Capítulo 2 La Boda

El sol se imponía a mitad del basto cielo azul. Las nubes, algo escasas y poco densas, parecían evitar opacarlo aquel día. El viento cálido sacudía las hojas verdes y amarillas de los árboles. Algunas se desprendían y danzaban en el aire hasta tocar el suelo. El clima y los colores del paisaje anunciaban el principio de la primavera en Humbolt.

En aquel agradable día, en la catedral de San Alberto, muchas personas esperaban impacientes para presenciar la unión en matrimonio de Eduany Santos y Melissa Artinel. El novio se encontraba en el altar esperando desde hacía algunos minutos. Era un hombre de mediana edad, algo pasado de peso, de piel mestiza y cabello y ojos negros.

Entonces, un vehículo se detuvo en la entrada de la iglesia y de él bajó la novia. Ella era una joven de piel blanca, hermosa, de ojos azules y cabello largo castaño y ondulado. Su vestido blanco con bordados a mano resaltaba entre los árboles y el camino de baldosas de piedra de la parte frontal de la edificación. Tras ella iban otras mujeres levantando el velo para evitar que se arruinara en el piso.

La novia fue recibida por una pequeña multitud de personas en las puertas de la catedral. Acomodaron su vestido lo más rápido que pudieron y le dieron un ramo de flores. Ella se dispuso a entrar y empezar su marcha nupcial hacia el altar, pero alguien la detuvo sujetándola del brazo.

-¿Estás segura de que harás esto? -Se trataba de su primo, Lucca Artinel. Un joven de 17 años con rasgos similares a los de ella. La diferencia más notable entre ambos era el color del cabello del chico, que tenía una tonalidad más rojiza.

-Es mi deber. No tengo opción, Lucca -contestó ella.

-Si me lo pides, ahora mismo podría sacarte de aquí. No me importa que mi padre...

-¡Basta! -Melissa lo interrumpió alzando la voz y se liberó de su agarre-. ¡Eso sería irresponsable! ¡Piensa en las consecuencias que tendría!

El chico se sorprendió y se quedó callado.

-El tiempo de discutir esto terminó hace mucho. -Ella se alejó de él en dirección al altar.

En cuanto el órgano empezó a sonar, Lucca se alejó de la entrada con una expresión de frustración y dolor.

Adentro, Melissa vio como todos se ponían de pie para recibirla. Cruzó su mirada con Henry Artinel, su tío, quien le asintió en signo de aprobación. Él era un hombre alto, de mediana edad y complexión atlética, de ojos cafés y cabello corto y castaño.

Henry se acercó a Silver, su segundo hijo de solo 14 años. Se inclinó y empezó a decirle algo en voz baja.

-Ve a buscar a tu hermano y dile que tiene que estar aquí.

Ambos tenían un claro parecido, solo diferenciándose por la edad y la complexión gruesa del menor.

-Papá, Lucca estuvo hablando mal de esta ceremonia toda la semana -contestó-. No creo que quiera estar aquí. Además, ¿qué más da? Nadie lo notará.

-¡Él es mi heredero! ¡Cuando crezcas te darás cuenta de lo importante que en realidad son cada una de nuestras acciones!

Henry notó que su tono amenazante había paralizado a Silver. Suspiró y lo miró con desdén, odiaba ver debilidad en sus hijos.

-Solo ve y dile que si no está aquí tendrá serios problemas conmigo. -Volvió a erguirse en su lugar.

El menor no tardó en obedecer la orden de su padre. Salió por la puerta principal de la iglesia y empezó a buscar por los alrededores.

Lucca estaba apoyado sobre una de las paredes de la catedral. Tenía un cigarrillo encendido entre los dedos. No parecía importarle arruinar su traje de gala contra la textura rocosa del muro. En su mente, revivía momentos desagradables que tuvieron lugar meses atrás en la mansión de su familia.

Henry y su hermano Ryan habían llamado a sus respectivos hijos mayores, Lucca y Melissa. Una vez habían llegado los jóvenes, no tardaron en recibir las noticias de la boda entre la chica presente y el hermano de la cabeza de la familia Santos.

-¡¿Qué?! ¡No pueden estar hablando en serio!

-Lucca, no grites -le dijo su padre-. No te traje aquí para que dieras tu opinión. Esto es solo parte de tu entrenamiento como futuro líder de la familia.

-¡¿Esperas que me quede callado ante esta idea aberrante?! ¡Esa despreciable familia salió de la nada! ¡No siquiera merecen que les dirijamos palabra alguna! ¡¡¡Y tú le das en matrimonio a tú sobrina!!!

-¡Dije que te calles! -exclamó su padre exaltado- ¡La decisión fue tomada! ¡Tú aún no tienes voz alguna en la familia, así que solo baja la cabeza y escucha! ¡Y si vuelves a interrumpir, lo lamentarás!

Lucca miró a su padre desafiante. En ese momento sintió un odio por él similar al que sentía por la familia Santos.

-¿Tanto miedo les tienes a tus enemigos, padre? -Aquellas palabras colmaron la paciencia de Henry.

Muy enfurecido, atravesó la habitación para acercarse a su hijo. Cada paso que daba aceleraba la respiración de todos los presentes. Al final, levantó su mano y lo abofeteó tan fuerte que lo tumbó en el suelo. Lucca miró con resentimiento la figura imponente de su padre. Se puso de pie y dejó la habitación corriendo.

Ahora, tenía su mano puesta en su mejilla, justo en el lugar donde recibió el golpe. Al recordarlo, el enojo y la frustración se apoderaron de él.

-¡Hermano! ¡Aquí estás! -La voz de Silver lo sacó de sus pensamientos - Oye, tú... no deberías estar fumando en una iglesia.

-¿Qué sucede, Silver? -Aspiró profundo de su cigarrillo ignorando el último comentario de su hermano.

-Papá quiere vayas ahí dentro.

-Ve y dile que no pienso ser parte del peor error que él ha podido cometer.

-¡Solo es una boda! -exclamó el menor- ¡No sé por qué todos le dan tanta importancia!

Lucca era consciente de la inocencia en las palabras de su hermano, pero eso no evitó que le molestara escucharlas. Tiró el cigarrillo al piso y lo aplastó con el pie. Después le habló de cerca al menor.

-Papá tiene problemas. Intenta mandar un mensaje con esta alianza para que sus enemigos lo dejen en paz. ¡Pero se equivocó al escoger a los malditos Santos!

-¿Cuál es el problema con ellos?

-¡Salieron de la nada! ¡Su apellido no significa nada! ¡En vez de una muestra de fuerza, esto hace parecer que estamos desesperados! -Silver retrocedió un poco asustado por los gritos de su hermano-. ¡Y, por si fuera poco, incluso ellos nos insultan en la cara! ¡Se aprovecharon de la situación de nuestra familia para prometer a Melissa con ese hombre viejo y gordo!

-Yo... no entiendo nada de esto, Lucca. Solo sé que, si no vas allí dentro, papá nos castigará. Recuerda lo que te hizo la última vez que lo desafiaste...

Lucca tocó su mejilla una vez más. Casi podía volver sentir el dolor allí.

-Alguien tiene que desafiarlo.

-¿Qué? -preguntó su hermano confundido.

-¡Tengo que evitar que nuestro padre siga cometiendo errores! -Exclamó convencido de sus palabras-. Si no lo hago, nuestra familia perecerá.

Silver lo miró angustiado. No podía comprender a plenitud la situación de su familia, pero consideraba que su hermano mayor era alguien muy inteligente. Si algo le preocupaba, entonces se trataba de un asunto serio. Por un momento, consideró quedarse con él y apoyarlo en su rebeldía. Sin embargo, el pensar en su padre enojado le aterraba demasiado como para en realidad hacerlo.

-Espero que lo logres hermano- dijo antes de alejarse.

Lucca vio a su hermano menor doblar en la esquina del exterior de la catedral y desaparecer. Poco después, alguien apareció justo por ese mismo sitio y se dirigió hacia él. Se trataba de Peter Crank, un hombre no muy alto, algo robusto, de tez blanca pálida y de cabello corto color negro intenso. Él le había servido a su familia durante varios años y ambos tenían una relación cercana.

-¡Creí que estabas dentro disfrutando del espectáculo!

-No señor, solo fui un momento al baño. Usted sabe que comparto su opinión de la familia Santos. No aguanto estar en un mismo lugar con ellos.

-Como sea, deberías ir -dijo Lucca apoyando la espalda nuevamente contra el muro de la iglesia-. Mi padre se enojará si se entera que estuviste conmigo y no me obligaste a entrar.

-Si usted no me delata, podría decirle que lo estuve buscando y no lo encontré -propuso Peter usando un tono de broma.

Aquello provocó una corta risa de complicidad en su acompañante.

-No, mejor ve ahí dentro. No puedo involucrarte en los problemas entre mi padre y yo, él podría alejarte de la familia.

-Bien, en ese caso vendré por usted en cuanto todo termine. -Después de decir esas palabras se dirigió hacia el interior de la iglesia.

Lucca no se movió de aquel lugar. Esperaba que su padre lo fuera a buscar, pero eso no pasó. Entonces las campanas sonaron; la boda había concluido. Empezó a escuchar a varias personas celebrando desde la parte del frente de la catedral. Si bien, aún se sentía enojado por la situación de Melissa, aquella pequeña victoria ante su padre apaciguó un poco su estado de ánimo.

            
            

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