"¡Natalie, eres muy afortunada! Te casarás con un miembro de la familia O'Brien, quienes pertenecen a la aristocracia de la ciudad de Bloridge", dijo con sarcasmo Alisha, a la vez que entraba a la habitación, con un vestido de novia exactamente igual al de su media hermana.
Alisha se puso verde de la envidia cuando vio lo hermosa que lucía Natalie. ¡Cómo deseaba poder arañar su cara bonita!
La expresión de Natalie se endureció a la vez que decía: "Yo también quiero felicitarte. Pronto te convertirás en la cuarta esposa de Jarvis Braxton. Por cierto, recientemente escuché que resultó gravemente herido en un accidente automovilístico, que no podía caminar y que seguramente se moriría en un par de años. Si te casas con él, pronto enviudarás".
"¡Natalie!", gritó Alisha, quien estaba tan enojada, que su cara se puso morada como una remolacha. Al pensar que iba a casarse con un hombre discapacitado, mientras que su hermana se casaría con un miembro de la familia O'Brien, apretó los puños con fuerza.
"Natalie, no sabes lo que nos depara el futuro. ¿De verdad crees que serás la señora O'Brien para siempre?".
"¡Natalie, Alisha, aquí están!". Con dos tazas de café en las manos, Flora Rivera entró en la habitación, esbozando una sonrisa. "Antes que nada deberían tomar un poco de café. Los autos de los novios todavía están en camino".
Natalie frunció el ceño al ver la sonrisa hipócrita de su madrastra. Habían vivido bajo el mismo techo durante más de una década. Entonces, ¿cómo no podía saber el tipo de persona que era Flora?
Natalie se consoló a sí misma con el hecho de que pronto se iría de esa casa y no tendría que volver a ver ni a Flora ni su hija, así que tomó la taza de café, aunque titubeante.
"Gracias". Dicho lo anterior, Natalie tomó un sorbo de la bebida.
"De nada, querida". Flora exhaló un suspiro de alivio al ver a su hijastra beber un poco de café... "Aunque no eres mi hija biológica, siempre te he tratado como si lo fueras. Me entristece mucho que pronto nos vayas a abandonar".
Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas mientras hablaba.
Natalie, por su parte, resistió el impulso de poner los ojos en blanco. Con razón esa mujer se había ganado el premio a la mejor actriz, pues sin duda tenía grandes dotes histriónicos.
Cuando Natalie apenas tenía ocho años, su madre biológica falleció. Menos de un mes después, su papá trajo a casa a Flora y a Alisha, quien solo era un mes menor que Natalie.
Fue entonces que esta última se enteró de que desde hacía mucho tiempo su papá había estado engañando a su mamá.
En ese momento, una sirvienta llamó a la puerta y le informó a Flora: "Señora, el auto de la familia O'Brien ya está aquí".
"¡Oh!", exclamó la mujer con una sonrisa. Luego le guiñó un ojo a la sirvienta y le ordenó: "Elva, acompaña a Natalie al vehículo".
Cuando la joven escuchó eso, se puso de pie, pero de repente se sintió un poco mareada. Como su visión se tornó borrosa, dejó que la sirvienta la guiara.
Una vez que llegaron a la entrada de la residencia, Elva ayudó a Natalie a subirse al asiento trasero del automóvil negro que ahí se encontraba aparcado.
Desde el balcón, Flora observó cómo el auto se alejaba. Ante eso, su sonrisa se hizo más amplia.
"Mamá, ¿estás segura de que tu plan funcionará? ¿Qué pasará si Natalie nos descubre?", preguntó Alisha, jugueteando ansiosamente con su vestido.
"No te preocupes, querida. Me he encargado de todos los detalles. Natalie tomará tu lugar, y se casará con un miembro de la familia Braxton".
Resultó que el auto negro en el que Natalie se subió pertenecía a la familia Braxton, no a los O'Brien.
A pesar de las palabras tranquilizadoras de su mamá, Alisha no estaba totalmente convencida. "Pero, ¿cómo podré engañar a Rowley por la noche?".
"Siempre y cuando tengas sexo con él hoy, la familia O'Brien no podrá hacer nada al respecto. Recuerda, no dejes que nadie vea tu rostro", le recordó Flora a su hija con cautela.
"De acuerdo". La expresión de Alisha se ensombreció y sus ojos se llenaron de celos y odio a la vez que decía: "Mamá, tengo que convertir la vida de Natalie en un infierno, para que conozca las consecuencias de haberme robado a mi hombre".
Esbozando una sonrisa fría y burlona, Flora comentó: "Dudo mucho que sobreviva esta noche. ¿Sabes qué les sucedió a las exesposas de Jarvis? Todas desaparecieron misteriosamente".
......
Sentada en el asiento trasero del auto, Natalie todavía se sentía extremadamente mareada. Como su temperatura corporal no paraba de aumentar, sus mejillas estaban rojas.
Cuando recordó la taza de café que Flora le había dado, se dio cuenta de que había caído en la trampa de su madrastra.
Esa mujer debió de haber puesto alguna droga en el café.
De pronto, cuando Natalie miró por la ventanilla del auto, notó que no se dirigían en dirección a la residencia de la familia O'Brien. Ante eso, se puso alerta y entró en pánico.
"¡Detenga el auto! ¡Deténgalo ahora mismo!", le gritó la chica con ansiedad al chófer. "¿Quién es usted y a dónde me lleva?".
Al escuchar los gritos de Natalie, el hombre la miró por el espejo retrovisor y, visiblemente confundido contestó: "Señorita Rivera, soy el chófer de la familia Braxton. Me enviaron a recoger a la novia del señor Jarvis".
"¿Qué? ¿El chófer de la familia Braxton?".
Fue entonces cuando Natalie se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
¡El plan de Flora era hacer que Natalie reemplazara a Alisha y se casara con Jarvis!
"¡Detenga el auto ahora mismo! ¡Me casaré con un miembro de la familia O'Brien! ¡Ha cometido un error!".
Natalie no quería casarse con nadie de los Braxton. Se negaba a permitir que el plan de Flora y Alisha tuviera éxito.
Sin embargo, el efecto de la droga la hacía sentirse cada vez peor. Claramente Flora no solo quería que su hijastra se casara con Jarvis Braxton, también quería destruir su vida por completo.
"¡Detenga el auto ahora mismo!", gritó Natalie con voz tenue, mientras hacía todo lo posible por mantenerse alerta.
"Señorita, ya casi llegamos. ¿Qué es lo que quiere hacer?".
El chófer se sorprendió cuando de repente Natalie abrió la puerta y saltó del auto.
La chica rodó por el suelo varias veces, antes de detenerse por completo. Casi instantáneamente el intenso dolor la hizo volver en sí.
"¡Señorita, por favor vuelva al auto!".
Al ver que el chófer detuvo el vehículo y se bajó para perseguirla, Natalie apretó los dientes y se alejó cojeando, soportando el dolor punzante.
No obstante, era ese mismo dolor lo que mantenía su mente alerta.
Natalie se sentía muy ansiosa, porque sabía las terribles consecuencias que tendría que enfrentar si la atrapaban.
"¡Señorita, no corra, por favor! ¡Vuelva al auto!".
Al escuchar los gritos del chófer detrás de ella, la chica comenzó a correr aún más rápido. Estaba tan ansiosa porque no quería casarse con Jarvis, que quería gritar.
La oscuridad ya había caído por completo cuando Natalie se percató de que el hombre que la perseguía estaba cerrando rápidamente la brecha que había entre ellos. Peor aún, el mareo que la aquejaba estaba volviéndose insoportable.
La chica estaba tan abrumada por la desesperación, que no sabía hacia dónde correr. De repente vio un auto negro estacionado no muy lejos de donde se encontraba. Un hombre vestido con un traje casual estaba apoyado en él mientras hablaba por teléfono.
Justo cuando el hombre estaba a punto de subirse al vehículo y marcharse, Natalie se acercó cojeando con sus últimas fuerzas. "Ayúdeme, por favor. ¡Ayúdeme...!", imploró la chica.
Atónito, él miró a Natalie con sus ojos profundos.
Justo en ese momento, el hombre que se encontraba al otro lado de la línea gritó con ansiedad: "¡Ya casi llega la novia! ¿Por qué todavía no estás aquí?".
"¡Cállate!". Sin darle a la persona que lo llamó la oportunidad de responder, el hombre colgó.
Al mismo tiempo el chófer casi alcanzó a Natalie, quien sin pensarlo abrió la puerta del auto y se subió. Luego, juntando las palmas volvió a suplicar: "¡Por favor ayúdeme! ¡Se lo ruego!".
Entonces el chófer se acercó al vehículo, y dijo: "Señorita Rivera, salga, por favor. Vamos muy retrasados".
El chófer se sorprendió cuando vio el rostro del hombre que estaba a bordo del vehículo...
Antes de que pudiera decir algo más, el hombre le dirigió una mirada fría a la vez que gritaba: "¡Largo de aquí!".