Capítulo 10 Capitulo 10

– No sé. Por ahí me caliento y la violo... Ja! Ja! dijo con una risa nerviosa. Erick se acomodó en su silla y empezó a rascarse el pantalón. El humor espontáneo de la profesora le hizo perder por un momento la timidez.

– Si me violas te mando a Marzo... le contestó la profe sonriente.

– ¿Pero quién me quita lo bailado? le respondió el chico con picardía. El ambiente se empezó a relajar.

– Bueno... Vayamos con la respuesta. ¿La sabes? Erika cambió rápidamente de tema.

– Sí. El ministro Miguel Miranda...

– ¡Muy bien! Estás APROBADO...

Se hizo un breve silencio.

– Bueno... –continuó ella, y dejó la hoja en la mesa. Eligió un tema del CD y después se puso a bailar.

Erick tragó saliva. ¡La profesora iba a cumplir su promesa! Erika bailaba sensualmente frente a él amagando con bajarse el calzón. Erick se acomodó en su silla, la temperatura se le subió a la cabeza. Erika cada tanto lo miraba jalando su prenda un poquito hacia abajo. Luego la subía y continuaba... Hizo ese amague unas dos o tres veces. Finalmente le dio la espalda, juntó las piernas y se bajó la tanga...

Lo volvió a hacer a lo "profesional". Jalando hacia abajo sin flexionar las piernas. Lo que había hecho con su pollera ahora lo repetía con su prenda interior. La tremenda "cata" de la maestra quedó a la vista de los ojos del joven... Cuando se volvió para mirar a su alumno lo sorprendió con su mano cogiendo su pájaro...

– ¿Qué estás haciendo Erick?

– ¡No! Nada... Es que... El chico se subió la bragueta escondiendo rápido su pichuelo. Había violado las REGLAS y eso podría costarle la aprobación... Erika le miró asombrada y trató de disimular su risa. Luego le dijo "Bueno, hago como que no vi nada... Puedes tomar tus cosas y marcharte a tu casa. El examen terminó."

La profesora recogió sus ropas con la intención de cambiarse en su dormitorio. Erick, mientras tanto, iba en busca de su mochila. Mientras llevaba sus prendas a su habitación el chico le siguió por detrás. Una vez adentro del dormitorio, la mujer se dio vuelta y lo vio a un metro de ella.

– ¿Qué haces acá adentro Erick? Te dije que te tenías que ir.

Pero el chico no le respondió. La empujó y la tiró sobre la cama.

– Quiero tener sexo con usted. Los ojos de Erick desprendían un brillo extraño.

Ella trató de persuadirlo diciéndole que hacer eso sería una locura. Pero Erick no le escuchó; se arrojó sobre su cuerpo y le atenazó los brazos. Estuvieron forcejeando unos segundos pero el chico pronto la dominó. Erika no sabía si la fuerza del joven era natural o el resultado de su excitación. Aunque intentó resistirse con todas sus fuerzas, éste, mientras forcejeaba, le metía mano por todos lados. Logró cogerla por las nalgas y hasta le metió un dedo en la vagina. Esto hizo que Erika se excitara y perdiera fuerza en medio de la lucha. Le pidió por favor que no lo hiciera y hasta intentó pararlo con un grito, pero las caricias y los besos del adolescente fueron debilitando cada vez más su resistencia. Al final decidió entregarse a él, ya extenuada por tanto forcejeo. Una vez que Erika se quedó quieta, Erick se detuvo y empezó a besarle el vientre. Estaba tibio por la gran agitación. Luego, fue bajando hasta la gruta. Mientras Erick descendía a los infiernos un fuego crecía en las entrañas de Erika. Se sentía excitada y a la vez con miedo. No sabía si seguir o detenerse.

Cuando Erick llegó hasta la gruta se apresuró a abrirla con la yema de sus dedos. Contempló el hoyo con ojos deslumbrados, deteniéndose especialmente en el clítoris. Luego lo frotó con su lengua y fue allí donde ella empezó a gemir. Al principio despaciosamente, pero después con mayor frecuencia –ya que la lengua del joven no paraba de jugar con el botón. El gemido entrecortado de Erika se escuchaba por toda la habitación. A Erick parecía que le gustaba pasarse largo rato practicando el cunnilingus... En un intento espontáneo de exploración el chico introdujo un dedo dentro del hoyo, y lo hizo con tanta buena suerte que éste dio a parar justo en el punto G. Erika al instante gritó. Se retorció de placer contrayendo sus piernas. Le pidió a su alumno que le siguiera tocando allí, y Erick le hizo caso, volvió a tocar ese punto. Hincó su dedo en ese ovillo de nervios y Erika de nuevo gritó como loca. Le imploró otra vez que continuara tocando, que no parara de tocar y tocar. Por un momento Erika se había olvidado que ella era la profesora de ese joven. Ahora –placer mediante– lo veía como un hombre cualquiera. Y quería que ese hombre se desvistiera, la pusiera en cuatro patas y la montara a lo perro... Así que apenas ella le dio la "orden" Erick se desvistió y la empezó a perrear. Y cuando ya se le cansaron las piernas la cogió por el pelo y le hizo tragar su polla...

– ¡Tráguese esto profe! ¡Cómasela toda!

Y Erika se la tragó todita. Hasta la campanilla sin decir ni pío, ¡pues con la boca llena no se puede hablar! Después el chico volvió hacia la retaguardia, pero esta vez la levantó por las piernas y le empezó a hacer la "motoneta". Y a Erika se le salían los ojos por las órbitas pues sentía que la llevaban andando por la Panamericana... "¡Qué cacho de pendejo, por Dios bendito!" pensó Erika totalmente perpleja. Pero su experiencia era totalmente real; Erick estaba "sacado" y la estaba literalmente "violando". Las imágenes de ella sacándose la ropa habían trastocado la mente del mocoso y eso hizo que se despertaran en él sentimientos encontrados nunca antes sentidos. Cuando fue en busca de su mochila tenía pensado marcharse de la casa. Pero "algo" le hizo clic en su cabeza y entonces la siguió con la intención de arribarla. Una vez adentro de la habitación los acontecimientos se sucedieron con naturalidad. Erick comprendió muy pronto que no tenía nada que perder; si las cosas le salían mal se ligaría a lo sumo un sopapo. Y después él se disculparía y allí terminaría todo. Su profesora –más adulta y preparada– sería capaz de comprenderlo. Entendería su normal excitación. El chico –al cabo de unos minutos– se había corrido haciendo la "motoneta". Se le estaban cansando los brazos y entonces apretó el acelerador... Una vez que descargó sus efluvios soltó a la mujer y se recostó sobre la cama. Respiró hondo y empezó a relajarse pensando que había terminado la faena, pero su profesora al instante le espetó...

– ¿Qué te pasa, ya te cansaste? Mira que yo todavía no acabé...

                         

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