-Lo siento, Clara, pero Román está muerto.
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-Lo siento, Clara, pero Román está muerto.
-Pero no puede ser. ¡Estoy embarazada! -exclamó Clara, apartando la mirada de unos ojos pecaminosamente profundos y escrutadores para mirar frenéticamente alrededor de la habitación, sin darse cuenta del silencio atónito que su comentario había provocado. Su padre estaba sentado en el sofá, mientras que el mayor Orbert estaba en su escritorio, pero no había señales de Román Orbert. La mirada de sorpresa en el rostro de su padre se registró y, para su horror, se dio cuenta de que había hablado en voz alta, antes de que el sonido de una risa sardónica rompiera el silencio.
Sus ojos violetas se posaron de nuevo en el hombre alto y moreno que estaba de pie junto al mueble bar. Era Raúl Orbert quien había lanzado el rayo. Y, por supuesto, ¡era Raúl quien se había reído! Ella podría haberlo adivinado; debía tener una inclinación por las declaraciones escandalosas, pensó enojada.
Raúl, impecable, con un traje de negocios oscuro y una camisa azul impecable, estaba apoyado contra el armario con un vaso de líquido ámbar en la mano. Mientras ella lo observaba, se llevó el vaso a la boca y lo vació. Luego lo dejó caer de golpe con una fuerza innecesaria; la expresión de su rostro atractivo y rudo era difícil de definir. Parecía más que enojado, pensó Clara, parecía definitivamente venenoso, y por un segundo vio un destello de lo que parecía angustia en sus ojos oscuros. Pero debía de haberse equivocado, porque sonrió con una sonrisa sombría.
-Déjame ofrecerte algo de beber. Lo vas a necesitar -le ofreció sin rodeos.
-No. No quiero alcohol. Un zumo de naranja. -Incluso en su estado de shock, Josie tuvo la sensatez de darse cuenta de que no podía beber en su estado.
-Como quieras. -La boca de Raúl se curvó en una mueca irónica mientras llenaba un vaso con jugo y luego caminaba hacia ella.
Le tendió el vaso a Clara. Ella miró su gran mano y luego su rostro. ¿Había pasado apenas un par de minutos desde que había entrado al estudio y se había quedado paralizada por la escandalosa respuesta de Raúl a su pregunta casual: «¿Román ha llegado temprano?».
Sus dedos rozaron los de Raúl mientras tomaba el vaso que le ofrecía y su mano tembló levemente. ¿Qué tenía Raúl que, incluso cuando estaba en su estado más vil, haciendo bromas estúpidas sobre su medio hermano Román, su cuerpo reaccionaba de manera alarmante cuando él estaba cerca?
Clara miró fijamente al hombre que se alzaba sobre ella. Raúl, con su espeso cabello negro, su frente amplia, su nariz recta y bastante grande, su boca ancha y su mandíbula cuadrada, no era un hombre convencionalmente atractivo; su rostro era demasiado rudo para eso, pero aun así era extrañamente atractivo. Hasta donde ella sabía con certeza, había visitado Bylard Find solo dos veces en los diez años que Clara había vivido en la zona.
La primera vez que lo conoció, estaba cuidando el puesto de venta de objetos varios en la feria de verano de la iglesia. Se suponía que Román la estaba ayudando, pero había ido a buscarle una bebida fría cuando apareció un hombre impecablemente vestido con un traje de tres piezas.
-Lo único que me quedaría bien aquí... eres tú. -Su acento profundo y sexy había hecho temblar a Clara, poniéndole la piel de gallina, y su mirada sorprendida se había fijado en la de él por un segundo, antes de que sus ojos recorrieran su cuerpo en un escrutinio descarado y masculino-. Dime, ¿estás en venta? Clara había reprimido una risita en su mejilla, pero antes de que pudiera responder, Román había regresado.
-No coquetees con las chicas del lugar -le había dicho Román al extraño y, para sorpresa de Clara, le pasó un brazo por la cintura y agregó-: Y ciertamente no con la mía.
"Lo habría adivinado", murmuró el hombre, y se alejó.
«¿Lo conoces?», le preguntó Clara a Román.
-Podrías decirlo, pero no le hagas caso. ¿Qué te parece si cenas conmigo esta noche?
Clara había estado enamorada de Román Orbert durante años, y el perturbador extraño había sido olvidado cuando ella aprovechó la oportunidad de tener una cita con Román.
Olvidado hasta la segunda vez que vio a Raúl, cuando casi murió de vergüenza.
Desechó el inquietante recuerdo con un movimiento de su pequeña cabeza. No podía pensar en eso ahora. Necesitaba descubrir por qué Raúl estaba allí. Pero, ¿por qué no? Técnicamente, supuso que era su casa. Raúl tenía razón en cuanto a que necesitaba una copa. Hoy había sido el peor día de su vida hasta el momento y tenía una horrible sensación en la boca del estómago de que no iba a mejorar.
Se había tomado la tarde libre en el trabajo y había conducido desde Cheltenham hasta Oxford para visitar la clínica adjunta al hospital de allí, y su peor temor se había confirmado: estaba embarazada. Había regresado a su casa de campo en Low Beeches y había encontrado un mensaje urgente que le pedía que fuera a Manor House. Naturalmente, había dado por sentado que su prometido no oficial, Romñan, había regresado del servicio activo en el ejército un día antes. Pero al ver los rostros sombríos que la rodeaban, había empezado a dudar.
Clara tomó un gran trago del jugo y casi se atragantó cuando lo tomó por el lado equivocado, por lo que las palabras de su padre apenas le llegaron.
-Tienes que ser valiente, Clara.
-Valiente -murmuró. Miró a su alrededor otra vez, pero no había señales de Román. Clara parpadeó y se frotó el muslo con la palma húmeda. No había comido en todo el día y se sentía mareada. Su mirada perpleja buscó la de Raúl. Parecía enojado y muy serio, pero no podía estarlo...
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