La Espía Del Mafioso
img img La Espía Del Mafioso img Capítulo 5 La desconocida
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Capítulo 6 La promesa de Hayley img
Capítulo 7 Una sorpresa inesperada img
Capítulo 8 La tentadora propuesta para Hayley img
Capítulo 9 La nueva vida de Hayley img
Capítulo 10 La huésped del mafioso img
Capítulo 11 Enfrentándose al enemigo img
Capítulo 12 La astucia de Hayley img
Capítulo 13 El ataque sopresa img
Capítulo 14 Encontrándose de nuevo img
Capítulo 15 La persecución img
Capítulo 16 Confesiones entre enemigos img
Capítulo 17 El testigo sorpresa img
Capítulo 18 Compartiendo entre amigas img
Capítulo 19 Conociendo la ciudad img
Capítulo 20 Sentimientos en la cafetería img
Capítulo 21 Los consejos de Mía img
Capítulo 22 Una noche de placer img
Capítulo 23 Cambio de planes img
Capítulo 24 La advertencia para Hayley img
Capítulo 25 Anunciando la guerra img
Capítulo 26 El nuevo socio img
Capítulo 27 Una visita en medio de la noche img
Capítulo 28 Una nueva razón img
Capítulo 29 Acechando a Hayley img
Capítulo 30 Nueva razón para conquistar a Hayley img
Capítulo 31 Raptando a Hayley img
Capítulo 32 Las sospechas de Viktoriya img
Capítulo 33 Noticias y más noticias img
Capítulo 34 Confesiones entre hermanos img
Capítulo 35 La boda img
Capítulo 36 La jugada de los Smirnov img
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Capítulo 5 La desconocida

Mikhail se encarga de cerrar negocios cuando Aleksandr no puede; sin embargo, esta vez el mafioso decidió responsabilizarse personalmente del estipendio en el puerto de Moscú. Luego, del ataque propuesto en Sarátov por sus enemigos. Por ende, esto le genera presunción al percibir que sus intereses comienzan a generar los resultados deseables, al dispersarse por toda Rusia.

El trayecto a la mansión es largo. Los Dmitriev viven en las afueras de la ciudad, en una zona caracterizada por majestuosos palacetes que conforman una residencia. Sin embargo, la mansión se sitúa alejada de las demás, ocupando una considerable extensión de terreno.

Cuando el ruso retorna a la residencia. El portón pintado de negro se abre automáticamente, él ingresa circulante frente a la caseta de vigilancia, en donde se encuentra un hombre robusto, alerta ante cualquier movimiento. También hay matones armados vigilando los alrededores de la casa.

La fachada es de color claro, caracterizada por grandes ventanales que le propician una excelente vista de la ciudad. Las amplias terrazas que se agrandan por el frente, son ideales para realizar una velada romántica.

-¡Sasha! ¿En dónde demonios estabas? -profiere el rubio, con un semblante de preocupación.

-Encargándome de unos asuntos -se limita a responder, levantando una ceja-. ¿Por qué? ¿Alguna novedad?

Mikhail asiente.

-Nadia trajo a una desconocida a la mansión -revela el hombre.

La expresión de Aleksandr cambia radicalmente, mostrando un aspaviento molesto.

-¿A quién mierdas trajo? -refunfuña, haciendo que sus ojos se tornes más oscuros-. Cuando será el día que Nadia comprenda la situación en la que vivimos.

El rubio se encoje de hombros.

-No lo sé -indica el hombre-, pero por desgracias es una mujer.

-¿Una mujer? -repite, rodando los ojos-. ¡Esto es el colmo! Nadia sabe perfectamente que no puede traer a nadie sin mi consentimiento. -resopla furibundo-. ¿Dónde están?

-Deben estar en su habitación.

Aleksandr suelta una blasfemia.

-Averigua de quién se trata, ¿entendido? -exige dándole una palmada en el hombro-. Necesito descartar la posibilidad de que sea, ya sabes...

El rubio asiente severamente.

Se despide de Mikhail, ingresando a la casa para detenerse en el gran vestíbulo, el cual es una habitación elegante, minimalista y espléndida. Con paredes pintadas de color crema, adornadas con cuadros, piso en granito, muebles exorbitantes y una amplia escalera que conduce a la planta alta.

El hombre observa a una mujer de pie cerca de las escaleras, mirando detalladamente cada rincón del lugar. Como si estuviese husmeando. Sin embargo, ella lo hace para intentar localizar a Nadia, que desapareció por unas de esas recámaras, dejándola sola por esa espaciosa estancia.

-¡Nadia! -vocea suavemente, sin elevar demasiado la voz-. ¡Nadia dónde estás!

-¿Quién eres? -demanda Aleksandr detrás de ella-. ¿Y qué haces gritando y husmeando en mi casa?

Ella permanece inmóvil, sin girarse en su dirección.

-¡Responde! -grita, generando que se sobresalte-. Te he hecho una pregunta. ¿Quién eres tú? ¿Y qué mierdas haces en mi mansión?

La joven se muerde el interior de la mejilla, costándole tragar saliva. Llegando a la conclusión que ese hombre con acento ruso bien marcado es el hermano mayor de Nadia. Ella tiene las manos sudadas de la intimidación que le genera esa persona. No sabe cómo actuar ante la situación, aunque debe encararlo para evitar una infamia negativa sobre su persona.

En enésimas de segundos, al girarse sobre sus talones todo el ambiente se torna diferente. El resuello de la mujer se paraliza, haciendo que sus latidos se despabilen. Un hombre de alrededor de treinta años, tez blanca como la nieve, con el cabello rubio cobrizo rizado y de estatura que la supera se encuentra frente a ella mostrando un semblante entremezclado entre frío y enfadado.

Lleva puesto un traje costoso que adapta a su cuerpo fornido. Sus ojos verdes se fijan en ella, intimidándola; mientras enciende un cigarrillo. Procura articular alguna palabra, aunque ningún sonido sale de sus labios. No sabe con exactitud lo que sucede a su alrededor que no le permite actuar con claridad. No obstante, le aterra el hecho de que el hombre se encuentra abstraído en un recóndito sosiego, sin saber cómo reaccionará.

-¡Viviana! -exclama alguien sacándola de sus ensimismamientos-. ¡Hermano! -Expande la mirada al notar la presencia del mafioso.

Nadia se acerca hasta él. Pese a esto la mirada penetrante del hombre no se aparta de Viviana, incluso estando cerca de su hermana. Lo que ocasiona que ella descienda la vista en señal de cobardía. Nadia la observa de reojo, percatando la incomodidad que siente su amiga ante la presencia de Aleksandr.

-Lo siento, estaba resolviendo un inconveniente -se disculpa, alejándose-. Los presentaré. Ella es Viviana Mancini, una amiga de la revista. Y él es mi hermano mayor, Aleksandr. -Le da un fuerte jalón a ella hasta ponerlos a escasos centímetros.

Viviana estrecha la mano para saludarlo, dedicándole una cálida sonrisa de cortesía.

Él se aclara la garganta.

-Un gusto conocerla -manifiesta fríamente, zafándose del agarre.

-Igualmente -responde Viviana.

Se aguanta las ganas de rodar los ojos delante de Nadia. Una jactanciosa italiana.

-¿Creí que viajarías a San Petersburgo? -inquiere su hermana.

Él niega con la cabeza.

-Mikhail se encargará de eso -aclara, mirándola desconfiado-. Tengo otros asuntos que resolver. Aparte que no puedo dejarte sola por mucho tiempo.

Nadia frunce los labios, sabe que él está conjeturando de Viviana. Su expresión se lo hace discernir.

-Sabes que puedo quedarme sola en la mansión -se justifica-. Además, la casa está totalmente custodiada.

-No pienso discutir contigo, Nadia -establece, finalizando la conversación.

El tedio invade a Aleksandr por la presencia de esa mujer en su mansión.

-Fedora ha preparado el almuerzo -comenta su hermana, desviando el tema-. Vamos a comer algo antes de empezar con el trabajo de la revista. -le dice a Viviana, ignorando a él.

-¿Por qué ella no nos espera en el comedor? -interpela, mirando a Nadia-. Necesito decirte algo importante que acabo de recordar. Sólo serán unos minutos.

Nadia lo traspasa con la mirada, diciéndole a través de ella: ¿Tiene que ser precisamente ahora? Suelta un resoplido.

-¡Natasha! -increpa la mujer.

Una mujer de una aproximación entre los cuarenta o cincuenta, de cabello entrecanoso, se aproxima a toda prisa por la puerta del cuarto de aseo.

-Dígame señorita Dmitriev -habla la señora.

Nadia procura darle las indicaciones, cuando su hermano se le adelanta.

-Acompaña a la señorita Mancini al comedor -interviene Aleksandr-, en un momento bajaremos.

-Entendido señor -afirma la mujer, asistiendo-. Por aquí señorita Mancini.

El mafioso observa a Viviana alejarse con el ama de llaves hasta la cocina. Ellos suben por las escaleras, pasando por varias puertas hasta llegar a una habitación en específico.

-¿Qué sucede contigo? -cuestiona Nadia-. ¿Por qué actúas impulsivamente?

Él suelta un bufido.

-Debes notificarme cuando traigas extraños a la casa -recalca el hombre mirándola impacientemente-. Te recuerdo que estamos expuestos a cualquier peligro. Y no podemos confiar ni siquiera en nuestra propia sombra. -advierte.

-Lo sé, discúlpame por mi error -enuncia ella, bajando la mirada-. Pero, ¿No te habías encargado del asunto? -cuestiona frunciendo el ceño.

Él niega con la cabeza, sentándose sobre el escritorio.

-¿Qué sucedió hermano? -inquiere, expandiendo la mirada.

-Espero que no sea lo que estoy pensando -murmura.

Aleksandr se encoge de hombros.

-El bastardo qué contraté para hacer el trabajo, la dejó escapar -aclara, soltando un suspiro-. Supongo que era algún infiltrado que trabajaba para ellos.

-No puedo creerlo -dice Nadia desconcertada.

-¿Por qué trajiste a alguien a la mansión? -indaga, cambiando el tema.

-Estamos trabajando en una nueva propuesta para la revista -corrobora-. Consideré hacerlo aquí, quizás por la seguridad.

-Está bien, lo dejaré pasar por esta vez -aconseja él-. Pero, si me llego a enterar de algo con relación a tu "amiga". Me encargaré del asunto.

Ella asiente.

-Deberíamos volver al comedor, por si acaso... -sugiere.

Salen de la oficina, bajando hasta el comedor, en donde perciben a Viviana charlando con la señora Fedora.

-Regresaron -dice ella, mostrando una inocente sonrisa.

Nadia le devuelve el gesto, mientras se acomoda en el asiento, seguida por su hermano. Fedora le sirve una porción de comida a cada uno.

-Tienen una casa esplendida -elogia Viviana.

-Muchas gracias, amiga -gratifica Nadia-. En algún momento te mostraré los alrededores de la casa.

-Lo primero que percibí fue el hermoso jardín -menciona la mujer-. Deben tener bastantes plantas hermosas.

-Sí, también tenemos un invernadero -revela la chica-. Lo utilizamos cuando llega el frío invierno.

-Deben tener una gran responsabilidad al cuidar ese jardín -admite Viviana.

Él la mira despectivamente, luciendo inoportuno ante las preguntas de la italiana.

-Cada empleado se le asigna una función -interviene Aleksandr-, la cual deben de acatar. Para que todo permanezca en orden.

-Entiendo -susurra.

La frialdad con la que habla Aleksandr, le causa gran conmoción. A diferencia de su hermana, la cual parece llevarse mejor con las personas. ¿Acaso será porque no se conocen? ¿O simplemente actuaría así con todo el mundo? Ella no lo sabía.

La mujer se queda en silencio mientras almuerza, sabe que no puede estar indagando demasiado. Sin embargo, presiente que los ojos verduzcos de él no dejan de mirarla con recelo. ¿Qué ocultará Viviana? ¿O él estará juzgándola mal?

                         

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