella yacía ahí en medio de la calle, era como estar en un parálisis de sueño, pero fuera de la cama a mitad de la calle.

Escuchó pasos que se acercaban y alguien la tomó de los hombros.

-¿Estás bien?

Levantó la mirada y lo miró a los ojos por primera vez.

-¿Puedes oírme?

Quería que la sacara de en medio de la calle, quería que la ayudara a secarse, quería que alguien le dijera que no estaba sola y que pronto todo eso terminaría.

Y así fue.

El chico la tomó en sus brazos, con calma la llevó a la cafetería, la sentó arriba de una mesa y sin pedir permiso entró al área donde solamente puede entrar el personal autorizado, sacó dos toallas y una camisa que Moni tenía en su oficina, amarró su cabello con una toalla. Ella seguía escuchando las gotas de lluvia caer y tapó sus oídos, los estragos de la parálisis estaban desapareciendo lentamente, pero el miedo seguía presente.

-¿Le temes a la lluvia? -Asintió a modo de respuesta.

En la cafetería había un sistema de audio, él lo encendió rápidamente y puso música a todo volumen. Sonaba Speed Of Sound de Cold Play.

Secó a Eliza suavemente, limpió cada lágrima de sus mejillas, también le quitó los tenis y las calcetas para después salir corriendo por su vaso entrenador.

-¿Estás Mejor?

No dijo nada, sólo sonrió.

De haber sabido que él sería el causante de su desgracia, el causante de su tristeza y el causante de su odio hacia la vida lo hubiese matado en ese mismo instante.

Con cara de alivió le entregó la camisa blanca de Moni y se giró cerrando los ojos, entonces ella entendió que quería que se quitara la blusa mojada. Después de que Eliza se cambió, él se giró para verla.

-Gracias.-Ella agradeció.

Apenada miró sus pies descalzos y el frío del piso la hizo estornudar.

-¿Cómo te llamas? -cuestionó, aunque claramente ya sabía su nombre.

-Eliza Narvis. -Sorbió los mocos.

-No sé que es lo que está pasando, pero me debes otro vaso de agua con hielo.

-¿Cuál es tu nombre?

-Soy Aidan. -El pecho de Eliza ardió cuando escuchó su nombre, exhaló y se puso de pie.

-Gracias por ayudarme, Aidan.

-Si me vuelves a agradecer, voy a tener que cobrarte.

La puerta de la cafetería se abrió y entró Moni corriendo a abrazarla, la tomó de las mejillas apretando fuerte y depositó un beso en su cabeza.

-Cuando comenzó a llover encendí el auto y vine lo más rápido que pude, veo que llegué tarde. -Moni estaba mirando los tenis en el suelo.

-Todo está bien, Aidan me ayudó.

-¿Es tu nuevo empleado? -cuestionó Benny desde la puerta, no lo habían visto llegar.

-Él me ayudó cuando la lluvia llegó por sorpresa. -Lo miró agradecida.

-Pareces buen chico, ¿por qué no lo contratas? -Moni era mandona y su manera de hacer las cosas que ella quería era así, "sugiriendo cosas".

-Él no busca empleo. -Eliza se quitó la toalla de la cabeza.

-A decir verdad, quiero regresar a mi lugar de origen pronto y para hacerlo necesito un trabajo.

-Esa sería una buena forma de agradecerle -se entrometió Moni.

-Puedo darte empleo, la paga no sería tan buena, pero...

-Acepto. ¿Dónde firmo?

-Comenzaré a hornear, sería bueno que Eliza vaya a casa. ¿No crees mamá? -sugirió Benny entrando a la cocina.

-Quiero quedarme a trabajar.

-No podemos estar con la música a todo volumen, eso molesta a los clientes y parece que seguirá lloviendo el resto del día.

-¿Cómo regreso a casa? -preguntó preocupada porque afuera llovía.

-Te presto mi auto, Aidan puede llevarte.

-¡Sí! Ya puedes comenzar a darme órdenes. -Parecía entusiasmado.

Aidan estaba entusiasmado y no era precisamente porque le acababan de dar empleo, sino porque su verdadero plan estaba tomando forma.

-Bien, iré a despedirme de Benny, ahora vuelvo.

Eliza fue con Benny a despedirse y a contarle lo que estaba a punto de hacer. Él la miró con preocupación y con algo de desagrado.

-No parece buen tipo. -Levantó su dedo índice lleno de crema para pasteles.

-Necesito un empleado. -Encorvó los hombros.

Benny no dijo nada simplemente se dio la vuelta y continúo amasando la mezcla del pastel, él sabía que sin importar qué, ella haría lo que le pareciera conveniente. Eliza dejó las toallas colgadas en su lugar, tomó su bolsa y se dirigió hacia donde estaba su nuevo ayudante, estaba sentado jugando con una servilleta, su rostro lucía preocupado, tenía unos dedos ágiles que se movían de un lado a otro tratando de formar una figura de papel, pero cuando sintió la presencia de Eliza hizo bolita la servilleta y la miró fijamente.

-¿Dónde han sido tus antiguos trabajos? -Ella se sentó frente a él.

-Eh, bueno... Yo...

Se quedó callado sin saber que decir, Eliza alzó las cejas a modo interrogativo.

-Nunca he trabajado antes, vine a Vasgach buscando a... Un amigo y cuando iba de regreso a casa perdí... Mis pertenencias -Aidan lucía nervioso, ¿por qué estaba nervioso?

-¿Te asaltaron?

-Algo así. -El semblante de Aidan cambió totalmente, se quedó mirando a la nada, como si estuviese recordando algo.

-Tu trabajo será ayudarme. Yo no puedo tocar el agua por problemas de... salud. Es por eso que necesito que me ayudes a regar el césped, limpiar la casa y necesito que seas mi guardia. ¿Puedes hacer eso?

Lo de ser guardia se le acababa de ocurrir, parecía un chico rudo, por lo tanto podría cuidar de ella. Además ya había demostrado su amabilidad pues acababa de ayudarla sin esperar nada a cambio, fue por eso que se le hizo buena idea contratarlo.

-Claro, comenzaré llevándote a casa. Mónica me dijo que podías usar su auto hasta que las tormentas de este mes terminen. -Giraba las llaves entre sus dedos.

-¿Dónde está Moni?

-Vino su esposo por ella y dijo que volvía en cinco minutos.

-Bien, entonces vámonos.

Eliza se puso los audífonos a todo volumen, Aidan la cargó y la subió al auto, no preguntó porque le temía a la lluvia, simplemente le ayudó.

Después le dio indicaciones para llegar a casa, durante el camino Aidan veía el pueblo como si nunca antes le hubiera puesto atención, iba maravillado con cada cosa, parecía un chico alegre y eso era lo que ella necesitaba.

Él regresaría a casa y ella regresaría a la normalidad.

En el trayecto a casa le sugirió dormir en uno de los cuartos de huéspedes de su casa, así le facilitaría la estadía en la ciudad y a ella le facilitaría superar la crisis postraumática, sin dudarlo accedió, pues a nadie le conviene estar pagando un cuarto de hotel cuando puede vivir en su lugar de trabajo.

Cuando llegaron a casa la lluvia ya había parado, le indicó la habitación en la que dormiría, le mostró la ubicación de los artículos de limpieza y en dónde debería de tirar la basura, también le dijo que cuando ella estuviera cerca no podía abrir los grifos de agua y que a las diez de la noche estaba apartada la televisión, así que no podía estar en la sala.

Los límites habían sido establecidos, nada de contacto físico, prohibidos los invitados, tenía que despertarse a las seis de la mañana y estar al pendiente de todo lo que Eliza le dijera.

-¿Quieres saber cuál será tu sueldo?

-No, el día de la paga me daré cuenta.

-Tu ropa está...

-Sucia, lo sé. Puedo lavarla. -Eliza negó con la cabeza

-Te daré ropa de mi padre. -Abrió los ojos sorprendido-. Vamos a su cuarto.

Habían pasado más de dos años desde la última vez que entró a la habitación de sus padres. Estaba llena de polvo, pero aún así seguía el aroma a eucalipto de las fragancias que siempre usaban, abrió el closet y le hizo a Aidan una señal para que se acercara.

-Ellos murieron hace diez años. -Respiró como si estuviese aliviado.

-Mi madre murió antes de que pudiera conocerla -dijo con empatía. Ella se sintió egoísta por alegrarse de no ser la única persona que sufría con este tipo de pérdidas emocionales.

-¿Y tu padre?

-Está en casa, esperando por mí.

Aidan eligió seis cambios de ropa; dos pijamas, dos trajes formales y dos casuales. Salieron de la habitación, seguido de eso se despidieron y ella se metió a su cuarto.

Se ducharía después de Aidan, mientras tanto cerró los ojos y durmió repentinamente.

-¡¿Quién carajos eres tú?! -Escuchó a Dara gritar, seguido de eso la risa de Aidan.

Dara no sabía que contrató a Aidan, olvidó mencionarlo, se levantó de la cama y fue directo al baño.

.

Aidan estaba envuelto en una toalla, su cuerpo tenía pequeñas chispas de agua, Dara sostenía la secadora de cabello y estaba dispuesta a golpearlo.

-Mi nombre es Aidan.

-¡Eliza! -gritó Dara.

-Estoy detrás tuyo.

-¿Me explicas? -Enarcó una ceja.

-Lo contraté. -Encorvó los hombros-. Fue sugerencia de mi psicólogo.

-Pudiste avisarme...

-Lo siento, todo fue muy rápido.

-¿Puedo terminar de ducharme? -Aidan cruzó los brazos.

-¡Dios, sí! -Dara cerró la puerta del baño.

-Dormirá en el cuarto de huéspedes -le informó a su amiga.

-¿Por qué contrataste a un chico? Pudiste contratar a una anciana experimentada -susurró para que él no escuchara.

-Aidan me rescató, tuve una crisis a mitad de la calle...

-¿Segura que fue por eso? El tipo es guapo...

-¡Cierra la boca!

Dio media vuelta y avanzó a su habitación, no estaba de humor para tener ese tipo de conversación.

                         

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