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Una mujer valiente y fuerte, eso fue lo que siempre significó mi madre para mí, ella era la representación perfecta de lo que es la fuerza, ella me demostró día con día que no importaba que tan oscuro pudiera ser el camino por donde deambulas, siempre existe una salida que te llevará a la luz.
Mi madre no vivía en lo que se puede determinar cómo un "matrimonio" más bien ella convivía con mi padre en una unión libre, sin ningún documento que los determinará como esposos y aunque ante la ley ellos no lucieran como un matrimonio lo único que realmente importaba era el amor que tanto mi padre como mi madre sentían el uno por el otro.
Puedo recordar con mucho amor y nostalgia todas aquellas tardes donde mi madre con una taza de café frente a ella me relataba historias al igual que pequeños recuerdos de mi infancia, ella solía contarme sobre cómo fue su embarazo y sobre lo difícil que fue lograr concebirme, al parecer ella tuvo muchas complicaciones para lograr estar embarazada, pero tras muchos y muchos esfuerzos por fin había llegado lo que tanto había esperado, su bebé venía en camino. Fui una bebe grande y con una salud realmente estable y eso había alegrado en sobre manera el corazón de mis dos padres, pero había algo que no les permitía disfrutar de su felicidad plenamente, en ese entonces ellos carecían de ingresos económicos lo cual les impedía poder darme todas las comodidades que como padres deseaban darle a su primera hija, ellos rentaban una pequeña habitación en un edificio de apartamentos y aunque no fue el lugar más hermoso de todo el mundo, era lo único que los dos podían costear, la vida que mis dos padres llevaban era muy limitada, pero eso nunca les impidió esbozar una sonrisa cada mañana al despertar.
Unos meses después de mi nacimiento papá encontró un empleo, lo contrataron para ser el guardián de una casa y desde ese momento nuestra vida comenzó a llevar un rumbo distinto, quizás no fue un cambio de grandes dimensiones, pero si era significativo. Al igual que mi padre mi madre también encontró un empleo, ella trabajaba en un centro médico de mucho prestigio como cocinera, mis dos padres eran personas que luchaban duro por la vida y se esforzaban al máximo por mejorar nuestro estilo de vida.
Debido a sus diferentes horarios y al limitado tiempo que ambos manejaban mis padres decidieron contratar a alguien que pudiera cuidarme, su nombre era Lucía y ella era la encargada de todos mis cuidados durante el día y algunas noches.
El tiempo fue pasando y fue trayendo consigo nuevas sorpresas, una de esas muchas sorpresas fue el repentino embarazo de mi madre, tendría una nueva hermana y, por lo tanto, mi vida cambiaría drásticamente, mi madre se enfrentó a un embarazo lleno de peligros y riesgos, pero aun así nunca desvaneció y luchó hasta el último momento y 7 meses después mi pequeña hermana nació, a diferencia de mí ella tuvo muchos problemas de salud, ya que era una bebe prematura su condición siempre fue muy delicada y, por lo tanto, mi madre se enfocó mucha más en ella, ella quería cuidarla todo el tiempo, pero no sé daba cuenta que a quien estaba descuidando más era a mi, así que yo terminé al absoluto cuidado de Lucía, literalmente yo crecí siendo cuidada por ella. Lucía era la mano derecha de mi madre, ella en su momento termino cuidando tanto de mí como de mi hermana menor y al estar ella a nuestro cuidado la carga que mi madre llevaba sobre sus dos hombros por fin se había desprendido, mi madre podía sentir tranquilidad sabiendo que Lucía se encontraba con nosotras, pero todo eso se acabó ese terrible día del cual mi madre me habló incontables veces, según ella decía yo apenas tenía 3 años de edad cuando por motivos desconocidos salí de casa sin ningún adulto para cuidarme y como mi madre dijo, quizás Lucía sentía demasiada presión al cuidar de dos niñas tan pequeñas, que el más mínimo descuido conllevó a una terrible desgracia que casi acabo con mi vida, a mi corta edad fui arrollada por un automóvil, un accidente que pudo haber puesto final a mi corto tiempo sobre la tierra más, sin embargo, logré sobrevivir al trágico suceso, tenía una oportunidad más para continuar.
Ese accidente fue una especie de señal para mis padres, fue demasiado obvio para ambos el hecho de que Lucía ya no era capaz de cuidarnos tan eficientemente como lo había hecho durante años y si ellos no actuaban de inmediato las consecuencias podrían haber sido mucho peores. Les llevo algo de tiempo decidir sobre Lucía, pero llegaron a la conclusión más obvia, lo mejor para mi hermana y para mí sería estar en una guardería mientras ellos trabajaban y aunque Lucía tuviera años de trabajar con mi familia no podían jugar con nuestra seguridad. En esa guardería nos cuidaban con especial atención, nos brindaban alimentación, recreación y muchas otras cosas más que mantenían tranquilos a mis padres, ellos tenían la total certeza de nuestro bienestar y, por lo tanto, podían trabajar con toda la tranquilidad del mundo.
Como niña viví una época feliz, tenía un padre responsable y aunque quizás él no podía darnos una vida cómoda y con miles de lujos, pero a cambio nos dio una vida repleta de amor y comprensión, para el nunca fue correcto utilizar el maltrato físico para corregir una mala actitud más bien su medio siempre fueron las palabras y eso me hacía sentir afortunada, no todos los niños tienen la suerte de crecer junto a un padre tan amoroso como el que yo tuve de niña. La niñez que mi padre vivió era muy distinta a la mía, él nunca recibió una sola muestra de afecto cuando era niño y justamente por eso él quiso ser diferente, el nos dio a mi hermana y a mí todo el amor que le habían negado a él cuando era un niño, él consiguió transformar todo ese dolor en amor, pero mi madre no pudo hacer lo mismo, ella era una persona dura y rígida, ella era quien nos educaba con golpes y aunque su manera de ser no fuera la más dulce ni cariñosa que pudiera existir siempre fue una mamá responsable con nosotras, ella se preocupaba por nuestra ropa, nuestra comida, nuestra higiene, su manera de demostrar amor era diferente, pero a pesar de que nunca recibí un abrazo de su parte siempre estuve segura de que ella nos amaba muchísimo y de que ocupábamos un lugar en su duro corazón.
Quizás no fuimos una familia con todas las comodidades, pero mis padres siempre se esforzaron por darnos lo que nosotras necesitábamos, recuerdo con mucho cariño todas aquellas navidades cuando mi padre se desbordaba con mi hermana y conmigo, él solía llevarnos a una gran juguetería cerca de casa para escoger nuestro regalo de navidad y no importaba que escogiéramos, él siempre accedía no importando el precio, lo único que le importaba era darnos un momento especial y feliz. Disfrute del amor de mi padre al máximo, disfrute todos sus abrazos y palabras, pero siempre existió un vacío en mi corazón que no podía ser llenado con nada, era el vacío que mi madre había provocado ante su falta de afecto, era como si su corazón estuviera hecho de piedra debido a la terrible niñez que ella vivió, el amor también estuvo ausente en sus primeros años de vida lo que terminó por formar a una persona incapaz de demostrar sus sentimientos y esa personalidad afecto a toda su familia y sobre todo a sus hijas, a nosotras lo único que nos importaba era saber que nuestra madre nos amaba, aunque ella no lo dijera, ni tampoco lo demostrara.
Toda la alegría y el poco amor que me rodeaba comenzaba a dispersarse como la niebla cuando el sol aparece por la mañana y la tristeza y el rechazo llegaron a tomar un papel principal en mi vida ¿Quién era el causante de todo lo que acontecía? Mi madre, ella desde un principio marco una línea muy clara entre mi hermana y yo, el amor, la atención y todo lo demás era diferente para cada una, nunca culpe a mi madre, ya que comprendía su desesperación por intentar protegerla, pero su obvia preferencia hacia mi hermana dolía en lo más profundo de mi ser, me dolía no formar parte de sus pensamientos, de hecho no formaba parte de nada, mi madre me aparto totalmente sin permitir que yo pudiera negarme. No hables muy fuerte despertarás a tu hermana, ahora no me molestes que tu hermana me necesita, eran frases que escuchaba todos los días y me limitaban de muchas maneras, como cualquier niño pequeño quería jugar, reír y divertirme, pero no podía hacer nada de eso, aprendí a quedarme callada en un rincón sin emitir ningún sonido, todo para complacer a mi madre. Como consecuencia de esa sobre protección que mi hermana recibió desde muy temprana edad, su personalidad se tornó arrogante y siempre encontró una manera para lograr opacarme y hacerme a un lado de cualquier situación, no era correcto que sucediera eso entre nosotras, pero lamentablemente sucedió y nadie hizo nada para intentar cambiar algo, o más bien mi madre no quiso remediar lo que había provocado. Hubo una ocasión que jamás podré olvidar, es uno de esos recuerdos que me gustaría dejar atrás, pero aunque lo intente con todas mis fuerzas simplemente nunca desaparecerá, no comprendía el motivo exacto de aquella reunión que ocurrió en esa tarde helada de noviembre, lo único que recuerdo con total precisión es la imagen de esos dos hermosos regalos que eran sostenidos por los jefes de mi padre, el primer regalo que pude observar era muy grande y se encontraba envuelto en un hermoso papel blanco con varias flores y el segundo regalo era mucho más pequeño y de un color azul cielo, pero como sucedía muchas veces, mi hermana fue la primera en escoger su regalo y como yo lo supuse prefirió el más grande, me sentía triste y decepcionada, pero lo único que podía hacer era aceptar el regalo más pequeño con una sonrisa melancólica y ver como con una sonrisa vencedora mi hermana abría su enorme regalo frente a mí. El papel de regalo se fue rompiendo pedazo por pedazo dejando ver lo que contenía en su interior, se trataba de un juego de alacena con varios platos, tazas y cosas así, era el regalo perfecto para cualquier niña y ahora era de ella, mire con atención como mi hermana terminaba de abrir el hermoso regalo y, por lo tanto, supuse que era mi turno para abrir el pequeño regalo que había recibido, y creo que la vida en ese momento me enseñó una valiosa lección, nunca debes juzgar algo por su apariencia y no siempre lo más glamuroso o lo más llamativo será lo mejor, puedes encontrar cosas hermosas en los más pequeños lugares y fue eso lo que pasó conmigo, en cuanto rompí la envoltura el brillo que se había esfumado de mis ojos volvió y con aún más intensidad, en su interior me aguardaba un lindo juego de salón de belleza y al instante olvide la decepción que había sentido al no recibir ese enorme regalo, estaba completamente feliz.
Mi hermana no soportó ver mi felicidad, de inmediato dejó su enorme regalo y exigió que yo le entregará el mío, algo que yo no quería, pero mi madre me lo ordeno, mi madre siempre decía que todo lo que mi hermana quisiera debía tenerlo, aunque lo que ella quisiera fuera mío, pero en ese instante fue mi padre quien se opuso a la orden que mi madre había dado, él actuó justamente impidiendo que me arrebatan el pequeño regalo que mi hermana había aborrecido minutos antes, por supuesto mi hermana hizo una escena, lloro y grito con mucha fuerza intentando hacer caer a mi padre, pero él siempre se mantuvo firme y me defendió hasta el último segundo, cosa que mi madre nunca hizo por mí.
Fui sometida a interminables injusticias que mantenían a mis emociones en un constante balanceo, y todo empeoró en cuanto llegue a la adolescencia, todo se volvió más difícil y complicado para mí, mi madre y quizás suene repetitivo, pero ella me marco en gran manera, ella formó a una joven con muchísimos complejos, me transformó en alguien inseguro y que pasaba todo el tiempo comparándose con los demás, en específico yo deseaba ser idéntica a mi hermana, ella era delgada y sus ojos eran de un verde brillante, ella siempre fue la bonita y la que tuvo todo lo que deseo, pero para mí siempre estuvieron las sobras que ella dejaba, así que termine literalmente deseando ser igual a ella, quería que mi madre me amara como amaba a mi hermana y eso era un error, nadie es igual a nadie y aunque lo quisiera con todas mis fuerzas, jamás podría ser como mi hermana. Fue un periodo muy difícil, el rechazo, todos los complejos terminaron destruyendo la poca seguridad que poseía y terminé transformándome en una persona que prefería estar sola la mayor parte del tiempo, temía relacionarme con los demás y sobre todo, tenía miedo de recibir el rechazo de los demás como el que recibía en casa y todo ese temor e inseguridad fue usado en mi contra por mi propia hermana, ella usó toda la importancia y la atención que mi madre le brindaba para hacerme sentir menos, ante los ojos de cualquiera ella siempre resaltaba.
La falta de autoestima y de amor propio me volvió vulnerable a muchísimas cosas, entre ellas el bullying que sufría por parte de mis compañeros de clases, sufría malos tratos e incontables desprecios que lo único que conseguían era hacerme sentir aún más insatisfecha conmigo misma, me pregunte muchas veces porque yo no podía ser diferente, ¿Por qué yo utilizo lentes? ¿Por qué yo soy gorda? ¿Por qué aunque lo intente no puedo cambiar? ¿Por qué? ¿Por qué? Esas palabras estaban grabadas en mi cabeza durante todo el día y no me dejaban poder disfrutar de mi vida como yo hubiera querido, no me permitían ser feliz.
Pero tras esos terribles años en dónde yo misma no me permitía ser feliz, existió una época hermosa en donde pude sonreír una vez más, los tres años de mi carrera me marcaron de una manera tan linda, que fui capaz de olvidar por un tiempo los terribles complejos que me atormentaron durante casi toda mi vida, conocí a muchas personas que me enseñaron de nuevo a sonreír, fueron personas que me sacaron de ese hueco oscuro de dónde no parecía haber salida.
Independientemente de todo lo bueno y lo malo que ocurrió en mi niñez y adolescencia, a pesar de todo el dolor y la inseguridad que mi madre provocó en mí, nunca deje de considerar a mis dos padres como los pilares de mi vida, ellos fueron quienes lucharon toda su vida por mi bienestar, fueron las personas que siempre estaban ahí para brindarme su apoyo incondicional, no importando lo que sucediera, estaba segura de que ellos siempre estarían ahí conmigo, y quizás suene extraño, pero con el pasar de los años aprendí a amarme a mi misma y aprendí a amarlos a ellos tal y como eran, eran seres humanos como yo y cometían errores, pero no sería mi tarea juzgarlos, lo único que debía hacer era amarlos y respetarlos, uno de ellos era la calma y otro la tempestad, partes muy diferentes, personas muy diferentes, pero al final del día esas dos personas tan distintas formaban a mi familia, ellos eran y serían mis pilares para siempre.