Pare mis pasos antes de subir a mi auto. Lo miré sobre el techado del Ferrari, se encontraba del otro lado observándome.
-Estoy malditamente entrenado para asesinar y herir a quien me plazca, al igual que tú, fuimos hechos para esto, ¿lo has olvidado? -negó -Y de tal forma eso siempre nos lleva a proteger a los nuestros, a nuestra familia, y eso es lo que haré ahora.
Santino se rio, pero no en modo de burla. Conocía esa sonrisa, la mostraba cuando sabía que tenía la razón, aún así seguía sin estar de acuerdo conmigo. Diga lo que me diga, haré lo que me dé la gana, él lo sabía bien.
-Tienes razón, pero así como también protegemos a los nuestros, también nos ayudamos entre nosotros. Tú lo has dicho, somos una familia y entre familia nos apoyamos. No estás solo en esto hermano, siempre contarás conmigo para todo, ¿lo sabes, verdad?
Asentí. Se acercó y me aprieto el hombro en modo de apoyo como siempre lo hacía. Santino era más que un amigo para mí, era mi hermano y el único que había tenido, aparte de mi pequeña hermana. Los hermanos no se dejaban solos, pero por esta vez, yo tenía que hacer esto por mi mismo.
-Sé que cuento contigo, pero por esta ocasión, te pediré que te quedes -el suspiró y agachó su cabeza en modo rendido, sabía que no podía continuar protestando contra mí -Lo único que te puedo pedir que hagas en este momento es que cuides de la diablilla de mi hermana. Cuídala por mí mientras yo no esté, por favor hermano.
Levantó la cabeza en el instante que le mencioné que cuidará de Anto. Santi asintió después de que coloco su mirada en mí.
-Sabes que no hace falta que me lo pidas, siempre cuidaré de Antonella hasta con mi propia vida si es necesario -declaro abiertamente.
Estaba al tanto de sus sentimientos hacia mi pequeña hermana, aunque no estaba a favor de que Anto tuviera pretendientes y mucho menos un novio, debía admitir que si eso pasaba, Santino sería el único que permitiría que se acercará a Antonella con la intensión de pretenderla, pues es el adecuado para ella. No existía nadie más y nadie que la cuidará como él solía hacerlo, así como lo hacíamos mi padre y yo, pero la diferencia es que él está enamorado de ella.
Antes de que Santi agregará algo más, el teléfono vibró en mi bolsillo delantero de mi pantalón. Tomé la llamada después de comprobar el identificador.
-Asegúrate de que los perímetros estén completamente asegurados.-ordene de inmediato en cuanto respondí la llamada.
Le asigné a uno de los hombres que tenía a cargo de la vigilancia en las calles donde se realizaban las carreras, que cuidará las zonas y vigilará bien, que no anden merodeando ninguno de los hombres de mi padre.
La mafia italiana era parte de las carreras callejeras, ese negocio lo tenía la Bratva pero en territorios lejanos de los de mi padre. ¿Por qué participaba en algo que era del enemigo? Al principio lo comencé hacer solamente para joder a mi padre, pero después de un tiempo, le fui agarrando gusto y no hubo nadie que me detuviera, ni siquiera mis padres, y ahora mi propósito será otro.
Ellos creían que ya no estaba metido en eso. Admito que al principio, si fue difícil engañar a mi padre, era complicado jugar una de las piezas en el tablero del Diablo, sin embargo, logré buscar la manera de disfrazar el asunto y hacerle suponer que ya había dejado de correr en el momento que me lo ordeno.
No nos vamos haces estúpidos, aunque no tuviera pruebas, nunca dará conmigo, porque me he encargado de no dejar nada para qué me reclamé, sabía que él sospechaba muy en el fondo, de mi andar en las carreras o que nunca más abandone como le había hecho pensar.
Ya me daba igual. ¿Qué podía hacerme?, ya no era un mocoso. Y si desidia excluirme de su imperio, a la mierda con eso, nunca fui su heredero, siempre creyó en su hijo favorito como su único sucesor, nunca en mí.
Lo que más me jodía, era el por qué alguien como él debía quedarse como el líder de Italia en algún futuro. Ese trono me correspondía a mí por ley de la mafia y por honor, en cambio, Adamo eligió permanecer en la organización de Rosso incluso después de que mi padre le ofreció unirse a nosotros. Quién estaba haciendo las cosas mal era él, desde el comienzo, pero el que terminaba señalado era yo. Él había sido quien le dio la espalda a su propia sangre por otros. Adamo no se merecía estar donde estaba ahora.
La irritación se asentó en mi pecho, últimamente esa mierda me pasaba a diario. He sido una sombra para mi padre, la sombra de su querido hijo que le arrebataron. Detestaba a Adamo, me había quitado todo lo que luche por años. Era su culpa, ahora mi padre no me creía digno de su trono, ya lo había hecho oficial para que pasaran la voz entre todas las mafias. Ahora él tomará su lugar cuando mi padre no esté ya con nosotros, y eso me hacía odiarlo más.
Cuando finalicé la llamada me subí a mi Ferrari sin dejar que Santi se adelantara a agregar algo más o se subiera por el otro del auto.
Arranque el motor y pise hasta el fondo el acelerador mientras miraba a Santino por el espejo retrovisor. No podía dejar que me acompañará, debía hacer esto solo, no podía arrastrar a la gente que quería para conseguir mi honor. No era tan jodidamente egoísta.
***
Una hora después llegué al almacén. Uno de los sitios donde mi padre tenía resguardos nuestros bienes, ya sean autos, dinero en efectivo, joyas, y hasta documentos como las escrituras de algunas propiedades que estaban en el poder del imperio Mancini. Este sitio venía siendo nuestro banco clandestino personal.
Es claro que el sitio estaba forrado de soldados armados que trabajaban para mi padre. Era la manera de proteger todos los bienes, mucho mejor asegurados que el oro del rey de Arabia. Los que han dado con el almacén secreto, no habían conseguido jamás entrar en él, de la primera valla eléctrica no pasaban vivos.
El camino hasta allí era cruzando el mar, así que solamente en lancha o en helicóptero se podía llegar, pues se trataba de una isla pequeña. Pero la zona resguardada abarcaba casi todo el territorio, lo único que lo cubría era la maleza alta, incluso no se podía ver ni desde la orilla de la isla, primero se tenía que atravesar los obstáculos.
Yo elegí llegar en helicóptero, es la mejor opción y más rápida. Toma menos tiempo el aterrizar, puesto que un helicóptero podía detenerse en la pista del interior de la zona enrejada.
En el instante que el transporte descendió, los soldados que custodiaban la zona rodearon velozmente el helicóptero. Con las armas desenfundadas ya en sus manos y apuntando a su objetivo, a mí. Por supuesto, no todos ellos sabían quién era.
Baje sin necesidad de tomar mi arma detrás de mi chaqueta de cuero negro. En cuanto puse un pie en el asfalto, varios de los soldados que estaban esperando para atacarme me rodearon. Aún con sus rifles en las manos señalando el cañón hacia mí.
No me altere en ningún segundo, solamente observé a los hombres con un gesto neutral mientras me acercaba, al mismo tiempo que metí las manos en mis bolsillos de mi pantalón sin mostrar ninguna preocupación.
Con una de mis manos me retiré las gafas oscuras que llevaba puestas, no importaba que el sol no saliera todavía. Me gustaba llevarlas conmigo el mayor tiempo para cubrir mis ojos de los demás, suele decirse que con una mirada se puede destapar el alma de alguien, y aunque dudaba de que alguien podría desnudar esa parte de mí, no me arriesgaba de todas maneras. No me gustaba el contacto visual permanente, al menos que fuera una persona cercana a mí.
Todos los hombres bajaron sus rifles en el instante que comprobaron a quién tenían delante de ellos, unos fácilmente me reconocieron. Retrocedieron los que se habían acercado, para así darme finalmente mi espacio y dejarme caminar libremente por el camino que dirigía hasta los almacenes.
No acostumbraba a traer un guardaespaldas conmigo como mi padre, mi madre o incluso hermana, el único que siempre me ha acompañado era Santino, pero no como mi empleado, sino como mi amigo. No voy a negar que me hacía mucha falta, pero siempre mantenía mis decisiones firmemente, y esto era lo mejor.
-Joven Alessio -se me acercó el jefe de seguridad de todo el lugar, antes de que entrará en el primer contenedor grande metálico -No debería estar aquí -fruncí las cejas al escucharlo.
-¿Qué? -exclame irritado, a casi nada de gritarle en la cara.
-Que no debe estar aquí -repito.
-Entendí esas palabras, lo que no entendí es el por qué, ¿me lo estás ordenando? -me acerqué más a él en una postura más recta y rígida, con la mirada desafiante -¿Quién demonios crees que eres?
-Solamente hago mi trabajo, joven Alessio -respondió sin inmutarse.
Si, definitivamente, este es el tipo de soldado que le gustaba a mi padre que trabajarán para él.
-Entonces hazlo bien, maldita sea -masculle y retomé el camino en dirección al contenedor.
-No me está entendiendo -se interpuso en mi camino, evitándome que entrará.
Mis ojos se movieron a su mano, la cual estaba colocada en su arma de fuego que guardada en su funda de la pretina de su pantalón.
-¿Qué se supone que harás?, ¿te vas a atrever a amenazarme y con tu jodida arma? -arquee una ceja.
No saque mi pistola ni mi cuchillo, sabía muy bien que este hombre estaba muy bien entrenado; sin embargo, él no sabía que yo era muy rápido. Siempre que sospechaba de alguien me movía con cautela.
-Si no me da otra opción para detenerlo -agregó sin más da.
Lo fulminé con la mirada, como si pudiera atravesarlo con ella, aunque lo único que quería atravesarle era el filo de mi cuchillo romano en su jodido pecho.
-No puedes detenerme, no eres nadie - determiné.
-Solo soy un servidor que le sirve al único jefe y dueño de todo esto, y como tal debo obedecer su orden. Y me ordenó que no lo dejará pasar a los almacenes.
Lo que me faltaba, ahora evitará que haga uso de nuestros bienes, ¿en qué momento se volvió más ogro?
Bien, si eso quería, eso le daré. Le demostraré que no necesito nada de él para poder escalar en este mundo de mierda que él mismo me dio.
Me giré dejando atrás al idiota del guardia y me dirigí al helicóptero, todavía estaba esperando en la pista.
Sin más preámbulos, salgo de allí olvidando el asunto por el cual había venido a las bodegas. Que les den a todos, contando principalmente a mi padre. Si esas tenemos, a esas vamos a ir, Diablo, por algo soy tu hijo.