Sira se puso de pie y abrió la puerta del cuarto, bajó las escaleras y notó que en la sala de estar había mucha gente y ella no estaba del mejor humor, así que dijo todo de una vez sin rodeos.
-La bebé es la Hibrida maldita- al decir esto todos se quedaron en silencio, estaban en shock, no sabían que decir.
Un golpe seco se escuchó entre la multitud, la madre de las hermanas se desmayó por tan terrible noticia.
-Debemos protegerla, es una recién nacida, y sabemos lo que implica la profecía, hay que sacarla de aquí lo antes posi...- Sira no pudo terminar ya que un estruendo demasiado fuerte se escucho por toda la casa, habían volado una pared completa.
Todos estaban conscientes de lo que pasaba, venían por la bebé y ellos no podían permitirlo.
Sira subió lo mas rápido que pudo al cuarto de su hermana para ayudarla a irse con su bebé de ahí, pero al abrir la puerta, vio que su hermana estaba de pie mirando por la ventana. Al dirigir su mirada al lugar, notó que había un demonio allí, preparado para atacar. Observaba a la bebé y a Mair, tratando de predecir sus movimientos, es como si no notase a Sira. El demonio se lanzó a por Mair, pero Sira lo dejó flotando en el aire y apretando su puño formando la roca del juego de tres, lo desmembró en el mismo lugar.
-Mair, reacciona, debemos irnos, hay que poner a salvo a la bebé- le dijo su hermana apresuradamente a lo que ella asintió y se dejó guiar, aún estaba débil.
Mientras corrían no se percataron de que un demonio iba detrás de ellas, la horrible criatura las alcanzó y clavo sus garras en las costillas de Mair, esta pegó un grito desgarrador y Sira se detuvo.
Viendo a su hermana sangrar, sin soltar a su bebé y protegiéndola con su cuerpo, se llenó se ira y al llegar hasta el demonio, empezó a golpearlo hasta que le arranco la cabeza.
Trató de ayudar a Mair a ponerse de pie pero había perdido mucha sangre y ya estaba débil desde antes, así que se agachó y abrazó a su hermana, sabía que le quedaba poco tiempo, y las brujas de su aquelarre no podían curar heridas de demonios, solo lo hacía la magia negra y ellas eran brujas blancas.
-Sira... llé...llévate a la bebé y ponla a salvo... p...por favor- pidió Mair, ahogándose en su propia sangre y sabiendo que estaba muriendo.
-NO HERMANA, NO TE VOY A DEJAR- respondió Sira llorando desconsolada mientras abrazaba a su hermana, sin hacerle daño a la bebé- no te voy dejar Mair, siempre estaremos juntas, por favor no hagas esto- le decía finalmente entre susurros y llanto.
-Nimue, su nombre es Nimue- dijo Mair mirando a su bebé, estaba tan tranquila, tomando en cuenta la situación, ella solo observaba, como si estudiara todo.
-Hermanita...- lloro Sira, Mair le pasó a la bebé y luego colocó una mano en el rostro de su hermana mirándola a los ojos.
Ella vio como se escapo el último aliento de su amada hermana, pero sabía que debía irse, tenía que correr, así que eso hizo.
Trataba de esquivar a todos, el lugar era una zona de guerra, había cuerpos por todos lados y a lo lejos vio a su madre tirada en el suelo, tratando de apoyarse a una pared. Sira corrió a su madre de inmediato pero un demonio se atravesó, se lanzó para atacarla pero el golpe nunca llegó. Vio al demonio retorcerse de dolor y como desde adentro se quemaba hasta no quedar nada, volteó hacia su madre y la vio con su mano arriba apuntando a donde anteriormente estaba el monstruo sin forma física, su madre la salvó.
-¡Madre!- Sira corrió a ver a su madre. Estaba demasiado herida, y tenía un gran agujero en el estomago. La mujer la miró y luego observó a la bebé. La chiquilla sonrió a su abuela e hizo el amago de tocarla, a lo cual la mujer se acercó y dejó que la mano de la bebé descansara en su rostro.
Lo que pasó después fue una sorpresa para ambas, las heridas de la mujer empezaron a sanar, quedando sin un solo rasguño y haciendo que el ambiente se sintiera cálido, la mujer lloró y beso la frente de su nieta.
Como es que ella puede curar heridas de demonios? Se preguntó Sira.
-Mama, ven con nosotras, debo mantenerla a salvo y... no quiero perderte a ti también- dijo la chica, ayudando a su madre a ponerse de pie. La mujer la miró y entendió de lo que hablaba. Mair había muerto.
-Bien, no podemos ganar esta guerra y no podemos permitir que se lleven a la bebé- dijo su madre.
-Se llama Nimue, madre- dijo Sira, con lagrimas en los ojos, poniéndose de pie. Su madre la miró y se le escapó una lagrima, su hija le había puesto su nombre, el nombre de su madre.
Se pusieron en marcha, pararon frente a una pared dentro de un estrecho pasillo y la madre de Sira, Nimue, dijo unas palabras en latín, a lo cual apareció una puerta. Ellas entraron y la señora volvió a sellar la entrada. Nadie podía entrar a menos que fuera del linaje de la familia.
Emprendieron su camino hacia el mundo humano, gracias a la Diosa no hubo ningún obstáculo después, pero las dos mujeres iban con el corazón hecho pedazos, aún así, debían darle una buena vida a la chiquilla, tratarían de cambiar su horrible futuro y ayudarla en todo lo posible.
Pero habia algo que Sira no podia sacar de su mente...
'¿Por qué la bebé curó a su abuela pero no a su madre?'