Capítulo 4 Imposiciones Familiares

El cielo había adoptado una gama de colores naranjas, violetas y azules. El sol estaba por ocultarse mientras las nubes se anteponían a él cubriéndolo y apenas dejando escapar unos pocos rayos de luz. En el este del firmamento, ya se podían notar las estrellas titilando en la oscuridad. Era un atardecer hermoso, digno de acompañar un evento tan importante como el que se seguía celebrando en el patio de la mansión Santos.

William Wolf observaba cómo el astro rey se perdía lentamente tras las colinas en el horizonte. Cuando por fin se ocultó por completo, se puso de pie y se dispuso a irse. Había estado aburrido desde que llegó. Nadie allí lo conocía y tampoco habían intentado si quiera hablarle. No tenía razones para seguir viendo sentado cómo los demás se divertían.

-La fiesta aún no termina. -Una voz lo detuvo mientras estaba a punto de atravesar la salida del patio que daba hacia el estacionamiento. -Es el último en llegar y el primero en irse.

Volteó a ver y se sorprendió. Era Henry Artinel, el hombre con quien menos quería encontrarse en ese lugar.

-Lo sé, pero ya he estado aquí demasiado tiempo. -Miró a la gente que bailaba en la pista-. Esta no es mi idea de diversión.

-Sí. Creo que tengo claro qué es lo que su familia considera diversión, señor Wolf. -El joven le sonrió con falsedad.

-Llámeme William, por favor. No estoy acostumbrado a las formalidades.

-Está claro que no. -Había dejado pasar el primer comentario, ahora estaba algo molesto.

-Usted se parece mucho a su padre, señor Artinel. Estoy seguro de que todos los otros líderes de familia se lo habrán dicho también. Se que eso lo llena de orgullo, pero yo no podría sentirme así en su lugar.

-¿A qué te refieres? -preguntó el hombre que tenía en frente mientras se acercaba desafiante.

-Lo demás jefes aquí se han ganado su respeto y fama en el bajo mundo a través de sus acciones. Pero usted... solo es conocido por ser el hijo de su padre. -Pronunció aquellas últimas palabras con una sonrisa de placer.

La respiración y el pulso de Henry se aceleraron. Intentaba ocultar su ira, pero la tensión en sus párpados y su temblor facial lo delataban. El joven lo notó, y con una sonrisa procedió a terminar su discurso.

-Yo lo entiendo, señor Artinel. Soy un Wolf en la familia Hamilton-Wolf. Sé a la perfección lo que se siente vivir a la sombra de alguien más. -William dio vuelta y se fue después de terminar de decir esas palabras dejando a Henry aún molesto.

El reloj daba las 10 de la noche. Lucca deambulaba en la mansión un poco ebrio; había tomado alcohol a escondidas de su padre. En su camino por uno de los pasillos, vio a una joven con un uniforme de mucama. Él se le acercó y le empezó a hablar. Ambos coquetearon, hasta que ella finalmente aceptó seguirlo hasta uno de los dormitorios de la mansión. Allí, se encerraron y se desnudaron. La chica se sentía afortunada de poder acostarse con el apuesto hijo mayor de Henry Artinel siendo solo una sirviente; no era consciente de la pesadilla que estaba por vivir.

Ella, tumbada boca abajo en la cama, lloraba y mordía su labio inferior para soportar las violentas embestidas de Lucca. Tuvo que cubrir su boca e incluso hundir su cara en el colchón para evitar gritar. A él no le importaba cómo se sentía la chica, de hecho, su mente ni siquiera estaba allí. Mantenía una mirada abrumadora de odio y frustración que no cambió en lo más mínimo incluso durante el clímax. No fue hasta después de terminar que se dio cuenta que le había provocado sufrimiento a la joven durante todo el acto. Sin decir nada, se limpió la sangre en los genitales con una sábana, se volvió a vestir y dejó la habitación.

Mientras tanto, en otro de los dormitorios de la mansión, Eduany y su esposa ya compartían cama. Ambos estaban acostados, semidesnudos, inmóviles mirando incómodos hacia la nada.

-Tú y yo en realidad no tenemos que... ya sabes.

-¿Lo dices en serio? -Melissa lo miró aliviada pero un poco confundida.

-Si, tenemos toda la vida por delante para eso. Debes estar agotada, fue un largo día.

La joven Artinel al fin se pudo relajar un poco. Le dio la espalda a Eduany y se acurrucó entre las sábanas. Entonces, un mensaje llegó al celular de su esposo. Él revisó el pequeño aparato y después soltó un suspiro. Melissa no logró diferenciar si era por frustración o alivio.

-Mi hermano solicita mi ayuda -Se puso de pie a un lado de la cama y volvió a vestirse con el traje de boda.

-¿A esta hora? -La joven volteó hacia él.

-Sabes a qué se dedican nuestras familias, ¿no es así? Nosotros no tenemos horarios fijos.

El hombre se dirigió hacia la puerta y justo antes de cerrarla le dijo una última cosa a su esposa.

-No me esperes despierta.

Alrededor de medianoche, varios de los dirigentes de las familias poderosas empezaron a dejar la mansión Santos. La fiesta seguía, pero ellos tenían que atender asuntos el día siguiente. Al final, los únicos líderes que quedaron fueron Henry y Joel. Ambos bebían y conversaban.

-Creo que al final todo resultó de maravilla. -comentó el líder de los Artinel antes de darle un sorbo al vaso con whisky que tenía en la mano.

-Pudo haber sido mejor -contestó su compañero de copas-. Cuando me hablaron, pude sentir que algunos de ellos aún sienten desprecio hacia mí. Y no olvidemos que Oliver Hamilton ni siquiera se dio el trabajo de venir él mismo.

-Yo temía que nadie viniera, y al final tres de ellos estuvieron aquí celebrando con nosotros.

-¿Debería tomarme lo del chico Wolf como un insulto?

-Son los Hamilton-Wolf. -Se aseguró en enfatizar el segundo apellido-. Ellos técnicamente estuvieron presentes. No creo que debería tomarlo de esa forma.

-Tiene razón, señor Artinel. Además, no es momento de causar polémica. Estoy a punto de entrar a Las Familias Fundadoras y no debo arruinarlo. Por cierto, le debo eso a usted. Estoy muy agradecido.

Joel extendió su mano y Henry la estrechó.

-La gratitud es mutua, señor Santos. -Agregó sonriendo.

En el lapso de la noche, Lucca siguió tomando mientras vagaba por los pasillos de la mansión. Para cuando Peter Crank lo encontró, ni siquiera podía ponerse en pie por sí mismo. Entonces se vio obligado a llevarlo a rastras a la habitación que le habían designado al joven. Silver había intentado reunir valor para volver a hablar con Eliel, y al no tener éxito se rindió y fue a descansar. Melissa no notó que su esposo no volvió a la cama, aunque tampoco le importaba si no lo hacía. Henry habló un poco más con Joel y después también fue a dormir. El furor y bullicio de la fiesta se fue apagando hasta que ya nadie siguió festejando. Por último, el anfitrión decidió dejar el patio cuando vio que los primeros rayos del sol se notaban en el firmamento.

En una de las habitaciones, Eduany y Scott, se entregaban con pasión el uno al otro bajo las sábanas. Los conectaba algo más fuerte que la búsqueda de placer y lo demostraban con besos y caricias. El más joven de los dos tapaba su boca de vez en cuando intentando callar sus ruidos.

No tardaron mucho en terminar, uno después del otro. Eduany rodeó a su amante con los brazos y lo aprisionó contra él. Scott, apoyado en su pecho, podía escuchar sus latidos entremezclados con el sonido de su agitada respiración.

-Deberías volver con tu esposa.

-Ella no me extrañará si me quedo un poco más. Además, después de la fiesta de anoche no creo que despierte hasta el mediodía.

-¿Irás a un viaje de dos semanas con alguien con quien ni siquiera puedes compartir cama? -Esas palabras cambiaron la expresión de Eduany.

-No iré -contestó firme.

Scott se apoyó en la cama y miró a su acompañante a los ojos sorprendido.

-¿Por qué?

-Mi hermano va a intentar ayudar a los Artinel con su problema. No puedo dejarlo solo en esta situación. -Miró a su actual compañero de cama con un gesto de complicidad-. Estoy seguro que tanto él como mi esposa y su familia entenderán la situación.

Su amante le sonrió y, recostándose en su pecho, suspiró.

Unos momentos después, en cuanto Scott se quedó dormido, Eduany se liberó de sus brazos y lo acomodó en la cama con cuidado. Se sentó a su lado, y le acarició el rostro mientras lo miraba con dulzura y algo de dolor.

Joel aún deambulaba por la mansión bastante mareado. Primero fue a la cocina a tomar un vaso lleno de agua. Después, se dirigió al baño. Entonces, cuando atravesaba uno de los pasillos que conectaba con la sala de estar, escuchó una puerta cerrándose tras él. Sorprendido dio la vuelta para encontrarse cara a cara con su hermano.

Él seguía ebrio, pero sabía a la perfección que aquella no era la habitación de Eduany.

-Entonces, no consumaste tu matrimonio. -Las palabras que susurró hicieron suspirar al otro hombre en el pasillo.

-Bodas arreglados, consumar votos matrimoniales. ¿Cuántas costumbres arcaicas más debo seguir para mantenerte contento?

-¡Esto no se trata de seguir las costumbres, Eduany! ¡Es tu noche de bodas y dormiste con alguien que no era tu esposa! -A pesar de su estado encontró la fuerza suficiente para hablarle a su hermano con firmeza a la vez que evitaba gritar para no despertar a nadie. -¡De todas las maneras en las que pudiste haber insultado a los Artinel, esta es la peor!

-Nadie me vio entrar. Le dije a ella que estaba contigo. Ninguna persona se va a enterar de lo que pasó.

Joel suspiró y miró a su hermano con compasión. Se acercó a él y extendió su mano hasta posarla sobre su hombro.

-Yo sé que soñabas con un futuro diferente para ti, hermano. No me importa con quien te acuestes. Lo único que te pido es que seas discreto. -Lo volvió a mirar con seriedad-. Me interesa mantener nuestra alianza con los Artinel. Le conviene mucho a nuestra familia. No la pongas en riesgo otra vez, por favor.

-Está bien hermano. -contestó algo triste después de una pausa.

Eduany se puso en marcha hacia su dormitorio, y se acomodó con cuidado a lado de su esposa aún dormida. Joel también fue a su habitación y al fin pudo descansar del día más largo de su vida.

Ese mismo día, poco después de que el reloj diera la 1 de la tarde, los Artinel dejaban la mansión Santos en sus autos de lujo con vidrios blindados. Lucca notó que Melissa observaba los vehículos alejándose con una expresión melancólica. Él no olvidó esa cara aun cuando su prima ya no formaba parte del paisaje.

-Fue lo mejor, hijo. -Su padre intentó mejorar sus ánimos.

El joven Artinel prefirió mantener el silencio.

                         

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