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img img Romance img 172 días con la gordita

Acerca de

Amador está a punto de cederle la empresa a su hijo; pero surge un pequeño inconveniente y se da cuenta de que Marcos, se ha convertido en un hombre vacío, poco empático y que discrimina a las personas según su "estatus social" y según su "físico"; así que se niega a hacerlo. Sin embargo, Marcos hará lo que sea para ganarse la confianza de su padre y engañarlo, así que le hace creer que ha sido todo una confusión. Para complementar su plan le propone a Roxanna, la nueva trabajadora de la empresa y causante del pequeño inconveniente, que sea su novia por 172 días, plazo que su padre le dió para demostrarle que ha cambiado. La joven gordita, que fue precisamente escogida por tener unas libras de más, no tiene más remedio que aceptar, pues de lo contrario podría ser despedida. Así comienza la relación ficticia de estos dos, peleas, reconciliación, alegrías y tristezas vendrán en el camino.

Capítulo 1 El trato

-¿Marcos, ya terminaste? -Amador Ferrer parecía ocultar algo; en su rostro se dibujaba una leve sonrisa.

Marcos se hundió en su silla y soltó un bostezo.

-Usted es el jefe, papá, dígame si ya terminé. -Siempre le contestaba lo mismo; era como una broma privada entre padre e hijo.

-Pues yo digo que ya acabaste. -Llevó las manos a la cintura, echando hacia atrás el saco de su traje-. ¡Vamos! Te tengo una sorpresa.

-Papá, quedamos en que nada de sorpresas -protestó, casi sin ánimos-. Tú mejor que nadie sabes que no me gustan los regalos.

Amador rodó los ojos y movió la cabeza.

-Esta te va a encantar. Tenía pensado esperar para darte las noticias, al menos hasta octubre -le dijo con enorme entusiasmo-, pero creo que debemos comenzar los preparativos desde ahora.

Marcos chasqueó la lengua y se levantó, colocándose las manos en la cintura.

-¿De qué hablas, papá?

-¡Vamos, vamos! Te invito a comer y te explico todo.

Amador y Marcos Ferrer eran muy unidos. El padre siempre le compartía sus proyectos para la empresa, y su hijo intentaba aconsejarlo desde su rol como jefe del departamento de publicidad. Eran más que padre e hijo: parecían mejores amigos, algo poco común.

La empresa ya estaba cerrando y la mayoría de los empleados se había ido, todos excepto Roxanna, la chica nueva. Cuando Amador y Marcos salieron de la oficina, absortos en su conversación, se toparon con el ruido incesante de una máquina tecleando con desesperación.

Marcos asomó la cabeza y vio a una joven gordita que trabajaba como si su vida dependiera de ello, a pesar de que ya pasaban las siete de la noche.

Amador, fiel a su filosofía de NO EXPLOTAR A SUS TRABAJADORES, se le acercó lentamente.

-Hola, ¿estás consciente de que ya todos se fueron? -le preguntó con serenidad.

La chica palideció al verlo.

-Disculpe, señor. Es que es mi primer día y cometí algunos errores. Quería corregirlos antes de irme -tartamudeó-. Lo siento mucho.

Amador la observó en silencio. Detrás de él, Marcos se inclinó un poco para verla de arriba a abajo, apretó los labios y trató de no prestarle atención.

Fracasó.

Su torpeza y timidez eran... dulces.

-¿Cuál es tu nombre? -preguntó Amador.

-Roxanna, señor -respondió, juntando las manos.

-Bueno, Roxanna, si sigues así, es posible que te conviertas en la empleada del mes, y más adelante del año. Pero... -alargó la última palabra, colocándose junto a su silla- es posible que dejes pasar la vida. No vuelvas a quedarte hasta tarde; ve a casa y disfruta de la noche con tu familia. El trabajo seguirá aquí mañana.

Roxanna bajó la mirada y comenzó a recoger sus cosas. Marcos la observaba con el ceño fruncido. Cuando terminó, se unió a ellos en el elevador.

Las miradas "discretas" de Marcos incomodaron a Roxanna. Era normal que se sintiera así; aunque llevaba un solo día en la empresa, ya sabía que muchas mujeres suspiraban por él. Era tan apuesto que a veces parecía una pintura.

Solo algunas lo habían visto sonreír, y quienes lo habían hecho lo comparaban con un ángel.

A Roxanna le parecía exagerado. No era tan apuesto, aunque debía aceptar que tenía cierto atractivo. Quizás era esa pose de hombre serio. De todas formas, ni lo pensaba. Sabía que un hombre como él nunca se fijaría en una mujer como ella: una gordita que vestía ropa sin marca y que apenas se maquillaba. Una mujer común.

Entre sus cosas, Roxanna tenía una carpeta llena de ideas para la compañía. Antes de llegar a la empresa, había pensado exponerlas, con la esperanza de convertirse algún día en una de las agentes de publicidad más importantes.

Viajó un rato en sus pensamientos, imaginando que era exitosa, con una oficina propia y empleados aplaudiéndole sus logros. Tan metida estaba en su mundo, que dejó caer su carpeta justo cuando el elevador se abrió.

El señor Amador se inclinó para ayudarla. Vio algunas anotaciones y dibujos que llamaron su atención.

-¿Esto lo hiciste tú? -preguntó, saliendo del elevador.

-Sí, señor. Son algunas ideas de publicidad... una tontería -respondió, algo apenada.

-Papá, vamos. Se nos hace tarde -protestó Marcos, rodando los ojos con fastidio.

-No. ¡Espera! -Amador estaba maravillado-. ¿Has visto estas ideas? Son realmente buenas. -La miró, sorprendido-. ¿Te gustaría estar en el departamento de publicidad? Necesitamos...

-¿Papá, hablas en serio? -Marcos le tocó el hombro-. Tenemos a los mejores publicistas, nos han hecho ganar millones. No necesitamos...

-¡Ven! Solo mira -le mostró los apuntes de Roxanna casi obligándolo-. La manera en que vendemos nuestros productos es tan, tan...

-Surrealista -completó ella, con una sonrisa tierna-. Están adaptados a hacer promociones machistas y fuera de la realidad. Disculpe si...

-No, no. Tranquila -le dijo Amador, aún hipnotizado con sus ideas-. A partir de mañana formas parte del equipo de...

-Papá, ¿puedo hablar contigo? -interrumpió Marcos con un tono áspero y preocupado.

Se apartaron de Roxanna, que intentaba mantener la calma. Era evidente que estaba emocionada. Su trabajo era halagado por el jefe.

-Papá, ¿has pensado lo que acabas de hacer? -le dijo Marcos, con las manos en la cintura-. Esa chica acaba de llegar. No tiene experiencia.

-Con esas ideas, no creo que la necesite. Si no la aprovecho, alguien más lo hará.

-¿Genio? -rió con nervios-. Papá, ¿has visto a esa chica? Nuestros clientes no querrán trabajar con ella.

Hubo un silencio incómodo.

-¿Qué estás insinuando? -frunció el ceño Amador, molesto.

-Por favor, papá. Mírala. Ella no encajaría en ese mundo.

El rostro de Amador se transformó en una mezcla de decepción y desagrado.

-¿Te refieres a su...?

-No es Angelina Jolie ni Jennifer López. En el departamento se sentirá mal, le irá mal. ¿Cómo puedes pensar que, así como es, puede trabajar en publicidad?

Amador negó con la cabeza. Se sentía náuseas. ¿Este era el hijo que había criado?

Desde su lugar, Roxanna notó la expresión de Amador y pensó que se había arrepentido. Se asustó, pero él le devolvió su carpeta con una sonrisa.

De aceptación.

-Mañana comienzas en publicidad -dijo, y se giró hacia su hijo-. Iba a darte una gran noticia por tu cumpleaños, pero es bueno saber en qué clase de persona te has convertido. Casi cometo el error más grande de mi vida al dejarte la empresa. Aún no estás preparado... quizás nunca lo estés.

Marcos se quedó paralizado. ¿Había oído bien? Confundido, lo siguió.

-¿Papá? ¿Eso era lo que ibas a decirme? ¿Que me dejarías la empresa?

Amador asintió.

-Hoy es tu cumpleaños, quería decirte que después del mío, en octubre, me jubilaré. Tenía pensado dejarte la empresa.

-¿En serio piensas...?

-Pensaba -lo interrumpió con firmeza-, antes de ver cómo juzgas a la gente por su físico. ¿Acaso tu madre y yo te criamos así?

-Papá, no es lo que piensas -dijo nervioso-. Usé eso como excusa porque no quería que la cambiaras a mi departamento.

-¿Por qué?

-Estoy saliendo con ella... -soltó sin más.

-¿Con la chica nueva?

-Sí, la conocí hace semanas. No quería decirlo para evitar comentarios sobre favoritismos.

-Marcos -lo miró con dureza-, he visto a las mujeres con las que sales. Ella no es tu tipo.

-Me aburrí de esas mujeres. Busqué algo diferente -dijo, restando importancia al asunto-. ¿Es tan difícil de creer?

Roxanna salía aún sonriendo, abrazando su carpeta. Era el día más feliz de su vida.

Amador pensó en preguntarle si era cierto, pero Marcos se le adelantó, rogándole que no dijera nada, que lo revelarían en la cena familiar del fin de semana.

-¿Entonces planeas llevarla? -preguntó Amador, ya escéptico.

-Sí, papá.

-Está bien. Estoy seguro de que tu madre estará feliz de conocerla. ¡Feliz cumpleaños! -dijo, antes de entrar a su auto con una mirada de advertencia.

Marcos había metido la pata. No podía echarse atrás. Debía seguir con la farsa.

"Roxanna", pensó. La buscó con la mirada, corrió entre la gente y al fin la alcanzó.

-¡Roxanna! -dijo, sin aliento.

-¿Señor, pasó algo?

-Necesito hablar contigo. Te invito a comer.

Marcos eligió un restaurante cercano. El lugar era elegante y tranquilo, lleno de personas distinguidas. Roxanna se sintió fuera de lugar, quiso rechazar la invitación, pero ya estaban allí, así que decidió seguir adelante.

Sentados a la mesa, Marcos notó que ella nunca había estado en un sitio así. Lo único que pensó fue que su padre había perdido la cabeza: una joven sin atractivo, sin gusto por la ropa, y de clase baja, trabajando en su departamento. ¿En qué estaba pensando? Aunque... había algo en ella que le impedía dejar de mirarla.

El camarero apareció y, sin decir palabra, sirvió un poco de vino de una botella evidentemente costosa. Al parecer, Marcos era cliente habitual; ya sabían lo que le gustaba y cómo le gustaba.

-Roxanna, no voy a andar con rodeos. Tú y tus ideas asombraron a mi padre -ella sonrió levemente-, pero no a mí.

¡Vaya cubo de agua fría!

-Entiendo -respondió, bajando la mirada-. ¿Ya no me darán el puesto, cierto?

-Ese no es el tema que vengo a tocar -dijo, tomando un sorbo de vino para soltar las palabras con más facilidad-. Mi padre quedó extasiado contigo, a tal punto que cuando le dije que no podías estar en mi departamento... decidió no dejarme la empresa. -Respiró hondo-. No sé qué se le metió en la cabeza, pero estoy seguro de que en mi departamento te irá mal. Solo tienes que mirarte en un espejo: no encajarías.

-¿Perdón? -Roxanna no entendía nada. ¿La había llevado allí solo para humillarla?

-Es simple: no eres la típica mujer que puede trabajar en publicidad. No tienes sentido del estilo -añadió con otro sorbo de vino.

-¿Perdón? -repitió, ahora con un cambio visible en su rostro. Su voz, que hasta ahora había sido suave, sonó más firme-. Mire, yo no seré la mujer más bella ni la más delgada, pero...

-Exacto. No eres como las mujeres con las que suelo salir. Por eso necesito que finjas ser mi novia.

Soltó la bomba, sin adornos ni explicaciones previas.

Roxanna se quedó callada, con la boca abierta. Creyó que había escuchado mal. Tenía que estar bromeando.

-Mi padre cree que soy alguien superficial, que solo se fija en lo físico -explicó Marcos-. Por eso necesito que me ayudes a demostrarle que no es así. Solo tienes que fingir ser mi novia este fin de semana, luego invento una excusa y decimos que terminamos.

Ella seguía inmóvil, procesando cada palabra.

-¿Quieres que te ayude a mentirle a tu padre? -preguntó finalmente, con indignación. Se levantó de la mesa, pero antes de irse, respondió con firmeza-: No pienso hacerlo.

-Bueno, no tienes opción -le soltó Marcos, alzando un poco la voz mientras ella se incorporaba-. Mañana comienzas en mi departamento. Puedo ayudarte a ascender... o hacer que mi padre se arrepienta de tenerte en la empresa. Podría despedirte.

Ella se congeló. Y antes de poder pensar con claridad, se dejó caer otra vez en la silla, furiosa.

-¿Despedirme? ¡Qué imbécil eres! ¡Eres un ser despreciable, sin escrúpulos! -Su molestia crecía con cada palabra-. ¡Eres tan ruin que eres capaz de mentirle a tu propio padre! ¿Qué clase de hombre eres?

-¡Qué bien! Ya nos estamos tuteando, como si fuéramos pareja. Vamos por buen camino -dijo con sarcasmo. Ella solo bajó la vista, atrapada en sus pensamientos-. Te propongo algo: si haces esto por mí, prometo ayudarte en la empresa. Tendrás tu propia oficina...

-No tengo alternativa, ¿verdad? -respondió con tristeza. En su rostro había preocupación y resignación-. No puedo perder este trabajo. No soy una imbécil millonaria como tú.

Marcos chasqueó la lengua y optó por ignorar el comentario.

-¿Tenemos un trato, entonces? -le extendió la mano-. Tú me ayudas, y yo te ayudo...

Roxanna pasó veinte segundos observando esa mano extendida, esa invitación a una locura, a un viaje sin retorno.

No tenía otra opción. Tenía cuentas que pagar, y la bolsa de desempleo crecía cada día. No podía quedarse en la calle, ni dejarle toda la carga económica a Laura, su mejor amiga. Apenas ganaba lo suficiente para cubrir su parte del alquiler.

No tenía otra salida.

"Concéntrate en lo positivo", se dijo.

Estiró su mano con decisión y selló el trato con Marcos.

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