Capítulo 2 Salvada

"La vida, la desgracia, el aislamiento, el abandono, la pobreza, son campos de batalla que tienen sus héroes, héroes oscuros, a veces superiores a los héroes ilustres. (Victor Hugo)."

Amal observaba como la lluvia torrencial que caía sobre el suelo salpicaba inmediatamente sus zapatos. No podía creer que el día en que había decidido llegar tarde a casa se encontraría en tan lamentable situación. No era una chica que odiara los días lluviosos, pero viéndolo desde esta nueva perspectiva atesoraba más el sol que la lluvia.

Suspiró un par de veces y luego miró su reloj. Faltaba media hora para que dieran las once. A este paso tendría que dormir en la calle ya que por lo visto no pasaría ningún autobús en estos momentos.

Observó el poste del restaurante de hamburguesas cerca de la calle Victoria mientras pensaba que esta vez, realmente se había alejado bastante de la actual residencia de sus tíos. Luego de haber sido tratada como una muñeca de trapo por la mañana, su cuerpo estaba adolorido y al llegar al salón de clases sintió que moría. Sus amigos al verla la abrazaron causando en ella un terrible quejido, todos en el salón la habían mirado preocupados, pero ella se excusó diciendo que sus amigos la habían abrazado muy fuerte y había pasado la noche durmiendo en una mala posición.

-¿Quieres que te lleve a la enfermería? - había preguntado Jessica su amiga. Amal se había negado, lo menos que quería era perderse las clases y que sus tíos se enteraran de ello.

Una vez la campana sonó, todos se sentaron mientras ella hacía el mayor esfuerzo por no quejarse de dolor hasta poder llegar a su pupitre, sus tíos sabían dónde golpearla, en la espalda y el abdomen mientras no dejaran marcas en sus brazos, piernas y rostro. Ningún golpe fácil de ver.

Desde que sus padres habían fallecido su custodia fue dada a sus tíos maternos a quienes apenas conocía y cuando llegó a esa casa se sintió excluida. Nunca la trataron como una persona, más bien como una mascota. Su primo fue el único que intentó aminorar el odio que sus tíos le tenían. De cierta forma era bueno porque al menos no la golpeaban cuando él estaba. Sin embargo, desde que él se había ido a estudiar a la universidad en Londres los golpes comenzaron.

Amal no tenía a donde ir y la medicina que la mantenía cuerda era brindada por sus tíos ya que ellos tenían contacto con personas del área médica. Con sus quince años recién cumplidos logró obtener un trabajo de medio tiempo en el hotel "Índigo," librándose de estar seis horas encerrada en esa casa y ganando un poco de dinero ahorrándolo para poder mantenerse en el futuro.

Pero por ahora debía soportar tres años más para lograr independizarse hasta alcanzar los dieciocho y largarse de una vez de Cripton Hall alejada de todo lo malo que la rodeaba.

La lluvia paró finalmente, pero ningún autobús pasó por la calle. Podría tomar un taxi, pero no le alcanzaba para eso.

Suspiró, le tocaría caminar.

Al colocarse la mochila en la espalda sintió un escozor que le ardió hasta el alma. Al regresar a casa revisaría que tan lastimada estaba, por el momento decidió colocar su mochila en su pecho ya que en esa área y la del abdomen no dolían tanto como en la espalda.

Comenzó a caminar sintiendo frío en sus piernas. La falda del instituto no la cubría lo suficiente como para sentir calor, pero eso no importaba ahora.

-¡Amal! - escuchó una voz que conocía muy bien. Al girarse lo primero que vio fue una cabellera rubia que se movía al ritmo del viento, al ver los ojos azules del joven y sus mejillas sonrosadas, supo de inmediato que era Elián Haggard, el presidente de su clase.

-¿Qué tal Elián? - sonrió. El corrió hacia ella y luego tendió su mano mostrándole un broche de mariposa. Su broche, el que había estado prendido en su mochila hasta hace unos minutos.

Ella lo tomó apenada y agradeció el gesto. Había olvidado que el chico vivía por esta zona. Elián Haggard era el joven más popular del instituto. Era, apuesto, inteligente, atlético y muy agradable. Amal lo admiraba por su increíble paciencia en el salón de clases, pero casi nunca le hablaba a menos que fuera necesario.

-¿Te encuentras bien? Estás toda empapada, si quieres puedes pasar a mi casa y secar tu ropa.

-Pero debo irme, ya se me hizo tarde- él lo meditó unos segundos.

-Puedes secarte en mi casa y yo te llevaré con tus tíos. - Ella negó fervientemente.

-¿Cómo crees? No puedo aprovecharme de tu amabilidad.

-No te estás aprovechando, eres mi compañera de clase y no puedo dejar que te vayas toda empapada, puedes enfermarte. Y si te dejo ir así quedará en mi conciencia- Ella lo miró confundida. Él la miró sonriente. No podía rechazar la oferta debido a ese rostro, sabía que se metería en más problemas, aunque ya no importaba de todas formas.

-Bien, acepto. - Elián tomó la mochila de Amal y la guio hasta su casa y al ver que la chica temblaba le ofreció su chaqueta, pero ella la rechazó.

-Tómala, hace frío- ella se mordió el labio, pero decidió ceder. Se sentía enferma y no podía darse el lujo de rechazar tan maravillosa oferta. En cuanto se la puso, sintió cálida su espalda y sus brazos disminuyendo el frío que tenía.

Caminaron al menos unos cinco minutos hasta que llegaron a la avenida Gestein donde se encontraban al menos unas cinco casas, alejadas a una distancia de por lo menos unos diez metros entre sí. Amal sabía que el lugar no era muy habitado y concurrido, en la escuela escuchó muchos rumores sobre la solitaria avenida donde Elián vivía, jamás creyó que fueran ciertos eso rumores.

Finalmente, llegaron a una casa de dos niveles, Elián abrió la reja y la invitó a pasar. Amal notó que el jardín era amplio, tenía un enorme árbol del lado derecho y una llanta de columpio. En el pórtico había una banca de color celeste y era de las que se mecían.

Caminaron por la pequeña vía de concreto hasta subir las gradas y llegar a la puerta.

-¿No se molestarán tus padres por esto?

-Vivo con mi primo, te aseguro que pensará todo lo contrario. - Amal por alguna razón se sintió nerviosa.

Elián abrió la puerta y la invitó a pasar. El lugar era amplio y acogedor.

A unos metros de distancia estaban las gradas que conducían al segundo nivel, a su lado izquierdo había un pasillo que conducía a otra habitación.

-Puedes subir, la lavandería está a la derecha, es la primera puerta que encontrarás, yo iré a buscar unas toallas.

-Gracias Elián- él apretó su brazo como un gesto de simpatía.

-El, ¿trajiste mi hamburguesa? - una tercera voz resonó en el pasillo. Un chico de al menos 1.90, o eso aparentaba desde el punto de vista de Amal, cabello castaño y ojos grises apareció frente a los jóvenes.

-¡Maldición! Lo olvidé- se quejó Elián. El castaño le hizo mala cara y luego sonrió al ver a Amal.

-Parece que te distrajiste al ver a semejante bombón- Elián se colocó frente a Amal y le lanzó una mirada despectiva a su primo.

-Tiene 15. Eres un pervertido- el castaño comenzó a reír fuertemente mientras negaba con la cabeza expresando que esas no eran sus intenciones.

Amal observó divertida la escena.

-Soy Garland Haggard, un placer- se presentó finalmente el castaño tendiendo su mano hacia la joven. Ella la aceptó gustosa.

-Amal Cranston, mucho gusto- ambos se miraron entre sí un momento lo que hizo que ella se sintiera un poco nerviosa.

-Esperanza ¿eh?

-¿Perdón?

-Tú nombre, significa esperanza ¿no es así? - Ella quedó boquiabierta al escuchar aquellas palabras. Pocas personas conocían el significado de su nombre, la verdad el simple hecho de tenerlo causaba cierta presión en ella. Últimamente las cosas no le salían bien y la esperanza era lo que se le estaba acabando.

-¿Cómo lo sabes? - él se encogió de hombros.

-Una vez conocí a una chica que se llamaba igual y pregunté el significado de su nombre, suelo hacer eso con mis pacientes.

-¿Eres médico?

-Trabaja en el Hospital Rose, hace un par de años estuvo en Iraq como médico voluntario- explicó Elián mientras Amal lo veía asombrada, ahora entendía porque conocía un extraño nombre como el de ella. Amal era un nombre de origen árabe que fue utilizado por distintas entidades a lo largo de la historia.

-Amal es una compañera mía, la encontré de camino al restaurante completamente empapada por lo que le ofrecí ayuda. - explicó Elián finalmente. Garland asintió y luego señaló las escaleras.

-Muy bien, ve a cambiarte Amal, puede que te resfríes. - Ella asintió sin rechistar.

Comenzó a subir las escaleras cuando un fuerte dolor de cabeza la dejó mareada y más débil de lo que se sentía causando que se tropezara en las escaleras. Elián la auxilió de inmediato, pero ella ya se había desmayado.

El chico sintió que la joven estaba muy caliente.

-Garland, creo que tiene fiebre- el nombrado se acercó presurosamente y la examinó.

-Me parece que sí. Iré por el botiquín, acomódala. - El rubio obedeció y la cargó entre sus brazos sintiendo que ella no pesaba casi nada, estaba muy delgada. Apartando ese pensamiento se apresuró a llevarla hasta su habitación, minutos después Garland apareció con la pequeña caja blanca.

Tomó su temperatura con el termómetro, revisó su presión y ritmo cardiaco.

-¿Está enferma?

-Parece que está resfriada, pero su ritmo cardiaco es bajo.

-¿Qué crees que sea? - el castaño continuó revisándola y notó lo quebradizas que eran sus uñas, las presionó y se dio cuenta que el color rojo no regresaba rápidamente.

-Puede ser que tenga anemia.

-¿Anemia? - preguntó Elián preocupado.

-Tendremos que llevarla al hospital para hacerle los exámenes adecuados. ¿Conoces a su familia - el joven negó con la cabeza.

-Solo sé que vive con sus tíos.

-Bueno, concentrémonos en bajarle la fiebre. Hablaremos con ella cuando se despierte.

-Okay- respondió mientras salía de su habitación para luego volver con una toalla húmeda y fría, seguidamente la colocó en su frente, tomó una silla de su escritorio y finalmente se sentó al lado de la cama.

-¿Qué haces? - pregunto el castaño.

-Me quedaré a cuidarla. Tú debes dormir. Has turnado en el hospital casi tres días seguidos. - El castaño se sintió conmovido y abrazó al joven.

-¿Te estás preocupando por mí?- Elián lo empujó y luego se limpió los brazos.

-Ve a dormir- Garland rio divertido, adoraba molestar a su pequeño primo. Decidió dejar de bromear y comenzó a caminar fuera de la habitación. Se giró un momento para ver como Elián se acomodaba en la silla, jamás lo había visto preocupado por alguien y eso lo inquietaba de cierta forma.

                         

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