LA OTRA CARA DEL CEO
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Capítulo 4 IV

Una vez que termina el funeral, Ángela se encuentra deprimida y sin ánimos para continuar. Por primera vez en su vida experimenta la soledad y no sabe cómo manejarlo, siempre ha estado a su lado.

Mira a su alrededor, consigue ver las coronas de flores dispersas con el nombre del difunto y, en ese momento, una brisa helada la sacude. Se cubre parte del rostro con la pashmina negra que lleva sobre sus hombros y se estremece. El frío parece colarse hasta sus huesos y se imagina que así se debe sentir él donde quiera que se encuentre su alma.

Juan espera la oportunidad de atacar de nuevo y ella lo presiente porque no le quita la vista de encima. Busca con la mirada a sus hijos, quienes a lo lejos se despiden de sus amigos de la escuela que se han apersonado a darles sus condolencias. Trata de esperar con paciencia y no consigue alertarles.

Desde su silla, sin visibilidad, en medio de la multitud que permanece de pie. Se siente temerosa, es sin duda una presa fácil para aquel bandido.

Solo desea acostarse a dormir y no despertar, le gustaría creer que ha sido una terrible pesadilla y que nada ha sucedido. Que su amado marido aún está vivo.

Algo soñolienta y cansada, espera el momento de irse a casa. Cuando recibe otra desagradable sorpresa. En un descuido, la encuentra sola y la aborda.

Juan no se ha dado por vencido y se encima sobre ella con un tono retador.

- Sabes que te quiero, si nos juntamos yo puedo continuar al frente como lo hizo mi querido hermano y tú seguirás tu vida tranquila en tu casa con tus hijos. Me encargaré de todo, solo debes firmar haciendo el traspaso de las acciones, es la única manera de probar mi cualidad ante la junta directiva. Con esa condición prometo que te apoyaré.

-Ya te dije que no. Además, prefiero morir antes de que me toques. Lárgate de nuestras vidas y no regreses.

-La oferta caduca pequeña, tienes tres días para que me des una respuesta. Si te decides, ya sabes mi número. De lo contrario, haré todo lo que esté a mi alcance por destruirte y verte sufrir.

En medio de sus amenazas se retira y Ángela rompe a llorar, la presión que ha tenido que soportar la tiene desgastada. Los calmantes han perdido su efecto y los dolores se agudizan. Necesita tomar sus medicamentos.

Laura se da cuenta de que su madre espera por ellos y se apresura a ir por ella.

-Mami, ¿te sientes mal?, ya nos vamos a casa. Ha sido un día muy duro para todos.

-Me han comenzado los dolores, ¿trajiste las medicinas?

-Sí, te tocan en media hora.

-Dámelas de una vez que no aguanto el malestar.

-Enseguida.

Laura abre una botella de agua y le suministra el tratamiento a su madre. De seguida, empuja la silla de ruedas para sacarla de allí.

Su hermano Jorge continúa conversando y le indica con señas que es hora de irse a descansar.

Camino a casa, Laura se recuesta sobre el hombro de su madre y esta toma de la mano a Jorge. Ellos le dan la fuerza necesaria para dar el siguiente paso. Es urgente que mantenga unida a su familia, y por sus hijos debe continuar. Sin importar lo que sienta.

Resulta doloroso llegar a casa y saber que él nunca más estará presente, que vivirá en sus recuerdos. Los chicos miran las fotos en los marcos y se lamentan. Llega el momento de pasar el duelo.

Ángela decide tomar una ducha y se acuesta a descansar en bata de baño. Revisa su armario y encuentra la vestimenta apropiada para sortear el compromiso laboral que se avecina.

Al día siguiente, se presenta en la empresa vistiendo un taller negro de chaqueta y falda. Su cabello recogido en un moño y zapatillas clásicas, que le dan la apariencia de una ejecutiva.

Al pisar el primer escalón de la imponente entrada, observa el imperio construido por su marido y aprieta los puños con rabia, encajando sus uñas en las palmas de sus manos mientras susurra: «Ahora todos verán de lo que soy capaz».

A cada paso, reafirma su decisión de hacerle frente a quienes pretenden destrozar lo que con tanto trabajo forjó Ivo: «Se las verán conmigo, protegeré la herencia que les corresponde a mis hijos, a nadie más».

Bajo la atónita mirada de todos, ingresa al hall de entrada y toma el ascensor. Dirigiéndose a la elegante oficina que ocupaba el director y se sienta de forma ceremonial en la silla que le corresponde a partir de ese momento.

Detrás de ella entra la secretaria y mano derecha de Ivo.

-¿Qué hace aquí, señora?, debería estar en casa descansando. Esa es la silla del director.

-Ivo está muerto y desde hoy yo estoy a cargo.

-Ja, ja. Me perdona, tengo entendido que no sabe nada de negocios, ¿se siente capaz? Es un trabajo de gente profesional.

-No lo sé, veo que te atreves a juzgarme y no estarás aquí para averiguarlo, ¡Recoge tus cosas, estás despedida! Abandona el edificio en este instante o llamo a seguridad.

-No es para tanto, no tome decisiones a la ligera. En ningún momento quise ofenderle, si supiera que me duele en la misma medida que a usted. No me echaría de esa manera tan cruel.

-Largo, creo que he sido clara.

Despide de ipso facto a la vieja secretaria, quien de manera irrespetuosa quiso darle instrucciones como si fuera una muchacha. La empleada con veinte años de servicio en la compañía sale llorando desconsolada por los pasillos.

Se comenta que su dolor la está cegando y que es capaz de todo. Quiso enviar un mensaje muy claro al resto del equipo: «Nadie es indispensable».

Esta jugada surte el efecto esperado y el personal se pliega a favor de Ángela.

Desfilan por su oficina poniendo a la orden sus conocimientos y le colaboran con gentileza para que logre estar al día con el manejo de la empresa. Nadie más quiso pasar la raya. Por el contrario, se subordinaron a la nueva jefa, mostrando respeto y consideración.

            
            

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