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9
Todos nos acercamos y nos sentamos en las dos mesas de picnic que habían preparado. Me senté entre mi papá y Edgar, quien tenía a la pequeña Kendra a su izquierda. Emmanuel, Richard, Helena y John se sentaron frente a nosotros en la mesa. Edgar estaba ayudando a Kendra a llenar su plato.
No podía superar lo mucho que amaba el "actitud de hermano mayor" de Edgar. Verlo con Kendra, e incluso con sus hermanos, calentó mi corazón. No pude evitar pensar en el gran padre que sería algún día. Era un pensamiento tan extraño para mí, ya que nunca había pensado realmente en tener hijos, y solo conocía a Edgar desde hacía seis semanas. Supongo que me reveló cuánto amor tenía por su familia y cuán dedicado era a ellos.
-Es un gran tipo, Mariabella - Fui sacado de mi ensoñación por mi padre susurrando en mi oído.
Me incliné hacia él y envolví mi brazo alrededor de su cintura, apoyando mi cabeza en su hombro. -Lo sé - Susurré más para mí misma que para mi padre.
-Me alegro de que estés en casa, Mariabella. Te he echado de menos - Sabía que se refería a algo más que mi ausencia en la escuela. Se había perdido mucho de mi vida, mientras vivía en California.
-Yo también, papá - Mis ojos comenzaron a lagrimear de nuevo. No me había dado cuenta de lo sola que había estado en la escuela sin familia, o realmente sin amigos, además de un par de compañeros de clase, hasta que apareció Edgar. Ahora, me reuní con mi padre y me recibieron con los brazos abiertos en la familia de Edgar.
-Mariabella, ¿en serio? ¿Estás segura de que no nos odias? - Escuché a Emmanuel reír desde el otro lado de la mesa.
Edgar se dio la vuelta para mirar primero a Emmanuel y luego a mí. El amor que irradiaba su rostro era tan intenso. Si no lo sabía antes, lo sabía ahora. Edgar estaba enamorado de mí. Esperaba que mis ojos reflejaran lo mismo en él.
Extendió su mano hacia la mía y la tomó entre las suyas. Le dio un pequeño apretón. Mi papá todavía tenía su brazo alrededor de mí. Estaba sentado entre los dos hombres más importantes del mundo para mí, y no podría haber estado más feliz.
Helena me pasó una toalla de papel para secarme los ojos y me dio una cálida sonrisa. -Emmanuel, querido, tienes mucho que aprender sobre las mujeres - Ella respondió.
-Oh, vamos, mamá. Mariabella sabe que solo estoy bromeando con ella. ¿Verdad, Mariabella? - Se giró para mirarme con esperanza en sus ojos.
-Está bien, Emmanuel. Realmente no sé cuál es mi problema hoy - Agregué, secándome los ojos, con suerte por última vez hoy.
Sentí a Edgar apretar mi mano izquierda de nuevo - Probablemente solo estés cansada, bebé. Tuviste un examen esta mañana y estuvimos de viaje toda la tarde. Consigue algo de comer y te llevaré a casa para que puedas dormir un poco.
-Gracias, Edgar - Me guiñó un ojo y me soltó la mano para que pudiera comer.