Desde tiempos remotos la dicotomía entre el bien y el mal se manifiesta de distintas formas, sus múltiples maneras de aparecer en ocasiones rozan los márgenes del misterio y develan a su vez historias que parecen ser increíbles en las que se destacan personajes con dones maravillosos y habilidades extraordinarias. Se dice que en la antigüedad reinaron los dioses entronizados en el Olimpo, según la mitología grecorromana estas deidades comandaban desde las alturas a los mortales en la tierra.
De ellos se cuentan diversas historias y aventuras extraordinarias y con el paso del tiempo aquellas divinidades fueron dejando rastros de su linaje por el planeta. Parte de la descendencia de los dioses fueron híbridos producto de sus frecuentes relaciones con la especie humana, al transcurrir las décadas la divinidad mermó, pero la presencia de icor en la sangre de los herederos los hacía especiales, muy diferentes. Dicha distinción recaía con mayor furor en aquellos que procedían directamente de los dioses primordiales. Tal es el caso de Apolo, el mimado, el hermoso del arpa y el arco, aquel dios mellizo con la diosa Artemisa, aquel dios encantador también tendría su amplio linaje, también caería rendido ante el encanto de las mortales. De la descendencia de uno de los dioses primordiales del Olimpo, el dios Apolo. Apolo fue un importante dios griego asociado con el arco, la música y la adivinación. Epítome de la juventud y la belleza, fuente de vida y curación, mecenas de las artes y tan brillante y poderoso como el mismo sol, Apolo fue posiblemente, el más amado de todos los dioses. La importancia del mito de Apolo deriva de los grandes poderes que se le adjudicaban a esta deidad. Se le consideraba el dios de las artes, de la profecía, portador de la luz de la verdad, regente de las plagas, las epidemias y la muerte súbita, pero también de la sanación y la protección contra fuerzas malignas. Así mismo, en el mito de Apolo se le adjudica a este dios la regencia sobre la belleza, la armonía, el equilibrio, la perfección. Era el iniciador de madurez en los jóvenes, protector de pastores, marineros y arqueros, así como señor máximo del arco y la flecha. También dios de la música y la poesía, jefe de las musas y patrón del Oráculo de Delfos. El origen de Apolo señala que este dios era hijo de Zeus , máxima autoridad del Olimpo, y de Leto, una titánide. En principio, Zeus se interesó por la hermana de Leto, llamada Asteria, e intentó tomarla por la fuerza. Ella, espantada, se convirtió en codorniz para escapar de su asedio. Como siguió acosándola, se arrojó al mar y se convirtió en la isla de Ortigia. Después, el máximo dios del Olimpo fijó sus ojos en Leto, quien le correspondió. Ella quedó encinta, pero Hera, esposa legítima de Zeus , se enteró de la aventura e inició una feroz persecución contra Leto. La traicionada le pidió a su hija Llitía, diosa de los partos, que impidiera el nacimiento. Por tanto, Leto estuvo nueve días con dolores horribles. Los dioses se compadecieron de la titánide. Leto esperaba mellizos y los dioses permitieron que naciera la niña, Artemisa, y que esta se hiciera adulta rápidamente para que ayudara a la madre con el parto de su hermano, Apolo. Así sucedió. Artemisa quedó tan impresionada por el sufrimiento de su madre que decidió permanecer virgen para siempre. El suplicio de Leto no terminó con el nacimiento de Apolo. Hera, todavía furiosa por la traición, envió a la serpiente Pitón para que matara a la pequeña familia. Nuevamente los dioses, compadecidos por la suerte de Leto, hicieron que Apolo creciera en solo cuatr días y le diera muerte al monstruo. Apolo destruyó a Pitón, serpiente sagrada, con mil flechas. Como era un animal divino, tuvo que hacer penitencia por matarla y donde cayó abatido el monstruo se edificó el Oráculo de Delfos. Apolo se convirtió en el patrón de este lugar, para más adelante susurrar los vaticinios al oído a las pitias o adivinas.
Apolo era realmente hermoso y lleno de virtuosismo, pero desafortunado en el amor. Una vez se enamoró de Casandra; a quién el dios habiéndole regalado un don profético, está lo rechazó. Una historia destacada dentro del mito de ese extraordinario dios, fue aquella que narra que un día la audacia le llevaría a encontrarse con los problemas, sugiriendo ser la diana en el punto de mira de las flechas del amor. Él, Apolo, hijo de Zeus y Leto, era considerado como el dios de la música, de la poesía, de la luz e incluso de las artes adivinatorias. A lo largo de su existencia había tenido numerosos romances tanto con mortales como con ninfas y diosas. Un día se atrevió a reírse de Eros, más conocido como Cupido, que se encontraba practicando con su arco. Éste, al sentirse humillado por el arrogante dios, decidió darle una lección. Cuando Apolo se encontraba en el bosque cazando, vio a lo lejos una hermosa joven llamada Dafne, que en realidad era una ninfa. Eros decidió aprovechar el momento y disparó dos flechas. La que disparó a Apolo era de oro, lo que producía un apasionado amor. Sin embargo, a Dafne le disparó una flecha de plomo, cuyo efecto era exactamente el contrario, sentir odio y repulsión hacia el dios que se había enamorado de ella. Apolo entonces decidió perseguir a Dafne allá donde fuera hasta conseguir su amor, pero Dafne, bajo los efectos de la flecha de plomo, huía como podía de él. Al llegar al río Peneo, Dafne, cansada de tanta huida y justo cuando ya Apolo lograba alcanzarla, pidió ayuda a su padre, que no era otro que el dios del río. Éste, teniendo compasión por su hija, decidió hacer lo único que podía salvarla: la convirtió en un árbol, el laurel. Cuando Apolo al fin la alcanzaba, vio cómo los miembros de su amada iban quedándose rígidos, sus brazos se convertían en ramas, sus pies echaban raíces y sus cabellos se iban convirtiendo poco a poco en hojas hasta que su cabeza se convirtió en la copa de un precioso árbol. Afectado por lo que acababa de suceder y pensando en cuánto la amaba, prometió que ella sería su árbol, el que le representara siempre. De esa manera, sus hojas adornarían su cabeza y la de aquellos guerreros, atletas, poetas o cantores que triunfaran, convirtiéndose en símbolo de triunfo y victoria.
También se cuenta que Zeus le ordenó a los cíclopes que mataran a Asclepio, hijo de Apolo. Asclepio era hijo del dios Apolo , soberano del sol y de las artes, y de una mortal llamada Coronis. La historia cuenta que se unieron cerca de un lago y que, para lograrlo, el dios tuvo que convertirse en un cisne. Coronis quedó encinta. Después de esto, Apolo tuvo que volver a Delfos, pero le ordenó a un cuervo blanco que cuidara a su mujer mientras él no estaba. Sin embargo, aprovechando la ausencia del dios, Coronis se hizo amante de un guerrero llamado Isquis. El cuervo se dio cuenta y voló rápidamente a avisar a su amo. En el camino encontró a una corneja y esta le advirtió que no era buena idea llevar malas noticias, pero el cuervo la ignoró. Apolo quedó completamente consternado. En medio de su ira, maldijo al ave y la condenó por siempre a llevar plumaje negro. Desde entonces se le consideró un "ave de mal agüero". Apolo fue hasta donde estaba Coronis y, lleno de ira, disparó una de sus flechas contra ella, atravesando el pecho de la mujer. Cuando la vio morir, el dios se arrepintió y trató de revivirla, pero ya era tarde. Después la llevó a la pira funeraria. Así, cuando el cuerpo de Coronis se consumía por el fuego, Apolo decidió sacar al hijo de su vientre. Tal hijo era Asclepio y Apolo decidió encargar de su crianza y educación a Quirón, el centauro sanador. De este modo, el niño creció bajo la tutoría de un maestro que conocía a fondo las artes curativas. Así, desde temprana edad, se familiarizó con las plantas medicinales y las técnicas de tratamiento. Tantas habilidades sanadoras llegó a tener Asclepio que, incluso, aprendió a resucitar a los muertos. Esto despertó la ira de Zeus, quien pensó que era un peligro revertir la condición de los mortales. Así que, valiéndose de un cíclope, envió un rayo y mató a Asclepio. Invadido de dolor, el dios de las artes mató a los cíclopes y por eso fue castigado.
Por otra parte, se cuenta que las musas, ellas eran las compañeras naturales de Apolo , dios de la música y de las artes. Este tuvo romances con todas las musas, en diferentes momentos, y de esos amores furtivos surgió una amplia descendencia. Se narra que eran hijas de Zeus, el dios del Olimpo, y de Mnemósine, una titánide que representaba a la memoria. Ella, a su vez, era hija de Gea, la madre tierra, y de Urano, personificación del cielo. Se cuenta que Mnemósine y Zeus yacieron juntos por nueve noches y que por cada noche nació una musa. También se comenta que en el inframundo había un río llamado Mnemósine, al lado de otro llamado Lete. La mayoría de los mortales eran invitados a beber del río Lete antes de reencarnarse en un nuevo ser; las aguas de esa fuente hacían que olvidaran sus vidas anteriores y comenzarán de nuevo. Solo algunos elegidos eran invitados a beber del río Mnemósine. Estos podían recordar las vidas anteriores y en su siguiente encarnación se convertían en visionarios y hasta en profetas.
Se dice que las musas son nueve y que cada una de ellas está encargada de algún campo del conocimiento o de la creación artística. Se suponía que, si la musa correcta visitaba al creador, este tendría súbitas y maravillosas revelaciones para culminar su obra. Las nueve musas clásicas son las siguientes:
Calíope o "la de la bella voz". Era la musa de la elocuencia y de la poesía épica. Llevaba una corona de laurel y una lira. Fue amante de Apolo y madre de Orfeo, Lalemo y Reso.
Clío o "la que ofrece gloria". Musa de la historia, es decir, de la epopeya. Su papel era mantener viva la memoria de la generosidad y de los triunfos. Llevaba una trompeta y un libro abierto.
Erató o "la amorosa". Musa de la poesía lírica-amorosa, que llevaba una corona de rosas sobre su cabeza y portaba una cítara. También fue amante de Apolo y madre Tamiris.
Euterpe o "la muy placentera". Musa de la música, en particular, de la interpretación de la flauta. Se le representaba con una corona de flores.
Melpómene o "la melodiosa". Musa de la tragedia, o más bien de la narrativa trágica o escritura literaria. Vestía fastuosamente y portaba una máscara trágica.
Polimnia o "la de muchos himnos". Musa de los cantos sagrados y de los himnos. Siempre estaba vestida de blanco.
Talía o "la festiva". Musa de la comedia y de la poesía bucólica. Era la anfitriona en los banquetes y festividades.
Terpsícore o "la que deleita en la danza". Musa de la danza y del canto lírico. Portaba guirnaldas y fue la madre de Terpsícore, hijo que engendró con Apolo.
Urania o "la celestial". Musa de la astronomía, de la enseñanza y de las ciencias exactas. Portaba un globo terráqueo y un compás.
Ciertamente ambas historias, ambos mitos sobre el dios Apolo y las musas, crean una inspiradora atmósfera llena de poesía, arte y sanación. Es por ello que deseo con firmeza deleitarlos con la descendencia de estos hermosos mitos, lo que ocurriese más allá de sus orígenes, décadas enteras, centenares de años después. Los legatarios de ambos mitos reconociendo el amor en varias de sus presentaciones, amores fraternos y amores de índole romántica. Por un lado, en la primera parte de esta novela, tenemos a Apolonia, una heredera del dios Apolo, y una acérrima hermana, cuyo sufrimiento por la pérdida, será transformado en un arma para enaltecer la memoria de su ser querido. Mientras en el segundo segmento está Quilla una hermosa heredera de las musas de las artes, que siendo una combinación de las nueve, su vida llena de tragedias e infortunios, verá la luz en los ojos del poeta Marcus, quien esconde un secreto que lo ha marcado.
No siendo más, permítanme el honor de ser su cicerone en esta travesía que aunque no es exactamente una epopeya homérica, está repleta de historias tanto conmovedoras como fantásticas y románticas de los amores y sus diversidades. Las deidades y los humanos unidos por ese sentimiento del que acertadamente nos hablan los poetas. El amor a diestra y siniestra, acompañado por las deliciosas sonatas y arpegios de Chopin, Vivaldi, Bach, con ópera, en definitiva el amor en partituras y en canto de viva voz. La música Quilla haciendo alusión a su nombre de constelación, hará ver las estrellas de sus prodigiosas manos, cuando intérprete preciosas canciones.