-Todo lo que pidió está aquí -dijo una señora, sosteniendo la vela que daría la luz a la habitación. Su voz retumbó en las paredes. El anciano que estaba junto a ella, su esposo, tenía una daga de filo profundo.
-Espera un poco, querida Martonne, invocar a un Milnombres no es tarea fácil. Todavía nos falta un elemento importante: los llamadores. El anciano desató el cadáver que él y su esposa habían encontrado después de tantas noches en las que asumieron otras identidades para no levantar sospechas. El cuerpo era el de un niño de menos de diez años que en sus momentos de vida fue conocido como Luka Santaia.
Kilómetros y kilómetros más allá de la pareja, en un espacio de nubes, rodeado de juguetes y muchos dulces de todos los colores, sabores y tamaños, un ser de completo azul hacía el reposo sobre la nube más suave mientras sus serviles completaban las tareas que él tenía que realizar.
-Pequeño Señor, vengo con malas noticias para usted -uno de sus lacayos, un espíritu naranja, tenía una mala que comunicarle.
-Que desesperado que estoy, dame chances a adivinar lo qué quieres decir -le retó a un juego.
-Pequeño Señor, mi noticia es grave, permita que sea directo.
- ¿Uno de mis antiguos familiares humanos se acordó de mí existencia? ¿Las dos basuras que llamé padre y madre se arrepintieron del daño que me hicieron? ¿Una de esas basuras de mi colegio se acordó de mí? ¿Consiguieron arreglar mi osito favorito? ¿Mi maestra favorita preguntó por mí? -lanzó tantas preguntas, ninguna se acercaba con la información del lacayo.
-Nada de lo que dijo es cierto. Mi Pequeño Señor, encontraron su cuerpo humano y quieren hacer un Rito Enigma con él.
- ¿Cómo? ¡Pero sí morí entre los humanos hace meses! No es posible que lo hayan encontrado tan fácil -su voz aniñada pintó de gris las nubes del lugar. Unos cuantos peluches se cayeron, uno de ellos se quedó sin sus ojos.
-Diminuto Excelso Señor -intervino otro espíritu, era una de color rosado claro que vino en relevo de su compañero. -Me es preciso recordarle que su cuerpo puede ser usado para esos actos hasta dentro de trece meses pasada su muerte entre los humanos.
Las nubes grises se expandieron en el área, los espíritus escaparon en cuanto sintieron que se iban a quedar sin espacio para moverse. El ser azul y sus lacayos estaban en el medio de los grumos.
-No es posible -el líder habló. De su boca salieron sonidos de relámpagos. - ¿¡Cómo pudieron dar con mi cuerpo!?
-Sus antiguos padres le dieron toda la información posible a cambio de pagar todas sus deudas y tener dinero de sobra. Su cuerpo estaba enterrado en una tumba con su antiguo nombre en un cementerio afuera de la ciudad -el espíritu rosa ató dio las respuestas sin ir con enredos
-Por lo menos se dignaron en poner mi antiguo nombre -con su voz dispersó un par de nubes. -Tienen que detener a los bandidos que quieren usarme.
-Son un anciano y su esposa, una mujer más joven -el espíritu naranja informó sobre los que perturbaban la paz de su amo.
-No importa quiénes sean, tienen que impedir que completen mi invocación, lacayos estúpidos. A sus palabras le precedieron relámpagos que salieron de las nubes para castigar a los espíritus, pero ninguno sufrió daño por los escudos del lugar.
-No podemos hacer nada para detener el rito, podríamos llamar la atención y usted perder su puesto, apenas es un Milnombres de nivel bajo -rosa hizo un intento fallido de calmar la ira de su amo.
-Me vale un truño, tienen que hacer un intento o usar su cerebro invisible. Les doy hasta más tarde para que lo usen.
Más tarde. Los espíritus sabían que ese más tarde estaba desprovisto de un tiempo fijo. Tenían que cumplir la orden del amo sin importar el riesgo, su permanencia con vida dependía de encontrar una solución.
El cuarto oscuro estaba iluminado por la luz de nueve velas, dos a cada punto cardinal y una en el centro. Estaban presentes dos cadáveres, uno recogido del cementerio y un segundo que era de un joven por el que nadie podría reclamar. El anciano y su mujer se afanaron en prender con una antorcha los inciensos con los que prepararían el rito para traer por la fuerza al Milnombres. Después él la apagó.
El humo que salía de las varillas sagradas se esparció por el ambiente. Nadie podría ser capaz de sospechar que un acto profano se realizaba en el sótano de un museo al que decenas de personas acudían durante los fines de semana. Cualquiera que entrase tenía dos opciones: escapar con todas sus fuerzas y no contar nada de lo que vio, o fingir ser un valiente y adentrarse a las garras de destino incierto sin pensar en un final feliz. Incluso el silencio no debía ser tiempo perdido.
-Caerá, otra de nuestros huéspedes será alimento para el Rito Enigma -habló el anciano que abrió un pote de pintura azul. Al lado de él estaba una brocha lista para ser usada.
-No cantes victoria tan rápido, querido -la mujer desató un saco lleno de piedras azules y grises. Luego siguió con otro que al romperse el nudo salieron cochecitos, uno tras otro, junto a un oso de peluche sin ojo, que además tenía la nariz salida. -Ella sí es amada por sus padres y tiene quince años, nos está olvidando porque sabe que es tiempo de que lo haga. Sabe que tiene que crecer.
El anciano fue por uno de los cadáveres, con una amplia sonrisa en el rostro, dijo:
-No tengo problemas con ella, tenemos tantos huéspedes alrededor del mundo que podríamos usar. Ellos pueden encontrarnos en cualquier lugar, en cualquier momento del día, nuestra misteriosa forma, en especial la mía, los lastimará.
La luz de las velas se extinguió, el cadáver quedó pintado a medias. El resto de la pintura se desparramó por el suelo, alcanzando algunas de las varillas de incienso que seguían desprendiendo su humo.
-Milnombres estúpidos, ¡creen que no me doy cuenta de su presencia! -el anciano se rio de los espíritus recién llegados. Su boca se expandió, perdiendo su forma normal. Con todo el aire de sus pulmones aspiró no solo el humo con las varillas, si no que pudo detectar a los secuaces del Milnombres principal que vinieron para impedir que sea invocado. La luz de los Milnombres alumbró con más fuerza, la mujer del anciano le cubrió los ojos con sus manos. Si los abría, el encuentro podría terminar.
-Déjame al par de Milnombres, encargarte de preparar los cuerpos, tenemos que completar el Rito antes de que sean las doce -la pidió la mujer al hombre que aprovechó para desprenderse de ellas. Con un gran salto fue directo hasta el cadáver del muchacho. No importaba la oscuridad ni la pintura derramada, el rito tenía que continuar.
Los espíritus, a pesar de su paridad numérica, desconocían las habilidades de aquello con lo que se enfrentaban. La mujer los miró a ambos, eran unos remolinos con unas luces en el centro, rosa y naranja, pudieron ser más, pero ninguno de los demás espíritus se dispuso a acompañarlos.
Uno de los dos sopló sin conocer las consecuencias que traería. Aquella que parecía una mujer corriente se transformó en una ráfaga de pétalos de flor rosa. Eran dos contra uno. Naranja, el que dio el soplo inicial, se abalanzó contra la mujer convertida en remolino cuyos pétalos se multiplicaron, en tanto Rosa buscaba salvar el cadáver humano de su amo que estaba colocado junto al del muchacho anónimo.
-Acércate a mí que conocerás tu final -el anciano terminó de crear un círculo de piedras azules.
-No me importa morir por mí amo, él tuvo una vida dura cuando era un humano. Es inadmisible que tenga una en su actual forma.
-Eso lo sé bien -dijo, mientras bajaba su cabeza. -Ahora muere, estúpida Milnombres. El cuerpo del hombre de avanzada edad se tornó más negro que la oscuridad misma, de su torso salieron unos alargados brazos con enormes uñas que flotaban en el aire. Lo que antes era su boca se volvió en un hoyo negro sin fondo.
Dos de los brazos tomaron la luz central de Rosa, estos se abrieron paso sin problemas entre el cuerpo de la Milnombres que emitió un fulgor que nubló la vista de la criatura, Naranja, su compañero, también se separó del remolino para escapar de la mujer del anciano que quería acabar con él.
-Tenemos que poner el cuerpo del amo a salvo, no importa si perdemos la vida -le comunicó Rosa a su compañero mediante un hilo-luz que desprendió del centro de lo que quedaba de su cuerpo.
Los Milnombres se pusieron uno cerca del otro, acercaron sus núcleos y se formó un nuevo núcleo volvió de un color que era diferente del que poseía cualquiera de los lacayos. De este dispararon rayos de luz por toda la habitación, la mayoría fueron esquivados por la criatura que extendió su cuerpo por la habitación entera. Uno de los rayos impactó contra una fracción de él, quemándole también dos brazos.
La ráfaga de pétalos de rosa elevó unos gruesos granos de sal de un tarro, lanzó ambos contra el núcleo espiritual que redujo la intensidad de su luz. Al frente de ellos, la criatura expandió su boca y aspiró todo lo no sólido de la habitación, incluyendo la ráfaga de pétalos, el núcleo de los Milnombres disparó lo que para ojos humanos serían láseres de luz gruesa, uno consiguió atravesar el techo de la habitación, llegando al museo en el que se realizaba una exposición importante de un tesoro que le perteneció a un colonizador inglés. Los presentes en la sala se quedaron impactados.
La criatura estaba inmóvil, de sus extremidades resultantes salieron cenizas. Los Milnombres fueron por el cuerpo de su joven amo, pero la criatura expulsó a la ráfaga de su boca; que multiplicó sus pétalos que estaban secos y empujó al núcleo contra una pared, los tres estaban conscientes de que debían controlarse, caso contrario llamarían la atención de los humanos.
La criatura, aún con todo el daño que sufrió, ensanchó su boca, los Milnombres se resistían a la derrota, lanzando rayos que eliminaron incontables pétalos de la ráfaga. La criatura se las dio por emitir ruidos bruscos también audibles para los humanos, con la fuerza que le quedaba succionó la habitación entera cuidando de no arrancar las paredes.
El núcleo, recuperado del impacto contra la pared, lanzó una onda que fue directo al centro de la boca de la criatura que dio un grito sin hacer retroceso. El núcleo se separó, sus componentes tenían la luz débil, lo que quedaba de la ráfaga de pétalos los empujó hasta cerca de la boca que se ensanchó su tamaño cubriendo buen largo de la habitación. Usando unos afilados colmillos, hizo añicos los núcleos de los Milnombres.
La ráfaga, con otra de sus habilidades, hizo friccionar los cerillos que quedaron en la caja, prendiendo las velas en el centro del círculo rodeado de piedras azules. Luego arrastró los juguetes e hizo descender sus pétalos finales al suelo, uno encima de otro; retornó a su forma humana.
La criatura dio unas risotadas, volviéndose humano. El anciano buscó los cuerpos, tenían daños por la batalla.
Sirven, tengo que apurarme, quedan un par de horas para que acabe el día, se dijo a sí, viendo hacía el círculo de que hizo su esposa. Tomó uno de los cadáveres y lo puso en el lado derecho, el otro fue puesto a la izquierda boca abajo. Al ir por la última vela que quedó en el sacó que no fue abierto, vio que en la pared estaban abiertos muchos huecos por los que podrían ser observados. Tomó el objeto que quería, el resto de ellos, estaban destruidos, salvo una de las velas de repuesto y el segundo paquete de varillas de incienso que también fue tomado.
La pareja encendió las varillas y la vela, la habitación fue cubierta por el aroma que evocaba misticismo. Se colocaron detrás del círculo, el anciano cayó con una rodilla de frente, su esposa le ayudó a pararse.
-Milnombres que todo lo ves y que todo lo puedes -recitó las primeras frases-. Milnombres que alguna vez fuiste un humano, que vivió entre los mortales, tengo la prueba de tu humanidad, ven a nosotros Milnombres -dijo con voz cansada, aguantando el dolor de algunos músculos que fueron lastimados por el combate cuando estaba en su forma devoradora.
-Milnombres que ahora estás más allá del mundo de los humanos, ven a nosotros, ven, ven -el fuego de la vela principal fue hasta casi tocar el techo.
-Milnombres que tuviste una vida humana llena de tristeza, te convocamos, ven a nuestro llamado -el humo que salía de las velas menores se mezcló con aquel que procedía de las varillas.
Marido y mujer tenían la vista nublada, las llamas prendidas se apagaron, incluyendo la del centro. En mitad del humo resultante una luz azul resplandeció. Él había llegado. El humo quedó disipado, la luz alumbraba iluminó tres cuartas partes de la habitación. El ser presente tomó la apariencia de un humano pequeño de claros rasgos infantiles. No tenía piel ni nada sólido, era un espíritu azul que tomó el oso de peluche con una mano. Entre su mano y la del juguete se vio un hilo delgado de humo les unía.
El ser azul dio unos balbuceos imperceptibles e incomprensibles para la pareja; un capricho de niño.
-Bienvenido de vuelta al mundo de los humanos, Luka Santaia.
La luz del ser se oscureció y pasados un par de segundos, de su cabeza expulsó una bola de humo, regresó al tono original que tenía.
-No me llamen así, no soy él, mi nombre es Ulkirudss -respondió el Rey Milnombres. -Humanos estúpidos, qué quieren de mí.
-Que ternura, cree que somos humanos -dijo la mujer con picardía. -Tomamos la vida dos de tus súbditos, tienes que hacer caso o el siguiente serás tú.
-Martonne, basta. Déjame hablar -el anciano calló a su esposa. El ser estaba quieto. El tiempo iba disminuyendo para realizar la parte final del Rito Enigma.
-Me han convocado desde tan lejos por nada, no me importan los súbditos que hayan matado, quiero saber por qué justo a mí y no otro Milnombres -de su boca expulsó figuras geométricas de humo.
-Porque tú eres el indicado para mi plan, o debería decir, nuestro plan -los ojos del anciano se pintaron de un negro profundo que cubría hasta la última parte de ellos. Los de la mujer también se volvieron oscuros. -Bajo nuestro poder están unas dos anomalías, nosotros mismos estamos en camino de volvernos unas y trascender en la eternidad.
El Milnombres sabía de lo que el anciano hablaba. No era común encontrar a alguien que pudiese tener conocimiento de esos asuntos, ni entre los de su especie o hasta sus súbditos que evitaban hablar de ciertos temas.
-Algún día este mundo se acabará para siempre y se revelarán las verdades. Desaparecerán realidades, seres y poderes; los destinos se volverán en uno solo.
«La única manera de evitar ese destino es convirtiéndose en una anomalía. Quiero romper este ciclo y junto a un selecto grupo, trascender la eternidad. Ir contra los superiores.
-Cualquiera que vaya en contra de ellos que tú no mencionas, es mi aliado -soltó al oso de peluche.
-Ellos nos odian porque no pueden controlarnos, porque somos libres y porque contralamos la naturaleza y a nosotros también -Martonne rodeó el círculo con pétalos de rosa salidos de sus manos.
-Huelo el aroma de un trato incluso si no tengo la capacidad como tal.
-A mí me encantan los tratos, tengo uno para cada persona o ser racional con el que quiera tratar. Pocos son los que se resisten de pactar conmigo. Ulkirudss, tú quieres poder, deseas venganza contra aquellos que te lastimaron.
-Quieres más súbditos y vengarte de tu familia humana. No puedo culparte, igual quisiera lo mismo que buscas en tu lugar -Martonne entendió los deseos del Milnombres que apagó su propia luz.
Los ojos de la pareja regresaron a ser humanos. En la oscuridad sintieron su respiración.
-Anciano, dime cómo quieres que te llame a ti y tu mujer. Estoy dispuesto a colaborar contigo si a cambio cumples mis deseos, los de ahora y los que tendré después.
-Llámame cómo tú quieras. A ella dile Martonne, cuando llegue momento indicado, se acercará a ti sin que este yo a su lado.
-Gracias, Vejestorio -Ulkirudss encendió su luz más potente, sacando de las yemas de sus dedos, el mismo hilo de humo que usó para el oso. Se dio la mano con el anciano y la mujer.
-Vejestorio, no podía esperar menos de un ser como tú. Tengo dos anomalías en otra parte, a una le sirvo y la otra me sirve a mí. A la que sirvo está en busca de nuevos dueños que puedan complacer sus deseos. Algún día, uno que busco que esté cerca, me convertirá en un Milnombres completo.
- ¿Y qué hay de Martonne?
-No lo necesito, también pertenezco a un grupo de seres fuera del alcance de las leyes de este mundo y sus estúpidos seres superiores. Deseo que mi esposo pueda alcanzar esa condición.
- ¿Y entonces?
-La anomalía necesita de unos doce dueños que superen sus retos con éxito, necesitaré de tu ayuda para cumplir mis tareas; la anomalía tomará las almas de algunos de ellos en su beneficio.
-Odio las tareas. ¿Me quieres decir que necesitas mi ayuda para buscar a los nuevos dueños?
-No es tan fácil como suena, mi esposo sabe qué dueños convienen.
-Anomalía, anomalía, anomalía. Qué tendrá de especial.
-La conocerás pronto. El tiempo para las doce está llegando, tenemos que irnos o los humanos notarán nuestra presencia.
-Pondré todos mis súbditos a su disposición.
-Pequeño Milnombres, aunque seas de nivel bajo, será un placer hacer tratos contigo. Te daré una misión pronto. El anciano y su mujer escupieron fuego de sus bocas para después transformarse en dos sombras invisibles al ojo humano.
Ulkirudss revoloteó en la habitación, haciendo que las llamas presentes afectaran los cadáveres que se redujeron a polvo que fue absorbido por nubes creadas por el Milnombres saciando su apetito.
El fuego llegó hasta las habitaciones principales del museo, consumiendo devorando reliquias, documentos y paredes. Ese día, en las cadenas de noticias del planeta entero, se dio a conocer el trágico noticia de que el Museo de Historia de Jeervalya, fue carbonizado de manera misteriosa. Vidas y mitos fueron destruidos intentando desafiar al tiempo.
El Rito Enigma fue completado con éxito total.