Capítulo 2 Comienzo.

Este es uno de esos relatos que muchos creen es un invento de la mente senil de algún anciano, pero fíjense que es una historia real y la presencié cuando era aún muy joven se las voy a contar, aunque sé que algunos no me van a creer.

Les repito que todo se remonta a mi edad de estudiante en un colegio de monjas, reconozco que tengo mucha imaginación, pero esta historia la he contado solamente a dos personas muy cercanas a mí que conocen mi gran pasión por la narración y estoy segura que incluso ellas creen que es una más de mis fantasías.

Por allá en el año 1979 cursaba yo primer año de bachillerato, a uno de los costados de mi casa había otra casa que, aunque perteneció siempre a los mismos propietarios al radicarse estos en otro país, permanecía alquilada pasando así de inquilino en inquilino muchas veces cambiando de estos hasta tres y cuatro veces en un año.

conformada por el padre la madre y tres niños cuyas edades eran muy cercanas lo que indicaba que la distancia entre sus nacimientos era corta.

Dirán bueno ¿qué tenían de especial? Aparentemente nada lo completamente diferente es la historia de amor de la pareja y todo lo que vivieron antes de ser la familia que eran en ese momento.

Del amor se ha escrito y se escribirá mucho, existen diferentes clases de amor, van desde el más dulce e inocente al más complicado, trágico, apasionado, pasando por los amores posible, los imposibles, los imaginarios, los reales los correspondidos, los rechazados, los lejanos, los cercanos, los propios, los ajenos, los maravillosos los de terror, los duales, los unilaterales, los de cielo, los de infierno y el de nuestros personajes que al leer mi relato sabrán por qué.

Jesualdo un hombre joven, moreno, estatura mediana, contextura fuerte, atlética un rostro atractivo sin llegar a ser un adonis se veía bien y si era relevante la diferencia de edad entre él y su compañera sentimental, simpático amable algunas veces muy amable sobre todo con las mujeres, particularmente me parecía como un poco lanzado le gustaba tocar, aunque muy sutilmente, pero al fin y al cabo tocar a las chicas con que interactuaba, me llamaba la atención su marcada fijación por tocar la parte interna del codo dónde se divide un brazo, esto me hiso tratarlo siempre con cierta distancia lo que no sucedía con mi hermana a la que nunca observé que le quisiera sobar los codos. Por esto concluí que al tipo no le gustaban las mujeres de su mismo color.

Sin embargo, surgió entre esa familia y mi hermana una gran amistad y vecindaje hasta el punto de salir juntos a divertirse o a paseos como si realmente hiciera parte de ella.

Con el resto de mi familia el trato también era bueno, amistoso, cercano lo que no ocurría conmigo el padre la madre y los niños decían querer a mi hermana mientras que a mí la señora hasta decía tenerme rabia según ella yo era muy creída, en ese tiempo me recogía el bus del colegio en la puerta de la casa a las 5 y 45 de la mañana y me regresaba a las 3 pm, cuando las vecinas jugaban al siglo (Especie de juego de azar doméstico )debajo de un frondoso árbol de almendras, ellas lo hacían según decían para matar el tiempo. Esta señora lo que no entendía era que mientras ellas solo perdían tiempo yo no tenía tiempo que perder, el colegio de monjas era exigente y no existía un dia en el que no tuviese trabajos que entregar, temas que investigar o previas que presentar y lo más importante era el hambre con que llegaba, por mis pocos recursos económicos no llevaba onces o merienda estudiaba becada y esto no incluía alimentos.

El tiempo pasaba y todos observábamos la forma de vivir de los vecinos, nos hacíamos los tontos, pero eran bien raros, en su actitud, en como educaban a los tres niños el papá los bañaba de madrugada con agua de un tanque recogida la noche anterior que amanecía tan helada que el niño mayor llamaba a mi hermana con grandes alaridos suplicándole que lo salvara esto ocurría a diario. Decía que era para amansar al niño cuando alguien lo cuestionaba por su método.

Si mi trato con Jesualdo era lejano con Carla ni siquiera existía, con el un saludo o temas de interés general de las noticias en las pocas veces que yo podía cruzar palabras con los vecinos en la tienda de la esquina o en la terraza estos eran momentos fugaces. Carla era una mujer de mediana estatura, extremadamente blanca, de cabellos rojizos ondulados los que casi siempre llevaba sueltos, de contextura delgada físicamente sin ser extremadamente bella diría que se veía bien, esto en cuanto el físico de su cuerpo porqué si hablamos de su rostro, sí que era raro tenía rasgos achinados y muchas arrugas pienso que se debía a la costumbre de tener el ceño fruncido, aunque también tengo la teoría de que las personas blancas envejecen más rápido. Pero lo que más hacia grotesco su semblante era esa mueca de rabia que siempre tenía inclusive cuando reía o estaba contenta.

Esa señora era la rabia personificada, envidiosa, ofensiva sin razón y peleonera. En poco tiempo se volvió enemiga de

casi todas las vecinas por los motivos más insignificantes que se puedan imaginar, en una ocasión llegué del colegio y al bajar del trasporte me encontré con una gran algarabía y muchas personas alrededor, adivinen, era que dos de las jugadoras de siglo se habían levantado a trompadas, una de ellas era Carla la otra una vecina que hoy día es según ella casi una santa evangélica, quien solo descalifica tratando de pecadores a los demás, dándose aires de santidad olvidando sus viejos tiempos. Carla celaba a el marido con cuanta mujer veía, pero le perdonaba todas las infidelidades que el cometía queriendo agredir siempre a la amante de turno, llegó al extremo de sacar desnuda a una joven prima suya que trajo del pueblo a estudiar en la ciudad, porqué los encontró teniendo sexo, pero a él solo le peleó, partió los adornos, tiró el árbol de navidad de ese diciembre a la mitad de la calle y más nada, siguió con el como si nada. Miren una vez cómo ella les pegaba a los niños por celos con el marido agredió tan fuerte al niño mayor que lo dejó sin conocimiento y era tan impresionante verla corriendo por toda la calle pidiendo ayuda y gritando que había matado a su hijo.

Cómo solía subarrendar por motivos económicos se fue la prima y llegó una mujer sola con dos hijos hembra y varón, ya adultos particularmente al varón lo recuerdo con rabia y me duele no haber podido hacer nada cuando lo veía besar en los labios a uno de los niños más aún a cuando me enteré del trágico final de ese pobre niñito al crecer. No sé si la mujer o su hija tubo algo que ver o Carla lo imaginó, pero corrieron la misma suerte esta vez las sacó vestidas y por sospechas, pero las sacó.

Esa casa era un infierno. Dice el dicho que lo que mal empieza mal acaba y esto comenzó mal.

Según su historia esta pareja era de pueblos diferentes, del caribe sí, pero diferentes.

            
            

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