Junier, Príncipe de los Ángeles
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Capítulo 3 2

Gabriel esperó a que los dos ángeles salieran de su asombro.

-Así es, mis hermanos, ella no siempre fue humana, se le degradó a ese puesto por su falta de obediencia al Padre, por contaminar a nuestros hermanos.

-¿Por qué nunca la vimos? -preguntó Samael.

-¿Por qué dices que se la degradó a ser humana? ¿No es esa la creación favorita de nuestro Padre? -agregó Junier.

-No son la creación favorita, son una creación distinta, ya verán que esas pobres criaturas no son más que un pasatiempo, una forma de hacer...

-¿Son un juguete? -inquirió Junier ante el titubeo de Gabriel-. Luzbel dice eso todo el tiempo.

-No, no se le podría llamar así. En realidad, así como Lilith fue desterrada allí, la Tierra será hogar de muchas criaturas. El ser humano, por decirlo de algún modo, está en el más bajo escalafón en el rango de sus creaciones, solo si se mantiene fiel a nuestro Padre podrá disfrutar de los beneficios de una inmortalidad y perfección sin precedentes. Posee una inocencia que nosotros no conocemos, aunque seamos mil veces más puros.

-No entiendo nada de lo que dices -espetó Samael.

-Yo sí, y a juzgar por tus palabras, Gabriel, dudo que el hombre pueda disfrutar mucho de esa preciada inmortalidad de la que hablas.

Gabriel miró inquisitivo a Junier.

-¿Debería preocuparme por tus palabras, hermano?

-Si Padre no se preocupa...

-Él tiene cosas más importantes de las que ocuparse.

-Entonces, esto no es importante, no debes preocuparte.

-Si Luzbel planea algo, deben avisar.

-Si Luzbel planea algo, créeme que no nos lo dirá. Él es demasiado leal para meternos en problemas con Padre. Y, si me lo dijera, tampoco te lo diría, mi lealtad a él es superior a la que siento por nuestro creador.

-Creador... -Alzó las cejas y bajó la cabeza.

-Será mejor que abras los ojos, Gabriel, quizá no todo es como parece -le advirtió Samael.

Gabriel se retiró preocupado, quizá no debió hablar de aquello, sin embargo, era su deber; a eso había sido enviado, a dejar el mensaje de que Lilith había vivido en el Cielo antes de bajar a la Tierra y que ella era quien llevaba por malos pasos al favorito de Dios, a su primer hijo, el Serafín mayor, el que estaba sobre todos los demás. Solo Padre lo superaba en poder e influencia, aunque Luzbel negara siempre aquella última afirmación.

Junier miró a Samael.

-¿Qué crees que pase ahora?

-Si Luzbel hace algo en contra de nuestro Padre, puede pasar cualquier cosa.

-Si él hace algo en contra de la nueva creación de nuestro Padre, no hará nada, nunca hace nada, sin embargo, mucho me temo que las cosas para nosotros cambien sin retorno.

Tras decir esas palabras, Junier se encaminó hacia la morada de Luzbel.

-Hermano -le habló, ya que se encontraba de espaldas a él y, al parecer, no había percibido su presencia.

-Junier, mi querido hermano. -Se volteó para recibirlo con una gran sonrisa-. ¿Ocurre algo?

-¿Qué planeas hacer?

-¿Qué crees? Hacer caer a la parejita.

-¿Cómo?

-Es mejor que no lo sepas, hermanito, es mejor que no lo sepas.

-Pero sí planeas hacer algo.

-Por supuesto, pero mientras menos sepas, mejor para ti, no quisiera que tuvieses problemas con ellos por mi culpa.

-Tú sabes que a mí no me importa tener problemas, ellos me tienen sin cuidado.

-Aun así, hermano, eres mi hermanito, siempre te protegeré hasta donde me sea posible.

-¿Tú sabías que Lilith existía aquí antes de que fuera enviada a la Tierra?

-¿Enviada? Degradada querrás decir. A punto estuve de matarla, ¿sabes?, por Dios, que iba a cumplir mi cometido, sin embargo, logré descubrirla a tiempo y la reconocí, de no haberme dado cuenta, me habría arrepentido la eternidad de haberlo hecho.

-¿Qué dices? ¿Tú la conocías?

-¿Que si la conocía? Claro que sí. Solo que no con ese aspecto.

-¿Quién era?

-Créeme que no quieres saberlo, mi hermano.

-Dímelo.

Luzbel colocó una mano en el hombro de su amigo y lo observó con algo parecido a la compasión.

-¿Tan malo es?

-Es algo que ni te imaginas.

-Estoy preparado.

-Ella, Junier, es tu madre.

-¡¿Qué?! Eso no puede ser.

-Así como lo oyes. Antes de ser desterrada a la Tierra, Lilith era la esposa de tu Padre. Ya había sido castigada, Él la había confinado al Santísimo, donde nadie más podía entrar. Por eso ninguno de ustedes la conocía. Nuestro querido Padre la tenía prisionera en sus aposentos.

-¿Y por qué la degradó?

-Porque ella no quería ser una esclava de Él. No quería seguir engendrando hijos angelicales, o esclavos angelicales, como solía decir ella, tampoco quería mantenerse en las sombras. Por eso Él, para demostrar su poder, creó la Tierra, para degradarla a la nada. Para que no se le juzgara, se ideó a sí mismo como el autor de vida y a ella la condenó a ese lugar. Eso, que llaman Tierra, no fue hecho para los humanos, fue diseñado como un castigo perpetuo para ella.

-Pero ya no está ahí.

-El abismo de la Tierra es una especie de castigo que creó nuestro Padre cuando sintió que Lilith podía traicionarlo.

-¿Y por qué no la destruyó? ¿Por qué no los destruyó a ambos y así se libraba del problema?

-Porque a ella no la puede destruir y Adán no pecó y no podía destruirlo sin motivo, ¿qué les diría a sus leales seguidores?

-Claro, no puede evitar hacer gala de su gran compasión.

-Lo has entendido, hermano.

-¿Qué piensas hacer?

Luzbel sonrió.

-Ya te dije que es mejor que no lo sepas, así, si te preguntan, no tendrás que mentir.

-Tú sabes que soy leal a ti.

El ángel caído asintió con la cabeza. Junier era varios millones de años menor y, desde que había nacido, no se le había despegado de su lado. Siempre lo admiró y siempre lo vio como a un referente, un ejemplo para seguir, aunque el ángel de luz estaba consciente de que, para los planes de Dios, él estaba muy lejos de ser un modelo.

-Luzbel, no me dejarás fuera de tus planes, ¿o sí?

-Claro que no, mi hermano, pero ya te dije, no quiero que mientas por mí, no quiero que tengas problemas antes de tiempo.

-¿Y no te puedo ayudar?

-No, esto es algo que haré solo, luego, según como vayan las cosas, tendrás que tomar una decisión.

-Siempre voy a estar contigo, hermano.

-Lo sé, tu fidelidad no la tengo que probar, estoy seguro de que es a toda prueba, solo que, en este caso...

-Siempre voy a estar contigo.

Luzbel le sonrió y puso sus manos en los hombros de su protegido.

-Por lo mismo, mientras pueda, te voy a librar de la ira de Padre. -Suspiró fastidiado.

-¡Luzbel! -gritó, con voz potente, Rafael.

-¿Qué pasa, hermano? -Se volvió intentando controlar sus impulsos.

-No me llames hermano.

-Somos hermanos, te guste o no, así lo ordenó tu Padre, ¿no? -ironizó.

-No lo eres si conspiras contra nuestro Padre.

-¿Y a qué viene eso?

-Me enteré de que Lilith sigue viva en algún lugar cuando se te dio la orden expresa de eliminarla.

-Tu Padre pudo haberla matado Él mismo.

-Eso no es nuestro asunto. Él manda y nosotros obedecemos. Punto. Sin preguntas ni excusas.

-¿Y si te manda a eliminar a uno de nosotros?

-Él es justo y no haría algo en contra de nosotros sin motivo.

-¿Y Lilith?

-Lilith se rebeló contra la autoridad de nuestro Padre y contra toda autoridad, tú la viste, casi mata al hombre, la creación pura de su propia mano.

-¿Creación pura de su propia mano? Por favor, Rafael, ¿qué clase de seres creó nuestro Padre que debemos cuidarlos y darles todo? No son capaces de sobrevivir fuera de la custodia de nuestros hermanos.

-¿Tú serías capaz de sobrevivir fuera de la protección de nuestro Padre? Esos humanos son nuestra responsabilidad.

-Pues odio a los humanos.

Rafael se quedó estupefacto por las palabras de su hermano. Odio era una palabra muy fuerte que se encontraba fuera de su vocabulario. De hecho, Rafael pensó que aquella era la primera vez que la escuchaba. Su corazón se entristeció por la dureza de cerviz de ese ángel tan especial de Dios. Luzbel.

Consciente del dolor que había infligido al ángel, le puso la mano en el hombro.

-Yo te quiero, Luzbel, y solo quiero que regreses al buen camino -dijo como en un ruego.

-Lo siento, Rafael, no tenemos la misma percepción de lo que es el buen camino o de lo que está bien o mal.

Rafael lo miró, buscaba en la mirada de su hermano algún rastro de culpa, pero no encontró nada. Se dio la media vuelta y se retiró con la tristeza como una nueva emoción recién adquirida.

Luzbel se lo quedó mirando un rato y luego desvió su atención a Junier.

-¿Aún quieres seguir a mi lado?

-Siempre, Luzbel.

-Entonces, mi hermano, derrotemos el reinado del Padre, demostremos que toda su supuesta bondad no es más que una máscara para cubrir la verdadera maldad de su corazón.

-¿Y cómo haremos eso?

-Vamos a hacer pecar a la primera pareja humana, liberaremos a Lilith y dejaremos de manifiesto que Dios, el Todopoderosísimo Altísimo no es tan bondadoso ni misericordioso como nos lo ha hecho creer cuando quiera eliminar todo rastro de esa nueva creación -sentenció con su mirada perdida en sus futuros planes.

Junier, leal a su hermano, haría lo que él le pidiera y más.

            
            

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