Dividida entre dos amores: El secreto de la mariposa azul.
img img Dividida entre dos amores: El secreto de la mariposa azul. img Capítulo 9 ¡Vaya! ¿Miren a quién tenemos aquí
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Capítulo 10 Estas en mis manos. img
Capítulo 11 ¿Qué crees que estás haciendo img
Capítulo 12 No puedo aceptar que me pagues. img
Capítulo 13 ¿Entonces que te apetece img
Capítulo 14 Bienvenido señor Du... Duran. img
Capítulo 15 Hay una mesa para dos. img
Capítulo 16 No deseo más que su amistad img
Capítulo 17 Quiero, ese, ese y ese. img
Capítulo 18 ¿Amanda img
Capítulo 19 ¿Quién era ella img
Capítulo 20 Tengo kilos de helado y un par de cotilleos img
Capítulo 21 ¿Me dirás qué te pasó img
Capítulo 22 ¿Ocurre algo en la oficina img
Capítulo 23 ¿Adrien img
Capítulo 24 ¡Ella te interesa! img
Capítulo 25 No quiero ir img
Capítulo 26 Supongo que también me gustas img
Capítulo 27 Profesor Brennan img
Capítulo 28 Somos novios img
Capítulo 29 ¿Desea que la lleve señorita img
Capítulo 30 Esto es una locura Gregory img
Capítulo 31 Aquí estoy img
Capítulo 32 Te llaman img
Capítulo 33 Solo no tardes mucho img
Capítulo 34 Te necesito img
Capítulo 35 Tengo que enseñarte modales img
Capítulo 36 ¿Lo harías, romperías esa pared que nos separa img
Capítulo 37 No iremos a casa img
Capítulo 38 Danielle voy a entrar img
Capítulo 39 ¿Y si fuera virgen img
Capítulo 40 Tú eres quien me llena a mí de mariposas. img
Capítulo 41 ¿Crees que te estaría llamando img
Capítulo 42 ¡Estás jodido Gregory...! img
Capítulo 43 Déjate llevar img
Capítulo 44 ¿Así que sabes cocinar img
Capítulo 45 ¡Dije que te calles! img
Capítulo 46 No estabas en casa esta mañana. img
Capítulo 47 No era importante para nadie img
Capítulo 48 Asuntos de trabajo img
Capítulo 49 Deberíamos brindar por tu boda img
Capítulo 50 Quiero hacer oficial nuestro compromiso img
Capítulo 51 No pienso tener más hijos img
Capítulo 52 ¿Estuviste con él cierto img
Capítulo 53 No es el momento img
Capítulo 54 Entonces nada de citas img
Capítulo 55 Soy Arlene img
Capítulo 56 ¡Basta, dije que no! img
Capítulo 57 Al menos no manchasteis mi A + img
Capítulo 58 ¿Un contrato... img
Capítulo 59 ¿Qué diablos significa esto img
Capítulo 60 Solo falta tu firma img
Capítulo 61 Hasta la noche Chiara img
Capítulo 62 ¿Qué se supone que hace aquí usted img
Capítulo 63 Confío en ti img
Capítulo 64 Todo listo para esta noche. img
Capítulo 65 ¿Tiene reserva señorita img
Capítulo 66 Somos dos mariposas encerradas img
Capítulo 67 Eres tan hermosa Danielle img
Capítulo 68 Eso quieres img
Capítulo 69 ¡Calla Arlene! img
Capítulo 70 ¿Ser o no ser img
Capítulo 71 Perfecto img
Capítulo 72 ¿Qué más traes en esas bolsas img
Capítulo 73 Señor Fuckboy img
Capítulo 74 Creo que sí img
Capítulo 75 Jamás me he enamorado img
Capítulo 76 ¿Está todo listo img
Capítulo 77 Calmati. Non preoccuparti img
Capítulo 78 No tengo curiosidad img
Capítulo 79 ¿Qué te parece img
Capítulo 80 Debemos irnos img
Capítulo 81 Llama a Terry img
Capítulo 82 Adrien yo... img
Capítulo 83 No tengo recuerdos img
Capítulo 84 Melanie, ella es Chiara img
Capítulo 85 Lo siento img
Capítulo 86 No quiero que te alejes img
Capítulo 87 ¿Me deseas img
Capítulo 88 Era suya img
Capítulo 89 ¿Qué haría ella en su lugar img
Capítulo 90 No te preocupes img
Capítulo 91 ¿Por qué fue él, verdad img
Capítulo 92 Así mi amor img
Capítulo 93 ¿Pero qué haces img
Capítulo 94 ¿Debería de seguir llamándolo así img
Capítulo 95 Decisiones, decisiones img
Capítulo 96 Quiero verte img
Capítulo 97 Yo también img
Capítulo 98 Te reto a hacerlo img
Capítulo 99 ¿Está todo bien img
Capítulo 100 ¡Suerte! img
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Capítulo 9 ¡Vaya! ¿Miren a quién tenemos aquí

La zona VIP de una de las discotecas más famosas de nueva York fue reservada por entero para Gregory Dumas y sus amigos, el alcohol corría como el agua, junto a alguna que otra sustancia no tan legal abarrotando las mesas altas de los rincones, donde cada cierto tiempo Gregory se acercaba a reponer energía y así poder aguantar el ritmo que, sin duda, llevaría toda la noche.

Era más que obvio el que Gregory disfrutaría del tiempo que le quedaba de soltero, justo cuatro años era lo que le había dicho su futuro suegro que tendrá que esperar, a su prometida era una chica lista, que al igual que él, tenía pocas ganas de comprometerse, eso le quedaba más que claro cuando le había pedido ese plazo a su progenitor para aceptar el matrimonio. Lo único que deseaba y esperaba de manera enfermiza era que, al menos la hija del socio de su padre, hubiera heredado parte de la belleza de la señora Marchetti, quién a sus cuarenta años seguía siendo la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida.

De ser así, no podría evitar quedar con ella de vez en cuando e ir conociéndola durante ese tiempo, incluso presentarla como su novia oficial antes del compromiso. Si ciertamente su genética había sido generosa con ella, él podría ceder ante esos pequeños cambios en su vida, pero eso no le impediría seguir llevando la vida que estaba acostumbrado a llevar.

El ambiente en la discoteca era más que adecuado para poder rebelarse, aunque fuera un poco, a las responsabilidades que conllevaba portar el apellido Dumas y tener el dinero suficiente para poder permitirse malgastarlo de la manera que lo estaba haciendo. Al diablo su padre, al diablo sus obligaciones, él solo quería gritar - ¡Arriba la música, el alcohol, las drogas y el desenfreno! - Todo corría por su cuenta.

- ¡Vaya! ¿Miren a quién tenemos aquí...?- Gregory volteó con una sonrisa en el rostro al escuchar la inconfundible voz de Amanda, una de las chicas que solía frecuentar cuando se encontraba en Nueva York, era modelo de una reconocida firma de lencería, pero la joven no solamente poseía un exquisito y exuberante cuerpo. Sino también, una boca capaz de hacerlo terminar mucho antes de lo que a él, como hombre experimentado, le gustaría admitir.

- Eso querida mía, es algo que debería decir yo, ¿Miren a quién tenemos aquí? - Dumas se limpió la nariz en un rápido movimiento, antes de hacerle un gesto a la chica e invitarla a consumir lo mismo que él acababa de probar, ella negó más aprovechó la invitación para pegarse a él, pasando los brazos tras su cuello.

- Sabes que tú eres mi droga favorita - La modelo hizo un puchero enfadoso a manera de queja - así que imagina mi tristeza al verte aquí, sobre todo porque no me avisaste que estarías en la ciudad.

Gregory rodeó la cintura de la chica con el brazo, acercándola a su cuerpo, llevando la mano diestra a ese delicado y estilizado cuello de cisne, acariciándolo con suavidad, clavando el azul de su mirada en ella. ¿Cómo podía su padre atarlo a un matrimonio de conveniencia? Cuando había en su camino muchas más Amandas a las cuales conocer.

- Bueno que te puedo decir hermosa, Yo soy así y lo sabes, no le rindo cuentas a nadie (más que a su padre), pero ya que nos hemos encontrado, solo resta recordarte que tenemos toda la noche para divertirnos juntos.

La hermosa mujer asintió, con una sonrisa tan inocente, que pocos creerían que tras ese rostro angelical se encontraba una mujer ambiciosa, porque eso era Amanda, ambiciosa, y nada le gustaba más que fantasear con convertirse en la señora de Gregory Dumas, esa era la única razón por la que pagaba una considerable suma de dinero, a través de su agente, a quien pudiera darle información sobre las visitas de Gregory a Nueva York.

- Sabes que siempre que estás tú, el mundo desaparece para mí- Susurró mordiendo el lóbulo de su oreja, pegándose todo lo posible al cuerpo de su amante, dejando que él la tocara como deseara y al mismo tiempo ella poder sacar un beneficio extra de eso; al hacer que su representante tomará fotos de ellos dos y las compartiera con alguno de los tabloides más populares de Nueva York, que la pondrían sin duda en tendencia en los motores de búsqueda de todo el internet. Era una figura pública, por lo que llamaría mucho la atención al estar en brazos del joven empresario Gregory Dumas, hijo único de uno de los hombres más ricos de Italia. Enrico Dumas.

Tras recibir la indicación de que su agente ya tenía lo que necesitaba, para filtrar lo de su encuentro con Gregory, Amanda tentó un poco más a su amante.

- ¿Por qué no, nos vamos a un lugar más privado? - lo dijo con una voz tan candente y seductora a la que ningún hombre podría resistirse, de eso estaba más que segura.

Gregory no se resistió, es más, no dudó en tomar a la chica de la mano, entrelazando los dedos con los de ella y guiarla con rapidez a uno de los espacios privados, el sofá del reservado sería suficiente para sacarse las ganas.

- No sé qué haces para estar cada día mejor.

Aseguró pegándose a su espalda, cerrando la cortina del reservado tras entrar, sin importarle que no hubiera puertas, seguramente con el ruido de la música no les escuchaban y si llegaban a descubrirlos poco le importaba.

El italiano lograba ponerla cachonda, con solo tenerle cerca, no sabía qué era lo que él poseía para volver la loca, tal vez esa mirada azul cielo que parecía convertirse en fuego cada vez que la veía. Amanda gimió nada más entrar al reservado y ser llevada hasta uno de los sillones del pequeño cubículo.

Gregory se encontraba impaciente, llevando las manos a los tirantes del vestido de su amante, dejándolos caer por sus brazos, haciendo resbalar el vestido por el perfecto cuerpo de la joven, dejándolo al descubierto.

- Una modelo de lencería, sin lencería...

Murmuró en su cuello mientras llevaba las manos a sus senos, amasándolos burdamente, pegándose a su espalda, frotando su erección todavía cautiva en sus pantalones en el bello culo de la joven.

Ella, quien siempre había insistido en que sus anteriores amantes la llevaran a las mejores suites, se deshacía ante la idea de ser tomada de manera rápida y dura por ese hombre en el lugar que fuera.

- Es porque me arregle para ti...-Le respondió, ladeando su cuello, dejando que él hiciera lo que deseaba sobre su piel desnuda, en esos momentos poco le importaba tener como única prenda sus zapatos de punta.

- Espero que no lleves nada debajo de ese vestido porque venías a verme...-Murmuró lamiendo su cuello con lascivia y mucha posesividad, ya que aunque Gregory no tenía ninguna chica que considerara especial.

Era muy posesivo con sus amantes y odiaba que alguien más las tocara, de hecho si eso pasaba perdía el interés por completo en esa chica. Poco le importaba que pasara meses sin verlas lo suyo, no lo tocaba nadie más y si sucedía él las rechazaba para siempre.

Bajó una de las manos por su plano vientre hasta llegar al centro de su sexualidad y penetrar bruscamente con dos dedos, sin dejar de jugar con sus pezones.

- ¡Contesta Amanda! ¿A quién esperabas encontrar como para ir sin bragas? Porque sin duda yo no te avisé que estaba aquí.

El sonido de la voz de su amante era tan posesivo que hizo que las piernas de la modelo flaquearan por un momento, y una conocida humedad apareciera casi de inmediato en medio de sus piernas.

Gregory estaba celoso, y eso le encantaba pese a la manera ruda y algo brusca con la que la trataba en ese momento.

- A ti... siempre tengo ojos en todos lados, ojos que me dicen si tú has llegado, ¿Gregory, crees que me atrevería a salir de mi casa así, si no fuera por ti?

Ella ronroneó como una gata en celo al notar como dos de sus dedos hurgaron en su interior.

- Te había echado tanto de menos, tanto que mis dedos estaban resultando insuficientes, y un consolador no puedo ni pensarlo, odiaría meter eso por mi coño, cuando es tu miembro palpitante el que desea dentro.

Decir que Gregory no adoró, su respuesta era mentir. Era narcisista, lo sabía y se sentía orgulloso de ello, sacó los dedos de su interior, llevándolos a la boca, succionándolos, sujetando la delicada barbilla de la fémina con la mano con la que le había estado acariciando el pecho, haciendo girar su rostro para besarla, sin ninguna pizca de delicadeza, un beso brusco, posesivo y pobre porque eran pocas las veces que la recompensaba de esa manera, pero su respuesta, merecía un premio; aún así, los labios de la fémina se abrieron ansiosos por recibir ese beso que él parecía otorgarle.

- Espero que sean solo tus dedos, ya lo sabes, no me gusta que nadie coma de mi plato.

La inclinó bruscamente sobre el sillón y acarició sus redondeadas nalgas con delicadeza.

Sabía qué decir y qué no decir para mantenerlo adicto a ella, su trato brusco solo hizo que sus pezones se pusieran duros y que su cuerpo entero se estremeciera, en su largo camino en la pasarela, había estado expuesta a ese tipo de trato, pero jamás lo había disfrutado como lo hacía ahora.

- Solo mis dedos...- reconoció abriendo los labios, sujetándose del respaldo del sillón, con una de sus piernas sobre la superficie acolchada del mismo y las manos sobre el respaldo.

Azotó su trasero con la mano abierta, viendo cómo su nalga derecha tomaba un color rojizo que a él personalmente le encantaba, desabrochando el pantalón con su otra mano, necesitaba sentirle dentro, disfrutar de esa humedad que pudo percibir con la otra mano mientras la estaba acariciando

- Solo porque yo también estoy feliz por nuestro encuentro, no me molestaré, pero debe quedar claro que yo odio que me vigilen...

Aseguró jugando con el glande en la entrada de su vagina, volviéndose loco por la humedad que parecía invitarlo a entrar haciéndolo resbalar.

- Sabes que yo soy libre, cariño...

- Sé que eres libre, pero eso no significa que no desee poder sentirte así...

La nalgada improvisada en su hermoso y torneado trasero la hizo gemir, y moverse ansiosa por más.

- Si tuya...

- Así... Perfecta y mía...- Aseguró mientras se empujaba en su interior sin ninguna delicadeza, azotando nuevamente sus nalgas, deleitándose con su reacción, sobre todo al apretar ambos glúteos con las manos.

- Siempre tan mojada por mí...

Gimió ronco y se movió hacia atrás solo para volver a embestir de nuevo en su interior y ya no parar, tomando un ritmo un poco más duro a cada movimiento.

Ella gimió al sentirlo entrar en su interior de manera fuerte, pero firme, reclamando todo de ella.

- ¡Oh sí, castígame Gregory...!

                         

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