Adriel bien sabía lo que podía suceder, que continuaran las habladurías. Pero le tenía sin cuidado lo que dijeran acerca de él, sin embargo; ¿podría meter en problemas a esa muchacha? ¿Y si comenzaban a acosarla? Existía esa posibilidad, quizás tenía que buscarla nuevamente para advertirle lo que estaba ocurriendo, o bueno, la bomba que podía explotar en cualquier momento sobre ese chismorreo.
-Cancela mis citas de esta tarde, iré a la construcción para ver cómo marcha todo -Cecilia lo mira seriamente.
-Tienes citas importantes esta tarde, no las puedes evadir así como si nada. La compra de esas maquinarias, son imprescindibles para la compañía, sabes bien que tenemos a muchos compradores encima.
-Simplemente, posponla para mañana por la mañana.
Ella asiente al ver que no tenía como ganarle a su jefe. Pero sospechaba que sus intenciones de ir a la construcción eran por esa mujer. Quizás tendría que actuar discretamente, e investigar un poco acerca de esa desconocida.
Era muy sospechoso que de la nada apareciera, y ya estuviera interactuando con Adriel... si no procedía a interrumpir esos encuentros, su jefe se vería involucrado en rumores que no lo favorecerían en nada.
[...]
Ofelia abrió la puerta de la entrada de la cafetería aquella mañana, y las campanas de la misma delataron su presencia. De inmediato, tanto la multitud de clientes, como los empleados se le quedaron mirando una manera bastante extraña.
La joven pelinegra se sintió como una intrusa en su propio trabajo, así como cuando comienzas a trabajar por primera vez a un lugar. No entendía que demonios estaba pasando esa mañana, así que decidió ignorar aquel evento y se adentró a los vestidores.
Era extraño que el restaurante estuviera tan lleno a esas horas de la mañana, por lo general siempre estaba muy solitario.
Lo cierto es que sus ventas no eran muy buenas, y hace unos meses había escuchado decir a su jefe que si no mejoraba las ventas lo iba a cerrar. Esas eran malas noticias, puesto que se quedaría sin empleo. Pero al menos esa mañana no tendría motivos para decir sandeces.
Al llegar a los probadores, no más al dejar el bolso en el casillero, una de sus compañeras, con la que más conversaba en sus horas libres, se acerca a ella corriendo.
-¡Cómo es posible que te lo tuvieras tan calladito? El jefe esta que brinca de la emoción, Ofelia -Le dice la muchacha conmocionada.
-¿De qué hablas? ¿Está contento porque el restaurante está lleno? -Contesta, guardando sus cosas.
-¡Claro que sí, tonta! Y todo gracias a ti.
-¿A mí? -La pelinegra la mira curiosa -. ¿Yo que tengo que ver con todo eso?
-Bueno, que tu...
-Muy bien, Ofelia. Te felicito muchacha, haz traído de vuelta a la vida este restaurante.
La voz del jefe de las chicas las hizo sobresaltarse, ambas miraron hacia la puerta para ver entrar al señor que era dueño del restaurante.
-No entiendo, señor. ¿Qué es lo que está pasando?
-¿No has visto el periódico? -Pregunta su amiga.
-¿Periódico? -Repite.
-Bueno, ya tendrán tiempo para eso. Pero déjame decirte algo, Ofelia. Si continúas así, salvaras el empleo de todos los que trabajan en este lugar.
Su jefe palmea su hombro y luego sale de los vestidores. Ofelia mira a su compañera, y esta le sonríe con picardía.
-Te veo afuera, suertuda.
Ahora sentía mucha curiosidad sobre lo que estaba pasando, estaba segura de que no había hecho nada especial como para que su jefe la felicitara... en eso mira la hora de su reloj.
-¡Mierda, es muy tarde! -Exclama buscando su uniforme.
[...]
Cada hora que transcurría era una completa agonía, tanto ella como las chicas no habían tenido descanso, y ninguna de ellas dieron basto para atender a todos los clientes que frecuentaron el restaurante.
Con tanto ajetreo, la pelinegra nunca supo que estaba sucediendo, y mucho menos la razón del porque la gente se había vuelto como loca asistiendo al restaurante ese día. Pero mientras que su jefe estuviera contento, ella no se quedaría sin empleo.
Entonces, por la tarde mientras tomaba la orden de unos clientes que no paraban de mirarla. Ella sintió como si alguien le hubiera tomado una fotografía, Ofelia giro el cuerpo para ver si no se estaba volviendo loca, o quizás alucinando por el cansancio.
Pero observo hacia ambos lados del restaurante y no vio nada, frunce el ceño, porque sabe que muchos tenían puesta su mirada sobre ella. Algo raro estaba ocurriendo.
[...]
Para cuando el tortuoso turno termino, ella agradeció poder irse a casa. Misteriosamente, muchos clientes comenzaron a irse también, y el restaurante casi se quedaba sin clientes. Al final; se encogió de hombros y se marchó a casa sin saber qué demonios estaba pasando.
Esa tarde no le tocaba transporte, solo los del turno de noche tenían ese privilegio. Así que tomaría un autobús, pero por alguna extraña sensación, ella sentía que estaba siendo seguida por alguien.
Luego recordó aquellos sujetos, y de inmediato corrió al autobús para abordarlo. Con tanto trabajo, aquel detalle se le había olvidado por completo. Así que se fue a casa con toda la preocupación del mundo, queriendo dormir toda la noche.
Al cabo de varios minutos, llego a su parada, con precaución se bajó del mismo y emprendió la caminata hasta su edificio. Por suerte, no saludaba a nadie por allí, lo mejor era no distraerse con nadie que la retuviera en la calle. Sí, no podía vivir de ese modo, en zozobras, ¿pero que otro remedio tenia?
Distraída en sus pensamientos, y enfocada en llegar a casa, que Ofelia ignora al coche que venía detrás de ella. Hasta que el mismo frena a escasos metros de ella, el chirrido del coche alerto a la pelinegra que giro el cuerpo para ver.
Era ese automóvil que la estuvo siguiendo la otra noche, la adrenalina la hizo echar a correr hasta su casa. Echa un vistazo hacia atrás y ve como un sujeto vestido de negro corre hacia ella y el coche se pone en marcha. Ofelia aceleró el paso con el corazón desbocado, al cruzar la esquina de su calle, ella detecta la alumbrada construcción llena de obreros.
No se lo pensó dos veces para correr hacia esos terrenos, buscando nuevamente refugio...
[...]
Adriel conversaba con sus empleados sobre como estuvo el día, por suerte no hubo inconvenientes con las maquinarias, y los trabajadores hicieron su trabajo tranquilamente. Pero el motivo real por el que había ido a su propiedad, era para ver si conseguía ver a Ofelia.
Pero ni eso había logrado, hasta que por cosas del destino levanta la vista y la ve correr por su propiedad. Se estaba acercando a todos ellos, Adriel frunce el ceño y hace a un lado a sus empleados para encontrarse con la pelinegra.
En cuanto ella lo vio, se detuvo en seco, él también se detiene y es cuando ve su expresión de espanto. Estaba tan pálida, y toda sudorosa.
-¡Ofelia! -Exclama dando un paso más hacia ella -. ¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien? -Ya con esas preguntas, se había acercado bastante a la joven y ella no lo había rechazado.
-¿Podrías... tu podrías acompañarme a mi casa? -La pregunta extraño a Adriel, puesto que ella estaba algo agitada.
Y no solo eso, su cara era de espanto. Era como si estuviera atemorizada, él levanta la vista y busca con la mirada a alguien sospechoso que viniera detrás de ella. O cualquier otro indicio de que le explicará porque esa mujer había llegado de esa manera a la construcción. Pero no había nadie extraño por allí.
La pelinegra le imploro al cielo que él no se diera cuenta de los hombres que la seguían, y contaba con que aceptara acompañarla hasta su casa. Sabía que no era correcto pedirle ayuda a ese hombre, puesto que lo podía poner en riesgo, pero el desespero la llevo a eso.
Ofelia lo mira, implorándole con la mirada; reprimiendo las lágrimas e intentando tragarse el miedo.
Adriel mira aquellos ojazos que se gastaba esa mujer y quedo fascinado por la forma que lo miraba esa noche. Parecía un gatito indefenso, uno que necesitaba que le dieran atención extrema.
El deber le decía que debía ayudarla, que ella necesitaba de él.
< Mierda, ¿en qué problema me voy a meter yo?