Los omegas al igual que los alfas tenían ciclo de calor o celo, si un omega y un alfa mantenían relaciones sexuales estando en celo, era cien por ciento seguro que habría consecuencias.
Ambos géneros podían formar un vínculo irrompible a través de la mordida, si un alfa mordía a un omega en la nuca, él o ella sería suyo o suya para el resto de su vida.
Los omegas eran muy fértiles, podían embarazarse sin importar que fuesen hombres o mujeres, con sólo ser omega era suficiente.
También existía algo llamado pareja destinada, era una unión de fantasía casi inexistente. En el que un omega y un alfa se atraían mutuamente sin importar nada, era como si el hilo rojo los uniera.
Eran parejas que estaban hechas el uno para el otro.
Leo al igual que su madre era un chico omega, no sólo tuvo la "mala suerte" de nacer como omega, sino que tuvo que nacer en un país donde ser albino significaba vivir con miedo constante.
Vivía en un refugio para personas albinas junto con su familia conformada por su hermana mayor que era alfa, su padre que era beta, su madre omega.
Toda su familia era albina al igual que todos los refugiados, los únicos que no lo eran, eran las personas que los cuidaban.
A diferencia de otros, ellos sí querían protegerlos, daban sus vida, dinero, tiempo y energía para ponerlos a salvo sin importar que no fueran familia de sangre, sólo querían proteger a almas inocentes.
En este país ser albino significaba mala suerte, o que estaba maldito.
No entendían cómo en un país donde todos o la gran mayoría tenían la piel oscura, nacía una persona con la piel tan blanca como la nieve, con ojos diferentes a los suyos.
Además otras personas que eran consideradas brujas/brujos o curanderos, o que se hacían llamar así les influenciaban con esas ideas sobrenaturales.
En muchos países africanos todavía se cree en lo sobrenatural, por eso a día de hoy muchos acuden a ellos, ya sea para que les ayude con un espíritu que no les deja en paz, para tener buena suerte, curarse de alguna enfermedad sobrenatural,o simplemente para hacer el mal.
Muchos curanderos por no decir todos se aprovechaban de esa creencia, por eso era fácil que la gente creyesen que una persona albina estaba maldita sólo por tener un color de piel diferente.
Se podía decir que quizás era simple ignorancia.
Pues si uno no tenía ni idea de ciertas cosas o simplemente viviera en la ignorancia, era fácil que le manipularan en ese campo, por tanto no era de extrañar que la gente creyese que una persona albina estaba maldita.
Pero también podía ser que fuese por conveniencia, pues traía beneficios a ciertas personas esa supuesta maldición.
Actualmente Leo estaba intentando hacer sus necesidades, pero se sentía incómodo por la insistencia de su hermana.
Su hermana mayor estaba fuera esperando en la oscuridad ya que era de noche.
-Leo has acabado ya?
Ella ya se estaba muriendo de sueño, tenía que levantarse en plena madrugada para acompañar a su miedoso hermanito.
-Ya voy. -gritó Leo.
Su hermana frunció el ceño.
-Pero es la tercera vez que lo dices.
-No seas pesada de verdad, si es la tercera vez que te lo digo debes haber captado la indirecta, joder.
La paciencia que Leo había estado teniendo aguantado la insistencia de su hermana llegaba a su fin, y estaba empezando a maldecirla por no dejarle orinar en paz.
-Si vas a estar fastidiando pues no haber venido conmigo.
Aunque dijo eso de una manera que su hermana no le oyese, como si estuviera hablando consigo mismo, al final su hermana le escuchó.
-A mí no me estés gritando, encima que te tengo que acompañar al baño con lo oscura que está la noche.
Ella tenía ganas de matar a su hermanito ya que por su culpa tenía que venir en el baño a oscuras.
Se suponía que quien tenía que haber acompañado a Leo era su madre, pero ordenó a su hermana que lo hiciera.
Leo se abrochó el cinturón de su pantalón para darse prisa, así no tendría que estar discutiendo con su hermana en la madrugada.
Después de abrochar su cremallera se lavó las manos con el agua que estaba en un cubo ya que no tenían grifos en el refugio, todo el agua que usaban lo sacaban en los ríos y en los pozos, utilizó el jabón sólido que estaba en el suelo cerca de la bañera para lavarse bien.
Más tarde Leo abrió la puerta del baño ya que estaba fuera de la casa donde dormían, y ahí estaba parada su hermana mirándole como si quisiera matarle.
Pese a la oscuridad de la madrugada era imposible no notarla con ese cabello rizado largo blanco, esos ojos lavanda, estaba vestida con un vestido largo hecho con una tela africana llamada popo o Caba, se llamaba de cierta manera dependiendo del país africano, y con unas chanclas azules.
-Ya vez que he acabado? Ya nos podemos ir a la cama.
Cuando Leo estaba por volver a su cama para dormir, su hermana le detuvo revisando sus manos mientras le decía.
-Te has lavado bien las manos?
Esa actitud maternal sólo irritó más a Leo, sin poder evitarlo la gritó.
-Deja de tratarme como un niño es molesto.
A ella no le importó la actitud mimada de su hermanito, siguió sujetando sus manos sin importar que a él no le gustase que le trataran como a un niño, comenzó a oler sus manos.
Leo se irritó más y la dió un manotazo para que dejara de hacer eso.
-Qué demonios haces?
La fulminaban con la mirada, mientras se aguantaba el frío.
-Acaso no es obvio?, me cercioro que te hayas lavado las manos, recuerda que debemos cuidarnos mucho.
Leo tenía cara de querer matar a su hermana pero dejó que hiciera lo que quisiera ya que tenía mucho sueño, y no tenía energía para pelear o discutir tan tarde.
Alrededor sólo había oscuridad, si no fuese por la lámpara que tenía su hermana no podrían ver nada en la oscuridad.
Después que su hermana terminara de cerciorarse que de verdad se lavó las manos, empezaron a caminar hasta entrar en la casa.
Al entrar ella fue en el ala de los alfas y Leo en la de los omegas con mucho cuidado, para no despertar a nadie.
En el refugio estaban todos separados entre alfas, omegas y betas, a no ser que fueran pareja, si ese no era el caso no podían estar juntos, así se evitaba cualquier incidente con el celo.
Leo abrió la puerta de su habitación era muy grande, lo compartía con otros omegas.
Movía su sábana para meterse luego se cubrió.
-Dios qué frío.
Exclamó temblando de frío, donde vivían estaba alejado de todo y todos. Es decir fuera de la ciudad o civilización, por ende hacía más frío ya que vivían prácticamente en las montañas.
El suelo tampoco es que ayudara mucho.
En este refugio compartían casi todo, ya fuera habitaciones, comida, camas, ropas, etc.
Pese a que en el refugio vivían en paz y armonía, las condiciones eran precarias y de mucha necesidad.
Leo cerró los ojos para intentar conciliar el sueño.
***
A la mañana siguiente Leo se levantó muy temprano como de costumbre, en el refugio todos trabajaban.
Leo ayudaba a recolectar comida, prepararla y cuidar de los más pequeños junto con otros omegas, mientras que los alfas como su hermana se encargaban de los trabajos más pesados siempre sin salir del refugio.
Leo odiaba ser omega creía que era de lo peor, por las restricciones que conllevaba, además que su fuerza física no era la mejor.
Eran las diez de la mañana hora de desayunar después de haber trabajado.
-Leo pronto será tu cumpleaños, verdad?
Preguntaba su madre con una sonrisa cálida y tranquila.
Él estaba sentado encima de un banco de madera, cortando verduras que iban a cocinar.
-Sí mamá.
Leo estaba muy emocionado, aunque se esforzaba en esconderlo.
-No entiendo porqué pones esa cara de bobo, ni sueñes que tendrás una fiesta.
Su hermana nunca perdía oportunidad para molestar a su hermanito, pareciera que disfrutara verle sufrir, al menos eso decía su cara, ya que estaba sonriendo con malicia mirando a Leo.
Leo sabía que su hermana tenía razón, aunque creía que esas no eran las formas, pensaba que lo dijo con ese tono burlón mientras sonreía sólo para molestarle, y no quería quedarse con las ganas así que prefirió quejarse para que su madre castigara a su hermana.
-Mamá Sara me está molestando.
Leo puso la cara de un bebé a punto de llorar, cambiando su tono de voz a uno lastimero. De esta forma daría más pena, y al ser el más pequeño le darían la razón.
-Sara no molestes a tu hermano.
Su madre hablaba como si no le estuviera dando importancia, centrado en sus pensamientos.
-Pero madre si no le he hecho nada.
Sara intentaba defenderse mientras fingía inocencia, osea haciéndose la vístima.
Como Sara insistía en decir que no hizo nada, Leo insistió gritando.
-Mientes, entonces porqué has sacado el tema de la fiesta cuando yo no lo mencioné?.
Estaba hecho una feria, ya que en realidad sí quería una fiesta, pero entendía que no se pudiera celebrar. No obstante, eso no le daba derecho a su hermana, a echárselo en cara.
-Porque te conozco bien y sé qué es lo que estás pensando.
Luego de echarle en cara esas palabras, Sara le mostró su lengua burlándose de él.
Leo cogió unos cacahuetes que estaban en una cesta cerca de las verduras, tirándolo en la cara de su hermana como venganza por haber sacado el tema de la fiesta.
Ella hizo lo mismo correspondiendo a sus ataques y comenzaron a tirarse cacahuetes entre sí.
Esa pelea absurda de los hermanos hizo que la paciencia de la madre explotara, enfureciéndose por jugar con la comida sabiendo lo sagrada que era.
La madre pensaba que no se debía jugar con la comida ya que había gente que pasaba hambre, y ellos como unos niños malcriados y mimados no lo valoraban, prefirió darles un castigo para que se comportaran.
-Basta ya, los dos quedáis castigados.
Ambos dejaron de tirarse cacahuetes cuando oyeron los regaños de su madre, pero cuando se dieron cuenta que les había castigado, pusieron cara de dolor.
-Pero mamá si empezó Sara.
Leo puso una cara triste casi a punto de llorar esta vez en serio y no fingido, ya que tenía planes para hoy y se lo iban a arruinar.
-Eso no es justo-gritó Sara con enojo.
-Os lo tenéis merecido por estar armando tanto jaleo.
Ambos hermanos se veían tristes por el castigo, tan temprano y ya no podrán hacer lo que tenían planeado.
-Os ha quedado claro?
La made puso una sonrisa muy siniestra mientras les hacía la pregunta, cuanto más notoria era esa sonrisa más enojado estaba por dentro, y cuanto más enojado, más miedo daba.
Los hermanos asintieron a la vez con la cara pálida como si estuvieran viendo a un demonio.
-Clarísimo-dijeron al unísono.
Después del desayuno ambos tuvieron que quedarse encerrados cuando ya tenían planes.
-Tch qué fastidio.
Dijo Leo chasqueando los dientes, mientras miraba a la gente que estaba hablando y los niños que estaba jugando en el patio desde su ventana.
-Leo... Leo... Leo
Repetía un amigo de Leo interrumpiendo su hermoso descanso.
El estar encerrado sin nada que hacer para distraerse le produjo sueño por lo que sin darse cuenta se quedó dormido.
Los insistentes gritos hicieron que Leo ya no pudiera conciliar el sueño y se levantó.
Se frotó los ojos mientras bostezaba, luego vió a sus amigos que no paraban de mirarle con la cara larga.
Eran tres amigos suyos, todos albinos y betas.
-Hola chicos.
Leo intentó calmar el tenso y pesado ambiente con un saludo, pero eso no funcionó, al menos no con André que se expresó irritado.
-Nos hemos enterrado de tu castigo.
André era un joven beta de veinti dos años, medía como uno setenta aproximadamente, su aspecto era normal.
Pese a que era albino no destacaba mucho, ya que casi todos en el refugio lo eran, y los betas tampoco les interesaba mucho a la gente del refugio, ni tampoco era muy guapo pero tampoco era feo, sólo era normal.
Él era el que menos le caía bien no sólo a Leo, sino a la gran mayoría de los refugiados ya que tenía un carácter difícil.
-Cómo puedes ser tan estúpido como para arruinar el día poniéndote a pelear con tu hermana?.
André estaba muy rojo por el enojo, quería matar a Leo por arruinar los planes que ya tenían preparado desde hacía tiempo.
-Ella me provocó.
Leo intentaba justificarse, pero por la cara enojada de André no le convenció mucho que se diga.
-Si ya sabes cómo es, porqué te dejas provocar?
Leo se quedó en silencio sin poder refutar la pregunta de André, ya que había dado en el clavo.
Sólo había una cosa que Leo podía hacer para apaciguar el enojo de sus amigos, especialmente André.
-Lo siento chicos.
Se disculpó agachando la cabeza, tenía las orejas enrojecidas y se sentía arrepentido por haberse dejado provocar por su hermana.
André no dijo nada, seguía mirándole con furia.
Leo se encogió de hombros por su cara enojada.
-No pasa nada, el plan sigue en pie de todos modos.
Intervino Lucas, el mejor amigo de Leo.
Él también era un beta.
A diferencia de André, él sí era muy guapo, amable con todos, siempre estaba sonriendo, medía uno ochenta aproximadamente y era querido por casi todos.
Él siempre actuaba como salvavidas de Leo, como ahora que intervino para que él dejara de sentirse culpable y André dejara de descargar su furia en él.
-Qué has dicho Lucas?
Lo que dijo Lucas anteriormente dejó descolocado a Leo, no podía digerir bien tales palabras.
Lucas le miró repitiéndole con una sonrisa.
-Que el plan sigue en pie.
-Pero cómo si estoy castigado?
Todos sus amigos se miraron entre sí, luego Lucas miró fijamente a Leo como si le dijera lo que pensaba con la mirada.
-No. -gritó Leo.
Lo que planeaban sus amigos era escabullirse sin que nadie se diera cuenta, olvidándose del castigo que le habían impuesto a Leo.
Quién pensaría que algo que empezaría como una simple aventura, acabaría en una desgracia.
Leo seguía castigado pero a sus amigos no les interesaba en lo absoluto, sólo querían ver el mundo exterior al igual que él.
Hoy era el día perfecto, al no estar la gente que solía estar al pendiente de ellos, sería mucho más fácil salir.
Existían tres tipos de curanderos.
Los primeros estaban los farsantes, esos eran abundantes, sólo querían conseguir dinero a costa de otros con engaños.
Lo único bueno de ellos era que no lastimaban a otros, su única intención era conseguir dinero, pero sin lastimar a la gente. Al menos la gran mayoría.
Luego estaban los "buenos" ya que estaban para ayudar a otros, ya sea usando hierbas de la naturaleza, sacrificando algún animal o cosas por el estilo, ellos no le hacían daño a nadie, y sólo estaban para proteger y cuidar.
Si había algún espíritu que estuviera atormentando a alguien él o ella lo solucionaba.
Así como en otros países existen los chamanes, en África también había algo parecido a eso.
Se les llamaba de diferentes maneras dependiendo de la tribu, pero en español eran más conocidos como curanderos o brujos.
Y luego estaban los más peligrosos, esos que eran capaces de todo, por conseguir lo que quisieran.
Ellos provocaban desgracias tras otra, incitaban a otros que acabaran incluso con la vida de sus seres queridos a cambio de riquezas y fama.
Se decía que ellos eran uno de los principales causantes de que las personas albinas fueran perseguidas.
Con algún órgano o parte del cuerpo de una persona albina, la gente conseguía dinero fácil. Y esos curanderos podían realizar sus rituales sin ningún problema.
Por eso es que mucha gente creía que lo veían como un negocio.
Mientras que los curanderos podían conseguir esos órganos para realizar sus rituales sin ningún problema, los que los perseguían podían conseguir dinero fácil, a costa del dolor y la vida de gente inocente.
Aunque Leo entendía y respetaba a los que creían en eso, no entendía porqué se tenía que lastimar a otros por una riqueza y fama temporal.
Todos algún día morirán y cuando se vayan, no se llevarán esa riqueza y esa fama en el más allá. Osea que no le veía ningún sentido.
Creía que era mejor aprovechar el tiempo, vivir la vida sin hacerle daño a nadie, porque de todos modos los seres humanos eran temporales, esto sólo era un viaje, nada más.
-Leo ya es hora.
Ese era André que le estaba bajando de su nube a Leo, había estado pensando tanto en lo que le habían contado que se le olvidó que André le estaba hablando, o más bien regañando.
-Has entendido el plan? -preguntó Lucas.
-Sí.
En realidad Leo no había entendido nada, cómo lo iba a hacer si estaba en las nubes, prefería eso que escuchar el plan y ponerse aún más nervioso de lo que ya estaba.
-Dicho esto, más tarde saldremos cuando empiece el baile de ebolaza. -explicó André.
Desde que Leo tiene memoria siempre ha visto que a los del refugio les ha gustado siempre dos cosas que les entretenía mucho, el baile y el canto.
Como vivían con una escasa electricidad, ese era el único pasatiempo que solían tener, bueno uno de los pocos.
El ebolaza era un baile tradicional, en el que uno ponía una toalla en su cintura o cualquier tela que tuviera el aspecto de ella.
Después de ponerse la toalla o tela, bailaban en círculos. Moviendo todo su cuerpo, principalmente la parte de la cintura.
Todos los músicos tocaban instrumentos tradicionales de madera, como mendjang o xilófono, ntuammbo parecido al tambor, etc.
Algunas personas se pintaban el rostro y el cuerpo con pintura blanca, aunque ese tipo de pintura no era como el que se usaba en la pared sino en el cuerpo.
Sólo las personas negras lo hacían, ya que como el resto eran albinos, no se notaría mucho si se lo pusiesen.
La pintura se solía usar de diferentes maneras, ya sea para un ritual o como en este caso para bailar.
Algunas mujeres solían cantar también, algunas cantaban canciones tradicionales que se enseñaba desde la infancia, otras solían improvisar. Todo en la lengua de sus tribus.
-Ahora que ya está todo aclarado vamos al baile. -dijo Lucas.
Y cuando ya se estaban yendo se acordaron de algo que se les olvidaba.
-Leo, hablaremos con el tío para que os deje salir. -aseguró Lucas, sonriéndole para que Leo no estuviera tenso.
-Gracias.
Leo no paraba de sonreír tímidamente mientras le agradecía a Lucas.
Lucas bajó la cabeza como si le estuviera diciendo "de nada", y se fue junto con André y los demás.
Al cabo de unos minutos vino la madre de Leo.
-Los chicos me han pedido que te deje salir.
Por su cara molesta no parecía estar seguro de dejar salir a Leo.
Leo se arrodilló, sujetando las piernas de su madre, mirándole como si estuviera al borde del llanto.
- Mami porfa, sí?
Leo sabía qué táctica emplear para ablandar el corazón de su madre, basta con decir "mami" y poner cara de un bebé a punto de llorar para dar lástima.
Su madre suspiró como si se estuviera rindiéndose, puso su mano en su cintura mientras le miraba.
-Me prometes que te comportarás?
Su madre aún estaba dudando.
-Lo prometo.
Leo asentía mientras prometía portarse.
-Está bien, puedes salir. Pero si te vuelves a pelear con tu hermana te quedarás encerrado.
Leo sentía que su madre estaba de parte de su hermana, cosa que no le hizo mucha gracia, pero decidió no mostrar su desagrado.
Él se abalanzó sobre su madre y le dió un beso en la mejilla.
-Gracias mami, eres el mejor.
Lo mejor en estos momentos para Leo era hacerle la pelota a su madre, así le convencía del todo.
-Basta ya, vámonos.
La madre de Leo era muy tímido, por lo que cuando Leo se portaba así se sonrojaba fingiendo estar molesto.
Como un completo tsundere.
A Leo le divertía verlo así.
Madre e hijo fueron a donde estaban el resto.
Como no tenían salón, festejaban o se divertían en el patio.
Quizás no sea el más lujoso pero era el mejor lugar para estas cosas.
El patio era enorme, con grandes árboles que les podían dar sombra. Aunque el suelo tenía polvo y algunos huecos no importaba, era muy divertido.
En ese patio podían hacer de todo, entre celebraciones y juegos.
También podía estar descalzos sintiendo el polvo del suelo, y había una zona donde había césped, osea que no tenía polvo o arena.
Pese a que era divertido, no lo era del todo para las personas albinas, al no tener melanina suficiente o no tenerla eran muy sensibles al sol, por lo que estaban la mayor parte del tiempo bajo los árboles, viendo cómo los que podían bailar bajo el sol lo hacían.
Por suerte el papá de Leo les dejaba bailar unos minutos y luego volvían al árbol.
-Oh no. -murmuró Leo.