La Espía Del Mafioso
img img La Espía Del Mafioso img Capítulo 4 Una dolorosa noticia para Hayley
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Capítulo 6 La promesa de Hayley img
Capítulo 7 Una sorpresa inesperada img
Capítulo 8 La tentadora propuesta para Hayley img
Capítulo 9 La nueva vida de Hayley img
Capítulo 10 La huésped del mafioso img
Capítulo 11 Enfrentándose al enemigo img
Capítulo 12 La astucia de Hayley img
Capítulo 13 El ataque sopresa img
Capítulo 14 Encontrándose de nuevo img
Capítulo 15 La persecución img
Capítulo 16 Confesiones entre enemigos img
Capítulo 17 El testigo sorpresa img
Capítulo 18 Compartiendo entre amigas img
Capítulo 19 Conociendo la ciudad img
Capítulo 20 Sentimientos en la cafetería img
Capítulo 21 Los consejos de Mía img
Capítulo 22 Una noche de placer img
Capítulo 23 Cambio de planes img
Capítulo 24 La advertencia para Hayley img
Capítulo 25 Anunciando la guerra img
Capítulo 26 El nuevo socio img
Capítulo 27 Una visita en medio de la noche img
Capítulo 28 Una nueva razón img
Capítulo 29 Acechando a Hayley img
Capítulo 30 Nueva razón para conquistar a Hayley img
Capítulo 31 Raptando a Hayley img
Capítulo 32 Las sospechas de Viktoriya img
Capítulo 33 Noticias y más noticias img
Capítulo 34 Confesiones entre hermanos img
Capítulo 35 La boda img
Capítulo 36 La jugada de los Smirnov img
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Capítulo 4 Una dolorosa noticia para Hayley

Mía limpia su habitación antes de partir a París con su madre, ahora que Hayley se marcharía a España. Sin embargo, un alboroto proveniente de la planta baja, genera que agudice los oídos para percatarse de lo que está ocurriendo; una inexplicable pesadumbre la invade, preguntándose qué estará ocurriendo. Decide bajar por las escaleras, hasta el último piso, en donde se topa con Williams, el primo de Kayden, cubierto de sangre.

Ella ensancha los ojos al observarlo en esa condición, diversos escenarios se crearon en su mente imaginándose que era ella la que estaba sangrado, porque sufre de hematofobia.

-¿Qué ha acaecido? -demanda la rubia.

-Hayley está herida, a causa de una emboscada que le hicieron a Kayden -responde el joven-, tú madre se marchó al hospital.

Mía se queda estupefacta ante semejante situación, proyectando a su amiga palideciendo mientras se desangra.

-¡¿Qué?! -exclama la chica-. No quiero perderla, ella ha pasado por mucho-musita entre sollozos y angustias-. ¿Cómo está Kayden?

Williams le cuesta tragar saliva, su boca se convierte en una fina línea.

-No la perderás, los paramédicos lograron estabilizar a tiempo -informa el pelinegro-. Con respecto a Kayden... está muerto. Le propinaron varios disparos.

Ella pestañea varias veces, procurando aceptar la cruel realidad. Su discernimiento divaga en Hayley en el momento que se entere de la noticia, eso le suscitará un sufrimiento permanente, devastándola por completo.

-¿Estás seguro de eso? -indaga Mía, secándose las lágrimas con las mangas de blusa-. ¿No será un truco de Kayden?

El pelinegro suelta un suspiro.

-Lo encontramos tendido cerca de las escaleras -argumenta.

-¡No puedo creerlo! -expresa la rubia, llevándose una mano a la boca-. ¿Tienen alguna idea de quién pudo haber sido?

Él niega con la cabeza.

-Pero sospechamos que se tratan de los enemigos de su padre -plantea Williams, colocando las manos dentro de sus bolsillos-. Kayden era el único hijo varón del difunto Smirnov, debía liderar la mafia rusa.

-Sabes que él no quería liarse con ese mundo oscuro -recalca Mía-. Por eso tomó la severa decisión de huir por un tiempo.

-Lo sé, pero debe de aceptar las reglas de juego -enfoca el joven-. Porque al no cumplirlas, tendrás la muerte segura.

-¿Me puedes llevar al hospital? -pregunta Mía, exasperada-, necesito saber la situación en la que se encuentra Hayley.

-¿Por qué no esperas la llamada de tú madre? -inquiere él.

Ella niega con la cabeza.

-No quiero quedarme aquí de brazos cruzados -objeta, colocando las manos en su cintura-. Es la vida de mi mejor amiga que está en grave peligro.

-Pero...

-Por favor Williams, te lo ruego -lo interrumpe, haciendo pucheros-. Sólo serán unos minutos.

Él no entendía que peculiaridad tenía Mía para engatusar a los hombres, lo que sea que fuese lo estremecía.

-Está bien -termina accediendo a regañadientes.

-Gracias -compensa con una sonrisa-. Dame un segundo, necesito hacer algo primero.

Él asiente con la cabeza.

Mía camina a pasos rápidos hasta el baño, colocándole el pestillo a la puerta, para luego romper en llanto frente al espejo. Rezaba en su mente, anhelando la recuperación satisfactoria de Hayley; porque si la llegase a perder como ocurrió con su padre y su hermana en manos de la mafia. Ella misma se encargaría de tomar venganza por sus propias manos, sin importarle acabar el prisión con tal de hacer justicia.

-No me abandones, Hayley. Te lo pido -susurra, mientras miraba hacia el techo-. No en estos momentos. Lucha por tu vida para que disfrutes de la libertad.

Horas después...

Lo primero que percibe Hayley al recobrar la noción, es un incómodo ruido que llega a sus oídos desapareciendo por segundos. Ella abre lentamente los párpados, cerrándolos de golpe al encandilarse con una intensa luz brillante.

Lo primero que nota Hayley, al recobrar la noción del tiempo, es un extraño sonido molesto que desaparece por instantes. Ella abre lentamente los párpados, pero en cuestión de segundos lo cierra de golpe al encandilarse con intensa luz brillante.

Los latidos de su corazón le palpitan en su cabeza, siente su cuerpo adolorido como si fuese magullada a golpes. Intenta articular una palabra para protestar que aparten esa luz de sus ojos, pero un dolor de garganta y la reminiscencia desagradable del anestésico no se lo permiten.

Murmullos asedian sobre su cabeza, mezclándose con el dolor. Asumiendo que en cualquier momento se volverá insensata. Se contempla en otra dimensión, de la cual no puede escapar. Sin embargo, después de un tiempo breve reivindica el raciocinio, pasando sus manos por la apacible sábana que la acobija, así como el fuerte olor a antiséptico y que se cuela por sus fosas nasales.

Por segunda vez, se propone en abrir los ojos, pero se niegan a cooperar.

-Mi niña está volviendo en sí -murmura una voz familiar-. Deberían de informarle a la doctora.

-Me encargaré de eso -expresa una voz grave que no reconoce-. También le avisaré a Mía.

Sus ojos se abren de repente, ocasionando que su mente vislumbre infinitos recuerdos como si fuese una película en cámara lenta, desde el desayuno con su madrina hasta el tiroteo.

Su vista está difusa, sólo distingue una habitación rodeada de oscura, en donde su mayor temor busca convertirse en realidad. Frente a ella aparecen varios hombres apuntándole con armas.

-¡No! -grita ella, sollozando-. ¡Basta! ¡No me maten, por favor!

-Cariño, sólo es una pesadilla -musita la señora Jones, mortificada-. Quédate tranquila.

Ella se acerca, secándole las lágrimas. El semblante de desasosiego que posee su madrina, al visualizar a Hayley en esas condiciones le destroza el corazón. La joven intenta abrazarla, pero un fuerte dolor la detiene.

-No llores mi niña, nadie te hará daño -le susurra, acariciándole los cabellos-. Estás a salvo.

Una indefinible alusión retorna a su percepción, rememorando la última vez que estuvo en el nosocomio. Fue el día que incendiaron la mansión, lo cual suscitó que se mudaran a un lugar alejado del bullicio y ajetreo de la ciudad, generándole más seguridad.

Todo parece volver a la normalidad, cuando su vista se empieza a clarificar, observando a su madrina angustiada.

-Madrina, dime qué esto no es real -demanda áfona, rogándole al cielo por Kayden.

La señora Jones se muerde el interior de la mejilla, reflexionando en cómo contarle la verdad a Hayley, sin destrozarle el corazón. Por una parte, considera que no momento necesario, por no saber la reacción de la joven ante la situación. Aunque, tampoco pretende sentirse culpable por ocultarle algo importante.

-No cariño, todo eso ocurrió -indica cabizbaja.

Ella recorre su mano por una zona cerca de su abdomen, descubriendo que tiene un vendaje colocado. Efectivamente eso ocasiona que cada pieza del rompecabezas encaje en su sitio.

-¿Dónde está Kayden? -inquiere, suscitando que sus pulsaciones se aceleren.

Su madrina baja la mirada, buscando las palabras adecuadas para darle la noticia. El silencio de la mujer le proporciona pesadumbre y discordia a Hayley, imaginándose la respuesta.

-¡Madrina, responda! ¡Por favor! -exhorta Hayley, quebrantando su voz.

El corazón de la señora Jones se sobresalta.

-Trata de calmarte, eso le hace daño a tu salud -le suplica, acariciándole la espalda-. Kayden... no sobrevivió-divulga, con voz entrecortada-. Murió instantáneamente.

Un reconcomio de suplicio le desintegra el alma atravesándola como un arma afiliada, su pecho se comprime del sufrimiento que la aqueja, causando que inunde en llanto. Su madrina la abraza fuertemente, consolándola.

La impresión de un acaecimiento de tal magnitud le hace razonar a Hayley, que esa situación realmente se suscitó; el perder a Kayden definitivamente será una contusión que marcará su vida para siempre, no obstante deberá salir adelante.

Ella preconcibe en la conversación que habían tenido, desde su felicidad hasta sus planes como una pareja. Ni siquiera pudo contarle sobre su retorno a España.

Su discernimiento se rehúsa a aceptar que Kayden haya muerto, asumiendo que es una estrategia para ocultarse de sus enemigos. Ella tiene la certeza que Kayden aparecerá de nuevo, sin preaviso. Esa es una convicción a la que se aferra.

Un lamento se escapa de sus labios, sus singultos se descontrolan volviéndose más intensos, que ni siquiera ella misma lo puede contener. El ambiente se torna discrepante, ni incluso las palabras alentadoras de la señora Jones, proceden a que el llanto cese. Cierra los ojos, implorando que toda esa situación sea una farsa, imaginando la entrada repentina de Kayden a la habitación diciéndole que todo estará bien y que no se preocupe.

-Kayden, te necesito -susurra, dejándose caer sobre el colchón.

Soporta el dolor que le genera ambas heridas.

-Cariño, trata de tranquilizarte -divulga su madrina, soltando un respiro-. Hazlo por tu salud, te operaron de urgencias-concreta, limpiándose las lágrimas con un pañuelo-. No queremos perderte, ahora que saliste de prisión.

La melancolía no le permite continuar. El aparato que mide el pulso cardíaco, se acelera.

-Necesito ver a Kayden, por favor -le exhorta.

La señora Nancy levanta la mirada, pretende ocultar sus sentimientos.

-Hayley sabes que eso es imposible -enuncia tristemente.

Ella se muerde el labio inferior.

-Madrina.

-Hija, después de tu recuperación volverás a España -sentencia, mirándola directo a los ojos-. No quiero que sigas expuesta al peligro. Por lo menos hasta que se calmen las cosas.

Asiente con la cabeza, sin estar de acuerdo con la decisión repentina de su madrina. Pero su estado de salud no es apto para contradecirla.

-Lo hare madrina, por la memoria de Kayden.

            
            

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