A todo ello debía agregar que, para su más absoluta humillación, comenzó a susurrar su nombre una y otra vez, como si la vida se le fuese en ello.
Todos en la sala permanecían en silencio y sin reaccionar, tan solo los observaban y ella quería salir huyendo, regañarse a sí misma por aquella momentánea debilidad, pero no lograba separarse de él. Su familia llegó a salvarla en cuanto consiguieron salir de la impresión. Logró escuchar como Elián, con la histeria que lo caracterizaba, llamaba a emergencias y, entre su padre y Cristian, forcejeaban con ella para apartar a Junior de su agarre y reanimarlo.
María no quería hacerle daño, no quería que le ocurriera nada malo, ya no necesitaba venganza. Renunciaría al puesto y con gusto se lo cedería a él. Con aquella maldita idea de destruirlo acababa de provocarle un infarto al amor de su vida. ¡¿Cómo podía seguir enamorada de él?! No, no, no, eso era imposible. Alertada por los sentimientos que le provocaba tenerlo tan cerca, se deshizo del agarre, saltó de la mesa y escapó del lugar.
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Junior despertó aturdido. Sus tíos lo miraban con preocupación y su padre hablaba con un desconocido con uniforme de paramédico. ¿Qué había ocurrido? Se sentía desorientado y su cuerpo parecía quemar por dentro. Le sobraba la ropa y solo quería acostarse.
-Ay, por todos los dioses del Olimpo, ¡qué susto más grande me has dado, sobrino! Me has quitado al menos cinco años de vida.
-Elián -gruñó con trabajo.
Se disponía a preguntarle qué estaba haciendo en la empresa cuando todo lo ocurrido regresó a su memoria.
«María».
Ella había estado allí, pero aquella mujer no se parecía en nada a su recuerdo. Era una arpía que le acababa de robar la presidencia, su sueño, por lo que tanto había luchado.
-¡¿Dónde está esa bruja?! -gritó.
La sala estaba vacía a excepción de su familia y su amigo Fidel, que parecían haberse quedado a su lado.
-Si te refieres a la preciosidad que se subió a la mesa y corrió en tu auxilio, enseñando esas piernas bien torneadas y parte de un hermoso trasero, se fue como alma que llevaba el diablo después de poner tu cabeza sobre sus rodillas. Ni pienses que porque sea la nueva presidenta te voy a dejar vía libre, está buenísima.
-Si quieres que te despida, vuelve a mencionar de nuevo las piernas y el trasero de mi hija.
-Hombretón, te recuerdo que ya renunciaste a tu puesto y que no puedes despedir a nadie. Además, tu hija necesita que le froten un poquito entre esas piernas que Dios le dio y este machote es todo hormonas desatadas. -Elián se acercó a Fidel y le tendió la mano-. Yo también tengo unas piernas bien torneadas y si quieres, ahora mismo, las puedes tener alrededor de tu cintura.
Fidel dio un paso atrás y lo miró sin saber dónde meterse.
-Hmm, Junior, creo que lo mejor será que continúe trabajando.
Tras decirlo escapó dejándolo solo con su familia.
-¡¿Alguien puede decirme dónde está esa maldita mujer?! -gritó de nuevo, quería verla, tenerla de frente y que le dijera por qué tanto odio como para robarle su sueño.
Pero sobre todo lo que quería era acariciarla, poder aspirar de nuevo su aroma y retenerla a su lado. Aunque eso jamás lo diría en voz alta. Ella acababa de comenzar una guerra y no pensaba rendirse.
-Hijo... -Su padre se acercó a él en cuanto se despidió-. No debes alterarte, tienes que beber, comer algo y descansar, el doctor dice que lo más probable es que hayas sufrido una bajada de azúcar.
-No. Quiero. Descansar -pronunció haciendo una pausa en cada palabra-. Lo único que deseo es que me aclaren qué acaba de ocurrir aquí.
Se sentía muy cansado y hablar le robaba la poca energía que sentía, pero no podía permitirse dejar las cosas así, quería saber la verdad.
-No es momento de hablar, primero te recuperas y esta noche si quieres hacemos una cena en mi casa y lo aclaramos todo con calma.
-Brais, ¿crees que me apetece ir a cenar a tu casa? ¿Crees que voy a perdonarte el favoritismo que le has dado a la aprovechada de tu hija solo por ser ella? Yo llevo trabajando aquí la mitad de mi vida, sabéis que soy la persona más cualificada.
-Y también la persona que más escándalos lleva a su espalda, hijo.
Junior se mantuvo callado y no por lo que acababa de decir su padre. Silenció sus palabras porque la vio apoyada en la puerta, con las manos unidas sobre su estómago. Lo miraba con los ojos muy abiertos y parecía herida, desamparada, nerviosa.
Tantos recuerdos regresaron a su memoria que tuvo que usar toda su voluntad para no levantarse e ir hacia ella. Tantos años sin abrazarla, tantos años necesitándola y ella fue incapaz de darle su perdón. Esa mujer lo había destrozado con su marcha y ahora lo destrozaba con su regreso. Sintió la inminente necesidad de herirla, de devolverle un poco de lo que él sentía.
-No creo que mis escándalos sean menos adecuados que los que tú provocaste, papá. No sabía que divertirme un poco, restaba méritos a mi trabajo y provocaba que mi primita, con su nuevo aspecto y creyéndose más diva que Elián... -pronunció sin desviar la mirada de María que lo observaba conmocionada-, llegara de la nada y se quedara con mi puesto. ¡No pienso seguir ni una sola de tus órdenes, jodida bruja!
Junior la señaló con el dedo y se levantó del asiento. Se mareó y se sostuvo de la silla. No pensaba rendirse, caminaría hacia ella y en cuanto la tuviera cara a cara, puede que se tragara sus insultos, porque lo que más deseaba era sostener su rostro entre las manos y besarla como lo hacía años atrás.
No tuvo necesidad de moverse, ya que María, con el rostro contraído por la furia, se acercó a paso ligero y se colocó frente a él. Mostró su dedo índice y con él comenzó a golpearle en el pecho.
-¡Tú, patán arrogante! Hazte a la idea de que soy la presidenta de esta empresa y tu superior. Desde ahora en adelante cada vez que respires me lo notificarás, si quieres mover un papel de sitio me lo notificarás, si quieres salir un minuto antes de la hora tendrás que venir y rogarme que te dé permiso para salir del infierno en el que te voy a meter. ¿Capito?
Junior sonrió de medio lado y se acercó tanto a ella que pudo notar la respiración entrecortada sobre sus labios. Vio su intención de dar un paso atrás, pero la detuvo colocando ambas manos sobre su cintura y pegándola a su cuerpo. Era una bruja, una arpía detestable, una mujer altanera y rencorosa, pese a eso sentirla tan cerca le devolvía la vida.
-¿Quieres un empleado o un esclavo para tu servicio personal? -susurró casi pegado a sus labios.
Ella se aferró a sus bíceps con ambas manos y sintió como clavaba sus uñas sobre la ropa. María siempre fue fuego y él, el piroquinético capaz de crear, manejar y usar esa llama a su antojo. En aquel instante ya no importaba la presidencia, ni lo ridículo que se sentía por haber sido humillado frente a los empleados y relegado del que sería su puesto. Lo único que deseaba era que la tensión desapareciera del cuerpo de aquella mujer, que se aferrara a él como siempre lo hizo, alzarla en sus brazos y llevarla a su despacho para tener un poco de intimidad.
-N-no q-quiero nada de ti -pronunció con la voz temblorosa y a un nivel tan bajo que con esfuerzo logró escucharla.
Junior rozó su nariz con la de ella, con suavidad, casi como una caricia, y cerró los ojos para sentir y disfrutar ese momento.
-Es una lástima, porque con gusto me convertiría en tu esclavo personal. Me tendrías a tus pies y no dudaría en obedecer si me pidieras que recorriera todo tu cuerpo con mi lengua.
La escuchó jadear, así que aprovechó para abarcar su cadera con las manos y se dirigió a sus preciosas nalgas para apretarlas. Dios, como adoraba esas nalgas, por más que ahora fuesen algo más pequeñas.
-Dime un solo motivo, Cristian, para que no asesine en este momento a tu hijo -la voz de Brais lo hizo volver a la realidad.
Junior soltó a María como si su tacto lo quemara y miró a su alrededor. Los tres hombres tenían la vista puesta en ellos. Brais apretaba los puños y en cuanto tuvo oportunidad agarró a su hija del brazo y la atrajo a su lado. Su padre sonreía y alzaba el pulgar a la vez que pronunciaba con un movimiento de labios: «Ese es mi hijo».
-¡Aguafiestas! -se quejó Elián-. Estaba superemocionante. Si ya os lo dije yo, entre estos dos hay más calor que en el mismo infierno. Necesito a Halim, ver tanta testosterona en movimiento me puso más salido que el pico de una plancha.
-¡¿Calor?! -María alzó la voz, indignada-. El único fuego que hay entre él y yo es el del odio. Señor Ferrer -pronunció altanera-. Recuerde que soy su superior y que no pienso permitir este tipo de comportamientos en mi empresa. Le informo que bajo mi mando las relaciones entre empleados quedan prohibidas, e incumplir esa norma, llevará al despido de forma inmediata.
-No necesitas matar a mi hijo, hermano, ya ves que tu hija es capaz de sacar las uñas ella solita.
Junior escuchó a su padre, pero no logró apartar la mirada de María. Ambos se desafiaban, se retaban y a pesar de la seguridad que ella intentaba mostrar, él la conocía. Esa mujer todavía enloquecía cuando la tocaba.
-Espero que os guste mi primera decisión como nueva presidenta -la preciosa arpía reanudó su discurso con intención de seguir golpeándolo con su lengua viperina, pero nada de lo que dijera podía afectarle, ni siquiera perder el control de la empresa, en aquel instante solo importaba que iba a poner a esa mujer de nuevo bajo su cuerpo.
»Desde este momento tu nueva secretaria provisional es Elián, y lo será hasta que encuentre a alguien que no quieras meter en tu cama. Y... -María dudó antes de pronunciar sus siguientes palabras-. Si no quieres que despida a tu exsecretaria ahora mismo, más te vale buscarle un puesto lo más lejos posible de ti. No pienso consentir tu depravación en «mi empresa».
-¡¿Que yo qué?! -gritó Elián-. Me encanta la idea, acepto, por supuesto. Seré tu mano derecha sobrino y la izquierda también. ¿Tu amigo Fidel está interesado en probar el lado oscuro de la fuerza?
Junior ignoró a su tío y mantuvo la mirada fija en María. Bajo ese maquillaje, ese cabello y ese ajustado vestido, podía ver a la jovencita que lo enamoró. Estaba preciosa, pero él prefería sin lugar a dudas a la mujer con curvas que se entregaba como una leona en su cama.
-Tus deseos son órdenes, preciosa. Estoy deseoso de servirte en «todo».
En cuanto lo pronunció caminó hacia la puerta y aprovechó para detenerse junto a María y rozarle el brazo en una caricia con la yema de los dedos. Ella se estremeció ante su contacto y lo miró con odio.
-No vuelvas a tocarme -siseó con una rabia que lejos de enfadarlo lo excitó.
-Pronto te retractarás de tus palabras -susurró casi pegado a su oído-. Te prometo que vas a rogarme porque te toque como antes lo hacías y yo estaré encantado de obedecerte, jefa.
Junior sonrió mientras se alejaba y les daba la espalda a todos. Se dirigió a su despacho, necesitaba descansar y poner en orden todos sus pensamientos. Estaba jodido, ya no le importaba que su familia se enterara de que deseaba a su prima como no había deseado nunca a otra mujer. Ella había vuelto y en esa ocasión no estaba dispuesto a dejarla escapar.