La clase pasó muy rápida, habíamos aprendido mucho sobre la gestión hotelera. Estrategias de ventas para ofrecer paquetes turísticos y la buena administración. Debía aprenderme muchas cosas, mi objetivo debía caer bajo mis encantos. Pero no solo contaba ser bonita, debía seducirlo con mi inteligencia y conocimientos en común. Madame nos enseñaba a ser más intelectuales que bonitas, decía que no solo por "tener un cara bonita y un cuerpo voluptuoso tendríamos éxito en nuestra misión, la sapiosexualidad debía ser nuestro fuerte".
Salí del salón y perdí de vista a Molly, su advertencia corría por mi mente. "Cuida tus espaldas" ¿De qué exactamente debía cuidarme? No entendía a qué se refería, pero lo conversaría con Mirna. Caminé hasta el comedor, nos correspondía la cena. Habían terminado las clases y el día, era momento finalmente de descansar. Me sentía agotada física y mentalmente, tenía mucho tiempo que no sabía lo que era estudiar y tener una rutina. Pero me sentía más que feliz y satisfecha de por fin tener esa oportunidad. El cambio drástico que dio mi vida en cuestión de dos días me tenía realmente motivada, estaba desarrollando un sentido de pertenencia que me llenaba, sentía que tenía un hogar o algo similar.
Al llegar al comedor vi a las chicas sentadas en el fondo, ignorando sus llamadas pase por la comida y tome solo unas galletas de soda y un yogurt, salí rápidamente y subí a la habitación. Sentía una extraña sensación al verlas, luego de la advertencia de Molly algo cambio en mí. Ya no confiaba en ellas, me causaba molestia su presencia. Por eso prefería evitarlas, hasta que pudiese descubrir de qué iba la advertencia y las chicas.
-¡Hey!-dijo Mirna, entrando a la habitación y cerrando la puerta con seguro.-, ¿Qué fue eso del comedor? ¿Por qué nos evitaste?
-Mirna, tengo que contarte algo.-avisé y le comenté la extraña conversación que había tenido con Molly.
-¿Y le creerás a una chica equis?-preguntó-, Es raro, Lu.
-No sé qué creer, recuerda que el que confía pierde.-respondí encogiendo mis hombros.
-Tendremos que cuidarnos entonces-respondió restándole importancia-, ¡Debo contarte de Fred!
-¿Quién rayos es Fred?-pregunté.
-¡El jardinero que te conté!-dijo emocionada lanzándose a la cama.
-¡Debes tener cuidado, Mirna!-regañe.
-Es que es tan encantador-respondió contenta-, Se llama Fred, tiene 20 años y trabaja para mantener a su mamá.-contó.
-¿Sabes que aceptamos esto no?-pregunté.
-Sí lo sé, ¡Estúpidas reglas!-se quejó-, Aunque sigo siendo libre porque aún no tengo un objetivo.-dijo alzando sus cejas repetidas veces.
-¡Aun así!-reclame-, Si madame se entera, estas frita.
-¡Dios, que terca eres!-me queje-, Cuando te metas en problemas, no digas que no te lo dije.
-¡No lo hará!-respondió-, Disfrutare mientras dure.
Rodó sus ojos y me ignoró quitándose el uniforme, imite su accionar y me fui al baño. Me duche por un largo rato, luego me coloque un poco de crema facial mientras terminaba de depilarme mis piernas.
-¡Ya sal, es mi turno!-se quejó tocando la puerta.
-¡Ya salgo!-respondí gritando también.
Salí y me vestí, tome mis cuadernos y repase todas mis notas. Eran muchas las cosas que había aprendido hoy y no quería saltarme ningún detalle. Era importante para mí no dejar nada a flote, me gustaba memorizar y aprender. Por lo que era muy estricta para estudiar, el cansancio me ganó por lo que me quede dormida sin darme cuenta.
El intenso sonido de la alarma me despertó, haciendo que mi mal humor saliera a relucir. ¿No era suficiente con hacerla sonar una sola vez? Rodee mis ojos con fastidio, me coloque de pie y me duche rápidamente. Busque el uniforme del día, consistía en un conjunto de falda, blusa y blazer en color azul celeste pero más claro que el vestido que usamos ayer. Tacones blancos y complementos blancos, todo se veía muy bien. Había seguido la clase de diseño a la perfección, me alise mi cabello y ondule las puntas, use un poco de maquillaje. Y estaba lista, tome mis libros y cuadernos, estaba por bajar pero Mirna aun no levantaba.
-¡Ya despierta!-dije sacudiendo el bulto que se veía en la cama, pero al tocarla me di cuenta que no era ella. Eran almohadas y mantas envueltas.
¿A dónde se había ido? Seguro a ver al fulano jardinero, rodee mis ojos con fastidio nuevamente, se me torcerían de tanto hacerlo. Pero era difícil evitar no hacerlo, baje las escaleras y ya estaban haciendo formación. Tome mi puesto y Madame hizo acto de presencia seguido, no había rastro de Mirna y estaba por ser su turno. Sentí el chirrido de unos tacones siendo arrastrados y la vi pasarse entre varias alumnas para llegar a su puesto. Negué con la cabeza, pero recompuse mi postura.
-Señorita Mirna, ¿Otra vez desarreglada?-preguntó con una expresión de desaprobación total-, ¿No le quedo claro ninguna lección?
-Perdone Madame, no volverá a suceder-se disculpó.
-Espero y no, es tu segundo strike-advirtió.
-¿Strike?-preguntó sin comprender, me di una palmada mental. Le explique el reglamento, por cada falla es un strike, a los 3, estas fuera.
-Ya veo, ni siquiera te tomaste el tiempo de leer el reglamento-dijo con mala cara.-, Estas fuera.-determinó y abrí mucho los ojos.
-¿Qué? ¡No madame, por favor! Déjeme demostrarle que sí soy apta-dijo con desesperación Mirna.
-Si no te tomas la molestia de arreglarte, ser puntual y leer el reglamento. ¿Por qué debería darte otra oportunidad?-inquirió.
-¡Seré la mejor! ¡Lo juro!-pidió-, Una última oportunidad, Madame. ¡Por favor!
-La última, tú castigo será limpiar los baños y ayudar en la cocina por dos semanas.-sentenció y continuó su camino, era mi turno y estaba muy nerviosa.
-Muy bien, Lua, como siempre-sonrió y solté todo el aire que había retenido.
-Gracias, Madame-respondí haciendo una venia.
Me guiñó el ojo y siguió checando a las demás chicas, no entendía porque era tan perfeccionista y estricta. Pero conmigo parecía ser más comprensiva, igual me alegraba tener esa especie de "trato especial" si es que podría llamarse así. Luego de evaluarnos a todas, nos fuimos al comedor. Estaba nerviosa porque no sabía cómo evitaría a las chicas, tome mi bandeja y recibí el desayuno, estaba por irme a una mesa sola cuando fui llamada.
-¡Lu, por aquí!-me llamó Molly.
Sonreí, por alguna razón ella me daba confianza, camine hasta la mesa y me senté a su lado.
-Hola-saludé.
-¿Qué tal todo, Lu?-preguntó.
-La verdad no sabía cómo evitar a las chicas hoy, me has salvado.-respondí-, ¿Me dirás hoy de que debo cuidarme?
-Sí, Astrid y su sequito son lo peor-dijo con recelo de ser escuchada y mirando a todos lados.-, Son las falderas de Madame, te hacen creer que son tus amigas. Pero están al pendiente de todo lo que haces y dices, son envidiosas y han hecho que echen a chicas buenas, solo por capricho. Para nadie es un secreto que te has vuelto la favorita de Madame Blue, te envidian. Ten cuidado.-respondió y escuché todo atentamente.
-Oh vaya, gracias por avisarme-respondí, estaba asumiendo todo lo dicho por la pelirroja.-¿Qué clase nos toca?-pregunté evitando el tema.
-Hotelería, vamos-avisó.
Recogimos todo y lo llevamos a su puesto, sentí las miradas de las chicas incluidas las de Mirna. Le di un vistazo y me hizo un ademan, le sonreí en respuesta. Seguí a Molly por toda la casa hasta el salón de nuestra clase, la profesora había llegado y nos pidió sentarnos. Tomo su curso y nos hizo preguntas de la clase anterior, hasta que fue interrumpida por Luis, el mayordomo de Madame.
-Señorita Bell, es solicitada por Madame-avisó.
Sentí mi estómago revolverse, los nervios me ganaban. ¿Y ahora para que me quería? Recogí mi bolso y salí siguiendo al mayordomo por el pasillo hasta la oficina de Madame Blue.