Capítulo 3 La Recepción de los Santos

El patio de la mansión Santos estaba repleto de invitados en trajes de gala. Una decena de mesas colocadas debajo de carpas blancas alojaban a cientos de personas entre familiares y amigos de los Artinel y los Santos. Varios adultos danzaban al son de la música en una pista de baile delimitada por las mesas, mientras los niños correteaban en medio de ellos.

Lucca no estaba en el lugar que había sido designado para su familia. En esta ocasión prefirió la compañía de su amigo Peter antes que la de su enfurecido padre.

-¿Una boda con música popular? ¡Y yo que pensaba que no podían insultarnos más! - comentó el hijo mayor de los Artinel.

-No puede esperar mucho de una familia que hace algunos años se arrastraba como ratas en los suburbios pobres de Blue Lake.

-Todos los líderes de Las Familias Fundadoras de Humbolt están aquí presenciando esta ridiculez que pretenden llamar boda. ¿Aun así esperan formar parte de la asociación?

-Señor, tal vez no debería decir esto, pero... los van a aceptar. -Lucca volteó a ver a su acompañante sorprendido-. Fue debido a su padre. En la última reunión de Las Familias Fundadoras, él los recomendó. Incluso se ofreció a dar la cara por ellos en caso de que algo saliera mal.

El joven no pudo evitar dejar salir un suspiro de decepción y frustración.

En la mesa principal, el recién casado Eduany Santos observaba a su ahora esposa sentada a su lado. En su mirada no había ni una pisca de deseo o atracción, al contrario, su expresión era de condolencia.

-Esto es un poco excesivo, ¿no lo crees?

-Es una boda entre dos familias importantes, es lo que se espera -contestó Melissa.

-¿Cómo te sientes con todo esto?

-¡Me siento bien! ¡Estoy emocionada de ser la esposa de alguien tan importante como usted, señor Santos!

Eduany supo que mentía. Por un momento pensó que debía ser honesto y decir que tampoco había querido casarse, pero antes de que pudiera siquiera hablar recordó que su hermano le había sugerido no hacer nada que pusiera en riesgo la alianza.

-¡Yo también estoy feliz de estar casado con una dama tan bella!

Henry Artinel se levantó de su mesa. Lucca lo observó algo inquieto pues pensó que había llegado la hora de su castigo. Sin embargo, su padre ni siquiera lo miró. En su lugar, se dirigió a la mesa de Joel, la cabeza de la familia Santos. El hombre era delgado, alto, de ojos café oscuro y piel mestiza. Algunas canas sobresalían en medio de su cabello negro.

Ambos hombres se saludaron cordialmente, Joel aprovechó la oportunidad para presentar a su único hijo y acompañante de mesa, Eliel. Entonces, pasaron a dedicarle comentarios al novio y a la novia.

-Creo que a ambos les espera un buen futuro -dijo Henry.

-Por supuesto que sí, -contestó el hombre a su lado-. Mi hermano cuidará muy bien de ella. Es un caballero.

-No me cabe la menor duda, señor.

El líder de la familia Santos notó que Silver estaba sentado solo en los columpios, lejos del resto de personas. Entonces, envió a su hijo a jugar con él. Fue entonces cuando su conversación con Henry pasó a algo más serio.

-Hay algo que me tiene inquieto, señor Artinel. -Esa introducción puso en alerta a su acompañante-. Hoy he podido conocer a los líderes de las Familias Fundadoras. Sé que todos se tomaron la molestia de asistir a la boda de su sobrina y mi hermano para entablar conversación conmigo antes de mi entrada formal a la asociación. Todos, excepto uno.

-Sé a quién se refiere señor Santos, debe saber que la familia Hamilton-Wolf y la mía tienen una difícil historia.

-Sí, lo he escuchado. Patrick Wolf tenía las intenciones de dominar todo Humbolt. Ya había conquistado los territorios de otros dos líderes hasta que el gran David Artinel unió a Las Familias Fundadoras restantes y masacraron a los Wolf. Los únicos dos miembros que quedaron de esa familia se unieron con los entonces también débiles y escasos Hamilton. Solo así lograron conservar sus vidas y un lugar en la asociación. -Joel miró a su acompañante y bastante admirado continuó-. Su padre fue un héroe.

La expresión de Henry cambió de repente a una de incomodidad.

-Sí, lo fue. Es una pena que haya fallecido cuando aún estaba en sus mejores años.

-De cualquier manera, esta también es la boda de un Santos. -Esta vez se le notó algo molesto-. Un Hamilton o un Wolf debería estar aquí.

-Comprendo su frustración. Le aseguro que una vez que forme parte de las Familias Fundadoras, ellos aprenderán a ser más cordiales con usted y su familia.

-Eso espero, no me gustaría tener problemas justo cuando todo está yendo tan bien.

Mientras tanto, Eliel, el hijo de Joel Santos, había estado dando vueltas por el patio para evitar seguir la orden de su padre. Él era un joven bien parecido de 16 años, alto, de complexión atlética, y con la tez y cabello característicos de su familia. Miraba al segundo hijo de Henry Artinel de vez en cuando esperando a que alguien más se le acercara. Al final, sintió lástima por él y se dirigió a los columpios.

-¡Hola! Eres Silver, ¿no? -Aquel saludo de un extraño tomó al chico por sorpresa.

-Lo soy. ¿Y tú eres...? -preguntó algo nervioso.

-Eliel. Mi papá es Joel Santos, el anfitrión de esta fiesta -contestó mientras se subía en el columpio junto a él-. ¿Qué haces aquí solo?

-Yo... creo que soy muy grande para jugar con los niños, y algo pequeño para hablar con los adultos...

-Tengo varias primas de nuestra edad bailando allá. Si quieres puedo presentártelas y así te les podrás unir.

-No lo creo... Yo no bailo. Me da miedo quedar en ridículo.

Eliel no supo qué responder, aquello provocó un silencio incómodo entre ambos.

-Creo que te vi antes en la pista. Tú parecías muy bueno haciéndolo. -Las palabras de Silver avergonzaron a Eliel.

-¡No es que me guste bailar! -Exclamó nervioso y sonrojado-. ¡Mis primas siempre encuentran la forma de convencerme!

El menor notó que la cara de su acompañante había cambiado de color. Aquello lo hizo reír.

-¡¿Qué te parece tan gracioso?! -preguntó el otro chico molesto.

-¡No! ¡No! ¡Olvídalo!

-¡Vaya! ¡¿Qué tenemos aquí?! -Lucca se había acercado a ambos por detrás y los había sorprendido-. ¡Al parecer todos los Santos y los Artinel están se están llevando muy bien!

-¡No! ¡Apenas habíamos empezado a hablar! -Silver estaba nervioso debido a que sentía que había decepcionado a su hermano.

-¡No lo parecía! -Entonces dirigió su mirada al otro chico-. Puedo preguntar, ¿dónde está tu madre?

-¡No! ¡Lucca! ¡Nos dijeron que...! -Solo bastó una mirada de advertencia de su hermano para callarlo.

Henry alcanzó a ver a los tres chicos en los columpios. Aquello le dio un mal presentimiento. Así que se levantó de la mesa, se disculpó con Joel y empezó a caminar aprisa hacia donde estaban sus dos hijos mayores.

-Ella... falleció hace mucho tiempo. -contestó Eliel claramente abrumado y triste.

-Ya veo... ¡Oh espera! ¡Creo que escuché la historia una vez! -Hizo una pausa para fingir que intentaba recordar- ¡Sí! ¡Incluso hay un terrible video involucrado! ¿Estoy en lo correcto?

El hijo de Joel Santos lo miró sorprendido. Aquellas palabras sacudieron su mundo por completo. Algunas lágrimas empezaron a formarse en sus ojos. Mientras que de él se apoderaban la ira y la tristeza.

-¡Ya basta, hermano! -le rogó Silver.

Lucca encontró algo que jamás había visto en los ojos del chico perturbado que tenía en frente. No tenía certeza del por qué torturarlo lo hacía sentir tan bien. Lo único que sabía era que quería seguir haciéndolo.

-¡¿Qué estás haciendo?! -Su padre lo sujetó muy fuerte del hombro.

-Solo estaba conociendo al muchacho. ¿No es así? -Miró a ver al joven Santos con una sonrisa malévola.

El chico agachó la cabeza y asintió.

-¡Tú y yo tenemos una conversación pendiente! -Henry arrastró a su hijo mayor lejos de los otros dos chicos.

-Lo lamento mucho. Mi hermano y yo... Se supone que no debíamos mencionar eso.

Eliel se bajó del columpio y se alejó callado manteniendo la mirada en el suelo.

Joel Santos alcanzó a notar que alguien apenas llegaba a la fiesta. El recepcionista lo llamó con señas desde lo lejos. No tardó en dirigirse a la entrada del patio.

-Señor, este caballero es William Wolf. -Le indicó su empleado-. Es el sobrino de la esposa del señor Oliver Hamilton, quien estaba en la lista de invitados. Asegura que viene en su representación.

-Puedo preguntar por qué su tío político no pudo asistir. -Se dirigió al joven que estaba del otro lado de la entrada del patio de la mansión.

-El señor Hamilton está enfermo. No es nada grave, pero decidió que reposar era lo mejor para él en estos momentos.

William no aparentaba tener mucho más de 20 años, era de piel bronceada y complexión atlética, aunque no muy alto. Su cabello, de color castaño oscuro como sus ojos, le llegaba hasta el cuello. Vestía ropa casual y, entre sus manos, llevaba una caja con una envoltura de regalo. Su sonrisa lo haría parecer carismático en cualquier otra situación, sin embargo, a Joel le molestaba.

-Llegas muy tarde al evento. -Esas palabras hicieron que William entrecerrara los ojos y soltara una breve risa.

-Bueno -contestó-, es mejor que no haber venido.

El joven entregó el regalo al recepcionista y entró sin haber recibido aprobación o rechazo del anfitrión de la fiesta. Dejo a los dos hombres en la entrada con una expresión de desprecio.

Mientras tanto, Eduany Santos se había alejado un momento de su esposa para ir al baño. Al salir de uno de los cubículos se encontró con una cara conocida. Un hombre de 29 años, apuesto, un poco delgado, de estatura promedio, de piel ligeramente más clara que la suya y de cabello corto, oscuro como sus ojos.

-¡Scott! ¡No te había visto en todo el día! -exclamó el recién casado-. No estuviste en la boda.

-¿Esperaba que asistiera a esa farsa, mi señor? -Le devolvió una mirada un poco triste.

-No. Sabía que no querías presenciar eso. ¿Qué estuviste haciendo todo el día?

-Su hermano me pidió que hablara en persona con uno de sus contactos. Quería que enviaran policías a patrullar el sur de Fortland, la zona problemática de los Artinel. Él pensó que sería un buen gesto para fortalecer su alianza. Sin embargo... -Se quedó callado.

-¿Sucedió algo malo?

Scott Sunny sacó su teléfono y empezó a buscar un video en una página de internet. Una vez lo encontró lo reprodujo y se lo mostró a su acompañante. En él, una presentadora de noticias comunicaba que dos policías habían sido acribillados dentro de una patrulla en Fortland.

-Yo me he estado preguntando si este es un buen momento para decirle a su hermano...

Eduany puso su mano en la espalda del otro hombre.

-Dejemos que termine de disfrutar este evento. Le diremos esto mañana.

En otro lugar de la mansión Santos, Henry obligaba a su hijo a seguirlo hasta una de las habitaciones. Una vez allí cerró la puerta y se preparó para confrontarlo.

-¡¿Qué demonios estás haciendo, Lucca?! -preguntó muy enojado.

-No sé qué te refieres...

Su padre lo sujetó de los hombros con una expresión de rabia.

-¡¡No creas que soy tonto!! -le gritó- ¡Faltaste a la boda, te sentaste en otra mesa a mirar a todos lados con desprecio y, por último, aterrorizaste al hijo de Joel Santos! ¡¿Qué diablos te pasa?!

-Lo sabes padre, no estoy de acuerdo en que nos hayas unido con esa familia de gente asquerosa. -El descontento de Lucca era evidente en su tono de voz.

-¡¡Son la única salida de nuestra situación!! -Soltó a su hijo para llevarse una mano a la cabeza-. ¡Todos los miembros de Las Familias Fundadoras nos negaron su apoyo! ¡Talvez sea alguno de ellos el responsable detrás de lo de Fortland!

Lucca lo miró sorprendido. Al fin su padre le había dicho toda la verdad. Ahora comprendía sus acciones, pero no las aprobaba del todo.

-¿Por eso no lo has controlado? ¿Tienes miedo que desencadene una guerra contra alguna de Las Familias Fundadoras?

-¡He intentado controlarlo! ¡Una y otra vez he enviado a gente a acabar con lo que sea que se esté formando allí! -Henry remarcó cada palabra-. Pero lo único que he logrado es perder hombres.

Su hijo se quedó callado.

-No te pido que los ames, ni siquiera que seas amable. Solo no intentes destruir lo único que nos brinda algo de seguridad ahora.

Después de recibir esas últimas palabras, su padre dejó ese lugar. Lucca entonces se sentó la cama de la habitación a reflexionar sobre todo lo ocurrido. Al final, lo volvió a invadir la frustración.

-¡Mierda! -exclamó golpeando su rodilla con el puño.

            
            

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