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Cartas desde la Guerra

Cartas desde la Guerra

img Romance
img 5 Capítulo
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Acerca de

Durante la Segunda Guerra Mundial, Elena Martínez, una joven enfermera, se enamora de James Thornton, un soldado británico, a través de cartas que intercambian mientras él está en el frente de batalla. A pesar de la distancia y los horrores de la guerra, su relación crece, y las cartas se convierten en su único consuelo. Cuando la guerra termina, Elena recibe una última carta de James, en la que le promete regresar, pero una frase inquietante cambia todo: "Mi deber me lleva más allá, y es posible que no vuelva a verte". Meses después, Elena descubre que James nunca volvió y que la última carta no fue escrita por él. Intrigada y desesperada, comienza a investigar la misteriosa desaparición de James, desvelando secretos de guerra, traición y una verdad que cambiará su vida para siempre. "Cartas desde la Guerra" es una historia de amor, misterio y sacrificio, donde una mujer busca respuestas sobre el hombre que amó y que nunca regresó a casa.

Capítulo 1 Entre el ruido de la guerra

El frío de noviembre calaba los huesos en aquel hospital de campaña ubicado en el sur de Inglaterra. Afuera, el sonido de los motores de los aviones rugía en el cielo, marcando el inicio de otro bombardeo en la ciudad. El personal médico apenas tenía tiempo para respirar, corriendo de un lado a otro para atender a los soldados que llegaban heridos desde el frente. La guerra no daba tregua.

Entre las enfermeras que recorrían los pasillos iluminados por lámparas de queroseno estaba Elena Martínez, una joven española que había llegado a Inglaterra como voluntaria de la Cruz Roja. Su madre, inglesa de nacimiento, le había enseñado el idioma, lo que le permitió integrarse sin dificultad en el hospital militar. Desde hacía meses, su vida se resumía a largas jornadas, el olor metálico de la sangre y el incesante dolor reflejado en los ojos de los soldados que atendía.

Aquella noche, el caos en la sala de operaciones había sido devastador. Muchos no sobrevivieron, y los que lo hicieron necesitarían días, quizás semanas, para recuperarse. Exhausta, Elena se permitió unos minutos de descanso en una pequeña sala donde solía tomar té con sus compañeras cuando el tiempo lo permitía. Se dejó caer en una silla de madera, frotándose las sienes en un intento por aliviar el dolor de cabeza.

-Día difícil, ¿verdad? -preguntó una voz a su lado.

Era Margaret O'Connor, una de las enfermeras con más experiencia en el hospital. A pesar del cansancio reflejado en su rostro, sonrió con dulzura mientras le extendía una taza de té caliente.

-Como todos los días -respondió Elena, suspirando.

Margaret bebió un sorbo de su té antes de volver a hablar.

-¿Has oído hablar de los programas de correspondencia con los soldados en el frente?

Elena levantó la mirada, curiosa.

-¿Cartas?

-Sí, es un programa que han iniciado hace poco. Se supone que las enfermeras pueden escribirles a los soldados que están combatiendo. A algunos les da fuerzas para seguir adelante, saber que alguien los recuerda... aunque sea una desconocida.

Elena dejó la taza sobre la mesa y cruzó los brazos, pensativa.

-¿Y qué se supone que debemos escribir?

-Cualquier cosa que los distraiga de la guerra. Puedes contarles sobre la vida en el hospital, sobre el clima o incluso sobre cosas triviales. Lo importante es que sepan que alguien piensa en ellos.

La idea no le resultaba extraña. Sabía que muchos soldados escribían cartas a sus familias, aunque nunca estuvieran seguros de que sus mensajes llegarían a destino. Sin embargo, la idea de escribirle a un desconocido le parecía... peculiar.

-Podrías intentarlo -insistió Margaret con una sonrisa-. No tienes que escribir nada profundo. Solo unas pocas líneas.

Esa misma noche, tras terminar su turno, Elena se sentó en su habitación, con una pequeña lámpara iluminando el papel en blanco frente a ella. Con el lápiz entre los dedos, dudó un instante antes de comenzar a escribir.

"Estimado soldado,

No sé quién eres ni en qué parte del mundo te encuentras en este momento, pero si estás leyendo esta carta, espero que sepas que hay personas aquí que piensan en ustedes y esperan su regreso. Me llamo Elena y trabajo como enfermera en un hospital militar. No sé qué contar que pueda ser de tu interés, pero hoy ha sido un día particularmente frío, y me he dado cuenta de cuánto extraño el sol de mi país. Me pregunto si en el lugar donde te encuentras también hace frío.

Espero que esta carta pueda hacerte compañía, aunque sea por un breve momento.

Cuídate,

Elena Martínez"

Dobló la hoja con cuidado y la guardó en un sobre. A la mañana siguiente, la dejó en el área designada para el envío de cartas. Lo que no imaginaba era que, semanas después, recibiría una respuesta.

Una fría tarde de diciembre, mientras repartía medicinas a los pacientes, una de sus compañeras la interceptó con un sobre en la mano.

-Te ha llegado una carta -anunció con entusiasmo.

Elena parpadeó sorprendida.

-¿Una carta?

-Sí, de un soldado del frente.

Su corazón latió con fuerza mientras tomaba el sobre. Con dedos temblorosos, rompió el sello y sacó la hoja de su interior.

"Querida Elena,

No esperaba recibir una carta, y mucho menos de alguien que no conozco, pero debo admitir que leer tus palabras me ha dado un extraño consuelo. No sé si alguna vez has estado en un campo de batalla, pero puedo decirte que el frío aquí es mucho peor de lo que imaginas. No solo el frío del clima, sino el de la incertidumbre y la soledad.

Gracias por escribir. Es bueno saber que, aunque sea por un instante, alguien allá fuera piensa en nosotros.

Sinceramente,

James Thornton"

Elena leyó la carta una y otra vez. No sabía qué esperaba encontrar en aquellas líneas, pero lo que menos imaginó fue la calidez oculta tras la frialdad de la guerra.

Y sin darse cuenta, aquella carta marcaría el inicio de algo que cambiaría sus vidas para siempre.

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