Hice algunas reverencias agradeciendo a mi público sus aplausos, pero las lágrimas que ahora brotaban de mí y resbalaban por mis mejillas ya no eran de alegría sino de miedo. Miedo a seguir siendo esclava, pero solo tenía que esperar unos minutos más para averiguarlo. Debía ser paciente para confirmar mis sospechas.
-Por favor despidamos a la señorita Annelie Rose con un gran aplauso.
Di otra reverencia antes de retirarme del escenario, levante la vista nuevamente, pero esta vez ya no me observaba el emperador sino un joven a su lado que aplaudía energéticamente con una gran sonrisa, eso me dio fuerzas para retirarme sin sentir angustia al veredicto final, al menos alguien en el balcón real le había agradado mi forma de tocar el violín.
Al estar detrás del telón me eché a llorar, no obstante, la señora Marie se aproximó a mí, al principio el semblante de su arrugado rostro estaba inquebrantable, pero a medida que mi silencio se hacía largo, ella solo mostraba una sonrisa forzada además de darme unas palmaditas en la espalda.
-Al menos lo intentaste.
-Por favor no diga eso... yo sé que lo intente, pero a ellos no les gusto mi música.
Camine abrazando mi violín sin mirar a la señora Marie a los ojos. Me sentía devastada no quería el consuelo de nadie, di todo mi talento en el escenario, ya no había nada que hacer.
Después de varios minutos olvidándome de todo a mí alrededor escuche mi nombre, la señora Marie solo sostuvo su pulgar en alto, era todo el ánimo que podía darme, camine de nuevo hasta el escenario con una sonrisa fingida y limpiando el resto de lágrimas e hice una reverencia ante el público que ovacionaba mi nombre.
Entonces el presentador dijo el nombre de Almira Brent y el público se emocionó con ella igual que lo hizo conmigo, aún no tenían definido a quien apoyar, puesto que las dos teníamos talento en lo que hacíamos, si perdía contra ella no me sentiría tan mal después de todo.
-Después de varios minutos esperando la decisión de su majestad, se ha hecho lo que él ha ordenado. Como ustedes saben este día, uno de estos tres talentosos artistas obtendrá la libertad absoluta. Se les entregará una pequeña caja de plata en la que podrán encontrar un obsequio de su Majestad, el emperador Jung. Una mariposa artesanal blanca, ese es el color de la libertad. Ahora por favor recibamos al último participante para por fin saber la decisión de su majestad.
Edmund, el joven que tuvo un pequeño error en su presentación. Se presentó ante el público resignado a perder, pero aún tenía las fuerza para mostrar una sonrisa sincera y detrás de él por fin llegaban las pequeñas cajas de plata que fueron situadas frente a cada uno de nosotros. El público guardó silencio.
-Edmund Galallar.
El joven asintió con una sonrisa y se apresuró a abrir la pequeña caja, la expresión de su rostro era seca, giro la caja, no había nada en ella. El público le aplaudió por última vez con gran emoción y gritaron su nombre para alentarlo.
-Almira Brent.
Almira hizo una reverencia ante el palco de la familia real con una gran sonrisa, confiada en que ella sería la ganadora, su gran belleza deslumbraba ante las luces del escenario, era imposible que mi talento le ganara a ese don de la naturaleza.
Abrió lentamente la pequeña caja plateada y en su rostro se reflejaba lo que había encontrado en ella. Metió la mano y la saco rápidamente para que el público observara su orgullo, sostenía mi más grande ilusión, la libertad. El público se puso de pie al percatarse que Almira había ganado la mariposa blanca. No tenía más remedio que conformarme con el veredicto, mi más grande anhelo de ser libre me lo habían arrebatado, pero al menos había luchado por ella.
-Annelie Rose.
Todos se quedaron en silencio. No había nada en mi caja, lo sabía, pero el presentador había pronunciado mi nombre a pesar de que ya había una ganadora.
No quería saber o más bien no quería ver el fondo de la caja. Me sentía derrotada y más que nada humillada, el triunfo de Almira solo había durado unos cuantos minutos porque el público se sentía intrigado a causa mía. Me acerqué a la caja, vi en ella un reflejo desfigurado de mi rostro y así me sentía, la abrí lentamente, el contenido era algo que no había mencionado la señora Marie y por supuesto mi sorpresa intrigo aún más al público.
Le di la vuelta lentamente a la caja y el público se sorprendió al ver lo mismo que yo, hacía unos cuantos segundos. Una mariposa azul y un sobre con el sello imperial. Todo el mundo comenzó a hablar en murmullos. Hasta que por fin alguien grito:
- ¡Es una invitación al palacio!
El presentador estaba a punto de hablar, pero el emperador se levantó de su asiento, el público al igual que todos los que aún estábamos en el escenario hicimos una reverencia. Él parecía molesto e indignado por lo que había pasado pero, ¿Por qué?
Se marchó y su familia hizo lo mismo dejando a todos impactados, nadie tenía idea de lo que eso significaba, pero ahora tenía una invitación al palacio y todos parecían mirarme con mucha atención hasta que escuche el susurro de la señora Marie, hice la reverencia hacia el público y me dirigí hacia ella.
En mi camino sentí sobre mi espalda la mirada de cientos de personas que se preguntaban entre ellas que había pasado.