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Di Que Soy Tu Cariño

Di Que Soy Tu Cariño

img Romance
img 374 Capítulo
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img Marigá
4.9
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Acerca de

Él nunca la amó. Todos sabían que Wesley siempre había querido a Jessica, pero se casó con Christine. El día de su boda, abandonó a su novia y fue al aeropuerto para declararse a su verdadero amor, pero llegó tarde. El hombre cambió radicalmente después de regresar. Le dio todo su cariño a Christine, pero no por amor. Lo hacía para recuperar a Jessica. Christine pensó que por fin había entrado en su corazón. Sin embargo, cuando él le propuso el divorcio se dio cuenta de que no era así. Perdiendo todo, Christine se fue con dolor, pero sabía que se recuperaría cuando volviera.

Capítulo 1 ¡Mujer malvada!

"¡Apártense del camino! ¡Muévanse! ¡Todos, fuera!".

Las puertas de la ambulancia se abrieron de una patada desde adentro y los paramédicos sacaron rápidamente dos camillas. Por detrás les siguió Wesley Helian, quien parecía preocupado y furioso al mismo tiempo.

"No te preocupes, Jessica. Te pondrás bien".

El rostro del hombre se veía tenso, con la mirada fría y el cuerpo rígido. "Tienen que salvarla. Si ella muere, yo mismo me aseguraré de que se cierre este hospital", dijo este y sus palabras sonaron como un rugido.

Las enfermeras y los médicos, al oír las palabras del hombre, aceleraron el paso hacia la camilla ya que temían que pasara lo peor y este poderoso hombre cumpliera su amenaza.

'Vaya... veo que sigues prefiriendo a Jessica Ruo', pensó Christine Ji, la mujer acostada en la otra camilla, mientras luchaba por abrir los ojos. No pudo evitar sentir una profunda desesperación al escuchar el rugido furioso de Wesley.

Jessica parecía estar bien, lo de ella había sido solo un desmayo causado por el miedo.

Sin embargo, lo de ella misma...

Christine trató de mover los dedos y gritó de dolor.

"¡Christine, tú... mujer malvada! ¿Cómo te atreves a conducir e intentar matarte y matar a Jessica? ¿Por qué no te vas al infierno?".

El hombre dio una patada de la ira que sentía, con tan mala suerte que le cayó a la enfermera que estaba atendiendo a la mujer herida. El dolor que le causó al golpearla hizo que la muchacha se estremeciera y tropezara, moviendo la camilla donde estaba Christine. Esto a su vez hizo que la herida, que la enfermera estaba curando en el momento del incidente, se desgarrara y que la sangre empezara a salir sin control.

A pesar de poderse escuchar las maldiciones que Wesley estaba lanzando a diestra y siniestra, los médicos y enfermeras trataban de hacer su trabajo lo mejor que podían y de inmediato se llevaron las dos camillas a salas de emergencias diferentes.

"¡Necesito una transfusión de sangre aquí!".

"¿Dónde está el doctor? Esta mujer se está muriendo", decía una enfermera mientras empujaba la camilla.

Christine fue llevada al quirófano. Era una mujer joven, no aparentaba tener más de veinte años, y a pesar de las heridas y hematomas se podía decir que era una chica hermosa. Mientras la enfermera hacía su trabajo pensaba en lo triste de toda esa situación y que nunca antes había visto un accidente tan horrible. De pie, al lado de la mujer moribunda, gritaba con voz temblorosa para que alguien se hiciera cargo de la mujer en la camilla y la atendieran inmediatamente.

Christine Ji abrió los ojos y pudo sentir cómo la vida se le escapaba poco a poco y en su mirada no había expresión alguna, solo cansancio.

"Lo siento. Lo siento mucho. Los médicos están ocupados en otra operación. Lo siento mucho", decía la enfermera llorando, quien no cesaba de disculparse mientras acomodaba la bolsa de sangre para la transfusión. Era evidente que ningún médico se iba a hacer cargo de la mujer por no disgustar más al poderoso Wesley.

'Wesley, llevamos dos años casados y pensé que algún día me creerías, pero tu crueldad es infinita'.

El peor dolor que sentía Christine no era el de sus heridas sino el del corazón.

Movió la mano lentamente y la colocó sobre su vientre plano. Una vez tuvo ahí un bebé que perteneció a los dos.

"¿Acaso es por Wesley?".

Decir eso requirió todas sus fuerzas, y ni bien terminó de pronunciar esas pocas palabras empezó a jadear y a salir sangre por su boca.

Posiblemente eso era lo mejor que podía pasar y que, cuando ella estuviera muerta, la tragedia de la que ambos eran protagonistas por fin terminaría.

"Sí, lo siento mucho. El hombre dijo que si Jessica moría, nuestro hospital sería enterrado junto con ella, y es por eso que todos los médicos están con ella tratando de salvarle la vida... ".

La enfermera no le ocultó nada y a pesar de que le dijo todo de forma muy delicada, sus palabras parecían torturar a Christine Ji.

"Vuelve a pedir que venga un médico".

Ella no podía morir así, todavía no, aún tenía que encontrar a su hijo y vengarse.

Los ojos de la mujer estaban inyectados en sangre por la ira y las venas azules de sus manos se hincharon.

Con el alma destrozada por toda esa ira y dolor, la mujer no pudo contenerse y una lágrima rodó de manera silenciosa desde el rabillo del ojo hasta la almohada. El aire a su alrededor estaba lleno de una desolación indescriptible.

El dolor se había apoderado de todos sus sentidos y parecía no estar en el presente, pues su mente se empeñó en llevarla al momento de su primer encuentro...

Todo empezó dos años atrás, en Capital Hotel...

Eran las seis de una mañana de un día de invierno y llevaba lloviznando desde antes del amanecer.

En una de las habitaciones del hotel se percibía un olor a incienso, había una cama de estilo francés, y una lámpara de noche iluminaba con luz tenue toda la estancia.

"Uf... Qué calor hace aquí...".

Christine estaba inconsciente.

Movió las manos sobre la cama y pudo sentir algo caliente en su costado.

'¿Dónde estoy?'.

La mujer consiguió abrir los ojos y sintió un dolor punzante en la cabeza mientras un escalofrío horrible se apoderaba de ella a pesar de que hacía un calor insoportable en la habitación. Intentó moverse pero no lo consiguió, no pudo hacer nada pues el cuerpo le dolía como si un auto la hubiera atropellado.

Aunque era una mujer sin ninguna experiencia pudo adivinar lo que le había pasado, así que sin pensarlo dos veces cogió la sábana de la cama, se envolvió con ella para cubrir su desnudez y caminó tambaleándose hasta el baño.

Se sentía rara, sin fuerzas, y cuando estaba muy cerca de la puerta escuchó algo.

"¡Vayan y compruébenlo!", gritó una voz desde dentro del baño.

'¿Quién es? ¿Quién está ahí?', pensó con miedo.

El cuerpo se le puso rígido por la tensión del momento.

La puerta del baño estaba entreabierta y pudo ver que adentro había un hombre desconocido. Ante esa visión Christine no pudo evitar ruborizarse y sentir que las mejillas le ardían.

"¡Sarta de perdedores!", se escuchó rugir al hombre.

Wesley no se había dado cuenta de que ella estaba ahí y dio rienda suelta a su ira. Con toda la fuerza que pudo golpeó con el puño el espejo y los trozos de vidrio le hicieron varios cortes en la mano. La sangre empezó a salir descontroladamente, manchando de rojo todo lo que tenía alrededor.

¡Era Wesley!

Se había metido en la cama de aquel hombre.

Christine sintió cómo un escalofrío empezaba a recorrerle el cuello.

La leyenda de Ciudad S, el CEO de K Group. El hombre que siempre había estado en lo más alto, ocupando uno de los primeros lugares en la lista de gente de negocios más exitosa del país. ¿Cómo es que él estaba ahí? ¿Por qué?

"¿Ya has visto suficiente?", dijo una voz nada amigable desde el baño.

La voz era tan fuerte que causaba mucho miedo. El hombre ya se había dado cuenta de que la chica estaba ahí parada, y con una mirada de hielo abrió la puerta y se quedó observando a Christine. Un sudor frío empezó a brotar de la frente de la muchacha por el miedo que sentía y solo quería salir corriendo de ese lugar, alejarse cuanto antes de ahí.

Dio unos pasos hacia atrás y estaba a punto de cerrar la puerta del baño por completo cuando una mano la cogió con fuerza por la muñeca.

"¿Cómo te atreves a meterte en mi cama?".

El repentino dolor en su mano la hizo soltar un grito casi inaudible y empezó a forcejear para poder soltarse del agarre del hombre. Luchó y golpeó con fuerza pero no lo consiguió.

"Olvidemos lo que ha pasado hoy".

Christine, sacando fuerzas de flaqueza, se obligó a mantener la calma y sonrió.

"Para las mujeres estas cosas pueden significar la ruina y la deshonra, pero eso a mí no me importa. ¡No creo que te importe a ti tampoco!".

Las palabras que pronunció la mujer no tuvieron respuesta, tan solo un silencio mortal.

Wesley entrecerró los ojos pero no los apartó de Christine.

Si no hubiera comprobado por él mismo que la mujer que estaba frente a él era virgen, todo lo que ella decía y la forma en que lo hacía lo hubiera engañado.

"¿Cuánto vas a cobrar?", preguntó el hombre mientras en su rostro aparecía una sonrisa maliciosa.

Era una insinuación ofensiva, sobre todo teniendo en cuenta que la mujer acababa de perder su virginidad.

'¿Cómo se atreve a pensar que soy una cualquiera?', el rostro de Christine se ensombreció al pensar que este hombre la tomaba por una prostituta. "¿Y tú? ¿Cuánto vas a cobrar?".

Wesley la miró de manera extraña, con una expresión sombría en el rostro.

Los ojos de la muchacha brillaron, pero no se atrevió a mirarlo a los ojos. Si alguna vez este asunto salía a la luz, la familia Ji nunca podría protegerla de las posibles consecuencias, así que no tenía más remedio que seguir con el juego.

"¿Subes a mi cama y me hablas así?". Las palabras del hombre llegaron a ella lentamente, como si ella fuera una presa a punto de ser cazada, y la sonrisa juguetona que el cazador tenía hasta entonces en el rostro desapareció. El hombre soltó la muñeca de Christine pero antes de que ella pudiera reaccionar la agarró con fuerza por la barbilla.

La chica no tuvo más remedio que mirarlo a los ojos.

"¿A qué quieres jugar? ¿O es que estás imitando a Jessica?".

La mujer podía notar que poco a poco el hombre aumentaba la fuerza con la que la estaba cogiendo y empezó a tener dificultades para respirar.

De repente el hombre dejó de apretar, la arrojó con fuerza contra el suelo y ella al caer se golpeó con la mesa del centro. El dolor penetrante la obligó a acurrucarse en el suelo.

"¡No seas tan ingenua! ¿Qué te hace pensar que me haré cargo de ti después de meterte en mi cama?".

Wesley resopló y pasó junto a la mujer.

Por el estado en que se encontraba la habitación daba la impresión que la noche anterior había sido muy intensa.

La ropa de ambos estaba esparcida por todo el suelo, y este recogió la ropa de la mujer con cara de asco, dándose cuenta de que tenía algunos hilos colgando. Su costoso traje estaba arrugado y sus pantalones estaban debajo de la cama.

Christine se levantó lentamente y se apoyó con cuidado contra la pared.

El Wesley que estaba delante de ella era como un león furioso, un animal al que había que temer pues si se le provocaba no había posibilidad de salir vivo.

De repente, el hombre lanzó un trozo de papel arrugado hacia la chica y ella, sin pensarlo, lo cogió y lo estiró para ver lo que era. ¡Era un cheque por diez millones!

"¡Escucha, coge eso y vete! Si te atreves a contarle a alguien lo que ha pasado aquí, no me culpes luego por arruinar a toda tu familia".

El desfile de automóviles de la familia Helian había ocupado toda la calle donde se encontraba el hotel. Lo que había empezado como una llovizna en la madrugada era en ese momento un terrible aguacero, así que dos guardaespaldas se apresuraron a abrir respetuosamente la puerta del coche principal. Al momento apareció un bastón que se apoyó en el suelo y uno de los guardaespaldas abrió el paraguas para proteger de la lluvia al pasajero que salía del elegante auto negro.

A pesar de que el hombre llevaba el pelo gris, su porte y elegancia no habían disminuido con los años. Llevaba un traje hecho a medida, con una fila de botones brillantes en la chaqueta.

Este tenía un rostro casi idéntico al de Wesley, tomó el paraguas y en las manos no se podía ver rastro alguno de vejez.

A los pocos minutos, una fila de minibuses también se detuvo frente al hotel y abrieron las puertas de par en par para dar paso a los reporteros, quienes venían dispuestos a tener las mejores fotos y entrevistas.

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