Bebimos mientras vimos la fiesta prenderse cada vez más.
-¿Qué tal la reunión? -pregunté sin saber que más decir.
-Cansador... -respondió, se veía bastante harto de todo-. Decidí venir no por Dixon, ni tu madre. Aryan no dejaba de mencionarme lo divertido que podía ser dejar los negocios de la familia por esto. No se equivoca, pero la fiesta es algo aburrida sin lo divertido. ¿Quién crees que se emborrache primero?
Los miré a todos y no vi a nadie tan borracho como parecía.
-Probablemente yo lo haga... -dije sin más, mi padre me miró de mala gana-. Es broma, papá. No volveré a casa, me quedaré con Maia. ¿Será qué puedes no mencionarle nada a Rebeca?
-Por supuesto, no te preocupes por ello.
Amaba a mi padre por siempre ser tan bueno conmigo.
Se alejó de mí cuando la tía Aryan lo llamó a bailar. En ese momento cambiaron a la canción How Deep Is Your Love de Bee Gees; mi padre bailó con mi madre en ese momento como si volvieran a conocerse.
Me alejé de todo y volví a la casona. Me metí en un salón repleta de mesas y luces, donde también vibraba la música de la fiesta de afuera. La sala estaba llena de espejos, y de muchas luces de color violeta. Tomé una copa y me serví más champagne rosado.
-¿Qué haces aquí? No puedes estar en esta sala, está cerrada.
Dixon me había seguido. Buscaba la revancha de poder cogerme de nuevo.
-Deja de fingir que la amas y eres feliz con ella. Sé que la odias, odias el arte y la economía. Has dicho siempre que eso es cosa de ambiciosos. -No pude retenerme y le tiré todo lo que quería desde ya hace tiempo.
Él se río por lo bajo.
-Eres tóxica, Atenea, me intoxiqué contigo hasta que el punto en que no puedo desintoxicarme. No podré olvidarme de ti jamás, tengo que amar a Melanya para dejar toda esta mierda atrás. Estoy harto de seguir persiguiendo tu demonio.
-¿Usas a Melanya para olvidarme? Qué gran mierda eres, Dixon. Jamás pensé que esto tenía que terminar en que tuvieras que casarte con otra mujer. ¿Te has olvidado de las promesas que me hiciste cuando follábamos?
Dixon se agarró la cabeza fuertemente.
-¡Lo sé! ¡Sé que lo prometí! Pero no puedo cumplir esas promesas, porque no puedo seguir creyendo que eres la mujer de mis sueños. ¿Entiendes? ¿Entiendes como me siento? Atenea, te amé en algún momento, pero dejé de hacerlo. Cuando conocí a Melanya creí que sería todo mejor para mí. Podría olvidarme, olvidarme de todo lo que habíamos vivido juntos. Odio la razón de amarte y no poder estar contigo, ahora tu padre me odia por el hecho que pasé por arriba. No hay vuelta atrás.
Quería romperle la cara. Había tantas ganas de hacerlo.
-Te amo -dije sin más-, pero quiero dejar de hacerlo. Me he sentido una niña aún, cuando estoy contigo y delante de ti. Esta mañana pensaba en todo esto, en mi vestido y mi cuerpo. He pensado en cómo me cogías, lo fuerte que me tomabas para dejarme todo tu veneno en mí. ¿Para qué? Para nada. Eres una mierda, Dixon.
No supo que más decir, pero aquello no terminaría allí.
-No te pedí que me amaras. ¡Me enredaste a todo esto! Eras una niña maldita desde que tengo uso de razón. Me usaste y sedujiste de la manera que querías. Me envolviste en esto y ahora no sé cómo desenvolverme. Quiero a Melanya, y cuando estoy con ella pienso en ti. ¿Crees que puedo decirle al mundo lo que teníamos y arrebatarte para ser felices? Ya no quiero eso, no te quiero. Comencé a odiar follar contigo, aunque las ganas me consumían. Comencé a odiarte, y a no quererte entre sabanas. Pero siempre has sido tan inevitable. Sacas lo peor de mí. Me has hecho mierda por dentro y es algo que jamás te perdonaré. Eres una maldita zorra.
Abofeteé su cara cuando dijo eso último.
-Te di mi virginidad, mi cuerpo lleno de pudor y mis ganas de vivir la vida, te llevaste todo lo que yo tenía para ahora tratarme de toda esta mierda. Te mereces todo lo que tienes Dixon, y algún día volverás a pedirme perdón, y...
-¡Jamás volveré a la mierda que teníamos! ¡Te odio, Atenea!, ¡Te odio! Lárgate de mi vida, vete de mi corazón. No te quiero, entiéndelo: Ya no te quiero.
Me alejé de su mirada desconcertada. Rompió uno de los espejos con la fuerza de su puño y en el momento que salí de la sala, me topé con Melanya que buscaba a Dixon. Él había venido detrás de mí, y el rostro de ella se volvió sombrío.
Dixon tenía su mano lastimada y llena de sangre.
Cuando salí al patio, mi padre estaba hablando con Gaspar y algunos socios. En ese momento, un mesero y yo tropezamos y su bandeja llena de bocadillos se cayó sobre mi vestido negro dejándolo repleto de salsa blanca.
-Lo siento mucho, no quise hacerlo -él me levantó cuidadosamente y en ese momento mi padre vino a ayudarme tanto a mí como a él-. Señor Brown, no fue mi intención tropezar con su hija, lo lamento mucho.
-No te preocupes, Armin. -El chico se levantó y nuevamente pidió disculpas-. ¿Este es tu último día? -Armin asintió y luego se retiró.
Traté de limpiar el desastre de mi vestido, pero era imposible sacar la mancha blanca.
-Ese chico fue mi chófer durante unos meses, es muy cuidadoso y respetuoso. Armin vino a los Estados Unidos desde Alemania para ayudar a su madre y a su hermana, en especial pagar la universidad de su hermana, Ambos viven en el bajo Vancouver, no tienen mucho dinero que digamos... Su padre falleció hace años, y no pudieron recibir su herencia... Pobre chico, es realmente un pobre chico... -Gaspar lo mencionó entre risas, pero eso no le gustó nada a mi padre.
-Bueno, eso no debería ser motivo para burlarse de él... ¿no es así? -Dijo mi padre, Gaspar dejó las risas de lado y lo miró fijamente-. Pásame su contacto, estoy necesitando de un chofer próximamente.
Me miró con una sonrisa y yo solo quería que la tierra me tragase.
Me despedí de ellos cuando todo ya me había hartado, salí corriendo con mis tacones de punta alta sin antes oír a aquel Armin pedirme disculpas nuevamente.
Lo último que vi fue a Melanya, ella y yo cruzamos miradas. Una mirada que no fue para nada linda, ni tampoco satisfactoria. Luego me ignoró dándome la espalda. Tomé las llaves del Audi de Cameron y salí de la casona para alejarme del resto de ese mundo.
Odiaba las riquezas de mi familia, me había tocado vivir con ella porque no había otra opción. Mi vida era la moda, Nueva York, poder vivir sola y ser solamente yo.
Cuando llegué al aeropuerto, no di autorización de mi padre a que me llevasen, unos billetes siempre arreglan todo. Me subí y me quité los zapatos, el Audi lo había dejado en el aeropuerto, había pedido que se lo devolvieran a Cameron.
Le envié un mensaje a Maia de inmediato, prometió esperarme en el aeropuerto. Cerré mis ojos y caí rendida en el avión. Lo que más quería era escapar de aquel mundo lleno de lujos, los lujos me habían traído tantos problemas y uno de ellos era el amor. El amor tóxico que Dixon me había dado para probar.
Maldito veneno.
Maldito Dixon.
( * * * )
Maia me había prestado una de sus camisetas de Pink Floyd, y nos sentamos a comer hamburguesas con cerveza en su sala de estar. Ella estaba muy callada, no llevaba su ropa de trabajo y se me hacía raro no verla con eso.
Nos quedamos en silencio disfrutando de aquello, mientras que veíamos Diario de Una Pasión en la televisión. Maia me contaba sobre que ya no soportaba seguir en secreto con Cameron, y quería cumplir su sueño de ir a estudiar a Nueva York.
-Estuve pensando que... -dije de repente-. Tú quieres libertad, yo también la quiero... ¿Por qué no nos vamos juntas a Nueva York a cumplirlo? Digo... Puede ser un buen comienzo, alquilamos un lindo departamento cerca de la Gran Manzana y...
-Sabes que apenas puedo pagarme una remera de Pink Floyd -respondió entre risas interrumpiéndome-. Broma, tonta. Lo he pensado, pero a tu padre no le gustará nada la idea. Además, ya no tienes un chófer ni un guardaespaldas como lo era Dixon.
Rodeé los ojos y tomé otro sorbo de cerveza.
-Solamente consigue uno y ya, le planteó la idea. Además, aceptará si se trata de ti, porque te quiere mucho y te considera una hija del corazón. No creo que las creencias japonesas de tu madre vayan a ser un problema, ¿no es así?
Maia se río fuertemente de repente.
-Soy coreana, Atenea, no japonesa. Te lo dije cuando te conocí... -no pude aguantar reírme a su par. Había creído toda la vida otra cosa que no era-. Pero, no importa eso. Y bueno, ya sabes como es mi madre. Sí, sus creencias japonesas son algo como una doctrina. Y sabes que odio el té negro.
Me acosté en su hombro y suspiré, ella me abrazó y me besó la frente.
-Solamente quiero ser libre, y liberarme de toda esta presión.
-Y de Dixon... -agregó.
-Sí, quiero olvidarme de él...
Terminé mi hamburguesa y me acosté en el sofá que Maia me había preparado para mí. Ella durmió a mi lado en una cama en el piso, nos quedamos viendo el paisaje estrellado y las luces resplandecientes de Vancouver.
Cada una con un cigarrillo de menta en la mano.
Le di una calada al cigarro antes de terminarlo y respiré profundo mientras que dejaba que me ardiera el pecho. Estaba tan intoxicada del amor violento de Dixon que un cigarrillo me hacía demasiado bien como también me dejaba ardiendo por dentro. Todo había terminado, quizás por el momento.
Estiré mi mano y su mano se unió a la mía, Maia era como el hogar que jamás había tenido. Pero también me dolía el pecho de que ambas no pudiéramos seguir nuestros sueños como más deseábamos desde niñas.
Cerré mis ojos y me dejé llevar por el ritmo de la ciudad.