Alce la pestaña del sobre y saque una hoja de papel, su textura era suave y agradable al tacto. Aclare mi garganta y miré a todos antes de leer la carta en voz alta, sonreí ansiosa y finalmente comencé:
Apreciable señorita Annelie Rose, me honra informarle que usted ha sido invitada por orden imperial al palacio Morpho Azul. Deberá presentar la mariposa que se le fue otorgada en la ceremonia de selección de libertad para poder ingresar al palacio, al ser usted una esclava deberá lucir un vestido gris con zapatos a juego y presentarse con el cabello recogido así como su marca de esclavitud al descubierto, dicho esto, esperamos que se presente el día de mañana a las cinco de la tarde, deberá llegar por la puerta oeste. Esperamos contar con su presencia.
-¿Qué?-el tono de voz de Penny expresaba lo que todos pensábamos en ese instante- ¿Eso es todo?
- Al parecer, sí-dije absorta, releyendo la carta rápidamente esperando que me hubiera saltado varias líneas o algo parecido.
-Pero no dice cuál es el motivo de la invitación, ¿Para qué te quieren allá?- exclamo Tobías, él era el malabarista de nuestra compañía.
-¿Con un vestido gris?-se quejó Penny nuevamente- yo esperaba que mi papá te hiciera un vestido muy bonito para asistir.
Mire a Peter y a Penny, ella no tenía idea del secreto sobre sus verdaderos padres y cada que pronunciaba la palabra padre, se me hacía un nudo al corazón.
-Es una pena, cariño-le dijo a su pequeña hija y yo que tenía la esperanza de que admiraran mi trabajo en el Palacio.
-Imagínense que eso pasará-dijo Dalia, ella era nuestra cantante, su voz era como la de un ángel entonando las más bellas oraciones y por supuesto era mi mejor y única amiga- las mujeres más importantes de este reino alagando tus más bellos vestidos.
-Bueno si algo así sucediera, seguramente comprarían inmediatamente a Peter. Su vida sería mucho mejor, ¿No creen?-mencionó Óscar, el arlequín de la compañía. Él entretenía al público en los intermedios de cada presentación.
-¡No!- gritó Penny enfadada-nadie puede comprar a mi papá, yo lo haré cuando sea grande y tenga dinero suficiente para hacerlo.
-Si no te apresuras, se llevarán a tu papá-lanzó Tobías como una apuñalada al corazón hacia la pequeña Penny.
-¡Tobías!-le regaño Francis, él tocaba el piano como ningún otro y le daba un toque humorístico con su música al espectáculo de Tobías, eran grandes compañeros y amigos, pero ambos tenían personalidades diferentes, Francis era amable y simpático mientras que Tobías era impertinente y odioso.
-Tonto- Penny apenas pudo pronunciar, sus lágrimas comenzaban a caer lentamente por sus delicadas mejillas rosadas. Corrió directamente hacia Peter y él la cogió entre sus brazos e inmediatamente le dio unas palmaditas en la espalda para reconfortarla.
Entonces Peter le dirigió una mirada acusadora a Tobías, pero él no se inmutó, era inútil sermonearlo, de ninguna manera le pediría disculpas a Penny a pesar de ser la nieta de nuestra dueña. Muchas otras ocasiones Tobías se había revelado y la señora Marie lo había castigado severamente golpeándolo hasta dejarlo inconsciente y en esas situaciones era mejor quedarnos callados y no decirle nada a la señora qué escuchar los gritos de agonía que emitía Tobías entre cada golpe. A pesar del dolor que sufría, él no cambiaba de parecer y no se quedaba callado como nosotros.
Y aunque Tobías solía fastidiar a Penny por ser la nieta de nuestra dueña y por estar muy consentida por todos nosotros, ella comprendía mejor la situación de Tobías.
-Eres un imbécil- dijo Dalia resentida con la actitud de Tobías. Nadie comprendía por qué se mostraba tan altanero hacia todo lo que representará autoridad, éramos personas, claro, odiábamos con el corazón el sistema con el que sé regia el mundo y los reinos, pero nuestra voz por ser esclavos no era escuchada, aunque somos millones en la misma condición no tenemos el poder para cambiar el mundo, no podemos oponernos contra la voluntad del cielo.
-Los imbéciles son ustedes-murmuró Tobías saliendo de la habitación.
-De acuerdo-dijo Peter dirigiéndose a mí- Me pondré a trabajar para tener listo tu vestido nuevo.
-No es necesario que lo hagas-exprese un poco avergonzada- la señora se podría enfadar, además sabes que ya tengo un vestido gris que utilizo para salir con la señora.
-No te preocupes, es nuestro regalo de consolación por no haber logrado tu libertad.
Dalia me abrazó con fuerza. Éramos amigas, pero más que eso como hermanas, ambas habíamos sido compradas casi al mismo tiempo, lo compartíamos todo, nuestros miedos y nuestros sueños. Cuando la señora Marie me dio a conocer que tendría una oportunidad en este reino, Dalia se había alegrado por mí y me había obligado a practicar horas y horas para conseguirlo. Pero por más que practique, a pesar de mis deseos no lo conseguí.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y traté de aguantar lo mejor que pude, pero era tan doloroso, mi cuerpo se llenaba de impotencia al saber que seguiría a merced de una mujer cruel que solo me utiliza para su propio bien.
Estaba cansada de decir que el ser su esclava era mejor que regresar al reino de Enid, ser esclava aquí o allá no era diferente. Yo quería ser libre, pero me confié demasiado, creí que por ser muy reconocida en otros reinos aquí apreciarían mi esfuerzo y mi talento, pero me equivoqué y perdí mi oportunidad.
-No llores- Penny también se aferró a mi cuerpo- al menos ahora nada nos va a separar.
-No digas eso Penny, Rose podrá tener otra oportunidad en otro reino-dijo Francis tratando de amenizar mi dolor- Vlinder no es el único reino que puede otorgar la libertad.
-Gracias a todos, aprecio mucho sus palabras.
Peter se levantó de su asiento y Penny lo siguió hacia su habitación, cada que pretendía hacer un nuevo vestido o traje para nuestro espectáculo Peter se encerraba día y noche hasta terminarlo seguramente pretendía hacer lo mismo en esta ocasión, sobre todo si era para mañana.
Dalia me hizo una señal para seguirla a nuestra habitación, tal vez quería hablar conmigo sobre todo lo que había pasado en mi presentación ante el emperador. Cerré la puerta una vez que entré y fui directamente hacia el confort que una almohada podía ofrecerme, Dalia tardó un momento antes de pronunciar cualquier cosa, tal vez no podía abordar el tema con facilidad.
-No quería preguntarte, pero en verdad no lo soporté-admitió con dulzura en su voz y entonces pude sentir que tomaba asiento a un lado de mí-pero es que no entiendo qué pasó ¿No disfrutó de tu violín?
-Creo que no- le dije hundiendo mi rostro en la almohada- apenas lo pude ver por qué las luces del escenario eran muy cegadoras, la melodía que escogimos no fue de su agrado.
-No lo entiendo, esa canción es casi el himno del reino. La señora Marie nos dijo que muchos habían obtenido su libertad solo por tocar esa canción.
Las delicadas facciones de Dalia se arrugaron un poco mostrando lo enfadada que estaba por la decisión del emperador, creímos que si tocábamos esa canción sería fácil obtener mi libertad, qué de alguna manera yo sería libre y con el dinero que ganara podría comprar la libertad de mi amiga. Todas nuestras esperanzas se habían ido por el drenaje por confiarnos demasiado.
-En verdad lamento que no lo consiguieras Rose, fue culpa mía, tú querías tocar otra cosa y yo prácticamente te obligue a que lo hicieras.
-No es verdad, dije eso porque la señora Marie quería que la tocara. Sabes que no puedo negarme a lo que ella diga.
-Yo tampoco puedo, ¿Recuerdas?
-Bueno en realidad ya no importa lo de la canción y tampoco la decisión que tomó el emperador. Francis tiene razón podremos intentarlo en otro reino.
Me di la vuelta y me di cuenta de que los labios de Dalia formaron rápidamente una sonrisa.
-Además, visitarás el Palacio Morpho azul- enunció con gran entusiasmo.
-Sí, pero no sabemos para qué me invitaron, eso me tiene un poco preocupada- repliqué un tanto ansiosa.
-Lo único que se me ocurre es para que seas parte de la orquesta imperial
-¿Ser una violinista imperial? -Casi me reí, era una tontería pensar en algo parecido.
-Es una probabilidad, no creo que te invitarán a visitar el Palacio solo para ver sus tesoros como premio de consolación-declaró casi convencida de sus propias palabras.
-No lo sé, no quiero esperanzarme de algo que no estamos seguras de que sea cierto.
-De acuerdo, ya no lo mencionaré, pero nadie me quita de la cabeza que algo así puede pasar.