De repente, el golpe de la puerta la hace esconder su pequeño refugio rápidamente, ella lo guarda en el último cajón de su cómoda, y se levanta enseguida de la silla.
_ Tengo ganas, quítate la ropa y ponte en cuatro en el borde de la cama_ Le dice un hombre apuesto, fornido, pero con la mirada más fría y oscura que jamas haya visto.
-¿Ahora? Aun es de mañana, y anoche lo hicimos -Le dice ella-Con las palabras entre cortadas, y su mirada hacia abajo.
Como lo que era, una sumisa, el juguete de ese cruel hombre llamado, Bruno Dilasio, él era un hombre poderoso, dueño de un imperio, pero también, miembro de la mas temible mafia Italiana, Bruno era maldad, no tenía compasión por nadie, pero no era toda su culpa.
Él había crecido en medio de la guerra, en medio de la crueldad, era lo único que conocía, nunca tuvo amor, y no hubo jamás para él, COMPASIÓN.
Sus padres habían desaparecido cuando él solo tenía ocho años, así que fue llevado por el mejor amigo de su padre a su casa, pero lejos de volver a tener una familia y un hogar, Bruno conoció fue el infierno.
Así que con la frialdad que lo caracterizaba , se acerca Alejandra alzando su cara con sus dedos, le dice.
_ Si, otra vez, quiero darte tan fuerte, que te escucharan en toda la ciudad, por eso estas aquí, para darme placer.
Alejandra sin decir nada, se quita la bata de seda que traía puesta y la deja caer sin esfuerzo alguno, ¿Qué mas podía hacer?
Luego simplemente obedece.
El le abre las piernas, y tomándola por el pelo, empieza a hacerla nuevamente suya con la misma brusquedad de siempre.
Alejandra mientras escucha las piernas de él golpear las de ella, solo puede apretar sus labios, y llorar en silencio.
Al terminar, él se alza los pantalones, y sale de la habitación como si nada.
Los sentimientos de ella no importaban, mucho menos su deseos, era solo un juguete que él usaba como quería, y cuando quería y punto, no existía nada mas.
Después del brusco e insensible trato.
Alejandra se arulla ella misma en la cama, doblando sus rodillas para darse un poco de calor, aun esta mojada de él, pero no le importa, nada importa ya.
Minutos después, en medio del silencio, tocan la puerta.
_¿Señora? Le traje el desayuno ¿Puedo pasar?_ Pregunta la única persona amable con ella en esa casa.
Alejandra abre los ojos lentamente, no quería hablar, pero no era una opción quedarse allí, al menos Isadora habla con ella, y eso no la hace sentir tan sola.
Así que se levanta de la cama, se pone la bata, y abre la puerta.
_Señora buenos días, le traje algo de desayunar_ Le dice Isadora con una sonrisa.
_ Gracias Isa, dejalo sobre la mesa de noche por favor_ Le responde ella con voz suave, pero triste.
_ Trate de comer algo, casi no come nada.
_ Gracias Isadora, ¿Él...Se fue ya?_ Pregunta Alejandra con intriga.
_ Si, ya se fue, y seguramente no regresará en un largo rato, así que coma y luego se puede dar una ducha_ Responde Isadora,_ Sacando la ropa de Alejandra del clóset.
Tenía mucha ropa para ponerse, elegante y costosa, pero lo cambiaría todo por un poquito de felicidad.
¿Pero como llego Alejandra a esta situación?.
~DOS AÑOS ATRÁS~
_¡Alejandra hija, ya llegue!
_¿Papá? ¿Cómo te fue? ¿Cómo estuvo todo?_ Pregunta Alejandra con una sonrisa.
Sus ojos llenos de vida se iluminaron aún mas al ver llegar a su padre. Alejandra había perdido a su madre años atrás, se fue, y jamás volvió, nunca hubo una carta, o una llamada, solo dejo el vacío en su vida y ya, por eso para ella, su padre era su todo, la persona mas importante del mundo.
_ Muy bien hija, ¡Pero mira lo que te traje! Un hermoso collar, es de oro, oro de verdad mi amor, no es fantasía como los que te había regalado antes_ Le dice él emocionado _ Abriendo el estuche.
_¿Papá? ¿De dónde lo sacaste? Esto es muy costoso ¿Asi de bien es ese trabajo con tu amigo? No pensé que ganarías tanto papá_ Pregunta Alejandra desconcertada.
_ Si, se gana bien hija, no te preocupes, tu solo luce el collar, te lo traje con mucho amor_ Le responde él con mucha ternura.
Demetrio Mendoza era un buen hombre, pero tenia una capacidad muy grande para meterse en problemas, su ansiedad por darle a su hija todo lo que el creía merecer, lo llevo a cometer el peor error de su vida.
Alejandra confiaba en las palabras de su padre, asi que guarda con alegría el collar en su pequeña caja de accesorios, era la primera vez que tenía algo realmente de valor, al menos materialmente hablando, porque para ella , todo era valioso.
A la mañana siguiente, Alejandra se despierta como siempre muy temprano, prepara café, y luego se prepara para irse al trabajo.
_¿Hija ya estas despierta? Tu entras a trabajar hasta las 6 00_ Le pregunta Demetrio a su hija_ Mientras se sienta en la mesa.
_ Si papá, pero hoy uno de mis alumnos cumple años, y quiero llegar temprano para prepararle una sorpresa _ Responde Alejandra muy emocionada.
Ella adoraba a sus niños, y amaba su trabajo.
_ Esta bien hija, entonces toma este dinero_ Le dice Demetrio _ Sacando una fuerte cantidad de su billetera.
Alejandra se sorprende al ver tantos billetes grandes en la billetera de su padre, y de repente, sintió un frío que recorrió todo su cuerpo.
_¿Papá? ¿Porqué tienes tanto dinero?_ Le pregunta ella_ Extrañada.
_¿Esto? No es nada hija, es que me gane un dinero en la lotería, eso fue todo _ Le responde él_ Con una sonrisa un poco nerviosa.
Alejandra lo mira desconcertada, estaba empezando a dudar de las palabras de su padre ¿Porqué tenía tanto dinero? Ningun empleo pagaba tanto.
_¿No me estas mintiendo verdad?_ Le pregunta ella muy seria.
_¡Claro que no amor! Tu sabes que siempre me ha gustado jugar a la lotería, y pues tuve mi golpe de suerte_ Le responde él.
Ella tomo su bolso sin decirle nada mas, aunque tenía muchas dudas, Alejandra le da un beso a su padre en la frente, y luego sale de la casa, pero al caminar unas calles, algo llama su atención, un extraño auto color negro la seguía.
Ella voltea varias veces, y de repente, un frío recorre todo su cuerpo, sintió un gran temor en ese momento, así que acelera el paso.
Pero fue inútil sus esfuerzos por escapar, un hombre alto de pelo largo y una cicatriz en la cara, baja del auto y le pone en su nariz un paño blanco.
Alejandra pierde las esfuerzas inmediatamente, y es subida por este extraño hombre a la camioneta.